1.
Las
tres etapas del avance del estado.
El
principio de subsidiariedad (PS), la iniciativa privada y las libertades
individuales consiguientemente protegidas, sufrieron una negación y una
involución progresiva que podríamos señalar en tres etapas.
a) El estado-nación
legislador del s. XIX.
Fruto del positivismo, que en lo
social Hayek llama constructivismo[1],
los estados-nación racionalistas europeos de fines del s. XIX (Francia,
Italia), con copias en Latinoamérica (México, Uruguay, Argentina), avanzaron sobre
temas de educación, salud pública y matrimonio, con la intención de educar y
proteger al ciudadano en tales áreas mediante lo que la ciencia podía
proporcionar. La educación pública obligatoria tenía por misión educar en las
ciencias y letras básicas el futuro ciudadano ilustrado[2] y
secularizado; la medicina se divide en legal e ilegal, y en la primera el
estado avanza en la salud pública. En materia de matrimonio y familia los
estados avanzan quitando el cuasi-monopolio que las comunidades religiosas
mantenían en esas áreas. Comparado con lo que vino después, fue un positivismo
ingenuo y un laicismo moderado (laicismo como esencialmente diferente a la sana
laicidad)[3].
Los estados educaban en cosas que hoy consideraríamos “buenas” tales como
ciencia básica, lecto-escritura, matemáticas, etc., y los hospitales públicos
se regían por una medicina científica relativamente des-ideologizada. Las
comunidades religiosas toleraron al principio y aceptaron luego esta situación
sin sospechar lo que vendría después.
b)
El
Welfare State.
Como fruto de la crisis del 29 y la
progresiva crítica y desconfianza a un liberalismo “individualista”, surge más
o menos a mitad del s. XX el convencimiento generalizado de que los gobiernos
centrales deben ofrecer bienes públicos en materia de salud, medicina,
educación e información, respondiendo ello a lo que serían los derechos de
segunda generación (a la salud, la vivienda, la educación, la seguridad social,
etc.) muchos de los cuales fueron explícitamente escritos en diversas reformas
constitucionales[4].
Luego de la 2da. guerra, este avance del estado convive con formas republicanas
en EEUU (el New Deal) y en Europa (el
Estado Providencia) o con sistemas más autoritarios, como el primer peronismo
en Argentina, de orientación claramente fascista en el sentido técnico del
término. Los estados, con toda lógica, proveen salud, educación, seguridad
social e información, según los criterios
del estado, por supuesto. Pocas voces, como Mises y Hayek, advierten los
peligros para los derechos personales[5],
pero no son escuchadas. Diversas religiones aceptan de buena gana el sistema,
convencidas de la crítica al liberalismo y de la necesaria intervención del
estado para proteger a los menos favorecidos por la lotería natural de
recursos, como diría Rawls[6].
Claro, esto siempre que los gobiernos no quisieran imponer coactivamente
cuestiones que violaran la libertad religiosa, pero al principio, dadas las
costumbres de la época, ello no parecía ser un problema. Los católicos
argentinos tuvieron una primera advertencia cuando Perón se enfrentó con la
Iglesia en su 2do. mandato, pero luego los militares católicos que lo
derrotaron utilizaron los mismos
instrumentos estatales para imponer la “sana doctrina” y lo que algunos autores
llaman “el mito de la nación católica”[7].
Mientras tanto, el PS y las libertades individuales brillaban por su ausencia,
ya despreciadas estas últimas como la mera expresión ideológica de un
capitalismo supuestamente incompatible con lo religioso.
c)
Las
nuevas ideologías autoritarias.
El escándalo se produce cuando
nuevas ideas, casi inconcebibles mundialmente en los 30 y los 40, amanecen en
el horizonte para ser impuestas desde el estado, violentamente enfrentadas con
lo religioso, como una nueva etapa de laicismo radical. Ellas son:
1. Que
el sexo es una identidad que el individuo se coloca a sí mismo con total
autodeterminación.
2. Que
el aborto y los anticonceptivos son derechos que todo individuo tiene derecho y
obligación de recibir.
3. Que
el matrimonio homosexual (y obviamente disoluble) es otro derecho de igual
naturaleza que los anteriores.
4. Que
ya no hay derecho a la libertad de expresión, sino derecho a la información
objetiva, que el estado debe proveer, contrario a las manipulaciones
comunicativas de las corporaciones privadas.
5. Que
los planes y programas de estudios, especialmente los primarios y secundarios,
ya privados o púbicos, deben enseñar obligatoriamente 1, 2 y 3;
6. Que
las instituciones de salud, ya privadas o públicas, deben proveer de manera
coactiva y obligatoria el punto 2,
7. Que
todo desacuerdo con todos los puntos anteriores es un acto de discriminación
que debe ser penalmente prohibida.
¿Por qué hemos llamado a todo lo
anterior “ideologías autoritarias”? Porque su problema no radica principalmente
en el contenido de lo que proponen. En una sociedad libre, con derecho a la
libertad de expresión, enseñanza, asociación e intimidad, los que quieran
pensar como el punto 1 y el 2 (el aborto ya es otro tema pues está en juego el
derecho a la vida), etc., tienen todo el derecho legal a hacerlo: tienen
derecho a la libertad de expresión y derecho a la intimidad personal. El
problema radica en su imposición global a través de los instrumentos del
estado, instrumentos legales que ya habían quedado perfectamente preparados en las
fases a y b. Pero las comunidades
religiosas, durante las fases a y b, no advirtieron el problema. Habiendo
aceptado muchas de ellas el estado providencia y los derechos de 2da.
generación, denigrando al mismo tiempo a las libertades individuales como pertenecientes
a un liberalismo individualista y agnóstico, más que como emergentes necesarias
del PS, quedaron indefensas ante la tercera fase. Ahora reclaman sus libertades, cuando ya es casi muy tarde. Ahora reclaman la libertad de
conciencia pero no tendrían problema en volver a un estado providencia cuando
este último vuelva a “portarse bien” en esas materias. Eso las desautoriza ante
la opinión pública, por un lado, y las ha vuelvo con-causa de esta nueva oleada
de laicismo autoritario que ahora
critican con tanto vigor.
[1] “Los
errores del constructivismo”, en Nuevos
Estudios, op.cit.
[2]
Zanotti, Luis J.: Etapas históricas de la
política educativa, Eudeba, Buenos Aires, 1972.
[3] Nos
referimos a la noción de sana laicidad manejada sobre todo por Pío XII y
Benedicto XVI. Sobre este tema ver Santiago, A.: La relevancia cultural, política y social de la religión en los albores
del s. XXI, Academia Nacional de Ccias. Morales y Políticas, Buenos Aires,
2015.
[4]
Sobre este tema ver Bidart Campos, G.J.: Las
obligaciones en el derecho constitucional, Ediar, Buenos Aires, 1987.
[5]
Mises, en La Acción Humana (Sopec,
Madrid, 1968) y Hayek en Camino de
servidumbre (Alianza, Madrid, 1977) y Los
Fundamentos de la Libertad (Unión Editorial, Madrid, 1975).
[6] Nos
referimos a su clásico Theory of Justice,
Harvard University Press, 1971.
[7]
Irrazábal, G.: Iglesia y Democracia,
Ediciones Cooperativas, Biblioteca Instituto Acton, Buenos Aires, 2014.
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