sábado, 4 de octubre de 2008

FILOSOFÍA Y VIDA (III)

Mientras mi cabecita termina de reelaborar ciertas cosas, sigo mi “cruzada” (no quería utilizar ese término….) por “el tema de nuestra tiempo”: la unión de la razón y la vida, divorciadas terriblemente, parece, por el racionalismo occidental de signos diversos, y por los existencialismos que gritaron la vida, pero dejándole la razón al racionalismo. Ese “racionalismo” incluye todo escolasticismo donde a un autor de lo sacralice, se haga “escuela”, se establezcan sus journals, se lo eleve al “maestro” que tiene “sus intérpretes”, se hagan “definiciones”, se lo establezca como criterio de “seriedad”, etc., llámese Heidegger o Carnap…
Lo que sigue corresponde al punto 6.2. del cap. 4 de “Hacia una hermenéutica realista” (2005). Mi mente no se quedó en el 2005 pero fue un punto de quiebre….
Un abrazo y nos vemos la semana que viene…..

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De la amistad al diálogo.
No vamos ahora a reiterar los análisis sobre este tema efectuados en otra oportunidad, donde insinuábamos una posible compatibilidad entre las normas del diálogo tal como aparecen en Habermas y las exigencias éticas de la comunicación con el otro(1), donde la diferencia básica entre manipulación y comunicación nos llevaba a la incorporación de la verosimilitud, rectitud y sinceridad como normas básicas de la ética, ni tampoco vamos a desarrollar una posible filosofía del diálogo desde las exigencias mismas de una filosofía cristiana (2). Si bien, por supuesto, ahora la noción de “mundo” que utiliza Habermas ha quedado claramente basada en las relaciones intersubjetivas basadas a su vez en la noción de persona y acción teleológica existentes en Santo Tomás y Husserl.
Lo que ahora queremos destacar es que el diálogo es en sí mismo un peculiar juego de lenguaje, cuyas normas, analógicas, pueden ser explicitadas, pero que presupone una actitud moral que es la misma de la que hablábamos en el apartado anterior, actitud moral que conduce al descubrimiento de la realidad del otro como base de una posterior via inventionis como camino del análisis metafísico de la finitud. Si la realidad del mundo de vida implicaba, no cruzar, sino eliminar el “puente” entre sujeto y objeto, el diálogo es el momento existencial donde necesariamente ese puente desaparece y el objeto pasa a ser una persona, relacionada con uno mismo en la amistad, de tal forma que el “mundo” en el cual los dos amigos habitan destruye sanamente todos los debates típicos de una teoría del conocimiento donde el sujeto no ha salido de sí mismo. Y aparece, al mismo tiempo, la evidencia de todos los aspectos de la realidad del mundo que nos conducen a la toma de conciencia de nuestra finitud. El amigo es real, el amigo tiene un modo de ser, y al amor al otro se hace real como amor precisamente por la muerte: ama quien se decide a amar a quien puede morir. Y existe con madurez sólo aquél que sabe que va a morir.
En ese sentido, hay dos normas implícitas en esta actitud moral de la que hablamos anteriores y fundantes de una ética del lenguaje:
- el diálogo nace de la misericordia, y la misericordia nace la mirada al rostro sufriente del otro (3). Sólo escucha quien se compadece. Eso implica arriesgarse a no saber qué contestar. El diálogo no es una receta de respuestas preparadas. Quien se larga a tomar la mano de alguien que se está ahogando en un río agitado, sabe que puede morir con él. Pero si hay respuestas si hay algo que decir, ese algo que decir habrá nacido de lo anterior.
- Sólo se puede mirar al otro desde el absoluto no-engaño del sí mismo. Cuando nos compadecemos, no sólo escuchamos, sino que nuestra mirada adquiere un matiz especial: el otro mira a quien somos. Quien se larga al río de la tragedia del otro sólo puede tirarse consigo mismo: los disfraces y las máscaras aumentan el peso y no nos sirven. Cuanto más inauténtica sea nuestra existencia, más nos quedaremos a la vera del río jugando con nuestros disfraces mientras el otro se muere. El otro nos necesita como somos. Eso no incluye nuestros defectos, pues estos son un no ser, y del no ser, el otro no puede agarrarse (4). Nuestra mano puede ser raquítica pero el otro, cuando tome nuestra mano, no tomará lo raquítico, sino la mano. En la desnudez existencial de nuestro arrojarnos al río del otro, es el bonum, y no la privación, lo que cuenta. Por esto el diálogo implica siempre un abrir nuestro propio horizonte al otro. Mostrar al otro quién uno es, sin engaños, sin planes, sin estrategias ocultas (5).

