(Extracto de mi comentario al artículo homónimo publicado por mi padre en 1988, de mi libro "LUIS JORGE ZANOTTI, SUS IDEAS EDUCATIVAS FUNDAMENTALES Y SU IMPORTANCIA PARA NUESTRO TIEMPO", de próxima aparición. Este comentario, dados los ejemplos de "barbarie" dados al final, fue terminado de escribir a fines del 2021).
1.1.“Civilización y barbarie, cien
años después”[1].
Ya que estamos hablando de la
posición política de mi padre, es oportuno citar este artículo, un intento de
síntesis que sigue teniendo mucha actualidad, tal vez, más que nunca.
Se trata de uno de sus últimos
grandes artículos antes de morir. Un artículo difícil de interpretar, porque no
es una propuesta concreta pedagógica, sino una visión de fondo, programática, sobre
el problema argentino y su solución. Es nada más ni nada menos que su visión
política de fondo sobre la Argentina, tratando de superar una antinomia en la
cual él se formó y podría haber seguido cómodamente instalado.
El artículo comienza recordando
a Sarmiento. Lo primero que hace es tratar de sacarlo de estereotipos pueriles
con los cuales se interpreta habitualmente la historia argentina. Da ejemplos:
“…San Martín se reduce al
abuelo inmortal de dos nietitas encantadoras a las que da consejos
conmovedores, pero el guerrero que enseñaba a los granaderos a descabezar godos
usando el sable corvo –para lo cual los entrenaba despanzurrando zapallos
plantados en una estaca al borde de las cuales debían pasar a todo galope–, el
primer estratega de la guerra de la independencia, apenas si es recordado como
tal”.
Otro: “…A Belgrano se lo conoce como el
creador de la bandera, y punto. Del precursor de la política educativa, del
difusor de la política económica librecambista e introductor de la fisiocracia
en el Río de la Plata, del genial redactor de las Memorias del Consulado, del
numen de la Revolución de Mayo, casi nadie sabe algo. Pero todos recuerdan las
últimas palabras que le inventaron los libros de historia para niños”.
Y respecto a Sarmiento, mi padre advierte
que su figura no debe reducirse al educador. “…su temperamento -ejemplifica-
nada tenía que ver con el que es propio de los docentes vocacionales y mucho
menos con el que distingue a los maestros y a las maestras de los primeros grados”.
Sarmiento, una de las grandes plumas de la lengua española del s. XIX, era ante
todo “un hombre político”. Como el término se ha degradado tanto últimamente,
cabe recordar qué era ello para mi padre: “…Tuvo la visión abarcadora del
generalista y la profética del estadista”. “…Y si se ocupó de la educación
(sigue), del magisterio y de fundar escuelas normales, no fue por vocación de
enseñante profesional ni por afanes de entrega mística a tareas de
alfabetización o de enseñanza de cualquier tipo a niños y jóvenes, sino
porque, como hombre político, entendió que la alfabetización y la educación
común eran la llave maestra del progreso de los pueblos y de la riqueza de las
naciones”[2]
(las itálicas son nuestras).
Para mi padre la “Civilización” no era el
Iluminismo anti-religioso. Era sencillamente el sano progreso de la modernidad.
“¡Alambren, no sean bárbaros!”, exclamaba Sarmiento. Y mi padre agrega:
“…Alambrar los campos era luchar contra la barbarie. También era luchar contra
la barbarie extender los servicios de ferrocarriles; reemplazar las
milicias desordenadas por cuerpos de línea comandados por hombres de armas
profesionalizados e introducir nuevos cultivos en el Delta. Luchar
contra la barbarie era fomentar la inmigración europea; introducir las cartillas
que enseñarían a los agricultores y ganaderos a mejorar sus procedimientos de
trabajo... y abrir escuelas, bibliotecas populares, formar maestros y
traer docentes de Estados Unidos para colaborar en esta obra” (Las negritas son
nuestras. Como vimos, todos ideales con los cuales coincidía José Manuel
Estrada).
Para mi padre eso viene desde 1810: “…En
el Río de la Plata hubo un gran proyecto nacional en 1810: crear una nación
libre, en condiciones de conducirse a sí misma y sacudirse las cadenas del
monopolio y la burocracia reglamentarista y corruptora del Estado español de
los Borbones. Así de simple”.
