E.R. se permitió el
lujo de que, entre todos sus personajes tan polifacéticos y paradójicos,
hubiera uno que fuera “el bueno”, el que más encarnó el papel del sabio,
sacrificado, eficiente e intachable médico para, tal vez, decir a la audiencia:
aún se puede.
Mark Green (Antony Edwards) tiene un
carácter equilibrado y tranquilo. Desde el principio aparece como el médico
clínico eficiente, como el que resuelve las situaciones, escuchado por los más
jóvenes y respetado por las enfermeras. Trata de traer a la tierra a Doug Ross
(George
Clooney), pedíatra genial, heroico, pero inadaptado al sistema, y es
guía, al principio, de John Carter (Noah Wyle), cuyas ideas y venidas
también marcarán la serie hasta la última temporada.
Su matrimonio con Jen no prospera. Tiene
un amorío pasajero con Cyntia (Mariska Hargitay), se enamora de la
Dra. Susan Lewis (Sherry Stringfield), un amor melancólico, casi secreto, hasta
que finalmente encuentra su estabilidad emocional con la cirujana Elizabeth
Corday (Alex Kingston), con quien tiene su segunda hija, siendo su
primera hija, Rachel, ya adolescente, que luego aparecerá como estudiante de
medicina en la última temporada.
Era triste verlo correr a la estación de
tren para mantener su matrimonio con Jen, fue triste ver el ataque que sufre de
un paciente desequilibrado, era penoso verlo discutir con Kerry Weaver (Laura Innes)
la típica insegura que tiene que hacerse muy autoritaria para ser jefe. Fue conmovedor verlo cuidar a su padre,
paciente terminal de un cáncer de pulmón. Era increíble, en medio de todo ello,
verlo salvar vidas, una tras otra, sin casi ningún error, mientras trataba de
evitar las inexorables peleas y conflictos entre todos sus colegas.
Fue asombroso verlo una vez resolver el
eterno problema de la gente esperando en la sala de guardia. Va hacia allí,
directamente, y comienza a atender a cada uno en los asientos de la sala de espera, ante
la mirada asombrada de todos. Todos tenían cosas menores, que él diagnostica y
soluciona con asombrosa velocidad, pero con calma y mirada de contención. John
Carter le dice: yo suponía que esto era la medicina: ayudar a la gente. ES la
medicina, le responde Green.
Los guionistas le permiten un agujero
negro, para mostrarnos los misterios de lo humano. Un violador y asesino serial
llega herido al hospital. Mark comienza a atenderlo, como si nada, pero
advierte que es quien por poco no ataca a su esposa y a su pequeña hija y que
lo va a volver a hacer. Mientras es trasladado en ascensor hasta otra unidad,
sólo con Mark, el paciente tiene un ataque cardíaco. Mark se dispone a hacerle
CPR, pero repentinamente duda, y luego, resuelto, simula las descargas. El
violador muere, o sea, es asesinado por Mark. Nadie se entera nunca. Mark sigue
con su vida.
Pero su vida iba a ser corta. Comienza a
darse cuenta de que tiene un cáncer cerebral. Es operado y tiene un año más de
vida. Pero el cáncer vuelve.
Mark decide irse en silencio. Tiene su “very last patient” con una encantadora
niña que le habla de la Nebulosa de Orión. Sin que nadie se diera cuenta, se
despide de cada uno. Le dice a Weaver que no se tome todo tan en serio. La
famosa Abby Lockard nota algo en su mirada y se da vuelta para sonreírle de
vuelta. Se despide de su amigo y paciente
homeless. Mira intensamente a Susan, que había vuelto al hospital. Y se
encuentra con Carter a la salida. “You
set the tone, Carter”.
Decide morir dignamente con su esposa y
su adolescente niña –que no puede asumir lo que sucede- en Hawaii, donde había
sido su infancia. En su lecho de muerte le dice: sé generosa. Sé generosa…. La
niña casi mujer parece entender algo.
Mark escribe una carta para todos sus
amigos y colegas del hospital. Queda inconclusa. Corday la concluye avisando de
su muerte. Carter la lee. Llega al final entre lágrimas. Nadie dice nada. Todos
quedan en silencio. Susan mira al infinito. Jerry, el recepcionista, la coloca
en la pared, de la cual el viento la comienza a desprender.
Cuando termina el funeral, Rachel pide
detener el auto donde iba con Jen y Elizbeth Corday. Ve unos globos de gas,
toma uno y lo suelta.
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