domingo, 26 de febrero de 2023

LA PALABRA "LIBERALISMO" EN BENEDICTO XVI

 (De mi libro Judeo Cristianismo, Civilización Occidental y Libertad, Instituto Acton, 2018, cap. 6).

Coherentemente con lo anterior, y hechas ya todas las aclaraciones pertinentes, Benedicto XVI fue el primer pontífice que le pierde miedo a la obvia palabra “liberalismo” que designa a esa institucionalidad liberal que desde Pío XII en adelante, y con heroicos antecedentes en León XIII y en Benedicto XV, el magisterio ha acompañado.

El primer caso fue una carta dirigida a Marcello Pera[1], que aparece como introducción al libro de este último, “Por qué tenemos que decirnos cristianos. El liberalismo, Europa, la ética” (“Perché dobbiamo dirci cristiani. Il liberalismo, l’Europa, l’etica”, Mondadori, Milano, 2008). Allí dice directamente Benedicto XVI: “… con un conocimiento estupendo de las fuentes y con una lógica coherente, analiza la esencia del liberalismo partiendo de sus fundamentos, mostrando que a la esencia del liberalismo pertenece su enraizamiento en la imagen cristiana de Dios: su relación con Dios, de quien el hombre es imagen y de quien hemos recibido el don de la libertad”. Y más adelante: “Muestra que el liberalismo, sin dejar de ser liberalismo sino, al contrario, para ser fiel a sí mismo, puede enlazarse con una doctrina del bien, en particular con la cristiana que le es congénere, ofreciendo así verdaderamente su contribución a la superación de la crisis” (las itálicas son nuestras).

No haremos mayores comentarios triunfalistas. Sólo diremos, a quienes aún siguen organizando seminarios sobre la base del famoso libelo de Félix Sardá y Salvany, lo que ya les dijimos: “Gente, sean coherentes. No pueden seguir organizando esas jornadas bajo la Iglesia Católica Romana. O se hacen sedevacantistas, o se reconocen sinceramente como seguidores de Mons. Lefebvre, o admiten alguna vez que el famoso librito de Félix Sardá y Salvany no cubre todas y cada una de las especies del liberalismo clásico. O hacen lo que ustedes dicen que nosotros no hacemos: escuchar al Magisterio”.

El segundo caso es más importante históricamente: Benedicto XVI está recordando nada más ni nada menos que la cuestión romana, tan importante en el Magisterio del s. XIX[2].

Y afirma: “Por razones históricas, culturales y políticas complejas, el Risorgimento ha pasado como un movimiento contrario a la Iglesia, al catolicismo, a veces incluso contrario a la religión en general. Sin negar el papel de tradiciones de pensamiento diferentes, algunas marcadas por trazos jurisdiccionalistas o laicistas, no se puede desconocer la aportación del pensamiento e incluso de la acción de los católicos en la formación del Estado unitario. Desde el punto de vista del pensamiento político bastaría recordar todas las vicisitudes del neogüelfismo, que tuvo en Vincenzo Gioberti un ilustre representante; o pensar en las orientaciones católico-liberales de Cesare Balbo, Massimo d'Azeglio y Raffaele Lambruschini. Por el pensamiento filosófico, político y también jurídico resalta la gran figura de Antonio Rosmini, cuya influencia se ha mantenido en el tiempo, hasta dar forma a puntos significativos de la Constitución italiana vigente. Y por la literatura que tanto contribuyó a «hacer a los italianos», es decir, a darles su sentido de pertenencia a la nueva comunidad política que el proceso del Risorgimento estaba plasmando, cómo no recordar a Alessandro Manzoni, fiel intérprete de la fe y de la moral católica; o a Silvio Pellico, que, con su obra autobiográfica sobre las dolorosas vicisitudes de un patriota, supo testimoniar la conciliabilidad del amor a la Patria con una fe inquebrantable. Y también figuras de santos, como san Juan Bosco, impulsado por la preocupación pedagógica a componer manuales de historia patria, que modeló la pertenencia al instituto por él fundado sobre un paradigma coherente con una sana concepción liberal: «ciudadanos ante el Estado y religiosos ante la Iglesia». (Las itálicas son nuestras).

 En un solo párrafo, que hubiera horrorizado a los ultramontanos que estaban a la derecha de Pío IX –lo cual es mucho decir– Benedicto XVI reivindica a los católicos liberales del s. XIX en el caso italiano, especialmente Rosmini, y los coloca como ejemplo de una “sana concepción liberal”.

La conclusión de todo esto es obvia: el terror con la palabra “liberalismo”, en los contextos precisados, se acabó. Si a esto agregamos la utilización de “economía de mercado”, por parte de Juan Pablo II[3], entonces también por ese lado hubo un avance. Si bien todo esto, ahora, parece no haber existido, no creo que estos documentos hayan sido oficialmente abrogados.



[1] Benedicto XVI, “Carta a Marcello Pera sobre las bases del liberalismo”, en Zenit, del 2-12-08, http://www.zenit.org/article-29393?l=spanish, y https://es.zenit.org/articles/carta-del-papa-a-marcello-pera-sobre-las-bases-del-liberalismo/.

[2] https://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/letters/2011/ documents/ hf_ben-xvi_let_20110317_150-unita.html.

[3] Nos referimos al famoso párrafo 42 de la Centesimus annus, http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_19840806_theology-liberation_sp.html. 

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