En su extraordinario relato
histórico sobre los EEUU, Diana Uribe cuenta, en el cap. 11, cómo se produjeron
los diversos inventos que dieron rostro al EEUU industrial, desde el s. XIX en
adelante, y luego al mundo, en cosas que luego se universalizaron y fueron
usadas, desde luego, por los odiadores seriales más profundos de los EEUU.
No sólo nos cuenta que en los
EEUU estas cosas se inventaron, transformaron y desarrollaron con una velocidad
asombrosa, sino que muchos de estos artefactos ya eran conocidos en la
antigüedad. Pero los inmigrantes que llegan a la que era la tierra de la
libertad, desde todas partes del mundo, los re-inventan. Así, la máquina de
coser, aparentemente, ya se conocía en la Alejandría de la famosa biblioteca,
pero el escocés Vatts la recrea. La ojalata ya era conocida en Francia desde
hace mucho, pero los franceses que van a los EEUU le dan mil usos y crean el
enlatado, la leche deshidratada, la cafetera, el abrelatas. Los cereales
formaban parte de la dieta de los quákeros desde hacía también mucho tiempo,
pero don Kellog los transforma en una industria alimenticia mundial. Los
polacos reintroducen los croissants y
un holandés crea las famosas donas con el agujero en el medio. Los inmigrantes
alemanes de Hamburgo cocinan la carne de menos calidad de un modo que luego fue
llamado hamburguesa. Un señor llamado Adams comercializa un famoso chicozapote
usado por los mayas y aztecas llamándolo chicle; hasta inventa una maquinita
para venderlo mejor. Los inmigrantes belgas dan origen a una papa muy finita y
la comercializan como chips potato. Un
señor Gillette se da cuenta de que puede producir y comercializar hojitas de
afeitar de modo masivo y lo hace. Un inmigrante judío llamado Singer le agrega
un pedal a la máquina de coser y además la vende a plazos. Un señor Scott vende
masivamente un papel muy higiénico que antes era exclusivo de los nobles
europeos. Otro señor Ottis re-inventa el ascensor que ya usaba Luis XIV, y con
la producción y comercialización del concreto, que parece que ya conocían los
egipcios, surgen los rascacielos. Entre la higiene masiva, los ascensores y el
concreto las ciudades se transforman en gigantes rascacielos. Y al tren con la
máquina de vapor un señor llamado Pullman le agrega un coche para dormir las
grandes distancias de EEUU, desconocidas en Europa. Y así…
¿Pero por qué? ¿Por qué todo
esto? A ver, repasemos la receta: tome usted muchos inmigrantes, un poco de
técnica y………. ¡Pum!!!, ¿Tenemos los EEUU que han transformado al mundo, incluso
al mundo que los odia?
No. Absolutamente NO. Falta un
elemento central, olvidado por todos, sobre todo por Marx, quien suponía que
las condiciones materiales de producción determinan la historia, y allí fueron
sobre todo mis colegas, los filósofos, a repetirlo. Porque los filósofos creen
que Marx fue un gran filósofo mientras que L. von Mises sería un típico
economista capitalista ignorante, y que por ende ni vale le pena leer de él ni
dos renglones… Y así se pierden los
miles de renglones dedicados por Mises a refutar el materialismo histórico
donde todos viven confundidos.
No, no es la máquina de vapor, ni
la técnica, ni la brillantes de tales o cuales inmigrantes, los que crearon al
capitalismo y su desarrollo, sino la libertad. La máquina de vapor no crea la
libertad: la libertad crea la máquina de vapor.
Porque todos los inmigrantes que
llegaron a los EEUU se encontraron con condiciones institucionales de libre
mercado. Cero inflación, casi sin impuestos, cero regulaciones, cero códigos,
reglamentos e inspectores, sólo respetar la vida y la propiedad del otro. Nada
más, ni nada menos, y entonces sí, la inteligencia más la libertad desarrollan
la alerteness empresarial, la capacidad empresarial, tanto en judíos,
protestantes, católicos, alemanes, franceses, italianos, escoceses, vulcanos,
venusinos, bayorianos, klingos y terrestres: todos bajo las mismas condiciones
jurídicas, todos SIN seguro social, todos a vivir en libertad, todos a producir
y comerciar bajo el mismo pacto político. NO un pacto político que era una
política económica, sino una declaración de Independencia que afirmaba, oh
osadía, que todos los seres humanos son creados iguales por Dios y con los
derechos de vida, libertad y búsqueda de la felicidad………….. Y entonces sí,
ferrocarril, telégrafo, lamparita de luz, chicles, hamburguesas, ascensores,
maquinitas de afeitar y toooooooooooooooodo lo que a usted se le ocurra y se lo
compren sin molestar al otro y SIN que el estado lo subsidie y SIN que el
estado lo vigile de tal modo que NADA de eso pueda aparecer.
