A muchos está sacando de las
casillas mi comparación de Maduro con los nazis. Es que justamente toco allí
uno de los dramas de las democracias contemporáneas.
En primer lugar se trata de una
analogía, esto es, según Aristóteles, “predicación de un nombre según nociones
en parte igual y en parte diferentes”. Por ende, la analogía NO dice que sea
una igualdad. Luego todos aquellos que me digan que NO son lo mismo me están
diciendo una obviedad.
El asunto es: ¿cuál es el asunto
“en parte igual”? Es precisamente subir al poder por medio de elecciones y
luego atentar contras las libertades que forman parte de lo que muchos
politicólogos han llamado “democracia como forma de estado”. Algo que ha
sucedido muchas veces, especialmente cuando los que acceden al poder son
totalitarios de pura cepa en sus diversas vertientes –o sea primos hermanos: herederos políticos de nazis,
leninistas, mussolinianos, peronistas- que con total maquiavelismo
político mantienen la apariencia de formas democráticas mientras que lentamente
van eliminando toda forma de oposición,
en nombre de “el pueblo” del cual se arrogan la representación
exclusiva.
Sería importante entonces que la OEA y la ONU se pusieran a trabajar en mecanismos de
control sobre ese tipo de atropellos ante los cuales no hay ninguna defensa, y
justamente por ello se terminan viviendo situaciones dramáticas como Venezuela, que parece ser el futuro de todo lugar donde no haya dirigentes lúcidos para
impedirlo. En Venezuela ha desembarcado el ejército cubano y desde allí seguirá
avanzando a todas las regiones cuyos “presidentes democráticos” habrán
encontrado finalmente su oportunidad para convertir a su región a una
municipalidad de la gran “democracia” cubana.
Ojalá hubiera una terapéutica
más rápida. Por ahora no se enojen conmigo porque insista con el diagnóstico.
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