domingo, 10 de abril de 2022

CIVILIZACIÓN Y BARBARIE, 100 AÑOS DESPUÉS

  (Extracto de mi comentario al artículo homónimo publicado por mi padre en 1988, de mi libro "LUIS JORGE ZANOTTI, SUS IDEAS EDUCATIVAS FUNDAMENTALES Y SU IMPORTANCIA PARA NUESTRO TIEMPO", de próxima aparición. Este comentario, dados los ejemplos de "barbarie" dados al final, fue terminado de escribir a fines del 2021). 

1.1.“Civilización y barbarie, cien años después”[1].

Ya que estamos hablando de la posición política de mi padre, es oportuno citar este artículo, un intento de síntesis que sigue teniendo mucha actualidad, tal vez, más que nunca.

Se trata de uno de sus últimos grandes artículos antes de morir. Un artículo difícil de interpretar, porque no es una propuesta concreta pedagógica, sino una visión de fondo, programática, sobre el problema argentino y su solución. Es nada más ni nada menos que su visión política de fondo sobre la Argentina, tratando de superar una antinomia en la cual él se formó y podría haber seguido cómodamente instalado.

El artículo comienza recordando a Sarmiento. Lo primero que hace es tratar de sacarlo de estereotipos pueriles con los cuales se interpreta habitualmente la historia argentina. Da ejemplos: “…San Martín se reduce al abuelo inmortal de dos nietitas encantadoras a las que da consejos conmovedores, pero el guerrero que enseñaba a los granaderos a descabezar godos usando el sable corvo –para lo cual los entrenaba despanzurrando zapallos plantados en una estaca al borde de las cuales debían pasar a todo galope–, el primer estratega de la guerra de la independencia, apenas si es recordado como tal”.

Otro: “…A Belgrano se lo conoce como el creador de la bandera, y punto. Del precursor de la política educativa, del difusor de la política económica librecambista e introductor de la fisiocracia en el Río de la Plata, del genial redactor de las Memorias del Consulado, del numen de la Revolución de Mayo, casi nadie sabe algo. Pero todos recuerdan las últimas palabras que le inventaron los libros de historia para niños”.

Y respecto a Sarmiento, mi padre advierte que su figura no debe reducirse al educador. “…su temperamento -ejemplifica- nada tenía que ver con el que es propio de los docentes vocacionales y mucho menos con el que distingue a los maestros y a las maestras de los primeros grados”. Sarmiento, una de las grandes plumas de la lengua española del s. XIX, era ante todo “un hombre político”. Como el término se ha degradado tanto últimamente, cabe recordar qué era ello para mi padre: “…Tuvo la visión abarcadora del generalista y la profética del estadista”. “…Y si se ocupó de la educación (sigue), del magisterio y de fundar escuelas normales, no fue por vocación de enseñante profesional ni por afanes de entrega mística a tareas de alfabetización o de enseñanza de cualquier tipo a niños y jóvenes, sino porque, como hombre político, entendió que la alfabetización y la educación común eran la llave maestra del progreso de los pueblos y de la riqueza de las naciones[2] (las itálicas son nuestras).

Para mi padre la “Civilización” no era el Iluminismo anti-religioso. Era sencillamente el sano progreso de la modernidad. “¡Alambren, no sean bárbaros!”, exclamaba Sarmiento. Y mi padre agrega: “…Alambrar los campos era luchar contra la barbarie. También era luchar contra la barbarie extender los servicios de ferrocarriles; reemplazar las milicias desordenadas por cuerpos de línea comandados por hombres de armas profesionalizados e introducir nuevos cultivos en el Delta. Luchar contra la barbarie era fomentar la inmigración europea; introducir las cartillas que enseñarían a los agricultores y ganaderos a mejorar sus procedimientos de trabajo... y abrir escuelas, bibliotecas populares, formar maestros y traer docentes de Estados Unidos para colaborar en esta obra” (Las negritas son nuestras. Como vimos, todos ideales con los cuales coincidía José Manuel Estrada).

Para mi padre eso viene desde 1810: “…En el Río de la Plata hubo un gran proyecto nacional en 1810: crear una nación libre, en condiciones de conducirse a sí misma y sacudirse las cadenas del monopolio y la burocracia reglamentarista y corruptora del Estado español de los Borbones. Así de simple”.