Y sí, muchas de esas cosas y
cositas fueron conocidas por egipcios, griegos, babilónicos y etc., pero
ninguna de esas sociedades conoció la libertad política. Imperios, reyes,
conquistas, dominios, asesinatos, crueldades, guerras, matanzas, gentes
oprimidas por los bestias de turno. No había paz ni futuro para crear nada. Aún
así bastante quedó, porque el eros, tal vez, resiste frente al tanatos, pero no
hubo desarrollo, ni producción a largo plazo, ni consumo masivo, ni seguridad
jurídica, ni nada que impidiese legalmente que los sueños fueran asesinados por
bestias.
Así lo explica Mises: (Teoría e historia, 1957, cap. 7, punto 2).
“…what Marx says is entirely different. In his doctrine the tools and
machines are the ultimate thing, a material thing, viz., the material
productive forces. Everything else is the necessary superstructure of this
material basis. This fundamental thesis is open to three irrefutable
objections. First, a technological
invention is not something material. It is the product of a mental process,
of reasoning and conceiving new ideas. The tools and machines may be called
material, but the operation of the mind which created them is certainly
spiritual. Marxian materialism does not trace back "superstructural"
and "ideological" phenomena to "material" roots. It
explains these phenomena as caused by an essentially mental process, viz.,
invention. It assigns to this mental process, which it falsely labels an
original, nature-given, material fact, the exclusive power to beget all other
social and intellectual phenomena. But it does not attempt to explain how
inventions come to pass. Second, mere
invention and designing of technologically new implements are not sufficient to
produce them. What is required, in addition to technological knowledge and planning,
is capital previously accumulated out of saving. Every step forward on the road
toward technological improvement presupposes the requisite capital. The nations
today called underdeveloped know what is needed to improve their backward
apparatus of production. Plans for the construction of all the machines they
want to acquire are ready or could be completed in a very short time. Only lack
of capital holds them up. But saving and capital accumulation presuppose a social structure in which
it is possible to save and to invest. The production relations are thus not the
product of the material productive forces but, on the contrary, the
indispensable condition of their coming into existence. Marx, of course, cannot
help admitting that capital accumulation is "one of the most indispensable
conditions for the evolution of industrial production." Part of his most
voluminous treatise, Das Kapital, provides a history—wholly distorted—of
capital accumulation. But as soon as he comes to his doctrine of materialism,
he forgets all he said about this subject. Then
the tools and machines are created by spontaneous generation, as it were.
Furthermore it must be remembered that the utilization of machines presupposes social cooperation under the
division of labor. No machine can be constructed and put into use under
conditions in which there is no division of labor at all or only a rudimentary
stage of it. Division of labor means social cooperation, i.e., social bonds
between men, society. How then is it possible to explain the existence of
society by tracing it back to the material productive forces which themselves
can only appear in the frame of a previously existing social nexus? Marx could
not comprehend this problem. He accused Proudhon, who had described the use of
machines as a consequence of the division of labor, of ignorance of history. It
is a distortion of fact, he shouted, to start with the division of labor and to
deal with machines only later. For the machines are "a productive
force," not a "social production relation," not an
"economic category." Here we are faced with a stubborn dogmatism that
does not shrink from any absurdity”
Qué impresionante la libertad.
Qué sueño fascinante que la Argentina, un desierto cerrado de enorme extensión,
se convirtiera en una tierra abierta y desregulada para millones de inmigrantes
que trajeran su creatividad y su empresarialidad: cada uno de ellos sería una
solución, no un problema. Pero no. Bajo las palabras solidaridad y justicia
social, llenas de regulaciones, subsidios, impuestos, inflación, sindicatos
mafiosos y deuda pública, mantenemos expulsados a millones de seres humanos que
mueren hacinados en sus propias tierras de esclavitud.
La libertad, gente, crea al
mundo. Y los gobiernos lo destruyen.
1 comentario:
Excelente artículo, a divulgar, y divulgar. Es así de sencillo por eso parece utópico... pero no lo es. Lo increíble es seguir viviendo en sistemas que se dicen democráticos y estamos encarcelados por una infinidad de regulaciones que nos condenan a estar como presos sin tener conciencia de ello.
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