domingo, 6 de noviembre de 2022

UN NUEVO (PERO SEGURAMENTE VANO) INTENTO DE ACERCAR POSICIONES ENTRE LOS LIBER-PROGRESS Y LOS LIBER-CONSERVATIVES

  1. ¿Es nueva la grieta?

No. Siempre existió. Lo que ocurría, como hemos dicho varias veces, es que antes de la caída del muro, la lucha contra los soviéticos nos mantenía a todos los liberales, libertarios y conservadores del mismo lado excepto tal vez los ultra-anarco-capitalistas y los paleo-libertarios. Tampoco había surgido la ideología de género y el lobby LGBT ETC.

2.       La nueva circunstancia histórica.

Después de la caída del muro, la mayoría de liberales clásicos y conservadores creyó que verdaderamente venía una etapa de libre comercio mundial y democracia global. Nos creímos el título del famoso fin de la historia de Fukuyama y no fuimos demasiado capaces de distinguir entre los neo-cons y el pensamiento verdaderamente libertario. Eso no nos permitió evaluar bien lo que estaba sucediendo. Ya la ONU y sus organismos principales (OMS, UNESCO, etc.) estaban inclinados hacia la izquierda pero se fueron radicalizando. Las políticas que defendían, financiaban y exigían a nivel mundial eran cada vez más marxistas y post-modernas. La perduración en el tiempo de dictaduras comunistas clásicas como la china, la coreana del norte y la cubana tampoco permitieron ver bien al enemigo invisible: las políticas de la ONU violatorias de las libertades individuales.

3.       A favor de los liber-progress.

Vamos a trata de ser justos con ambas posiciones. Los liber-progress tienen varios puntos a su favor.

3.1. Los liber-progress reaccionan contra movimientos conservadores que nunca se caracterizaron por distinguir bien entre lo moral y lo legal, convirtiendo estos últimos a posiciones morales en políticas públicas impuestas desde el Estado. Es verdad que el Estado no debe ser neutro moralmente, pero ello no niega que incluso en una sana sociedad secular (laicidad) las diversas concepciones filosóficas y religiosas del mundo deben convivir en un sistema de libertad religiosa. Muchos conservadores han criticado severamente a Rawls por este punto, pero tanto Rawls, con sus constitional essentials, Mises, con su libertad de juicios de valor en la cooperación social, e incluso Maritain con su fe secular, dan en la tecla de que la esencia del problema político es siempre la convivencia de los diferentes: la diversidad. Sí, es verdad que los fundamentos neokantianos de Rawls y Mises no son los metafísicamente adecuados, pero sus propuestas son más prácticas que teóricas, lo cual es otro modo de decir, en términos muy conservadores, que la política siempre es en hipótesis, casi nunca en tesis.

3.2. Los liber-progress heredan una sana herencia de la affirmetive-action. Si, es verdad que en términos libertarios los Estados nunca deben dar cuotas de contratación a nadie, pero la circunstancia histórica de los EEUU de los 60 implica que sean comprensibles esas políticas de inclusión. Los primeros movimientos de libertad de los homosexuales no hacían más que igualar su situación con la del racismo para con los afroamericans y, desde el punto de vista de la persecución sufrida, tenían razón, aunque no en las políticas concretas que proponían.

3.3. El “limitad government” siempre ha sido una cuestión política más que de moral individual. Es verdad que ello mismo es lo que admite precisamente conservadores morales más libertarios en lo político (los paleo-libertarians) pero al mismo tiempo ello implica que el liberalismo clásico esté por sí mismo más abierto a filosofías políticas más escépticas en temas de moralidad individual, aunque sus escritores fueron ellos mismos irreprochables desde el punto de vista moral (como Mises y Hayek). En última instancia, es verdad que el liberalismo clásico, y no sólo el liberalismo de Rawls, nunca fue un predicador de la moral individual, sino un predicador de los límites del Estado, que no es lo mismo.

 

 

4.       A favor de los liber-conservatives.

4.1. Si, el liberalismo clásico no es un programa de reforma moral, pero las tradiciones morales han sido a veces muy importantes en muchos de sus escritores, como parte de la base moral de una sociedad libre. Allí hay autores importantísimos que ningún liber-progress puede sacar de la tradición liberal, como un Burke, un Lord Acton, un Tocqueville, un Constant, un Adam Smith y, para ir a autores contemporáneos muy influyentes, Hayek y Popper.

4.2. No se puede borrar del mapa a la tradición católica del liberalismo ius-naturalista, comenzando por los escolásticos del s. XVI y el liberalismo católico del s. XIX: Montalembert, Lacordaire y Ozanam en Francia; Lord Acton en Inglaterra, Rosmini y Sturzo en Italia. Esos pensadores son los que influyen luego en M. Novak y en R. Sirico, los inspirador y fundador, respectivamente, del Acton Institute en EEUU. Ningún liberal o libertario tiene que pensar como ellos pero tampoco los puede descartar del escenario de ideas que constituyen una tradición importante del liberalismo clásico. Y si lo dudan, pregunten a los defensores de La Acción Francesa qué opinan del liberalismo católico del s. XIX.