Todo ello se anuncia desde Rivadavia,
desde la generación del 37, y “… aventada la época de Rosas –período
probablemente necesario para alcanzar, en los hechos, una unidad sobre la base
del reino mayor, a la manera de Castilla y de León imponiendo su dominio sobre
los restantes reinos de la península”, sigue desde 1853, con cinco metas
principales: la unidad política; la apertura al mundo y al libre comercio; los
principios de igualdad republicana y derechos del hombre; la población del
desierto, y, quinto, la escuela redentora, la escuela que alfabetiza a las
masas (las itálicas son nuestras).
Sarmiento sigue apasionadamente su
proyecto: “…Sarmiento, entonces, vuelto de Chile, busca a Urquiza; se incorpora
al Ejército Grande; se hace "boletinero" de la campaña bélica;
instala una imprenta entre la pólvora y los cañones; usa uniforme con quepis a
la Francesa y montura inglesa y comienza su lucha por la civilización contra la
barbarie. No ceja hasta 1888, cuando muere en Asunción del Paraguay. Parte de
esa lucha es la educación común y la creación de las escuelas normales. Así
entendido, y sólo así, Sarmiento alcanza su máxima dimensión”.
El tiempo pasa y la Ilustración, casi
identificada con europeización, parecía avanzar sin problemas. “… Buenos
Aires la proclamaba, con el Colón, los subterráneos y "Sur". La
mostraban las ciudades del interior donde por las calles coloniales desplegaban
sus luces de saber y de ciencia las escuelas normales y los egresados
universitarios de La Plata, de Córdoba o de Tucumán y la exhibían los
estancieros y sus hijos en los salones de París de antes y después de la
primera guerra mundial. La atestiguaban los hijos de los inmigrantes que, a
veces en la primera generación, o a lo sumo en la segunda, se transformaban en
profesionales de prestigio, en industriales de fortuna, en políticos de primera
línea, en educadores renombrados”.
Pero algo no funcionó. El fracaso de la
escuela redentora fue síntoma de algo más amplio. El europeización no había
hecho síntesis.
“Y un día, la ilustración, otra vez, fue
derrotada en las urnas”.
Miren lo que sigue. No es la dialéctica
peronismo/barbarie versus antiperonismo/civilización.
“… ¿Era la barbarie? -se pregunta-.
Y
responde: “…Nunca el dilema fue absoluto. Nunca hubo civilización absoluta,
perfecta, virtuosamente pura, de un lado, y barbarie absolutamente condenable
del otro. Los hijos de la tierra y de América latina vivían entre nosotros y
el centralismo despótico de los Borbones había penetrado el alma del país hasta
los huesos. El feudalismo de los grandes caudillos no se había extinguido: un
día, con viento propicio, el rescoldo comenzó a crepitar y volvieron. (Las
itálicas son nuestras).
La Ilustración no supo hacer síntesis, la
palabra clave de este artículo, la idea central que lo vertebra. “…Pudo ser una
síntesis fecunda, bienhechora. Pero así como en 1916 los dirigentes
conservadores perdieron el rumbo y no supieron nunca más, en adelante,
entenderse con el pueblo llano, la ilustración perdió el rumbo desde
1946 y sólo quedó el enfrentamiento. Lo que pudo ser síntesis se transformó
en trincheras y en buena medida la barbarie se tomó la revancha”.
Y ahora mi padre se sitúa en 1988: “…La
Argentina no es Europa, como creyó que podía ser, ni Buenos Aires una ciudad
europea, como llegó a serlo o como creyó que había llegado a ser”. Y sigue:
“…Las rejas de las pulperías para defenderse de gauchos malos o de indios
ladrones se instalan hoy en los comercios de los barrios y en las casas de
vecindarios atemorizados…”. “…Vocabularios y vestimentas muestran que teníamos
soterradas conductas a las cuales la escuela común y el normalismo no pudieron
transformar”. Y sigue: “…La televisión revela que la ilustración no prendió en
las masas”. Y no sólo eso: la Constitución de 1853 tampoco. “…El
corporativismo, como auténtica expresión de la vida política argentina
contemporánea, revela que la Constitución liberal de 1853/60 sigue teniendo
vigencia como un programa a cumplir –según advirtió hace tres décadas Carlos
Sánchez Viamonte– pero no ha encarnado todavía en la mentalidad popular”.
El diagnóstico es importante:
corporativismo, esto es, un engranaje de sindicatos, empresarios y gobierno,
con la mentalidad estatista como sangre y amalgama. Y no nació en el 46. Era el
centralismo borbónico: “…El centralismo borbónico del virreinato ha renacido.
