Una vez más, amigos y no tan
amigos se han asombrado de mis críticas a la barbarie de los CEOs de United permitiendo y siendo responsables
del bestial “castigo” al pasajero que no quiso levantarse de su asiento
legítimamente adquirido. No voy a debatir ahora el caso de la sobreventa, la
comparación con el free banking,
etc.; de eso tendría mucho que decir pero no es el objetivo de esta entrada.
El punto que quiero destacar es
que, reitero, amigos y no tan amigos creen que defender al mercado libre es defender
las barrabasadas que se mandan las empresas privadas. Unos a favor, como si
todo lo que sea mercado libre fuera por ello, ipso facto, moralmente bueno. Perdieron la diferencia entre
moralidad y legalidad. Gente, yo voy a seguir criticando al alcohol, la TV
basura, el box, las corridas de todos, el tratar mal a un empleado, los
boliches donde los pobres adolescentes pierden su cuerpo y su alma, las
diversas alienaciones y escapismos, “libre y voluntarios”, NO por motivos
legales o económicos, sino por motivos morales.
Ello no tiene nada que ver con mi defensa del mercado libre. Defiendo el
mercado libre porque en el socialismo es imposible el cálculo económico (Mises)
y porque el mercado libre es lo único que permite coordinar el conocimiento
disperso de oferta y demanda a través de los precios libres (Hayek). Por lo demás, el punto moral de que una
propiedad así justificada sea moral, es que todo lo que ayuda a la cooperación
social es compatible con la naturaleza humana y por ende con la ley natural. That´s it.
Pero nada más. ¿De dónde sacaron,
algunos liberales y antiliberales, que ello es el paraíso en la Tierra? ¿O que no seguirá habiendo graves problemas
morales allí? Como dije, unos a favor, otros en contra, cometen el mismo error.
Los liberales, al pensar que el mercado libre es moralmente suficiente. Los enemigos del mercado libre,
al criticarlo por ello. ¿Por qué le
piden lo que NO puede dar? Lo que el mercado libre “da” es nada más ni nada
menos que el desarrollo, la eliminación de la pobreza, de la desocupación, de
las hambrunas, de las guerras. ¡Nada más ni nada menos! Pero ya
está. “El malestar en la cultura” seguirá estando, con mercado libre, o SIN
mercado libre, porque LA NATURALEZA HUMANA tiene problemas que NINGÚN sistema
sólo político o económico puede resolver.
Por lo demás, y esto para mis
amigos liberales, claro que las empresas privadas tienen más incentivos que el
estado para “portarse bien” con un cliente. Pero esos incentivos no necesariamente funcionan y, sobre todo,
esos incentivos NO son tampoco la solución “moral” a una decisión “que si no
hubiera sido por las pérdidas” se hubiera entonces realizado.
Si le pido a una silla que vuele,
que me lleve al trabajo, que me hable, que me quiera, etc., pueden suceder dos
cosas. Primero, que me vuelva loco, un loco ideológico, porque la ideología es
una psicosis. En ese caso me volveré un predicador del sillalismo.
Otro resultado es que –afectado por
igual alucinación- me enoje con la silla porque no vuela, y la rompa, la tire,
y me vuelta un fanático anti-sillalista.
Pero, ¿de dónde saca alguien que
una silla vuela?
Los debates entre liberales
pro-mercado libre y los fans anti-mercado están a veces afectados por la misma
alucinación. El mercado libre no vuela. No es la respuesta al sentido de la
vida. No es la solución a todos nuestros problemas morales y psicológicos. NO
es el paraíso en la Tierra. NO sustituye a la esperanza en lo trascendente. NO
es una ideología. Es “apenas” la solución a los problemas económicos, con una
propiedad moralmente justificada en su utilidad (SANTO TOMÁS DE AQUINO, entre
paréntesis). Nada más.
Ni nada menos.
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