Ante las últimas novedades de las nuevas tecnologías, arrecian las críticas a los modos tradicionales de educación. Pero el asunto no es nuevo.
Cuando
nos referimos a los “modos tradicionales de educación”, nos referimos a la masificación
del aula tradicional, tal cual fue planeada por el positivismo pedagógico de
fines del s. XIX. Aunque partía de una concepción errónea del ser humano, como
tabula rasa receptora de datos, tuvo sentido en su momento, como noble aunque
fallido intento de sacar al ser humano de su ignorancia, por medio de la acción
de los Estados-Nación de fines del s. XIX. No era la estructura de la
universidad medieval. Fueron las aulas sarmientinas; fue la acción del Estado-educador
en la mayoría de los países afectados por el constructivismo criticado por Hayek.
Una mesa, un escritorio, bancos, alumnos sentados, copiando, repitiendo lo
dictado por alguien que está adelante. Hasta hoy, todo igual.
Los
intentos de cambiar la cuestión son de un siglo atrás. El movimiento de la escuela nueva, de la década del 20, con pedagogos como Gentile, Lombardo-Radice, Ferreire, Montessori, con antecedentes filosóficos como Unamuno y Dewey, y pedagogos argentinos como Viedma, Nelson, Serrano Vemengo y otros.
Pero
nada cambió.
Luego,
los pedagogos italianos con los que estudió mi padre: Luigi Volpichelli y Giovanni
Gozzer. La importancia de estos últimos es que comenzaron a advertir, ya en la
década del 50, el atraso de la educación de fines del s. XIX con respecto a las
nuevas tecnologías de la comunicación de esa época: radio, cine, televisión,
disco. Previeron que esas nuevas tecnologías eran los elementos con los cuales
los alumnos realmente se educaban.
Pero
nada.
Luego,
la telemática, décadas del 70 y 80, previendo internet.
Nada.
Luego internet, claro.
Nada.
Ahora,
finalmente, desde 2023, los sistemas como ChatGPT.
Nada.
Las
aulas, los bancos, las repeticiones, todo igual.
Un
cambio positivo, sin embargo. Hay miedo. No se sabe ya cómo evaluar a los
alumnos. Las empresas ya están contratando sin título a estudiantes avanzados
que dejan carreras obsoletas. Y eso se va a extender.
Pero lo anterior, aunque inútil, subsistirá junto con lo nuevo, y les digo por qué.
Primero,
por los sindicatos, claro; segundo, por el sistema estatal centralizado, las
leyes federales de educación. Todo ello allí seguirá, incólume, inútil,
inservible, ineficiente, costoso, atrasado 150 años, pero incólume.
Pero
hay una razón más. La más difícil.
La
educación formal tradicional es un símbolo. La mayoría de padres, alumnos y
docentes creen firmemente que la educación pasa por allí. Hay otras cosas,
claro, pero sería cuestión de “adosarlas”, “colocarlas en” el aula tradicional. El
primer día de grado y las fotitos, la imagen idealista de la escuela primaria y
sus maestros, el “buen” secundario, las típicas cursadas universitarias, el ir,
el estar allí desde temprano, sentarse, tomar apuntes, dar exámenes y probar que la
memoria repite; graduarse, el 10, el mejor promedio, etc., etc., todo ello es
un símbolo poderoso. Mientras tanto más que nunca los alumnos aprenden por otro
lado y de otro modo, pero ni ellos se dan
cuenta. El símbolo queda. Casi nadie quiere perderse nada. Desde el primer día
de grado hasta la ceremonia de graduación universitaria, todos lo quieren, como
el casamiento en una iglesia en la cual nadie cree con un vestido blanco que
simboliza otra cosa en la cual nadie cree ya excepto usarlo, porque kirei des.
Por
supuesto, todo se está resquebrajando. El home-schooling, las contrataciones
sin título, etc., ok, sí, pero va a tardar. Y ni qué hablar de las carreras tradicionales
como medicina, abogacía, ingeniería, etc., intocables totalmente. Y los ranqueos universitarios, las becas, las revistas académicas, el peer review, todo una absoluta pérdida de tiempo, el conocimiento auténtico pasa por otro lado, pero…
Va
a tardar.
Son
símbolos.
Los
edificios, las aulas., los bancos, los títulos, todo seguirá estando por mucho
tiempo, por más chat GPT y etc etc.: habremos llegado a Marte pero el primer
día de grado seguirá teniendo sus fotos.
Y
está bien. Así son las cosas humanas y los paradigmas alternativos se tienen
que abrir paso duramente ante los dominantes.

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