Dio sus pasos iniciales de la mano de Roca; se afianzó con Irigoyen; se hizo
absoluto en los hechos con Perón; lo refirmaron todos los interregnos
militares”.
Ante eso, “hoy”, 1988, “…A cien años de la
muerte de Sarmiento, su bandera –civilización o barbarie– está otra vez
presente. Otra vez, hay que abrir el país al mundo”. Pero, recuérdese, no es la
Civilización como secularismo laicista, no es una civilización que no deba
hacer síntesis.
De vuelta, sí, hay que abrir la Argentina
al mundo; de vuelta hay que ilustrar a las masas y vencer al feudalismo
remanente en las provincias. Pero no se trata de enfrentar Europa con América.
“… El problema no es, simplemente, abandonar el recado y usar silla
inglesa. No es un problema de frac versus chiripá, ni de chaqueta contra el
poncho, ni de vidalitas o escondidos que se permitan acorralar a Bach y a
Mozart. No es un problema de "cabecitas" contra letrados o de tez
oscura contra la piel blanca, ni de pretendidos lenguajes indígenas casi
inexistentes contra la maravillosa riqueza de la lengua española que es la
nuestra y lo será por siempre”.
El problema es la síntesis: “…Civilización
o barbarie fue la bandera de una época y Sarmiento su boletinero genial. Se la
entendió, luego, equivocadamente, como un combate a muerte, cuando debió ser un
abrazo del cual habría de nacer un gran pueblo y una gran nación”.
Y en 1988, “…Ahora, a cien años, voceros
de la barbarie quieren acabar con la civilización. Tampoco entienden la
síntesis. Pero el único proyecto posible de país es esa síntesis”. Tampoco la
entienden porque plantean un combate absurdo: “…Es un combate que pretende,
absurdamente –basta escuchar los medios de comunicación oficiales– contraponer
una América indígena y pura contra una civilización occidental –Europa y los
Estados Unidos– a la que se desconoce toda virtud”. Y predice: “…Pero ese
combate no tendrá triunfadores, sino sólo derrotados por ambos lados. Y el gran
pueblo y la gran noción seguirán esperando su hora, si es que alguna vez
llega”.
Porque la llamada barbarie, donde hay
tradiciones buenas, busca a la civilización. O sea la Ilustración, por la cual
mi padre sigue entendiendo “el progreso de los pueblos”: “…la ciencia, las
humanidades, los centros de excelencia del sistema escolar, la investigación
pura y también los buenos modales, la altura de la expresión oral, las conductas
cotidianas, la "urbanidad", en fin, o, si se quiere, la
civilización”. Esa civilización eleva a la barbarie. “…La barbarie siempre
busca, en realidad, entregarse a la ilustración. Los hombres, aunque se
nieguen a reconocerlo, buscan la luz, no las sombras. Prefieren la limpieza al
hedor. Se enamoran de la civilización, aunque se jacten de ser bárbaros.
Así lo hicieron los pueblos que amenazaron con destruir a Roma y terminaron
siendo sus hijos dilectos en la historia” (Las itálicas son nuestras).
Concluye mi padre: “…Como hace cien años,
el mensaje sarmientino tiene vigencia. Civilización o barbarie, obra de
síntesis, no de destrucción mutua, es, otra vez, la obra que debe cumplir la
Argentina. El siglo XXl nos aguarda” (las itálicas son nuestras).
Una reflexión inevitable se impone. Esto fue
escrito en 1988. Los acontecimientos mundiales y nacionales del 89, 90 y 91
fueron muy rápidos como para que mi padre pudiera reformular el artículo.
Ahora, con más perspectiva, tal vez podríamos intentarlo. La situación ha
cambiado drásticamente. Ya no son los 80, con Reagan enfrentado con los
soviéticos. Ya no es Juan Pablo II con una Iglesia Católica claramente fiel a
sí misma. Hoy es otra barbarie. Es una mal llamada globalización, esto es, una
dictadura mundial con tendencias de planificación absoluta, con la imposición
de una agenda global donde las libertades individuales tendrán menos cabida que
nunca. Puede ser Washington, Caracas y Pekín: son lo mismo. Los derechos ya no
son los individuales, sino los derechos de los colectivos explotados. Los
delitos ya no son contra la vida o propiedad, sino oponerse a los supuestos
derechos de los colectivos explotados. La barbarie viene vestida de OMS, ONU y
UNESCO, cona la cual ya se enfrentó mi padre en su momento como vamos a ver. Y
aunque la barbarie se vista de seda, barbarie se queda. Que como vemos ya no es
el gaucho, no es Rosas, quien podría haber hecho síntesis con Urquiza.
