domingo, 9 de febrero de 2020

EL CIRCO HISTÉRICO DEL PARTIDO DEMÓCRATA NORTEAMERICANO



Que la política concreta ha sido muchas veces el lugar del asesinato, las mentiras, y todo cuando se pueda por llegar al poder, lo sabemos desde que el mundo es mundo. Pero al menos hubo un momento donde un código de caballeros unía a los demócratas y republicanos. Eran las épocas de los debates entre un Kennedy y un Nixon, o Al Gore diciendo a todo el mundo que aceptaría la resolución de la Suprema Corte porque “este es nuestro sistema”.

Pero la ideologización extrema del Partido Demócrata ha llegado a tales extremos, es tan evidente que ni siquiera están dispuestos a aceptar un resultado electoral, igual que sus epígonos latinoamericanos, y que las desesperadas mentiras y campañas que organizan –sólo les falta lisa y llanamente el asesinato político- llegan a niveles vergonzantes.

Ya lo hicieron en el caso del Juez Kavanaugh, tema al cual ya le dedicamos un largo comentario[1]. Ahora, desesperados por el triunfo de Trump, inventaron un impeachment. Era el paso anterior a contratar un sicario para asesinarlo, así que los miembros del Servicio Secreto van a tener que estar muy cuidados de aquí en más. Desesperados, inventaron un supuesto chantaje o presión de Trump al presidente de Ucrania, cuando nada en la transcripción indica tal cosa; a lo sumo, una imprudencia, como mucho, que revela por lo demás las tropelías de Joe Biden.

¿Qué autoridad moral tiene alguien en los EEUU actuales, lamentablemente, para decir que “nadie está por encima de la LEY”? Law es precisamente ese conjunto de derechos individuales que presidentes y congresistas se han dedicado últimamente a violar, republicanos también. Si conocieran el sentido que la noble palabra “law” tiene en Hayek, se darían cuenta. Pero no, ahora parece que son todos inmaculados, desde los Clinton y sus mafiosas relaciones con el Deep State, hasta Obama que, por lo demás, como dice Julio Shiling, “…le dijo en 2012 al líder titular ruso, Dimitry Medvedev, frente a un micrófono abierto, que tendría “más flexibilidad” después de las elecciones presidenciales en los EE UU para considerar descartar el proyecto del escudo de defensa antimisiles que protegería a Ucrania, Polonia y otras democracias del área. Esto era algo que Rusia quería mucho. ¿No abusó Obama del poder al enviarle este mensaje a Putin invitándolo a que el líder ruso lo favoreciera en su reelección? Obama no sólo abandonó el plan de sistema antimisiles, sino rehusó mandarle a Ucrania ayuda letal cuando Rusia invadió Crimea. ¿No fue esto un abuso de poder que tipifica un quid pro quo?[2]

Que Trump es muy tosco, que no entiende bien el tema de la libre importación, que debería tener otra política de inmigración, etc., es obvio. ¿Pero quién tiene autoridad moral para decirlo? ¿Quién antes de él eliminó todos los aranceles? ¿Quién antes que él suspendió la diferencia entre inmigración legal e ilegal? Nadie. ¿Por qué se presentan ahora todos como santos angelitos?

La respuesta es muy simple: porque están desesperados para eliminarlo, de cualquier modo, porque son unos autoritarios que en fondo han abandonado el pacto político originario de los EEUU. Por eso es falso que el discurso de Trump sea esencialmente nacionalista. Porque en gran parte de sus discursos, cuando Trump cita a los Founding Fathers, a la Declaración de Independencia, a la Primera Enmienda, y todo ello para defender las libertades de religión, de educación, de asociación, etc., (Y EL DERECHO A LA VIDA) él no está invocando, a pesar de él tal vez, “America first” sino “all men are created equal…” LO CUAL ES PRECISAMENTE LO QUE LOS AUTORITARIOS DEMÓCRATAS quieren eliminar: LA TRADICIÓN LIBERAL CLÁSICA Y LIBERTARIA DE LOS EEUU. Ya lo están haciendo hace mucho, pero ante este imprevisto llamado Trump, su desesperación se ha evidenciado: desde las caras y gritos  de odio desencajados  de Ocassio Cortéz y las pro-iraníes Omar y Tlaib, hasta los llamados a la agresión física por parte de Maxime Walters, todo es un circo romano autoritario que está minando las bases institucionales de los EEUU (a lo cual varios republicanos antes de Trump han colaborado, nobleza obliga).

Aún no lo lograron. Pero no soy optimista. Así como Ratzinger fue en su momento un muro de contención contra lo más terrible del comunismo dentro de la Iglesia, así lo es hoy Trump en los EEUU, hasta que ese muro se rompa, porque las corrientes culturales son a veces  incontenibles,  y si eso no se revierte,  será el regreso hacia  épocas muy bestiales de la historia.


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