Todo ello se anuncia desde Rivadavia, desde la generación del 37, y “… aventada la época de Rosas –período probablemente necesario para alcanzar, en los hechos, una unidad sobre la base del reino mayor, a la manera de Castilla y de León imponiendo su dominio sobre los restantes reinos de la península”, sigue desde 1853, con cinco metas principales: la unidad política; la apertura al mundo y al libre comercio; los principios de igualdad republicana y derechos del hombre; la población del desierto, y, quinto, la escuela redentora, la escuela que alfabetiza a las masas (las itálicas son nuestras).

Sarmiento sigue apasionadamente su proyecto: “…Sarmiento, entonces, vuelto de Chile, busca a Urquiza; se incorpora al Ejército Grande; se hace "boletinero" de la campaña bélica; instala una imprenta entre la pólvora y los cañones; usa uniforme con quepis a la Francesa y montura inglesa y comienza su lucha por la civilización contra la barbarie. No ceja hasta 1888, cuando muere en Asunción del Paraguay. Parte de esa lucha es la educación común y la creación de las escuelas normales. Así entendido, y sólo así, Sarmiento alcanza su máxima dimensión”.

El tiempo pasa y la Ilustración, casi identificada con europeización, parecía avanzar sin problemas. “… Buenos Aires la proclamaba, con el Colón, los subterráneos y "Sur". La mostraban las ciudades del interior donde por las calles coloniales desplegaban sus luces de saber y de ciencia las escuelas normales y los egresados universitarios de La Plata, de Córdoba o de Tucumán y la exhibían los estancieros y sus hijos en los salones de París de antes y después de la primera guerra mundial. La atestiguaban los hijos de los inmigrantes que, a veces en la primera generación, o a lo sumo en la segunda, se transformaban en profesionales de prestigio, en industriales de fortuna, en políticos de primera línea, en educadores renombrados”.

Pero algo no funcionó. El fracaso de la escuela redentora fue síntoma de algo más amplio. El europeización no había hecho síntesis.

“Y un día, la ilustración, otra vez, fue derrotada en las urnas”.

 Miren lo que sigue. No es la dialéctica peronismo/barbarie versus antiperonismo/civilización.

“… ¿Era la barbarie? -se pregunta-.

 Y responde: “…Nunca el dilema fue absoluto. Nunca hubo civilización absoluta, perfecta, virtuosamente pura, de un lado, y barbarie absolutamente condenable del otro. Los hijos de la tierra y de América latina vivían entre nosotros y el centralismo despótico de los Borbones había penetrado el alma del país hasta los huesos. El feudalismo de los grandes caudillos no se había extinguido: un día, con viento propicio, el rescoldo comenzó a crepitar y volvieron. (Las itálicas son nuestras).

La Ilustración no supo hacer síntesis, la palabra clave de este artículo, la idea central que lo vertebra. “…Pudo ser una síntesis fecunda, bienhechora. Pero así como en 1916 los dirigentes conservadores perdieron el rumbo y no supieron nunca más, en adelante, entenderse con el pueblo llano, la ilustración perdió el rumbo desde 1946 y sólo quedó el enfrentamiento. Lo que pudo ser síntesis se transformó en trincheras y en buena medida la barbarie se tomó la revancha”.

Y ahora mi padre se sitúa en 1988: “…La Argentina no es Europa, como creyó que podía ser, ni Buenos Aires una ciudad europea, como llegó a serlo o como creyó que había llegado a ser”. Y sigue: “…Las rejas de las pulperías para defenderse de gauchos malos o de indios ladrones se instalan hoy en los comercios de los barrios y en las casas de vecindarios atemorizados…”. “…Vocabularios y vestimentas muestran que teníamos soterradas conductas a las cuales la escuela común y el normalismo no pudieron transformar”. Y sigue: “…La televisión revela que la ilustración no prendió en las masas”. Y no sólo eso: la Constitución de 1853 tampoco. “…El corporativismo, como auténtica expresión de la vida política argentina contemporánea, revela que la Constitución liberal de 1853/60 sigue teniendo vigencia como un programa a cumplir –según advirtió hace tres décadas Carlos Sánchez Viamonte– pero no ha encarnado todavía en la mentalidad popular”.

