Nunca necesité basarme
en nadie para hablar del marxismo cultural. Hace mucho que vengo diciendo que
la teoría de la explotación de Marx es un horizonte de pre-comprensión
generalizado, y es eso lo “cultural” según la hermenéutica. Casi todos son marxistas sin darse cuente; lo
más trágico es la cantidad significativa de intelectuales que dicen no serlo “excepto”
en “la parte de verdad” de Marx, a saber, que el capitalismo es inexorablemente
explotador.
Por lo tanto, los nuevos
“colectivos explotados” que han surgido –los pueblos originarios, las mujeres,
los gays, trans y lesbians, etc- son una nueva versión del marxismo cultural.
Por eso siempre digo, sobre todo a mis amigos católicos que dicen no ser
marxistas: si no estudias al individualismo metodológico, si no estudias la refutación
de Bohm-Bawerk a la teoría marxista de la explotación, si no lees a Mises y
Hayek al respecto, caerás en el marxismo de manera total, y, por supuesto, en
las contradicciones más terribles con tu supuesto catolicismo.
Pero la Escuela de
Frankfurt no tiene que ver con eso. El único que formó parte de un movimiento
disolutivo de valores, con una interpretación ridícula de Freud, es Marcuse.
Los fundadores, Adorno y Horkheimer, cuyo gran libro, La dialéctica de la Ilustración, es de 1944, no tienen nada que ver
con un movimiento revolucionario estalinista. Para ellos la razón del
Iluminismo tenía una dialéctica (Hegel) intrínseca: al querer emancipar a la
humanidad, la oprime y la oprimió. Todo el resultado del Iluminismo, que para
ellos es el capitalismo industrial, el nazi fascismo y la Unión Soviética, todo
ello es una muestra de cómo la razón humana, pretendiendo liberar, se ha
convertido en el monstruo opresor. Y no hay salida. No proponen ninguna
revolución. La razón cayó en su propia negación, y listo. El único de ellos que
propuso una salida fue su joven discípulo Habermas, quien en Teoría de la acción comunicativa (1984) habla
del diálogo como el único resultado
positivo de la razón ilustrada.
Las advertencias de
otro gran pensador de la Escuela de Frankfurt, E. Fromm, sobre la alienación,
son importantísimas y deberían ser más estudiadas por los liberales,
independientemente de que Fromm haya pensado que el capitalismo es
intrínsecamente alienante. No, no lo es necesariamente, pero una sociedad
liberal es una sociedad donde puede darse la alienación, lo cual explica por
qué luego sus masas, alimentadas como los
tripulantes de Wall – E, quieren cualquier cosa, votan cualquier cosa, tal
cual diagnostica y predice Ortega en La
rebelión de las masas.
Los liberales deberían
dialogar más con la Escuela de Frankfurt, porque Hayek también fue un crítico
acérrimo del abuso de la razón, de la Revolución Francesa, del Constructivismo.
La gran ventaja de Hayek es que, al haber sido vacunado por Mises contra Hegel
y Marx, pudo hacer una crítica de la razón ilustrada que no cayera en la
condena al capitalismo de los frankfurtianos, porque Hayek pudo distinguir,
como Popper, entre razón y razón crítica, entre el racionalismo y la razón que
sabe sus límites. Feyerabend, otro gran libertario, saca las coherentes
conclusiones de La Sociedad Abierta
de Popper, y llega a la unión entre estado y ciencia como el gran error de la
Ilustración, y propone la separación entre ciencia y estado como la Nueva
Ilustración que aún no ha llegado en absoluto. Si los que leen aún con
nostalgia a Adorno y Horkheimer leyeran a Feyerabend, verían que la razón no
tiene una dialéctica intrínseca, sino que tiene una salida en una razón que se da cuenta de la profundidad de lo real, y que la
ciencia es sólo uno de las perspectivas para su análisis.
Por ende hay que seguir
denunciando al marxismo cultural pero con más respeto hacia Adorno y
Horkheimer, quienes tenían, tal vez, una mejor interpretación de Marx que la
que tuvieron Lenin, Stalin o Mao. Y encontrar en el tema de la alienación, y en
las denuncias de Hayek y Feyerabend a la razón racionalista, un muy buen punto de encuentro.
2 comentarios:
Soberbio, maestro.
La alienación está en la propia vida social, en mayor o menor medida, en cualquier sistema. Es inevitable.
Publicar un comentario