(Punto 5 del cap. 5 de "La hermenéutica como humano conocimiento", de próxima aparición).
Otra
cuestión que se encuentra enredada, al parecer para siempre, por usos y
terminologías totalmente positivistas. Para decir la verdad, hay que relatar
“los hechos” y “ser objetivo”. Pero, como ya hemos visto, al emitir un mensaje,
el emisor usa un juego de lenguaje, que a su vez depende de su horizonte, que
le permite seleccionar la relevancia
de lo que está diciendo y diseñar el
mensaje. “Tensión entre Francisco y el Cardenal Burke”. ¿Quién niega que ello
es verdadero? Pero también podría haber dicho “hoy me desayuné con café”.
Verdadero también. ¿Cómo sé cuál verdad interesa más? Por el contexto y por el
horizonte. Tal vez mi nutricionista esté más interesado en lo segundo que en lo
primero. Y eso es hermenéutica. ¿Y cómo hago para saber quién es Francisco,
quién es Burke, en qué consiste una “tensión”? Por el horizonte que habito. Y
eso es hermenéutica. ¿Y cómo lo digo? ¿”Tensión entre Francisco y Burke”?, o
“Francisco le quiere tirar su mate por la cabeza a Burke”? Del primer modo, claro. ¿Y cómo lo sé? Por
hermenéutica, desde luego. O sea, como hemos dicho, no se puede emitir ningún
mensaje sin horizonte. Es más, es la hermenéutica lo que me permite tener más
verdad, porque cuanto más habite un mundo de la vida, más verdadero será lo que
diga... Si no miento.
Si
no miento, claro. ¿Y desde cuándo la hermenéutica no permite distinguir la
mentira de la verdad? Una fake news
es una mentira y listo. Pero no es que para evitar las fake news tengamos que recurrir a “los hechos sin horizontes”·,
sino sencillamente a la comprensión profunda de la realidad social. Y a veces las diferencias de enfoque son
precisamente por el horizonte que habitamos y entonces es inútil pretender decir
que el otro no afirma los hechos, que no es objetivo, que miente, que es fake news. En 1982, ¿qué fue verdadero?
¿Qué las islas Malvinas fueron “recuperadas” o que las Falkland Islands fueron “invadidas”?
Lo
más terrible de esto son sus implicaciones políticas. Los gobiernos
autoritarios habitualmente dicen que los medios privados mienten, que
manipulan, que “interpretan” mientras que ellos, los gobiernos, son los que van
a controlar o estatizar a los medios, porque ellos, los gobiernos, son los
“objetivos”, con lo cual van a garantizar un “derecho a la información” que
como vemos no puede existir, porque no hay información, sino conocimiento
(distinguido ello del derecho al acceso a la información pública). Y los medios
privados, a su vez, se defienden diciendo que no, que son ellos los que son
“objetivos”, y que es el gobierno el que miente o manipula (o sea
“interpreta”). La simple cuestión es que
en una sociedad libre, con libertad de expresión de nuestros horizontes e
interpretaciones, gobierno y medios privados tienen sus propias interpretaciones
de la realidad social, y en una sociedad libre todas las interpretaciones
(algunas de las cuales pueden ser verdaderas, otras falsas) se debaten libremente, sin que nadie
pueda acusar al otro de “mentir”, salvo que sea verdaderamente una mentira, con
lo cual basta una des-mentida, proporcionando la documentación correspondiente,
y listo. Y si hay interpretaciones diversas de la documentación en cuestión, se
discute y la audiencia decide. Y listo… Pero no. Gobiernos, medios privados,
candidatos presidenciales, todos se tiran, los unos a los otros, “datos”,
“cifras” que fuera de su interpretación no dicen nada. No hay ideas, no hay
razonamientos, no hay nadie que sea capaz de defender filosóficamente un
horizonte: hay generaciones perdidas en el adiestramiento de buscar “datos”.
No
es posible lo imposible, esto es, un comunicador “objetivo”: lo que sí es
posible y deseable es un comunicador “honesto”, que sea capaz de defender la
verdad de su horizonte, de su agenda y de la interpretación de sus números. Y
en eso, lamentablemente, están muy poco formados.
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