De
las Ciencias a la Filosofía
1. La imagen habitual de la ciencia: un mundo
feliz
Después de lo que reflexionamos en el capítulo uno, alguien podría decirme:
muy buenos nuestros esfuerzos de traer de vuelta la filosofía a la vida, pero
ese esfuerzo se debe en parte, también, a que los temas filosóficos son, en el
fondo, “muy opinables”. Habría, en cambio, otro mundo de conocimiento, donde
las cosas serían más “ordenadas”, donde son los
hechos los que hablan. Es el reino de la ciencia.
Esa es una imagen muy difundida de la ciencia, y es totalmente razonable
que así sea. Tiene que ver, aunque los cientíticos a veces no lo quieran, con
la filosofía. Desde que F. Bacon (1561-1626) lanzó su gran desafío, esto es
“leer el gran libro de la naturaleza”, se extendió como una flecha la
mentalidad de que la ciencia consiste en saber “leer los hechos”, de manera metódica,
y ese método sería el método experimental. Así se lee e interpreta la historia
de Galileo, Newton y toda la revolución de la ciencia moderna. La ciencia sería
el reino de los hechos, donde las opiniones humanas no intervienen. Allí se da
la “objetividad”. Obsérvese qué interesante: la verdad es depositada en el
banco de la objetividad y de los hechos[1]. En el s. XIX, cuando J.
S. Mill sistematiza las reglas del método experimental, todo esto parece
consolidarse absolutamente. El desarrollo de la lógica del método hipotético-deductivo
es un paso muy importante. De la observación de los hechos se pasa a la elaboración
de una hipótesis explicativa de los mismos. Esa hipótesis (por ejemplo, la
teoría atómica) tiene que tener consecuencias observables (por ejemplo, las
relaciones entre volumen, presión y temperatura en los gases), y esas
consecuencias observables “verifican” la hipótesis y la convierten en ley.
En Carl Hempel, importante epistemólogo del s. XX, la cuestión se modera un
poco: no es tan importante si la hipótesis emana de los hechos o no (o sea, lo
importante no es el “contexto de descubrimiento”) sino la justificación de la
hipótesis (contexto de justificación) por un apoyo inductivo, experimental,
suficientemente amplio. Que una hipótesis tenga apoyo experimental no la
confirma absolutamente, pues siempre puede haber otras explicaciones
plausibles, pero observemos que el apoyo experimental sigue siendo sin embargo
el criterio de elección “racional” de las hipótesis (analicen esto los que
vengan de economía y administración y conozcan de los criterios de “elección
racional” de un proyecto de inversión….). Pero queda muy firme, en este
esquema, la distinción entre las hipótesis, por un lado, y los hechos
experimentales, por el otro. Estos últimos, vuelvo a decir, quedan como la
garantía de la verdad, de la certeza, de la objetividad: allí “el ser humano no
molesta”.
¿Qué tiene que ver todo esto con este libro? Mucho, pues desde la filosofía
se podrían decir muchas cosas. Pero, ¿y desde la ciencia o desde la filosofía
de la ciencia? Ese es el objetivo de este capítulo dos: ¿no sería bueno
enterarnos de que este esquema de pensamiento, aparentemente tan sólido, ha
sido objetado desde físicos y matemáticos que se dedicaron a la filosofía de la
ciencia?
2. Popper dijo no
Por eso pasamos a este segundo punto. Popper dijo “no”. Pero, ¿quién es
Popper? ¿Un filósofo que se dedicaba a la metafísica? No: Popper, nacido en
Viena en 1902, estudió física y matamáticas y asistió varias veces a las reuniones de los filósofos
que más exaltaban a la ciencia positiva, experimental, como el único camino de
la racionalidad (esto es, los neopositivistas lógicos, el llamado “círculo de
Viena”). Era amigo de varios de ellos, hablaba su lenguaje, entendía su mundo.
Y así, un joven Popper de 32 años publica, en 1934, un libro llamado La lógica
de la investigación científica, muy poco leído en su momento pero sí por
varios de sus amigos y conocidos neopositivistas. Y es a ellos a quienes,
amigablemente y en su lenguaje, Popper les dice: no.
¿Por qué no? Porque
esa distinción entre las hipótesis, por un lado, y los hechos, por el otro, es
una especie de ilusión. Un científico puede estar haciendo un experimento con
gases. Pero el travieso Popper pregunta: ¿qué es un gas? Y cuando lo queremos
definir usamos la teoría cinética de
los gases. Esto es: no nos damos
cuenta de que cuando “observamos” un gas, lo interpretamos desde la teoría
que nos dice qué es un gas. O sea, la base empírica también es hipotética.
Claro, alguien podría decirme que es más fácil decir lo que es un gas: un gas
el el aire que respiro, es lo que pongo en un globito y el globito sube…………
Pero, ¿no estamos hablamos de ciencia? (Volveremos a esto más adelante).