En medio de esa situación mundial, la Argentina
corporativista siguió su camino en una de sus peores formas, un intento
tragicómico y corrupto de volver a la “liberación o dependencia” de los 70. La
síntesis es, por ende, más necesaria que nunca, síntesis de aquellos que
estaban enfrentados por ese país de empate que no terminó de germinar.
Conservadores, nacionalistas católicos, liberales clásicos y libertarios tienen
una oportunidad única para tener una visión histórica de más grandeza, perdonar
antiguas heridas y reencaminar debates ya superables. Los conservadores pueden
seguir reclamando legítimamente los ideales de la Generación del 80, en tanto
construcción de una Nación desde la nada, lo que fue y sigue siendo un desierto
inexplotado de 4000 km de largo y 2000 de ancho ante el cual el globalismo
internacional no se quedará detenido. Los otrora rosistas y nacionalistas
católicos ya saben, de la mano de Carlos Sacheri, mártir, que el orden natural
exige respetar los derechos de las personas[3]. Ya
saben, de la mano de Fernando Romero Moreno[4], que una
economía social de mercado no tiene nada de contradictorio con sus valores
nacionales, y ya saben, de la mano del recientemente fallecido Héctor Hernández,
que la participación en las reglas procedimentales de la Constitución del 53 no
es contraria a sus valores cristianos. Y los liberales y libertarios ya los
hemos convencido, creo, espero, de que la escuela Austríaca de economía tiene
mucho que aportar y que las libertades individuales son el camino para que la
libertad religiosa, de expresión, de enseñanza y de asociación sean el
instrumento jurídico esencial para oponerse a cualquier planificación cultural
global. Una sociedad libre no es una sociedad disoluta y libertina, es una
sociedad que respeta el derecho a la intimidad, que no es lo mismo, sino la
fuente de la verdadera diversidad.
La Civilización es de vuelta la
Constitución del 53, entendida ahora desde esas tres fuentes que tienen que
acostumbrarse a ser la nueva síntesis. La barbarie es Cuba, Venezuela, China y
Biden. Tal vez ganen. Pero si lo hacen, que no sea, por favor, por haberse
mimetizado con “El espíritu de Occidente”[5].
[1] IIE, Nro.
62, Junio de 1988.
[2] Cita mi
padre a ese castellano apasionado de Sarmiento: “…"¿Hemos de abandonar un suelo de los
más privilegiados de la América a las devastaciones de la barbarie, mantener
cien ríos navegables abandonados a las aves acuáticas que están en quieta
posesión de surcarlos ellas solas desde 'ab initio'? ¿Hemos de cerrar
voluntariamente la puerta a la inmigración europea, que llama con golpes
repetidos para poblar nuestros desiertos, y hacernos, a la sombra de nuestro
pabellón, pueblo innumerable como las arenas del mar? ¿Hemos de dejar ilusorios
y vanos los sueños de desenvolvimiento, de poder y de gloria, con que nos han
mecido desde la infancia los pronósticos que con envidia nos dirigen los que en
Europa estudian las necesidades de la humanidad? Después de la Europa, ¿hay
otro mundo cristiano civilizable y desierto que la América? ¿Hay en la América
muchos pueblos que están como el argentino, llamados por lo pronto a recibir la
población europea que desborda como un líquido en un vaso? ¿No queréis, en fin,
que vayamos a invocar la ciencia y la industria en nuestro auxilio, a llamarlas
con todas nuestras fuerzas, para que vengan a sentarse en medio de nosotros,
libre la una de toda traba puesta al pensamiento, segura la otra de toda
violencia y de toda coacción?" ("Facundo", introducción a la
edición de 1845, Ed. Sopena, Buenos Aires, septiembre de 1938, en el cincuentenario
de la muerte del autor. Págs. 8 y 9).
[3] Sacheri, C.: El orden natural,
Instituto de Promoción Social Argentina, 1975, caps. 10 y 11.
[4] Romero Moreno, F.: La Nueva
Derecha, Grupo Unión, 2021.
[5] Conferencia de J.L.García
Venturini en el Instituto Popular de Conferencias el 12 de Septiembre de 1975 y
reproducida luego en Politeia, op.cit.
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