https://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2017/09/18/libro-reflexiones-sobre-la-economia-argentina/
Es un completo honor para mí
presentar este primer libro de Nicolás Cachanosky, que entra claramente en una
las misiones fundamentales del Instituto Acton: la enseñanza de la economía
para la toma de conciencia de cuáles son las condiciones bajo las cuales los
pueblos pueden superar la pobreza.
Nicolás Cachanosky es un
modelo de cómo estar al frente de los más avanzados debates y aportes
académicos y, al mismo tiempo, cómo difundir didácticamente la complejidad de
la ciencia económica para los debates ciudadanos. Este libro tiene las dos
características: es un libro técnico, con pluma amable pero que necesita
atención por parte del lego, escrito especialmente para ayudar a la comprensión
del drama y posibilidades de recuperación de la economía argentina. Cuantos más
ciudadanos argentinos lean este libro, mayores serán nuestras posibilidades de
recuperación.
El papel de este prólogo no es volver a
explicar lo que Nicolás explica, sino ubicarlo en un contexto filosófico más
global que pueda sí mostrar la enorme importancia de esta obra.
Lo primero que sorprenderá
al lector, en un libro de economía, es la importancia que el autor le da a las
instituciones. Pues bien, ello no debería sorprendernos. Cuando nos adentramos
un poco más en la ciencia económica más sólida y profunda, en la “good economics” en la
cual ha abrevado el autor, nos damos cuenta de que el desarrollo y la
capitalización no son el resultado de un ministerio, de un plan, sino de
instituciones sólidas que garanticen la propiedad y el libre comercio. La
inversión es la utilización del ahorro para producir nuevos bienes de capital.
Lo cual implica que debe haber ahorro en el mercado de capitales e
inversionistas que puedan pensar en el largo plazo. O sea, ahorro e inversión,
la clave del desarrollo, implican la posibilidad de tomar riesgos en el
presente pensando en la rentabilidad a largo plazo. Ahora
bien, si le damos a un estado la facultad para que de modo arbitrario e
ilimitado suba la carga impositiva, produzca inflación, legisle todo tipo de
regulaciones, controle las variables económicas y además se endeude, no habrá
ahorro ni inversión, y el resultado será la pobreza y el subdesarrollo. Por lo
tanto, un estado limitado, donde constitucionalmente estén prohibidas dichas prácticas,
donde por consiguiente los grupos de presión no tengan incentivos para
acercarse a los poderes ejecutivos y legislativos, donde haya un poder judicial
realmente independiente, y donde haya un verdadero federalismo donde el
presupuesto de las provincias no dependa de las prebendas del estado nacional, es, en
conjunto, la condición institucional del desarrollo económico. De allí el
magnífico capítulo del autor dedicado a la democracia y a los límites
institucionales del estado.
En el caso argentino, esto
es particularmente revelador. La economía de mercado no es una política
económica más que se pueda “planificar e instrumentar” desde las mismas instituciones
mussolinianas dejadas por el peronismo y que no han sido reformadas por ningún
gobierno. Porque ellas mismas implican, uno, imprevisibilidad a largo plazo
(porque desde esos organismos gubernamentales se puede dar vuelta todo lo
medianamente racional que se intente hacer), y, dos, un
permanente estado de control, de permisos, de regulaciones, de corruptelas, de
gasto público, de estado elefantiásico.
Por eso la peculiar atención
del autor al tema del capitalismo, al libre mercado y al famoso “neoliberalismo
de los 90”. Los argentinos creen en general que los 90 fueron “el mercado”.
Esto es grave. No es una sola cuestión de términos. El mercado implica
precisamente eliminar ese estado ilimitado que en los 90 no fue eliminado, y
que coherentemente termina elevando los impuestos, la deuda pública, el gasto
público, para terminar por ello en la crisis del 2001. Cualquiera tiene derecho
a estar en contra del comunismo, pero si identifica a George Washington con el
comunismo, tendrá un leve problema de apreciación histórica. De igual modo
cualquiera tiene derecho a estar intelectualmente contra el mercado, pero si
cree que Menem era el mercado, tendrá el mismo problema. Cabe preguntarse, por
lo demás: quienes están intelectualmente en contra del mercado, ¿qué “idea”
tienen del mercado? Tal vez este libro les ayude a reflexionar sobre ello. Porque tal vez
está pensando en lo que se llama “capitalismo real”, o sea lo que Ludwig von
Mises llama “intervencionismo”, en la parte VI de su tratado de economía.
Quizás sería bueno que concluyendo este libro el lector quisiera encarar esa
apasionante lectura.
Para el lector argentino, la
explicación de “las cuatro etapas del populismo”, es fascinante porque no tiene
más que aplicarlas a su propia experiencia, pero ahora con los elementos de la
buena economía. No las voy a explicar yo pero sí facilitar su comprensión con
una elemental analogía. Supongamos que soy un presidente que sube con grandes
promesas de distribución del ingreso y la lucha contra el capitalismo salvaje.
