Nos vamos de
Jutlandia, a mediados del siglo XIX, y nos vamos a una confederación
interplanetaria del siglo XXIII. No hay problema: cambian las coordenadas de
tiempo y espacio, pero los problemas filosóficos -esto es, los problemas
humanos esenciales- permanecen.
Me gusta mucho la
ciencia ficción. No sé si a tí. Pero yo me formé en una generación en la cual,
siendo niños, vimos por televisión el preciso instante donde el primer hombre
pisó la luna. Además, mi primera vocación fue ser astronauta. Ahora mis amigos
piensan que yo, de igual modo, terminé en la luna, aunque por motivos
distintos.
Pensar en una
confederación de planetas tiene sus matices interesantes. En un futuro, cuya
lejanía no me atrevo a predecir, es muy probable que sea así. Eso nos hace
tomar perspectiva de las tonterías que seguimos haciendo en este planeta a
fines de este siglo. Somos capaces de matar a otro ser humano por la
"autonomía" de tal o cual región. Pero pensemos que, alguna vez, el
planeta entero no será más que parte de una confederación interplanetaria
asociada para la defensa común.
En "Viaje a
las estrellas 1" toda la confederación recibe una señal de alerta. Una
nube de naturaleza desconocida -compuesta, según las primeras conjeturas, por
algún tipo de plasma energético- se acerca a la tierra a considerable
velocidad. Todo lo que se le interpone es, en cierto modo, destruído. Así había
pasado con tres naves del imperio Klingon y con una estación espacial de la
confederación.
La confederación
decide llamar al Almte. Kirk y a su antigua tripulación para que, de vuelta en
el "Enterprise" investiguen y neutralicen el peligro. Así, la famosa
nave intergaláctica saldrá nuevamente en una importante misión.
Mientras el
Enterprise se encuentra ya en viaje (con algunos inconvenientes en su sistema
de velocidad), el Sr. Spock, antiguo primer oficial de la Nave, se encuentra en
su planeta, Vulcano, en una ceremonia especial para recibir el
"Korinahr": una especie de símbolo del control absoluto de las
emociones. Empero, Spock percibe algo e interrumpe la importante ceremonia. La
recepción del Korinahr queda así truncada.
Spock se dirige
hacia la nave Enterprise y pide permiso para subir a bordo. Todos sus antiguos
amigos lo reciben con alegría. Empero, Spock parece frío y distante. No
responde a las emociones humanas de sus amigos. Sólo informa al Almte. Jim Kirk
que está enterado de la situación y que ofrece sus servicios como científico.
El ofrecimiento es aceptado, si bien a todos les cuesta entender la expresión
de hielo de su amigo.
La colaboración
de Spock es sin embargo tan eficiente como siempre. Los problemas de velocidad
de la nave son reparados y la nube se encuentra ya a corta distancia.
El encuentro del
Enterprise con la nube dista de ser agradable. Sólo gracias al contacto que
Spock logra establecer, se salvan de ser mortalmente dañados por extraños
proyectiles. Nuestro amigos conjeturan que hay algo inteligente en el centro de
la nube, en la cual se encuentran ahora encerrados. Se sienten, en cierto modo,
como observados. "Curiosidad -comenta Spock-. Insaciable
curiosidad".
En medio de
graves problemas -por ejemplo, una tripulante del planeta Celta, la teniente
Ilia, es en cierto modo absorbida por un rayo energético- Spock (movido tal vez
por una similar curiosidad) sale a investigar, aunque sin que su amigo y
superior, Jim, se entere. Observa asombrado que la nube ha reproducido dentro
de sí misma a miles y miles de datos de diversa información sobre nuestro
universo. Intenta tomar contacto con su misterioso centro. Pero su sistema
nervioso sufre un colapso.
Su amigo pero
también viejo contrincante, el Dr. McCoy, logra que se recupere. Todavía
agotado, tiene una conversación con Kirk. Lo informa que se encuentran frente a
una misteriosa inteligencia que tiene dentro de sí una enorme información sobre
todo nuestro universo. Todo lo que choca con ella es convertido en información.
Pero, a la vez, se pregunta: "¿es esto todo lo que soy?"
Para explicarse
mejor, Spock toma el brazo de Jim. "Esto...", le dice a su amigo.
"Los sentimientos... están detrás de la comprensión de V-Ger".
Finalmente,
después de diversos avatares, Jim y su grupo logran que un robot programado por
ese centro inteligente -robot que había tomado la forma de la teniente Ilia-
los lleve hasta "V-ger", nombre con el cual ese centro se nombraba a
sí mismo. Jim, Spock, McCoy y Deker observan con asombro que se encuentran
frente a algo que parece ser un antiguo satélite terrestre. Jim descubre
atónito que se trata del Voyager VI, lanzado por la Nasa hacia fines del siglo
XX. Y ese Voyager estaba allí, bajo el nombre "V-ger", demandando
encontrarse con su creador.