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1) Ver nuestro ens. “Intersubjetividad y comunicación”, en Studium (2000) Tomo IV, Fasc. VI, pp. 221-261.

2) “Hacia una filosofía cristiana del diálogo”, en Sapientia (2001), Vol. LVI, Fasc. 209, pp. 328-334.

3) Clásica al respecto es la filosofía de Levinas. Dos cosas cortas al respecto podrían ser La huella del otro, Taurus, 2000, y Etica e infinito, Visor, Madrid, 1991.

4) Sobre el mal y la privación, ver Sto. Tomás, CG Libro III, caps. 4 al 15.

5) Ver “Intersubjetividad y comunicación”, op.cit., parte III.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

"Existe con madurez sólo aquel que sabe que va a morir " ,
y existe con madurez aquel que sabe vivir . Mi conciencia del límite pasa por la cotideaneidad de la pequeña muerte (el proceso de vivir-muriendo) , el dolor , la enfermedad , pero también por el límite del goce de la vida , de su celebración .
"Sólo escucha quien se compadece " ,
y escucha quien celebra , lucha con otro y comparte .
Obviamente hablo de un goce productivo , de un goce que implica el bien de ambos sujetos . De un goce que precisamente conduzca a la madurez . Porque cuidado , así como hay un goce falso o inconducente , también hay un compadecimiento falso o inconducente . La clave , como te gusta decir a vos , es la sensibilidad , la identificación , la empatía ... que de nada servirá si te acobardás y no te tirás al río .
Es importante para mí quitarle la visión trágica a la muerte , para que la vida auténtica no sea patrimonio del cristianismo , como creo coincidimos (aunque paradojalmente esto derive en una vida "cristiana" , de aquí el misterio de la santidad ) .
Creo finalmente , Gabriel , que es una cuestión de temperamentos . Vos tenés un temperamento base melancólico , y por lo tanto encarás el tema con tu lucidez habitual , con tendencia a la tragedia y a los hechos heroicos , mientras que yo tengo un temperamento base optimista y cascarrabia a la vez , lo que me inclina más a lo concreto y cotidiano . Saludos por allí . Leeme despacito sin des-contextualizarme , ni disecarme . Me voy a dormir . M.S
PD : el busto de Alfonsín parecía una mezcla de Stalin con Anibal Fernández , o sea que el que lo hizo captó exactamente su esencia .

Zetetic_chick dijo...

Una visión bastante amorosa y humilde del diálogo. Creo que si más personas compartieran esa visión, existirían menos abusos verbales o usos del lenguaje con propósitos no cívicos.

Creo también que puede ser difícil llevarlo a la práctica, especialmente con personas que no son dadas al diálogo franco y sincero.

ZC

Juan Manuel Bulacio dijo...

Excelente Gabriel! En forma más sencilla me referí hoy en mi blog a la relación entre padres e hijos. Hago hincapié en la importancia de crear las condiciones adecuadas para que el diálogo sea posible y fructífero. Tu artículo lo expresa con toda claridad: de la amistad al diálogo. Agrego, de la empatía al diálogo, que para ser auténtico debe basarse en la escucha y el respeto hacia el otro. Fácil decirlo, no tanto ejercitar la indispensable tolerancia y respeto para efectivizarlo. Un abrazo. JM

Anónimo dijo...

Quizá pueda interesarle el siguiente discurso que hizo el Lic. Isabelino Siede (no sé si guarda relación con "Filosofía y vida (III)", pero cuando lo leí me pareció que podría relacionarse con algunos temas filosóficos de la comunicación):

http://www.ibo.org/es/ibla/conference/documents/Quepuedelaescuela.Aportesparaconstruirunmundomejor.pdf



Atte.

LaPequeñaNovia