Como todos saben, en general no emito opiniones políticas. Pero ahora me siento con el deber de honestidad de decirles lo que pienso. Deseo compartir con ustedes, colegas y amigos, mis impresiones sobre el resultado de las elecciones PÀSO
Creo que ha sido un domingo negro, pero no por las razones que se dicen, sino por otras dos que me parecen mucho más profundas y graves y de ellas no veo que se esté diciendo nada, salvo algunas ideas sueltas de algún comentarista.
Para cualquiera que no fuera un negado o un necio político absoluto, antes del domingo había tres cosas seguras: primera, que Macri (y el oficialismo en general) iba a perder frente al kirschnerismo; segundo, que esa diferencia sería mayor de la que estaban marcando las encuestas; tercera, que en el electorado habría un cercano 25% (un cuarto de los votantes!!) de voto “bronca”. Que el gobierno no viera esto y no tuviera un plan B, sólo demuestra su total ineptitud política.
Lo que nadie esperaba es que una buena parte de ese voto “bronca” se volcó a la fórmula FF, en lugar de hacerlo a cualquiera de las otras. Pensemos que la oposición tenía un amplio margen de posiciones, desde la extrema izquierda, pasando por el centro, el liberalismo, la derecha, hasta la extrema derecha. Cualquiera (salvo los anarquistas que más bien anulan su voto y que fueron y son una ínfima minoría real) podía elegir cualquiera de ellas para derrotar al gobierno.
Pero la gente embroncada obró de la peor manera, dando un voto para que a Macri “le doliera” (y efectivamente le dolió), pero con consecuencias imprevisibles. Creo que la bronca supero el mínimo nivel de racionalidad que debe tener un votante.
Y aquí vienen las dos consideraciones negras:
Primera, que buena aparte de la ciudadanía argentina mostró conductas irracionales (Lanata lo dijo suavemente “imprevisibles”) y que eso es un handicap que pesa ante nosotros mismos y ante el mundo: somos irracionales, o irracionalmente imprevisibles. No es poco. ¿Quién nos va a tomar en serio?
Segundo, que el triunfo contra Macri fue una victoria a lo Pirro, el precio fue elegir la corrupción, legalizarla, por decirlo así. Ahora ¿quién, dentro y fuera de nuestras fronteras, va a apostar por nuestra honestidad de gestión, tanto pública como privada, tanto individual como colectiva? Los primeros perjudicados serán por cierto los irracionales, porque probablemente sean los más débiles frente al abroquelamiento de “los otros” en posiciones mucho más duras, cínicas y oportunistas. No es una grieta, es un trizado donde todos los débiles (la gran mayoría) quedan lastimados.
No sé cómo se puede salir de esto, si es que se puede. Tengo amigos que consideran que la Argentina es “irremontable”.
Pero en todo caso tengo la convicción de que, si algo es posible, es un intento de tornar un poco menos irracionales a los embroncados, para que no reemplacemos al emperador inepto y su corte de inútiles por las hordas de Atila. El mundo ya vivió eso y a la mayoría NO le fue bien.
Creo que no tiene sentido intentar “salvar” a Macri. Él, Cambiemos, Vidal, el Pro, Juntos por el Cambio, etc. etc., YA FUERON, son insalvables.
Lo que creo se debe hacer, de cara a octubre y más allá, es convencer a la ciudadanía de un voto útil no polarizado, por cualquiera de las oposiciones democráticas, sobre todo para el Congreso, evitando que haya de hecho una entrega de la suma del poder público al nuevo gobierno (ya sabemos que la “Justicia” también es acomodaticia y “sensible” a los cambios de humor político). Y esbozar las estrategias para forzar al nuevo presidente a olvidar y cancelar la idea del “vamos por todo”. Eso también ya pasó y no sirvió (de lo contrario, Cambiemos no hubiera ganado dos veces con contundencia…). Debiera ser una experiencia aprovechable.
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