domingo, 14 de junio de 2020

LA NUEVA NORMALIDAD DEL CRUCERO ESPACIAL DE WALL-E





Casi todos se acordarán de la enternecedora película WALL-E. La Tierra había sido devastada y sus sobrevivientes huyeron al espacio en una especie de crucero espacial con todas las comodidades.

Allí, se habituaron a una nueva normalidad. La técnica robótica del crucero les proporcionaba todo, no padecían escasez ni tenían que hacerse problema por nada. Nacían y estaban todo el día sentados y entretenidos por cientos de juegos y distracciones perfectamente atendidas por los robots. Tanta era su comodidad que ni siguiera tenían que caminar. Fueron engordando y perdiendo fuerza muscular. Estaban encerrados, no podían salir, no tenían proyectos propios pero estaban tan atendidos, tan entretenidos y tan sumergidos en sus cientos de distracciones cotidianas que ni se daban cuenta. Incluso sus maestros eran robots, que es precisamente lo que sucede con los humanos en el sistema educativo formal. Por ende el crucero era un total sinceramiento de la razón instrumental, de la colonización del mundo de la vida.  Pasaron casi 700 años y su nueva normalidad se hizo una normalidad de centurias.





Finalmente llega Eva anunciando la buena noticia de que la Tierra era habitable de vuelta. Llegó con su nuevo amigo WALL-E, un robotito tan niño como enternecedor. Eva y WALL-E se amaban, se protegían y jugaban. Y se abrazaban con sus partecitas metálicas.

Mientras tanto los humanos vivían en un mundo orwelliano feliz, tan feliz que ni siquiera tenían conciencia real del otro. Una de las primeras cosas extrañas que sucede en la nave cuando llegan los enternecedores robotitos es que uno de ellos se cae de su silla volante y nadie atina a ayudarlo en absoluto. Sólo WALL-E lo hace.





Parece que, al estilo de HALL, la compu de la nace había recibido órdenes de no volver nunca a La Tierra. Pero nadie lo sabía. El capitán, apoltronado y aburrido en su puesto de comando, se sorprendió enormemente cuando recibió a Eva pensando que había que activar el plan de regreso. No recordaba nada, pero leyó los manuales y recordó grabaciones de cómo era La Tierra y las costumbres tan peligrosas e insalubres de los humanos, como bailar, caminar, abrazarse, emocionarse, llorar, darse besos, enojarse, sufrir,  fracasar, enfermar.  Qué horror.

Pero el capitán, cual héroe que descubre su camino, se entusiasma con su misión de retorno, tal vez porque se sintió vivo y humano por primera vez. Lucha con su robot supuestamente a su mando, que no lo deja hacer nada, y le espeta una herética frase: yo no quiero sobrevivir, yo quiero una vida. Impresionante. Cómo se atreve. Quiere vivir. No quiere estar seguro, no quiere sobrevivir protegido de todo. Quiere vivir. Mm. Un negacionista del peligro.




El desenlace es interesante, porque el robot que luchaba contra el capitán no era difícil de vencer. Lo que ocurre es que el capitán no podía caminar. Pero casi como Lázaro, se dice a sí mismo; levántate y anda. Y con un esfuerzo supremo usa esos humanos músculos casi anulados por tan segura cuarentena, se levanta, camina, lucha, triunfa, retoma el control de la nave, de su vida.



Y con tanto bamboleo, los sistemas automáticos se descomponen. Todos caen de sus seguras sillas, todos tienen que luchar, comenzar a usar sus brazos, piernas y mentes, hasta que finalmente aterrizan en La Tierra nuevamente y salen todos cansados, pero asombrados, a ver el verde, el sol, el cielo y los riesgos de una vida que valía la pena ser vivida.



Sin embargo, una cosa. Cuando el crucero estaba aún en el espacio, en ese abdomen infinito donde la nave era el útero total, dos humanos habían visto a Eva y WALL-E jugar en el espacio, cuando bailaban, se reían y se abrazaban. No aparece en la peli, pero los dos humanos se miraron y se dijeron: ¿pero qué están haciendo esos dos? No sé, dijo uno de ellos. No sé, no te preocupes, son robots.



1 comentario:

Jimena halecka dijo...

Excelente !!!!! Que se puede decir denuncia grande como el sr gabriel zanotti. Un sabio sin dudas