Supongamos que el banco central está ordenado y la economía más o menos
funcionando. Entonces re-distribuyo todo lo que quiero y me convierto en el
primer trabajador, en el qué grande sos, etc. Al principio
todo parece ir bien (uno). Pero luego el banco del estado comienza a quedarse
sin reservas. Tengo que subir impuestos, endeudarme, confiscar,
emitir moneda, hay inflación, comienzan los problemas (dos) pero, claro,
siempre está EEUU y su imperialismo para echarle la culpa. Finalmente se llega
a la hiperinflación, al default, al casi quiebre de la cadena de producción y
distribución, al caos (tres). Claro, entonces algo, alguien, deberá frenar la
fiesta inolvidable, y será el culpable de toda la pobreza que esa fiesta ha
producido (cuatro). ¿Les hacer acordar a algo?
Por ello al argentino
promedio le es tan difícil advertir los peligros del déficit fiscal, inflación,
control de precios, etc. Fundamentalmente porque vive aún en la nostalgia de la
primera etapa del populismo, donde pareciera que no hay escasez. Olvidar la
escasez en economía es como olvidar la matemática en la Física, o el sonido en
la música, o el agua en la vida. Pero sí, se la olvida. “El estado debería
hacer….”. Si, ¿y de dónde? En primer lugar, de impuestos. Ah, que paguen los que más tienen. Sí, pero el
impuesto progresivo a la renta frena las inversiones y por ende terminan
pagando los que menos tienen.
Cuando el tema impositivo no
da para más, se entra en déficit fiscal, como cualquier familia que gasta más
que sus ingresos. ¿Cómo financiar el déficit? Pues con emisión de moneda o con
deuda pública. La emisión de moneda genera inflación: Nicolás “se mata”
explicándolo, ante infinitas voces que aún creen que no es así (de vuelta, por
la negación de la escasez, porque si el problema económico se solucionara
emitiendo moneda, no habría problema económico). La inflación produce aumento
de precios. El gobierno intenta entonces controlar los precios. Ello genera
faltante de bienes y servicios. Como las tarifas congeladas de luz: no hay luz.
No hay vuelta que darle. No hay, sencillamente.
Pero queda, claro, la deuda
pública. Hasta que ya no se puede pagar más y…. Oh, el
default. Pero entonces, de vuelta, los malos son los acreedores. Es
impresionante cómo los argentinos han llamado a quienes no aceptaron la quita
de la deuda: los buitres. ¿Y por qué tenían que aceptarla? ¿Por caridad? Ah,
eso es confundir las cosas. Uno puede “prestar” algún
dinerillo a algún amigo en problemas, sabiendo que no lo puede devolver. Pero
eso no es un préstamo, es una donación. Si es realmente un préstamo, hay un
acreedor. Y la cuestión es: ¿por qué tuve que pedir un préstamo? En el caso del
déficit fiscal, es claro: porque los gobernantes y sus votantes creyeron que el
estado es como Jesús en las bodas de Caná. Incapaces luego de reconocer esa
peculiar confusión teológico-económica, echan las culpas, furiosos, a un
salvaje capitalismo financiero internacional, cuando todo se debe en realidad
al real salvajismo de un estatismo nacional.
Por último, el autor evalúa
propuestas de reforma, de solución. Dejo al lector que las disfrute por sí
mismo, con un margen de esperanza. Pero una esperanza fundada en que, si él ha
comprendido las ideas del autor, será parte luego de una opinión pública
transformadora de una realidad nacional de otro modo inamovible.
Hay que agradecer a Nicolás
Cachanosky, doctor, profesor, assistant professor en la Metropolitan State University of Denver, su compromiso, su jugada personal a favor de su
país, su paciente aplicación de la más elevada macroeconomía a las
circunstancias de este enloquecido lugar, tan soberbio, tan nacionalista, tan autoreferente, y tan irrelevante para el mundo. Nada obligaba al autor a
este inmenso y difícil trabajo, excepto su delicada conciencia, su hombría de
bien, su compromiso por la verdad, valores tan escasos en estos momentos. No
sólo ha sido Nicolás uno de mis mejores alumnos, sino uno de los más generosos
e intelectualmente honestos que he tenido y conocido. Hoy, su amistad me honra
totalmente, al mismo tiempo que seguir adelante de forma permanente con la llama prendida de
nuestros respectivos padres. Que Dios se lo tenga en cuenta.
Gabriel J. Zanotti
Director Académico del
Instituto Acton
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El libro también estará disponible en versión Kindle
CONTENIDO
- 1) Prólogo (por Gabriel J. Zanotti)
- 2) Introducción
- INSTITUCIONES
- 3) ¿Por qué las Instituciones son Importantes?
- 4) Libertas Económica en Argentina
- 5) Democracia y Límites Institucionales al Estado
- 6) Problemas Institucionales que Aplican a Argentina
- ECONOMÍA
- 7) Déficit Fiscal
- 8) Problemas de la Economía Keynesiana
- 9) Control de Precios y Economía Dirigida
- 10) Sí, la Inflación es un Fenómeno Monetario
- 11) Entendiendo el Default del 2014
- 12) Una Propuesta de Reforma Monetaria
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