En la entrada del Domingo anterior (https://gzanotti.blogspot.com/2022/03/que-el-papa-fracisco-nos-sirva-de.html), alguien nos podría decir que mi insistencia en el aspecto opinable de los temas sociales deja abierta la misma opinabilidad para los temas morales no sociales. ¿No hubo allí también un abuso del poder del Magisterio? ¿No hubo también allí una inflación de documentos pontificios? Esta semana el Cardenal Marx declaró que el Catecismo no está escrito sobre piedra, en el contexto de los debates de moral sexual que hace décadas dividen cada vez más a la Iglesia Católica.
Pero no. No es lo mismo.
Desde la década de los 50 y los 60
la Iglesia se ha visto presionada por fuertes corrientes doctrinales que, ya
desde afuera o desde dentro, consideran necesario ampliar el ámbito de lo
permitido en la moral sexual.
Creo que ello obedece a tres causas,
entre ellas:
-
Un
legítimo cambio en las tendencias pastorales,
-
Una
crisis en la teoría de la ley natural,
-
La
obvia influencia del post-modernismo y el lobby LGBT dentro de la Iglesia.
Lo primero es lo más atendible. La
superación de la dialéctica entre una mentalidad condenatoria por un lado, y
una mentalidad relativista por el otro, en la pastoral sexual, siempre ha sido
muy difícil. Los más conservadores tienden a condenar más y los más liberales
tienden a perdonar más. La pura verdad es que dicha tensión se supera siempre
con el ejemplo de Jesucristo, quien perdona al pecador pero condena con
claridad al mal moral en sí mismo. Llevar eso a la práctica es difícil pero la
doctrina es clara: no se condena la conciencia subjetiva, de la cual sólo Dios
es juez, pero se condena la inmoralidad de la acción en sí misma, porque sin
ese señalamiento, el perdón deja de tener sentido.
Lo segundo consiste en que una
versión racionalista de la ley natural, muy influenciada por un tomismo aristotélico
que quiso sacar a Santo Tomás de su contexto teológico, (https://gzanotti.blogspot.com/2018/09/mi-vision-del-tomismo-hoy.html ) tuvo como efecto rebote
una falta de claridad en el seno mismo de la Iglesia sobre dicha cuestión y una
mayor debilidad ante los ataques del post-modernismo. Santo Tomás es teólogo y
su defensa de la ley natural está dentro de un contexto teológico. Intentar
ocultarlo para parecer más secular implica el tiro por la culata. Todos los
temas de moral sexual se resumen en esta famosa frase de Jesucristo: en el
principio no era así. Remite así Jesucristo la moral sexual a la justicia
de la situación originaria, donde estábamos protegidos por los dones
preternaturales. Y de ese modo la naturaleza humana llega a su plenitud y la
ley natural se cumple. (https://institutoacton.org/2018/07/04/sexualidad-hacia-una-ley-natural-mas-catolica-y-una-mayor-vivencia-de-la-libertad-religiosa-gabriel-zanotti/) Luego del pecado original, la gracia deiforme es
reemplazada por la gracia cristiforme de la redención. Pero sin la gracia de la
Redención, el cumplimiento de la ley natural es muy difícil. Decirlo no es
incompatible con el recordatorio de la ley natural en una sociedad secular.
Pero sin eso, sin esa vuelta a principio, nada se entiende. Porque en ese
principio la sexualidad estaba elevada al matrimonio monogámico e
indisoluble entre un hombre y una mujer. La redención implicó salvarnos
precisamente del pecado original que nos aleja de ello. Por ende todo lo que
salga de ese matrimonio es contrario a la ley natural, sí, porque es contrario
a ese principio. Si los teólogos morales católicos no entienden eso, no
entienden nada. Y por eso se alejan de la tradición cristiana de defensa de la
pareja originaria.
Y eso produce lo tercero: ante esa
falta de firmeza teológica de la ley natural, el post-modernismo avanza lo más
campante incluso dentro de los teólogos católicos. Reaccionan contra el tomismo
aristotélico de su juventud, estudian una hermenéutica relativista basada en
una interpretación relativista del último Heidegger, estudian Marx, Hegel,
Derrida, etc., y pierden la fe sin darse cuenta. Sólo la síntesis entre Santo
Tomás y la fenomenología de Husserl podría haberlos sacado de la confusión,
pero eso estaba muy lejos del horizonte de su formación.
Por ende, los temas sexuales no son
temas circunstanciales, como los sociales. Estos últimos “aplican” normas
generales a casos concretos. Las normas de la moral sexual, en cambio, son
mandamientos negativos no circunstanciales. No fornicarás, no adulterarás: no
en tanto nunca. Que se nos perdone porque nuestra conciencia subjetiva fue débil
o estuvo mal formada, obvio, pero ello no convierte al acto moralmente malo en
bueno desde el punto de vista de la objetividad de lo bueno o malo en sí mismo
considerado.
Todo esto lo tuvieron que recordar
Juan Pablo II y Ratzinger en la Veritatis splendor, (https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_06081993_veritatis-splendor.html) que se consideró en
su momento el colmo del conservadurismo. Y sin embargo su contenido era
elemental. Cualquiera que hubiera estudiado lo mínimo de Santo Tomás la
entendía. Objeto, fin y circunstancias del acto moral, acto moral objetivo
versus conciencia subjetiva, diferencia entre pecado moral y venial, etc.
Elemental Watson, catequesis elemental, pero en 1993 todo ello tuvo que ser recordado
a los obispos en primer lugar.
No sé qué tienen en la cabeza el
Cardenal Marx y miles que piensan como él; lo que sí sé es qué NO tienen in
mente: al Santo Tomás teólogo, a la combinación entre tomismo y fenomenología,
al contexto escriturístico de las admoniciones de Jesús contra la dureza de
nuestro corazón.
Por ende, la defensa de nuestra
libertad de opinión en temas esencialmente prudenciales no implica pasar al
caos en materia de moral elemental. Los mandamientos morales negativos (donde
también entra no matar, no robar, no mentir) no admiten circunstancia, son
siempre así. Cambiará la prudencia pastoral, cambiará el modo de explicarlos,
cambiarán las tendencias históricas y las sensibilidades de cada momento, y es
deber del pastor estar atento a todo ello, pero el bien es bien y el mal es
mal, y ese Pedro que se ha devaluado a sí mismo hablando de política concreta,
es el mismo que debería confirmar en la fe a sus hermanos, como lo hacía la
Madre Angélica, como lo hace el Padre Santiago Martín, y tantos otros héroes
actuales de la Fe que bien lejos están de las estupideces del Vaticano.
Dios es un duro maestro. El sabe
por qué permite que todo esto pase. Tal vez, pasa para que pase. Mientras tanto,
oídos atentos a los verdaderos santos, que les aseguro que están lejos de los lobos
con piel de cordero.
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