Que
la historia personal forma parte del propio presente es indudable. Pero hay
modos diversos de asumirla.
Que
ese pasado a veces no nos gusta, también es indudable. Por eso hay modos de
asumirlo.
En
este sentido cabe recordar a Freud, quien en Duelo y melancolía
caracteriza a esta última como una forma de no sustitución del objeto perdido.
Por diversas razones –sobre todo, ambivalencias afectivas que producen
inconscientes deseos culpógenos de autodestrucción- nos quedamos aferrados al
dolor del objeto perdido y entramos en melancolía, lo que hoy muchos llaman
depresión.
Ese
aferramiento al objeto perdido puede ser precisamente ese pasado en el cual
hemos tomado una opción que abrió un universo ante cuya realidad aún nos
resistimos. Mañana, por ejemplo, tenemos dos opciones. Las dos son universos
posibles. Tomada una opción, una se convierte en un “futurible”, esto es, en el
mundo paralelo (cuasi-imposible) de “qué hubiera sucedido si no hubiera sucedido
lo que pasó”, y la otra es nuestra nueva situación presente.
El
aferramiento al futurible, al mundo posible perdido, al universo paralelo ya
imposible, ese “no duelar” el pasado, produce una melancolía permanente, un no
vivir el mundo real, el mundo posible que se hizo nuestro mundo, y vivirlo con
angustia, arrastrando la carga de ese pasado anhelado y nunca asumido.
La
salida a esa situación es una terapia filosófica/psicológica donde ese pasado
culpógeno, angustiante, que ha inundado a nuestro presenta al punto de
convertirlo en nada, sea un pasado redentor. Para ello es necesario:
a Perdonarse a sí mismo. Comprender el conjunto de
circunstancias que nos llevaron a tomar una decisión, asumir los propios límites,
tomar la mayor cantidad y calidad posible de conciencia de todo ello. Ello
puede implicar un descenso a las profundidades de nosotros mismos que muchas
veces es un gran esfuerzo; es necesario para ello un buen proceso de
transferencia.
- Realizada esa comprensión de nosotros mismos, que
implica siempre un mayor auto-conocimiento, convertirla entonces en una
oportunidad para el aprendizaje sobre nosotros mismos y sobre la naturaleza
humana. O sea, convertirla en un viaje hacia una mayor madurez personal, donde
el pasado es visto entonces como un don para una vida presente más sabia con
notros mismos y con los demás. Es por ende un pasado que deja de ser
culpógeno/enfermante para convertirse en un pasado redentor que reconduce el
presente.
Mi diagnóstico es que los personajes de El secreto
de sus ojos han quedado atrapados en un pasado enfermante. Benjamín es
quien tiene tal vez mayor capital simbólico al decirlo: “…cómo se hace para
vivir una vida llena…. De nada”, o sea, el presente que le quedó después de su
anclaje en su pasado. “Cómo se hace para vivir una vida vacía”, o sea, inundada
por la melancolía que le impidió tener una vida, desde el 74 en adelante, que
hubiera podido superar los terribles episodios vividos.
Irene está más aferrada a su negación. “El pasado no
es mi jurisdicción”. Pero ese pasado irrumpe en una mirada donde la tristeza es
profunda como el océano y finalmente emerge en un suavísimo reproche: “…y si
fue así, ¿por qué no me llevaste con vos?”.
Morales, obviamente, es quien más hubiera debido
recibir una urgente terapia por stress post traumático. Pero no, como muchos de
nosotros, en medidas diferentes, no la recibió, y es quien casi deriva en una
psicopatía donde toda su vida se convierte en una venganza terrible, una auto-cadena
perpetua tan perpetua como la que infringe a su otrora victimario convertido ahora
en la víctima de la más terrible tortura perpetua.
Irene y Benjamín incurren en la típica omnipotencia de
todos nosotros, los neuróticos –quien niegue que sea un neurótico, que lo
des-cubra- de no aceptar los límites de su existencia. Intentan un viaje en el
tiempo, intentan lo imposible, precisamente porque definitivamente no han
podido superar el pasado (o sea, no negarlo, sino curarlo). Deciden finalmente
volver al pasado. Pero ello es imposible. No pueden volver al 74. Si lo
intentan, volverán a un 99 lleno de otros conflictos que ni imaginan. Su única
salida es aceptar, curar, redimir su pasado, y convertirlo en enseñanza, esto
es, abandonar su omnipotencia y aceptar los límites que sus vidas han tenido.
Pero no. Cuidado, espectadores, porque casi todos,
proyectando tal vez nuestras secretas frustraciones, hemos idealizado ese
final.
3 comentarios:
Hay mucha gente que le gustó . A mi me resultó un plomazo . Le debo haber proyectado mi tedio de agricultor . M.S
Excelente.. Yo me imaginaba q el analisis de la película debía ser sobre el análisis de los personajes..
Yo suponia q al cerrar la puerta del final benjamin violaria y mataria a irene... ya q habia muchas fotos donde el la miraba con obsesion... es decir... se repetiria la historia.
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