Es sencillamente
increíble, y a la vez sintomática del horror que estamos viviendo, la lucha de
Jordan Peterson para que se respete el derecho de cada uno a hablar como le
parezca.
Mi única diferencia con
él es que la cuestión no es tanto que la libertad de expresión implica que el
otro pueda sentirse ofendido, sino más bien por qué el otro tiene que sentirse
ofendido ante mi propio uso del lenguaje.
Las diferentes
concepciones del mundo, que en una sociedad libre deben ser libremente
debatidas, no deberían herir los sentimientos de nadie, excepto neurosis muy
profundas. Si yo soy católico y tú eres protestante, ¿te vas a sentir ofendido?
Si te digo que no estoy de acuerdo con tal o cual tesis de Lutero, ¿por qué
tienes que sentirte ofendido? Ahora, si insulto a Lutero, es otra cosa.
Moralmente no debo, aunque difícilmente sea un caso judiciable.
Me dirán: lo que se
discute no es eso. ¿No? Como dije en la entrada anterior, la libertad religiosa
en serio conlleva el derecho a vivir y expresarse según metafísicas, mitos y
filosofías realmente diferentes de otras. La libertad religiosa, de expresión,
de enseñanza, no son para tonterías. Valen precisamente para lo importante,
para aquellas cosas que realmente nos importan, y en esas cosas importantes
está la tentación del Caín totalitario de casi todos: para esas cosas, llamamos
al estado.
Porque lo que Jordan
Peterson dice NO es que las personas no puedan usar los pronombres que quieran.
Lo que él está criticando (y advirtiendo) es que los gobiernos dicten leyes que impongan por la fuerza el uso de
dichos pronombres. Increíble. En una época donde cualquiera reclama su derecho
a cambiar de sexo, esa misma persona llama al estado para que te prohíba a ti llamarlo
con el pronombre anterior. Podrá estar mal, puede ser que sea “nice” o “proper manners” llamarlo con el pronombre que él quiera, pero tú no puedes prohibirle a él que cambie
de sexo y él no puede prohibirte a ti que uses los pronombres habituales. ESO es una sociedad libre.
La pretensión de que el
estado controle los juegos de lenguaje devela la raíz totalitaria de los que
así piensan. Porque cuando el estado puede controlar el lenguaje, puede
controlar la cultura y el pensamiento. El mundo hace lenguaje y el lenguaje hace
mundo, esa es una de las enseñanzas más profundas de Wittgenstein pasada por la
fenomenología. Justamente, las libertades individuales tienen entre muchas
funciones la de impedir la racionalización de los mundos de la vida, esto es,
que haya mundos de vida espontáneos más allá de la razón instrumental impuesta
por el estado iluminista. Sí, en todo lo que digo está la Escuela de Frankfurt
(denostada por muchos liberales que no la entienden) pasada por Hayek y
Feyerabend.
Los leninistas, los
estalinistas, los maoístas, etc., no tenían problema en asesinar generaciones
enteras para imponer su visión del mundo. Ahora es más sutil. Lo que quieren
los del lobby LGBT es que el estado imponga su juego de lenguaje, para cambiar
el pensamiento de todos sin tener que asesinarlos. No sé si decirles gracias o
que prefiero a Stalin. Porque, además, si ellos pudieran asesinar a Jordan
Peterson, o a Benedicto XVI, lo harían, no tengo ninguna duda. No lo hacen
porque no es favorable a la difusión de su totalitarismo.
Jordan Peterson, yo, y
muchos más vamos a seguir hablando como se nos canta. Si otros se sienten
ofendidos, problema de ellos. Y problema nuestro cuando logren ponernos presos.
No están lejos. Como dije, la
libertad individual, hoy, no existe. Sólo resiste.
Hasta la próxima
resistencia.
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