Si, al revés que todo lo que diga
será usado en su contra, todo lo que diga el alumno será convertido en
maravilloso.
Y será convertido porque ES
maravilloso.
¿Y si es un grave error, o una
grave confusión, o una grave ignorancia?
Primero, cuidado, hay que ver si
el caso no es al revés….
Pero aún cuando fuera así, esa
mirada se concentra en el qué, no en el desde dónde. El alumno siempre dice
algo, opina algo, duda, cuestiona, interroga, desde su propio horizonte
personal de mundo y de problemas. Y ese horizonte es algo maravilloso porque es
él, el lugar a donde tenemos que ir y estar para caminar junto a él. Lo que
dice es el discurso manifiesto, desde dónde lo dice, el discurso latente. Hay que a ese lugar para desde allí ver su
real inquietud y trabajar desde allí.
Me van a decir: pero los alumnos
no hablan. Sí, claro que hablan, pero no a ti. Para que te hablen a ti, deben
sentirse invitados a hablar, deben captar que su derecho a la interpelación es
respetado, deben advertir que la clase no es más que una amable conversación un
poquito más sistematizada.
Me van a decir: qué pasa si
preguntamos qué les parece tal cosa, responden cualquier cosa y los tenemos que
corregir. Primero, si eso sucede, ir al fondo de lo que dicen, no a lo que
dicen. Entonces no tendrás que corregir nada, sino guiar la inquietud, porque
la inquietud no es errónea. Pero además, antes que ese tipo de preguntas –que no
están descartadas- lo mejor es que tú digas lo tuyo con la clara consigna de
que ellos te pueden objetar o responder. Entonces se sentirán llamados a dar su
opinión y el diálogo verdadero va a surgir.
Me van a decir: qué pasa si
detrás de la pregunta o el comentario se esconde una verdadera malicia o un
conflicto grave, una personalidad psicopática o lo que fuere. Y sí, puede
pasar. Es un riesgo que debemos correr. Pero el docente es terapeuta, o como
tal tu rol te protege. El rol paterno implica a su vez una sana distancia. Si
tú eres el adulto, si tú eres más sano, podrás manejarlo; si el conflicto del
otro te penetra, mejor analízate, porque hay algo que ajustar.
La verdad, gente, no ignoro los
odios, las envidias, los resentimientos o las graves psicosis que los alumnos
puedan tener. Pero en mi larga experiencia con los chicos más chicos, que
recién han salido del sistema secundario corrupto y opresor, y buscan
desesperadamente un poco de respeto y afecto, es que reaccionan bien ante el mínimo
signo de mirada comunicante. Otros, finalmente, se quedan “en el fondo”, con su
teléfono celular y no te llevan en lo más mínimo el apunte. Pero no te
molestan. Déjalos por ende en libertad. Están ahí porque los mandaron, porque
algo tenían que hacer pero aún no saben qué. Déjalos en paz. Pero no por
indiferencia o por desprecio, sino por respeto. No son robots que tienen un
botón que apretar. Son personas que tienen sus tiempos de madurez. Son los
límites del aula, son los límites de lo humano, son los límites. No los cruces.
No eres Dios.
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