Pero entonces, si la base empírica es lo que “servía” para juzgar a las
hipótesis, y ahora nos damos cuenta de que la base empírica no es firme, sino
también hipotética, ¿entonces? Popper tiene una salida muy práctica: cada
comunidad científica tiene un “consenso” sobre la base empírica que va a
utilizar para los experimentos….
La segunda gran sorpresa del joven Popper, de este jovencito que, desde el
mismo método hipotético-deductivo, se atreve a mostrar sus límites, es decir
“no” a la inducción. Habitualmente suponemos que los principios, “leyes” de la
ciencia tienen “apoyo experimental”, y suponemos por ende que tienen una alta probabilidad de ser verdaderos.
¿Pero ello no implica un cierto porcentaje? Un medicamento dio excelentes resultados
en el % 94,7 de los pacientes. Ok, eso implica que se determinó un cierto universo
limitado de pacientes: 100 pacientes, 2000, 3000, lo que fuere. ¿Y cuál es el
universo del principio de inercia, por ejemplo? ¿O de las leyes gravitatorias?
¿De aquí a la luna? ¿De aquí al próximo sistema solar? No, los libros de texto
dicen: “todo cuerpo…..”. ¿Y cuándo y
cómo observaron el “todo”?
Este es un punto filosófico muy
importante. Popper cambia la mentalidad: la cuestión no es lo que sabemos, sino
lo que no sabemos. Postulamos que
todos los cuerpos se atraen según el cuadrado se sus distancias, etc., pero, dado que no lo sabemos todo, más que
buscar casos de confirmación que siempre van a tender a cero al lado de lo
infinitamente desconocido, debemos postular la hipótesis y estar abiertos a un caso que la contradiga. Es más, debemos
adelantar ese caso. Debemos estar abiertos a la refutación empírica, no a la
confirmación. La ciencia no se caracteriza por la certeza de la confirmación,
sino por estar abiertos una instancia empírica que nos contradiga.
Esto es revolucionario: no hay hechos firmes, no hay inducción, sino
humildes conjeturas que pueden ser experimentalmente contradichas (falsadas) en
cualquier momento. La ciencia baja del pedestal de la certeza infalible para
pasar a ser un conjunto de conjeturas falibles. Popper no está hablando de teorías
“aún no confirmadas”. Está hablando de Galileo, Newton, Einstein y todo lo que
los occidentales consideramos ciencia….
Por supuesto que esto ha sido muy difícil de aceptar. Pero lo curioso es
que el principal contradictor de Popper fue alguien que aceptó totalmente que
la inducción experimental ya no tenía que ver con la ciencia…
3.
Kuhn le dijo a Popper que no
No any problem: la ciencia no trata más de hechos confirmados, sino de humildes
conjeturas hasta ahora “no contradichas”. O sea que la ciencia “es” lo que es
falible; el científico “es” quien está abierto a la crítica…. Pero eso, más que
lo que la ciencia “es” parece lo que “debe ser”. Popper parece haber hecho una
filosofía de la ciencia “prescriptiva”: “deberás” tener conciencia de la
conjeturalidad de tus supuestas leyes” “deberás” estar abierto a la crítica….
¿Pero qué tiene que ver eso con la
historia de la ciencia? Al parecer, nada.
¿Quién fue el que dijo esto, de modo tan desafiante? Un joven historiador
de la ciencia norteamericano, nacido en 1924, quien en 1962 publica uno de los
libros más vendidos de todos los tiempos en la historia la filosofía: La
estructura de las revoluciones científicas. Kuhn no contradice de ningún
modo a Popper en que los “experimentos” están influenciados desde un marco teorético,
es más, lo apoya firmemente; Kuhn no contradice tampoco que la inducción no va
más. Pero lo lleva a un extremo al cual Popper no quiso llegar nunca. Los científicos,
dice Kuhn, de ningún modo han estado ni quieren estar “abiertos a la crítica”.
Muy lindo sería que fuera así, pero no es
así. Sus ejemplos no son nada despreciables: ¿estaba Galileo abierto a la crítica?
¡De ningún modo! ¿Quería Newton contradecir sus propias teorías? ¡Menos aún!
Los científicos se forman en un paradigma, un marco teorético muy estricto
(como a todos nosotros se nos ha formado en el paradigma newtoniano), y desde allí interpretamos el mundo,
desde allí consideramos “evidentes” ciertas cosas (como que es evidente que las
cosas se mueven según la ley de gravedad); desde allí consideramos posible o imposible que ocurran o no
ciertos fenómenos (por ejemplo, es imposible que un cuerpo no caiga a 9,8 km/s
en caída libre). Por eso hay fenómenos que el paradigma considera “imposibles”,
¿Cómo un paradigma va a encontrar algo que lo contradiga? Los paradigmas, dice
Kuhn, no se someten a crítica a sí mismos, sino que entran en crisis por
agotamiento. Finalmente la cantidad de problemas que no pueden resolver rompen
lo que fue la dura piel de su sistema, y colapsan. Los paradigmas alternativos
(como lo fue en su momento Galileo) triunfan entonces, y se convierten en los
nuevos paradigmas dominantes hasta que entran en crisis de vuela. Y así
sucesivamente. Eso tiene otra consecuencia muy importante para los objetivos de
este libro: para Kuhn no existe, al parecer, “la verdad”. Todo depende del
paradigma donde uno esté situado. Eso irritó mucho a Popper…..