4.3. En los años que van desde la Revolución Norteamericana hasta los avanzados 70 u 80 del s. XX, los debates, los issues sobre ciertas libertades individuales, eran otros. El tema de la libertad de enseñanza era la ausencia de monopolio estatal en la enseñanza; el tema de la libertad de expresión era que los privados no fueran perseguidos por el Estado, y la libertad religiosa era frecuentemente entendida desde la laicidad de los EEUU más que desde el laicismo de la Revolución Francesa. Ese modo de entender esas libertades sigue siendo a veces el modo de entenderlas de los liber-conservatives, por lo cual las invectivas, a veces muy violentas, del relato del lobby LGBY contra el “hetero-capitalismo explotador”, los ha encontrado con la guardia baja. 

 

5.       Una perspectiva superadora para ambos grupos.

El art. 19 de la Constitución argentina de 1853 es clave para superar ciertos debates irreconciliables, a pesar de estar escrito a mediados del s. XIX. La clave del liberalismo clásico, del libertarianismo y también de conservadores, debe ser la defensa del derecho a la intimidad personal o derecho a la privacidad, garantía jurídica de la verdadera diversidad. Las acciones privadas de los seres humanos que no ofendan la moral pública ni perjudiquen derechos de terceros quedan sólo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados. Como vemos, no se dice que las acciones privadas sean todas buenas o todas malas, simplemente se afirma que ellas, esto es, las que no afectan los derechos de terceros, están exentas de la autoridad de los magistrados (y en ese sentido “reservadas a Dios”, expresión que un no creyente puede tomar como un símbolo jurídico de distinción entre ley humana y ley moral). La moral pública siempre va a existir allí donde existan bienes públicos, cosa que ni siquiera una free city podría evitar (ver al respecto toda la obra de Buchanan y el Public Choice), y obviamente es una zona reservada al Poder Judicial, que puede ser perfectamente un common law NO estatal.

 

 

5.1. Crítica a ambos liberalismos.

Desde este último punto de vista, ambos grupos olvidan o no dan importancia a ciertas cosas muy relevantes.

5.1.1.       Es un error grave decir que “el liberal DEBE” estar a favor de la homosexualidad, la prostitución, etc. El “deber” del liberal es estar a favor de la NO intromisión del Estado allí donde se trate de acciones privadas que no violen derechos de terceros, que incluye la homosexualidad, heterosexualidad o etc., que incluye ya la prostituta que atiende en su casa o la más perfecta virgen por motivos religiosos. O sea que el liberal, lo que defiende, es el derecho a la intimidad personal, NO el “derecho a tal cosa o tal otra”. El liberalismo sigue siendo en ese sentido una doctrina del límite a la acción estatal, y por eso el liberal puede ser perfectamente conservador en lo moral. O no. Pero lo que lo define como liberal clásico o libertario no es que sea cristiano o agnóstico en materia moral.

5.1.2.       El liberal, libertario o conservador, desde su filosofía política, no tiene, en tanto tal, posición sobre las diversas teorías sobre el género. Puede tenerlas como filósofo, como biólogo, como teólogo, y pueden ser muy diversas, pero desde su posición política, lo que pide es que el Estado, ya sea federal, estadual o municipal, no coaccione a nadie a pensar, decir o hacer de un modo o del otro, como sí pretende la ideología de género, a la cual le es imposible entender libertades individuales importantísimas como la libertad de expresión, religiosa, de asociación, de enseñanza, etc.  

5.1.3.       Ambos grupos tienden a defender su posición, a veces, desde supuestos facts objetivos o desde una ciencia objetiva, y para ambos grupos es un tiro por la culata, porque Popper, Kuhn, Lakatos y Feyerabend ya han advertido la carga de teoría filosófica de las ciencias, y tanto Popper, Lakatos y Feyerabend fueron plenamente conscientes de las implicaciones políticas peligrosísimas de la unión entre ciencia y Estado. No se puede recurrir a una biología conjetural para combatir a la ideología de género: sólo se puede estar en contra de la auto-percepción de género desde una antropología filosófica, y desde el liberalismo nada debe prohibirse a quien quiera auto-percibirse como quiera, excepto que obligue a otros a percibirlo de igual modo y para colmo pagarle con fondos estatales toda su auto-percepción.

 

Espero haber ayudado en algo pero, realmente, lo dudo. Esta grieta parece tener bases psicológicas más que teóricas y ha llegado, al parecer, para quedarse, tal vez por mucho tiempo. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante Gabriel, pero me atrevo a sugerir que seria bueno intentar una escritura más simple, sin tanta referencia académica . Así tendría quizás mas lectores y más claro el objetivo.
Gracias!

Enrique Arenz dijo...

Creo que he logrado entender algunas de tus ideas que me parecían prejuiciosas. Pero ahora veo que no, el prejuicioso era yo. Muy claras tus explicaciones y no puedo sino compartirlas, con excepción quizás de tu opinión conspirativa sobre los organismos internacionales. Comparto que siempre fueron de izquierda, pero no les doy la importancia que vos parecés atribuirles. Son burócratas, sin mayores responsabilidades, y a veces hasta bien intencionados. No creo que movilicen nada que afecte a toda la humanidad.
Muy buen artículo, Gabriel. Te lo agradezco.