Nuestro amigos
elaboran una conjetura explicativa. La esencia de su explicación es que el
Voyager, durante su largo viaje, acumuló tanta información que tomó conciencia
de sí mismo. Y ahora demandaba unirse con su creador.
Jim trata de
convencer a nuestra hiperinformada computadora de que ellos mismos son su
creador. Pero V-ger no lo acepta. Demanda una unión más profunda. No quiere
simplemente conocer a su creador. Quiere unirse con él. Demanda, en cierto
sentido, una dimensión superior de su existencia, que supere la frialdad de su
solo conocimiento.
Uno de los
terrestres allí presentes, el Sr. Deker, se entusiasma con una peculiar
solución. Si V-ger estaba demandando una suerte de unión física con su creador,
él, Deker, se uniría, en un abrazo, con la imagen robótica de la teniente Ilia.
Lo hace. Y V-ger parece aceptar la unión, pues una luminosa fuente de energía
comienza a rodearlos. Jim, Spock y McCoy escapan hacia el Enterprise. V-ger y
su nube se subsumen en la nueva energía así liberada. La nube, en ese sentido,
desaparece, y la tierra es salvada de su amenaza.
Me dirás que como
película es tal vez entretenida, pero tal vez cuestiones su contenido
filosófico. Bueno, eso es lo que vamos a tratar de discernir.
Ante todo, el
guionista juega permanentemente con la dialéctica y contraposición entre la
razón, fría, y los sentimientos y emociones, cálidos. Habría en ese sentido una
contraposición entre la razón y los afectos.
Esto se observa,
en primer lugar, en la figura del famoso Sr. Spock. En la tradición de su
planeta, parece ser que quieren no sólo dominar, sino hasta eliminar las
emociones, que perturbarían, en sí mismas, la labor de la razón. Spock trata de
llegar a ese estado, dado que su parte humana -es hijo de madre humana- parece
perturbar la autonomía y eficiencia de su inteligencia, que le llega vía
paterna. Hay aquí dos lugares comunes: lo emocional y lo racional son
contrapuestos, y lo racional es masculino y lo emocional es femenino.
La contraposición
se sigue observando en V-ger. El parece estar cansado de la fría acumulación de
información, y busca algo que estaría, al parecer, más allá de la razón: la
calidez del afecto, la emoción intensa del contacto interpersonal afectivo. Se
nos presenta además una cuestión similar a la de "Cortocircuito":
V-ger parece haber tomado conciencia de sí mismo, esto es, persona, dada la
enorme información que acumuló.
He aquí
nuevamente planteado el tema de la personificación de los sistemas de
computación. No vamos a volver sobre ello, pues creo que ha quedado claramente
expresada mi opinión de que ello no es posible. De la acumulación de
información a la conciencia de sí hay un salto cualitativo, no cuantitativa.
Modos esencialmente distintos de ser no pueden ser conectados
cuantitativamente.
La acumulación de
datos es algo mecánico-físico. Primero fueron los papiros, luego los libros
copiados con infinita paciencia, luego los libros impresos, ahora son los chips
de una computadora. Elementos físicos sobre otros elementos físicos,
absolutamente mudos en sí mismos sin una persona que los "entienda" e
interprete. O sea, sin la inteligencia en el sentido propio del término, en sí
misma irreductible a información físicamente acumulada, por enorme que esta
sea.
En ese sentido,
lo que sucede con esta nube no es una hipótesis de ciencia ficción, sino de
filosofía ficción que por eso podemos analizar en cuanto a su posibilidad. Y el
resultado de nuestro análisis es negativo.
Pero existe algo
que también dista de ser posible: una autoconciencia sin sentimientos. Una
persona sin deseos. Una razón fría sin emociones. Pero, ¿por qué no es posible?
Ante todo, para
no invadir otros terrenos, no voy a introducirme en las diferencias entre
emociones, sentimientos y pasiones. Hablaremos de todo ello como de una misma
esfera, no idéntica, pero similar, que llamaremos esfera volitiva de la
persona. Ponle el nombre que quieras: pasional, sentimental, etc.
Toda persona,
conciente de su existencia, obra por fines que son bienes para sí misma. Puede
equivocarse moralmente, pero siempre obra por cosas en función de lo que
considera apropiado para ella. Toda persona finita obra por un bien que
satisface una nececidad, relacionada siempre con la operación de sus facultades
o capacidades.