El diagnóstico es importante: corporativismo, esto es, un engranaje de sindicatos, empresarios y gobierno, con la mentalidad estatista como sangre y amalgama. Y no nació en el 46. Era el centralismo borbónico: “…El centralismo borbónico del virreinato ha renacido. Dio sus pasos iniciales de la mano de Roca; se afianzó con Irigoyen; se hizo absoluto en los hechos con Perón; lo refirmaron todos los interregnos militares”.

Ante eso, “hoy”, 1988, “…A cien años de la muerte de Sarmiento, su bandera –civilización o barbarie– está otra vez presente. Otra vez, hay que abrir el país al mundo”. Pero, recuérdese, no es la Civilización como secularismo laicista, no es una civilización que no deba hacer síntesis.

De vuelta, sí, hay que abrir la Argentina al mundo; de vuelta hay que ilustrar a las masas y vencer al feudalismo remanente en las provincias. Pero no se trata de enfrentar Europa con América. “… El problema no es, simplemente, abandonar el recado y usar silla inglesa. No es un problema de frac versus chiripá, ni de chaqueta contra el poncho, ni de vidalitas o escondidos que se permitan acorralar a Bach y a Mozart. No es un problema de "cabecitas" contra letrados o de tez oscura contra la piel blanca, ni de pretendidos lenguajes indígenas casi inexistentes contra la maravillosa riqueza de la lengua española que es la nuestra y lo será por siempre”.

El problema es la síntesis: “…Civilización o barbarie fue la bandera de una época y Sarmiento su boletinero genial. Se la entendió, luego, equivocadamente, como un combate a muerte, cuando debió ser un abrazo del cual habría de nacer un gran pueblo y una gran nación”.

Y en 1988, “…Ahora, a cien años, voceros de la barbarie quieren acabar con la civilización. Tampoco entienden la síntesis. Pero el único proyecto posible de país es esa síntesis”. Tampoco la entienden porque plantean un combate absurdo: “…Es un combate que pretende, absurdamente –basta escuchar los medios de comunicación oficiales– contraponer una América indígena y pura contra una civilización occidental –Europa y los Estados Unidos– a la que se desconoce toda virtud”. Y predice: “…Pero ese combate no tendrá triunfadores, sino sólo derrotados por ambos lados. Y el gran pueblo y la gran noción seguirán esperando su hora, si es que alguna vez llega”.

Porque la llamada barbarie, donde hay tradiciones buenas, busca a la civilización. O sea la Ilustración, por la cual mi padre sigue entendiendo “el progreso de los pueblos”: “…la ciencia, las humanidades, los centros de excelencia del sistema escolar, la investigación pura y también los buenos modales, la altura de la expresión oral, las conductas cotidianas, la "urbanidad", en fin, o, si se quiere, la civilización”. Esa civilización eleva a la barbarie. “…La barbarie siempre busca, en realidad, entregarse a la ilustración. Los hombres, aunque se nieguen a reconocerlo, buscan la luz, no las sombras. Prefieren la limpieza al hedor. Se enamoran de la civilización, aunque se jacten de ser bárbaros. Así lo hicieron los pueblos que amenazaron con destruir a Roma y terminaron siendo sus hijos dilectos en la historia” (Las itálicas son nuestras).

Concluye mi padre: “…Como hace cien años, el mensaje sarmientino tiene vigencia. Civilización o barbarie, obra de síntesis, no de destrucción mutua, es, otra vez, la obra que debe cumplir la Argentina. El siglo XXl nos aguarda” (las itálicas son nuestras).

Una reflexión inevitable se impone. Esto fue escrito en 1988. Los acontecimientos mundiales y nacionales del 89, 90 y 91 fueron muy rápidos como para que mi padre pudiera reformular el artículo. Ahora, con más perspectiva, tal vez podríamos intentarlo. La situación ha cambiado drásticamente. Ya no son los 80, con Reagan enfrentado con los soviéticos. Ya no es Juan Pablo II con una Iglesia Católica claramente fiel a sí misma. Hoy es otra barbarie. Es una mal llamada globalización, esto es, una dictadura mundial con tendencias de planificación absoluta, con la imposición de una agenda global donde las libertades individuales tendrán menos cabida que nunca. Puede ser Washington, Caracas y Pekín: son lo mismo. Los derechos ya no son los individuales, sino los derechos de los colectivos explotados. Los delitos ya no son contra la vida o propiedad, sino oponerse a los supuestos derechos de los colectivos explotados. La barbarie viene vestida de OMS, ONU y UNESCO, cona la cual ya se enfrentó mi padre en su momento como vamos a ver. Y aunque la barbarie se vista de seda, barbarie se queda. Que como vemos ya no es el gaucho, no es Rosas, quien podría haber hecho síntesis con Urquiza.