4.
Lakatos les dijo a ambos que si
Popper y Kuhn comenzaron a discutir mucho sobre estas cosas, pero un discípulo
de Popper, Imre Lakatos, trató de mediar entre los dos. Lakatos había huído de la Hungría comunista y había
encontrado merecido refugio como ayudante de Popper en Londres.
Lakatos le reconoce a Kuhn que los científicos no quieren someter a crítica
sus teorías. Lo que Kuhn llama paradigma, Lakatos llama núcleo central. Pero la
crítica aparece como una consecuencia no intentada de la defensa del paradigma.
Por ejemplo Halley, astrónomo newtoniano, para defender algunas cosas que no
encajaban, crea la hipótesis “ad hoc” del cometa, y predice que, 72 años
después, pasaría cerca de La
Tierra. Claro , podía no ser asi, y entonces efectivamente el
núcleo central de Newton se hubiera enfrentado con un problema…….
Filosóficamete esto es muy interesante porque este “puente” entre Popper y
Kuhn, que es Lakatos, lo que está diciendo es que algo puede ser considerado
falso en su momento, pero es lícito aferrarte a ello si tienes algunas “hipótesis
adicionales” para defenderlo. O sea que algo puede ser falso primero y
verdadero después, o verdadero ahora y falso después…..
5.
Feyerabend dijo...... ¿Qué dijo?
Entonces Paul Feyerabend, uno de los más iconoclastas filósofos y científicos
de nuestra época, dijo, al parecer, que entonces la ciencia es cualquier
cosa……. Que si es así, que todo vale, que no hay método, que puedes decir lo
que quieras y considerar la evidencia empírica como una inversión cuyo cálculo
de retorno es casi infinito…. Si tienes suerte eres Galielo, pero si no, no
eres nadie y nadie recordará tu apuesta……..
¿Dijo esto Feyerabend? Algunos dicen que sí, que lo dijo. Que Feyerabend
forma parte de una época postmoderna donde la razón, la verdad, la ciencia,
“los grandes relatos” se acabaron…..
Otros, entre los que me incluyo, decimos que en realidad lo que Feyerabend
dice, como una síntesis de este debate, es que “todas las metodologías, incluso
las más obvias (son sus palabras) tienen sus límites”. O sea que la ciencia no
es ese pedestal infalible a resguardo del humano errar, sino que es
esencialmente humana, con las mismas características de todo producto humano,
como la filosofía, el arte, la religión, la literatura: puede ser grandiosa,
formidable, arriesgada, verdadera en parte, falsa en parte, falible….
6. Pero entonces...
Pero entonces………… La ciencia no es ese muro infranqueable donde unos
humanos privilegiados se refugiaron de sí mismos, como encontrando un nuevo
Olimpo donde los dioses del testeo empírico los protegían de los errores de los
demás mortales. La ciencia no sólo en eso es igual de arriesgada que la filosofía,
sino que depende de la filosofía, depende de las concepciones del mundo que dan
origen a las cosmogonías que originaron lo que hoy en nuestra física (Koyré).
Otra consecuencia de esto es que las ciencias sociales no tienen por qué
avergonzarse de sus límites ni de sus problemas. Tal vez el problema se produce
cuando son concebidas como una imitación de una física infalible que, como
vimos, es inexistente. Ese será el tema de nuestro próximo capítulo.
Bibliografía recomendada
w Chalmers, A.F.: Qué es es cosa
llamada ciencia; Siglo XXI Ed., 1988.
w Hempel, C.: Filosofía de la
ciencia natural; Alianza Ed., Madrid, 1981.
w Popper, K.: La lógica de la investigación cientifica,Tecnos,
Madrid, 1985.
w Kuhn, T.: La estructura de las
revoluciones científicas; FCE, 1971.
w Lakatos, I.: La metodología de los
programas de investigación científica;
Alianza Ed., Madrid, 1989.
w Feyerabend, P.: Tratado contra el
método; Tecnos, Madrid, 1981.
w Koyré, A.: “La influencia de las concepciones filosóficas en las teorías
científicas”, en Pensar la ciencia, Paidós, 1994.
1 comentario:
Muy bueno Gabriel. Alguna vez leí en Ortega (no recuerdo dónde) que de cualquier manera la filosofía es superior a la ciencia, por el simple hecho de que no le sirve al científico la ciencia una vez que sale de su laboratorio "para aquella compleja operación en que consiste vivir". O algo así.
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