Si van a pensar que me
creo que Jim Acosta es el bueno y Trump el malo, no, obvio que no. Por supuesto
que la CNN y en general toda la prensa izquierdista norteamericana es culpable
de las acusaciones que les hace Trump. Escondiéndose detrás de facts inexistentes, son los portavoces
de toda la agenda política demócrata. Eso no está mal, excepto porque se
presentan, como dije, como expositores de “hechos”. Y por supuesto
que mienten. Mienten a más no poder, y además son los campeones de los dobles
estándares. Obama podía hacer todas las tropelías habidas y por haber pero, por
supuesto, silencio. Además se han vuelto agresivos, irrespetuosos y defensores
de los ataques cuasi-kirchneristas que están sufriendo todos los miembros del
gabinete de Trump y los periodistas, artistas, intelectuales y deportistas que
se atrevan a defenderlo.
Dicho lo cual, Trump
está desaprovechando una oportunidad histórica. Eso es inevitable, su
psicología no da para lo contrario. Pero aprendamos del caso. Una conferencia
de prensa, con audiencia mundial, y con repetición ad infinitum por todos los
medios de internet, es una ocasión de privilegio para educar, para enseñar,
para responder y refutar con altura, para explicar el sentido de una agenda de
gobierno que no tenga que ver con la political
correctness habitual. ¿Qué importa que un periodista quiera hacerte enojar?
Obvio que lo hará. Pero esa es la oportunidad de hacer Aikido lingüístico y
aprovechar la fuerza agresiva del otro para convertirla en una oportunidad de
liderazgo de alto nivel. Para responder con una sonrisa que entiende
perfectamente desde dónde está formulada la pregunta o agresión, y responder y
explicar por qué ese horizonte está equivocado y desde dónde se fundamenta la
verdad de lo que al otro le parece un horror. Para exponer los dobles
estándares del que pregunta con ejemplos sencillos sin utilizar la misma
agresión lingüística del otro. Para aprovechar toda oportunidad de comunicación
en una enseñanza mundial de la necesidad de volver a los founding fathers de la única nación que fue, y esperemos que vuelva
a ser, que nace con los derechos
individuales como pacto político esencial.
Pero al no hacer todo
ello, Trump no construye liderazgo, lo pierde. Obama la tenía fácil porque, con
su gran charming, que no era poco,
decía además lo que casi todos querían oír. Trump en cambio tiene todo en
contra. Pero el problema es que tiene en contra a sí mismo y a su propio
temperamento.
No sabemos qué pasará
en la gran nación americana. No creo que resista este intento de freno a los
disvalores left y al deep state en que se convirtió los EEUU.
Pero si dentro de unos años Bernie Sanders es presidente y Alexandria
Ocasio-Cortez, oh Dios mío, su
secretaria de Estado, espero que los republicanos aprendan que, si aún queda algo para salvar, necesitan
un estadista cuyos juegos de lenguaje
estén a la altura de lo que la difícil circunstancia demanda. Trump ganó
porque no tenía la sonrisa dibujada
y las mentiras habituales de los republicanos de siempre. Pero la misma
sinceridad que lo hizo triunfar, lo hará caer. Ahora se necesita sinceridad, pero
no con Katare, sino con Aikido. Pero
ningún dirigente republicano la tiene. De un lado están las masas y sus
autoritarismos de siempre. Para eso hay miles de políticos disponibles. Del
otro lado es la auténtica resistencia, en la cual las masas deben ser
re-educadas. Y para eso se necesita un estadista. La gran nación americana tuvo
un orden constitucional precisamente para que los estadistas no fueran
necesarios. Pero ahora el deep Estate
se pasó a esa Constitución por encima. Los republicanos tienen que ser
conscientes de todo esto. Tienen que pensar más. Tienen que saber qué realmente
sucede y qué tipo de líder necesitan. Es la única esperanza.
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