En medio de esa situación mundial, la Argentina corporativista siguió su camino en una de sus peores formas, un intento tragicómico y corrupto de volver a la “liberación o dependencia” de los 70. La síntesis es, por ende, más necesaria que nunca, síntesis de aquellos que estaban enfrentados por ese país de empate que no terminó de germinar. Conservadores, nacionalistas católicos, liberales clásicos y libertarios tienen una oportunidad única para tener una visión histórica de más grandeza, perdonar antiguas heridas y reencaminar debates ya superables. Los conservadores pueden seguir reclamando legítimamente los ideales de la Generación del 80, en tanto construcción de una Nación desde la nada, lo que fue y sigue siendo un desierto inexplotado de 4000 km de largo y 2000 de ancho ante el cual el globalismo internacional no se quedará detenido. Los otrora rosistas y nacionalistas católicos ya saben, de la mano de Carlos Sacheri, mártir, que el orden natural exige respetar los derechos de las personas[3]. Ya saben, de la mano de Fernando Romero Moreno[4], que una economía social de mercado no tiene nada de contradictorio con sus valores nacionales, y ya saben, de la mano del recientemente fallecido Héctor Hernández, que la participación en las reglas procedimentales de la Constitución del 53 no es contraria a sus valores cristianos. Y los liberales y libertarios ya los hemos convencido, creo, espero, de que la escuela Austríaca de economía tiene mucho que aportar y que las libertades individuales son el camino para que la libertad religiosa, de expresión, de enseñanza y de asociación sean el instrumento jurídico esencial para oponerse a cualquier planificación cultural global. Una sociedad libre no es una sociedad disoluta y libertina, es una sociedad que respeta el derecho a la intimidad, que no es lo mismo, sino la fuente de la verdadera diversidad.

La Civilización es de vuelta la Constitución del 53, entendida ahora desde esas tres fuentes que tienen que acostumbrarse a ser la nueva síntesis. La barbarie es Cuba, Venezuela, China y Biden. Tal vez ganen. Pero si lo hacen, que no sea, por favor, por haberse mimetizado con “El espíritu de Occidente”[5].



[1] IIE, Nro. 62, Junio de 1988.

[2] Cita mi padre a ese castellano apasionado de Sarmiento: “…"¿Hemos de abandonar un suelo de los más privilegiados de la América a las devastaciones de la barbarie, mantener cien ríos navegables abandonados a las aves acuáticas que están en quieta posesión de surcarlos ellas solas desde 'ab initio'? ¿Hemos de cerrar voluntariamente la puerta a la inmigración europea, que llama con golpes repetidos para poblar nuestros desiertos, y hacernos, a la sombra de nuestro pabellón, pueblo innumerable como las arenas del mar? ¿Hemos de dejar ilusorios y vanos los sueños de desenvolvimiento, de poder y de gloria, con que nos han mecido desde la infancia los pronósticos que con envidia nos dirigen los que en Europa estudian las necesidades de la humanidad? Después de la Europa, ¿hay otro mundo cristiano civilizable y desierto que la América? ¿Hay en la América muchos pueblos que están como el argentino, llamados por lo pronto a recibir la población europea que desborda como un líquido en un vaso? ¿No queréis, en fin, que vayamos a invocar la ciencia y la industria en nuestro auxilio, a llamarlas con todas nuestras fuerzas, para que vengan a sentarse en medio de nosotros, libre la una de toda traba puesta al pensamiento, segura la otra de toda violencia y de toda coacción?" ("Facundo", introducción a la edición de 1845, Ed. Sopena, Buenos Aires, septiembre de 1938, en el cincuentenario de la muerte del autor. Págs. 8 y 9).

[3] Sacheri, C.: El orden natural, Instituto de Promoción Social Argentina, 1975, caps. 10 y 11.

[4] Romero Moreno, F.: La Nueva Derecha, Grupo Unión, 2021.

[5] Conferencia de J.L.García Venturini en el Instituto Popular de Conferencias el 12 de Septiembre de 1975 y reproducida luego en Politeia, op.cit. 

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