domingo, 12 de mayo de 2024

EN ARGENTINA, SI ALGUIEN GANA, NADIE GANA.

 


En su libro El desarrollo político (Sudamérica, Buenos Aires, 2011) Mariano Grondona advierte sobre las democracias adolescentes, entre las cuales se encuentra obviamente nuestro país.

Sería importante destacar también que hubo democracias republicanas, sanamente aristocráticas, que habían alcanzado una cultura proclive al desarrollo y una importante madurez institucional, pero ahora las están perdiendo. Es el caso dramático de los EEUU.

Pero no es el caso de Argentina, excepto tal vez por intentos, tales como el Pacto de San Nicolás de 1852 y la Constitución de 1853. Las democracias maduras tienen, en nuestros términos, un pacto constitucional originario, sobre el cual hay un consenso generalizado. Hay diversas opiniones sobre cómo gestionar la cosa pública, pero un acuerdo básico sobre esos principios constitucionales.

En las democracias adolescentes, en cambio, ese acuerdo no se ha logrado aún. Lo que sucede es que una facción va sucediendo a la otra intermitentemente. Las “facciones” NO son partidos políticos que coinciden en el pacto constitucional, sino visiones del mundo tan diferentes que ni siquiera pueden ponerse de acuerdo con consensos mínimos, lo que Rawls llamaba constitutional essentials.

Tienen un progreso, sin embargo, sobre las culturas totalmente autoritarias: al menos coinciden en un modelo procedimental mínimo por el cual hay elecciones. En Argentina eso se logró recién en 1983. Pero nada más. Una “facción” sucede a la otra, sino es que hay una “facción dominante” que gana siempre, con intentos de reelección indefinida, sucesión matrimonial, etc. (fue el intento kirchnerista si no hubiera sido por la muerte (o el asesinato) de Nestor Kirchner.

Pero cuando una facción gana, su mente adolescente, sin matices, con mentalidad de utopía lograda, dice “ahora ya está, ahora nosotros”, y la otra facción, la que pierde, se queda allí agazapada, murmurando su derrota, esperando volver y hacer lo mismo que la otra facción. La inestabilidad política de este “desorden espontáneo” es obvia, lo cual impide la estabilidad jurídica y política que es una importante condición del desarrollo económico.

Entre las facciones no hay consenso institucional. Un acuerdo mínimo constitucional es imposible entre ellas. La mentalidad imperante es la de victoria-derrota, amigo-enemigo, venganza 1-venganza2, ellos o nosotros.

Los liberales no podrían ser una facción. Ellos deberían aparecer ante la opinión pública proponiendo un acuerdo básico sobre el Estado de Derecho, antes que una plena economía de mercado. Los liberales deberían llamar a un Pacto de la Moncloa.

Si ello es posible en la Argentina, no sé, tal vez no, en cuyo caso estamos condenados a desaparecer como proyecto de convivencia democrática. Pero al menos habría que intentarlo. Hay liberales moderados, nacionalistas moderados, conservadores, peronistas más proclives al desarrollo y la democracia. Sí, quedarían afuera los extremos, pero la esperanza sería que la estabilidad política y económica siempre los mantenga como elementos marginales de la organización política.

Un liberal debería ser ese factor de consenso. La Argentina de hoy necesita llegar a su propio Pacto de la Moncloa para lograr el desarrollo político y luego al económico. Un liberal no puede ser el jefe de una facción. Es una contradicción con sus ideales políticos, excepto que sea un liberal autoritario, economicista, formando parte con ello de las contradicciones de una democracia siempre adolescente. 

2 comentarios:

Fernando Romero Moreno dijo...

Coincido y esa fue la intención final de mi libro sobre la Nueva Derecha. Creo que elevar a categoría fundamental de análisis la dialéctica "amigo-enemigo" (error de Carl Schmitt, tomado para el populismo de izquierda por Laclau y para el populismo de derecha por Agustín Laje) es contrario a la concordia política, pre-requisito fundamental para alcanzar el bien común político, al decir de Aristóteles. En cuanto a lo institucional, hay algo enseñado por Gonzalo Fernández de la Mora, que puede ayudar: él dice en su libro "La Partitocracia" que la democracia no es el gobierno del pueblo sino el gobierno de los partidos. Su marco teórico son los análisis conocidos de Mosca, Mitchel y Pareto acerca de las elites, frente a lo cual defiende la "democracia orgánica" (representación por cuerpos intermedios), que era el proyecto político final del franquismo, régimen del cual Fernández de la Mora fue funcionario y defensor. Pero sostiene que al ser este proyecto mayoritariamente rechazado en el mundo occidental, lo único que permite alcanzar cierta estabilidad política y consensuar políticas de estado a largo plazo, es la existencia de dos grandes partidos, uno de centro-izquierda y otro de centro-derecha, tal vez con uno o dos partidos menores pero no más. Obviamente ni para él ni para mí es la forma de gobierno ideal, pero tal vez sí la única posible en estos tiempos. Con todo, si la cultura subyacente al marco institucional sigue siendo de matriz autoritaria y caciquista (digo caciquismo y no caudillismo, pues lo segundo es una tendencia que se puede encauzar dentro de una república presidencialista, como lo explica Alberdi en "Las Bases") es difícil que se pueda lograr esa reforma institucional. Antes que una cuestión epistemológica (no distinguir lo no conjetural de lo conjetural) o moral (desconocer los preceptos primarios y secundarios de la ley natural o principios morales básicos como lo intrínsecamente malo o la distinción entre cooperación formal y material), lo que hay es una matriz cultural en casi toda la población que favorece la mentalidad binaria y autoritaria. Y eso no se cambia de un día para el otro.

Gabriel Zanotti dijo...

"..................Con todo, si la cultura subyacente al marco institucional sigue siendo de matriz autoritaria y caciquista (digo caciquismo y no caudillismo, pues lo segundo es una tendencia que se puede encauzar dentro de una república presidencialista, como lo explica Alberdi en "Las Bases") es difícil que se pueda lograr esa reforma institucional. Antes que una cuestión epistemológica (no distinguir lo no conjetural de lo conjetural) o moral (desconocer los preceptos primarios y secundarios de la ley natural o principios morales básicos como lo intrínsecamente malo o la distinción entre cooperación formal y material), lo que hay es una matriz cultural en casi toda la población que favorece la mentalidad binaria y autoritaria. Y eso no se cambia de un día para el otro."

Exacto....................