O sea que toda
persona está obrando por un bien para sí misma, necesariamente (aunque ese bien
sea el bien de otra). El deseo, el deseo del bien, es concomitante a la
conciencia de sí mismo. Una inteligencia que no desea es pues una contradicción
en términos.
Es ese
"deseo", justamente, lo que hace correlativa, a nuestra naturaleza
racional, nuestra esfera emocional. Y, en el caso de las personas humanas, es
una esfera emocional intrínsecamente unida a nuestra naturaleza
corpóreo-espiritual, que abarca tanto el deseo de leer un libro como de comer
si estás hambriento. Lo que ocurre es que nuestro deseo del bien pasa por el
conocimiento intelectual del bien, lo cual, como ya habíamos visto, te abre a
la autodeterminación de tus fines y, en ese sentido, a tu libertad interna
(libre albedrío). Por eso el apetito humano por el bien es llamado voluntad.
Vistas así las
cosas, las emociones surgen todas de ese deseo originario por el bien. Quieres
lo que consideras bueno; eso es el amor en el sentido más genérico del término.
No quieres lo que consideras malo para tí; eso es el odio, también en sentido
amplio. Si el bien está presente, sientes gozo y alegría; si está ausente,
sientes dolor y tristeza. Esto último está relacionado con el temor.
Por lo tanto,
todas las personas sienten. Aunque a veces no querramos sentir. Y ninguna
pasión o sentimiento es moralmente malo en sí mismo.
Esto es
importante de explicar. Oscilamos culturalmente entre dos extremos igualmente
equivocados, a mi juicio. Por un lado, parece que las pasiones y sentimientos
son malos y conducen necesariamente a nuestra perdición. Por el otro, parece
que todo lo que surja de tus sentimientos es necesariamente bueno y a nada malo
puede conducir. Si lo "sentís", está bien. No. Ambos planteos son en
mi opinión un tanto simplistas.
Creo que muchas
veces te he expresado mi punto de vista sobre la moral: el bien moral es el
camino que te conduce a Dios, lo cual es, al mismo tiempo, concomitante con el
desarrollo de tu naturaleza humana y el logro de tu felicidad total. Y una
misma pasión puede impulsarte hacia una conducta conforme a ese camino, o
contraria a él. Puedes detestar y odiar a la injusticia, y eso te llevará a
luchar por la justicia. Pero puedes al mismo tiempo odiar a alguien, en el
sentido que quieres destruírlo (la persona injusta, tal vez?). Eso ya no es
conforme con el camino a Dios.
Aquí vemos una
fructífera relación entre tu razón y tus pasiones. Tu pasión te impulsa;
sentirás esa fuerza, y eso está perfectamente bien, sea cual fuere el impulso.
Tu razón te dirá: la conducta a la que esto me lleva (hacer esto o aquello)
está bien o está mal. Y tu voluntad decidirá: lo hago, no lo hago. Ahora bien,
si no fuera por el segundo paso, nuestra confusión sería total.
La razón no puede
sustituir a tu voluntad. Pero puede ayudarla, estimularla. Puede ser, por
ejemplo, que sea emocionalmente difícil perdonar, pero tu razón puede mostrarte
con claridad que ese es el camino. Entonces, probablemente, llevado por ese
convencimiento, harás un esfuerzo, tratarás de concentrarte en la persona que
tienes delante, y no en el daño efectuado, y eso ayudará a que tu voluntad
finalmente se decida a perdonar.
Así, lentamente,
las exigencia más difíciles, emocionalmente, de nuestra vida moral -la
comprensión, la tolerancia, el perdón, el amor a todas las personas, la
paciencia, la perseverancia, etc- podrán ir surgiendo en nuestra conducta, no
porque nos haya resultado fácil, sino porque la razón nos convenció de que ese
es nuestro camino como personas, y ese convencimiento fue inundando todo
nuestro ser hasta que nuestra voluntad obró de manera concomitante. No digo que
siempre resulte. Pero muchas veces resulta.
La razón se
encuentra así íntimamente unida a una vida emocional moralmente buena. La razón
ve el camino a seguir; las pasiones son el motor; nuestra voluntad, el volante.
¿Y qué hay de
emociones que se supone que no son buenas? ¿De qué modo pueden serlo? ¿Qué hay
de la envidia, el rencor, el resentimiento hacia las personas? Pues que no se
trata de emociones, se trata de hábitos morales malos, seguidos, claro, por el
odio. Pero allí, en todo caso, hay que cambiar de objeto. Porque allí se odia a
la persona como tal, lo cual implica el deseo de destruírla, lo cual es una
especie de asesinato cotidiano, en cuentagotas, que llevamos a cabo
constantemente (aunque después digamos "yo no mato a nadie"). Pues
bien: todo ese odio, toda esa fuerza destructiva, debemos concentrarla en lo
malo en cuanto tal, nunca en personas, que como tales siempre son capaces de
cambiar de vida y mejorar.
Como ves, todo lo
racional siente, y todo sentimiento puede ser canalizado hacia el bien, con la
luz de la razón. Una persona "fría" no es que no sienta, sino que le
cuesta expresar lo que siente. Lo cual es distinto.
Si la nube de la
película hubiera sido realmente una persona, entonces ves que tenía
sentimientos como cualquiera. Buscaba a su creador: lo amaba, se movía hacia
él, y se enojaba cuando veía que no lo conseguía. Finalmente quiso tener
contacto físico con él. Parece ser que recién ahí accedería a un nivel de
emociones de las que antes carecía. Error. Ya las tenía. Y ese nivel emocional
no estaba más allá de su razón, o superior. Era, sencillamente, concomitante.
¿Y el Sr. Spock?
El guionista lo hace aparecer como una persona fría porque razona mucho. Error.
¿Qué tiene que ver? Según lo que acabamos de decir, nada. En todo caso, hay
personas -razonen mucho o poco- a las cuales les cuesta expresar lo que
sienten, aún en el caso de que su razón les señale que esa expresión sería
sumamente conveniente.
El Sr. Spock
sintió que sus amigos estaban en peligro, y quiso ayudarlos. Por más que entró
a la nave hecho un bloque de hielo, esos eran sus sentimientos (aunque en un
momento, Kirk y McCoy lo dudaron). Sentimientos sellados por una razón que le
decía que eso estaba perfectamente bien.
Curiosamente, en
Viaje a las Estrellas II, el Sr. Spock da su vida por la nave y su tripulación.
El Enterprise está tratando de tomar velocidad ante la inminente explosión de
una nave enemiga muy cercana a su posición. Empero, sus sistemas están dañados
y el piloto, el Sr. Zulu, no puede hacer más que esperar que el ingeniero Scott
arregle el problema. Pero Scott no puede hacer nada. En minutos, el Enterprise
será destruído por la explosión de la otra nave.
Spock se da
vuelta en su asiento y su expresión revela la toma de conciencia total de la
situación. Lo veremos, con decisión, aunque sin correr, dirigirse hacia la sala
de máquinas. Kirk no lo advierte. Spock va a entrar a una zona de radiación de
niveles mortales para arreglar manualmente el reactor. McCoy trata de
impedírselo. Spock, sin violencia, lo neutraliza. Entra a la sala del reactor y
cierra el visor aislante, para que los demás no sean afectados. Arregla el
reactor, con la eficiencia acostumbrada. El tablero del Sr. Zulu indica
velocidad restaurada. El
Enterprise acelera. Y escapa por segundos de la enorme explosión.
En la sala de comandos,
Kirk está distendido. Pero entonces lo llaman de la sala de máquinas.
Simplemente, le piden que vaya, y nada más, aunque en un tono muy especial. Jim
ve el asiento vacío de Spock y su expresión cambia absolutamente. Se dirige
como un rayo a la otra sección.
Su amigo de toda la vida,
Spock, está tendido junto al reactor. La primera emoción de Jim es la audacia:
trata de ayudar a su amigo herido. Scott y McCoy lo atajan y le explican que ya
todo es inútil: Spock está agonizando y, además, no puede correrse el visor, so
pena de afectar al resto. Ahora Jim siente tristeza, y lo expresa. Llora; una
de las cosas más sanas que cualquier humano puede hacer, que una ridícula
"sección" de nuestra cultura reserva al sexo femenino.
Spock ve a su amigo y le
quedan todavía suficientes fuerzas como para ponerse más o menos de pie y
arreglarse en parte su uniforme. Un respeto mandando por su conciencia, hacia
su amigo, que él había decidido seguir y obedecer. Una relación de mando y
obediencia moralmente correcta.
Almirante y Primer Oficial,
amigos ambos, tienen un diálogo final.
- Spock...!
- Jim... La nave, fuera de
peligro?
- Si...
- No te apenes, Almirante.
Es lógico...
Y, después, agrega:
- Siempre he sido... Y
siempre seré... Tu amigo.
En el funeral, el Almte.
Jim Kirk dice unas palabras para despedirlo.
"De mi amigo, sólo
diré... De todas las almas que encontré en mis viajes, la suya fue la más...,
la más...
humana".
https://www.youtube.com/watch?v=eVIt0DYKssI
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