domingo, 29 de marzo de 2020

UN IMPORTANTE MENSAJE PARA EL MUNDO ACTUAL


Los farolitos se dividen en rojos, verdes y amarillos. Los farolitos amarillos en cuadrados y esféricos.

Los esféricos forman una gran familia. Algunos viven en el aire y otros en las aguas. Los farolitos que nadan nada se pierden de los farolitos que vuelan.

Yo sueño con ser ambos. Sumergirme en las profundidades del mar en un humilde automóvil, y luego volar hacia las estrellas. Pasar por la Galaxia Andrómeda, visitar a mis parientes y luego ir a dar clase, como siempre.

Pero volvamos a los farolitos. No solo están los esféricos. También los triangulares. Los triangulares pueden ser morfómedos, aéreos y sincréticos. Los sincréticos se dividen a su vez en cuatriprócleos, sedacópleos y megacópleos. De esta tríada, los sedacópleos son habitualmente terrestres y viven en zonas templadas. Y de los otros dos grupos………. Me olvidé.

Pero también hay farolitos parlantes. Son los científicos, los filósofos y los literatos. Los filósofos me dicen que el ser del ente se realiza en el mundo vital donde es arrojado al mundo del lenguaje, pero, sobre todo, a la fenomenología del espíritu, donde se vive la seriedad.

Los demás, también.

Los otros, por supuesto.

Y los que quedan, ídem.

Pero no sólo de farolitos vive el hombre. También están los trucuformes. Los trucuformes comen simulocros que como son simulacros no son comida. Por eso están flacos. Pero los hay gordos. Los gordos sufren mucho.

Los flacos también.

Bueno, todos.

Pero los todos se dividen en estos y aquellos. Los estos son parte de los todos pero no son todos los aquellos. Esto lleva su tiempo. Los tiempos se dividen en segundos, minutos, horas, días, meses y años.

Pero habitualmente, son años.

Pero los años luz son más lentos.

Bueno, con esto he descripto todo el universo.

sábado, 28 de marzo de 2020

HÉROES PARA ADENTRO











En casi todas las historias del cine y de la literatura, que recrean una y otra vez el camino del héroe, el héroe sale. Sale del “pequeño mundo” que habitaba y “va” a cambiar el mundo, a cumplir su misión. Luke Sky Walker sale del planeta que habitaba, a su entrenamiento, a ser el Jedi que salvará a la Galaxia. Picard sale de su entrañable Francia y va al espacio, a lugares donde ningún ser humano ha llegado antes.  Superman sale de su planeta y llega a La Tierra. Batman sale de su millonaria residencia. Chihiro sale del auto de sus padres para hacer el bien en un mundo fantástico. Ashikata sale de su pueblo para evitar la guerra entre los humanos y el bosque. Shinji tiene que salir de tu terrible timidez para ser el piloto de Evangelium 1. Y así sucesivamente. Podríamos seguir dando cientos de ejemplos. Todos salen. Todos van. Nadie se queda en casa. La casa es ahora el mundo. El hogar originario queda como un mundo pequeño.

Pero en la situación actual, no podemos salir. No podemos “ir”. El hogar, el mundo aparentemente pequeño, intrascendente, se ha convertido ahora en el mundo que hay que salvar. Ahora el camino del héroe es re-descubrir que ese mundo no era pequeño, y que necesita ser salvado de nuestra tristeza. Ahora hay que re-descubrirse como el héroe de lo cotidiano. Ahora ser héroe es hacer la vida fácil a los demás. Ahora ser héroe es entenderlos, animarlos, amarlos, re-descubrirNOS. Estar juntos. Ver pelis juntos, hacer gimnasia juntos, compartir la tele, la compu, hablar, perdonarse. Respetar los pequeños espacios. Escuchar y respetar los silencios. Es llamar al que está solo. Es mucho. Es infinito. Es una galaxia entera. Ahora el heroísmo es ir hacia allí. Hacia ese gran mundo que teníamos descuidado: los afectos más íntimos.

No sé si será un viaje hacia el espacio donde ningún ser humano había llegado antes, pero seguro será un viaje hacia donde no estábamos hace mucho tiempo.

LEVIATÁN Y COVID-19 , por Antonini de Jiménez


                                                     @antoninidejimenez                                                              

  Universidad Católica de Pereira

Si solo fuésemos un conjunto de moléculas adosadas a un cuerpo tendría sentido celebrar el ejemplo de Asia y de sus “exitosos” programas de aislamiento y vigilancia digital. Solo entonces uno aplaudiría las reflexiones de tipos como Byung-Chul-Han (La emergencia viral y el mundo del mañana) que apelan a una radicalización de las medidas de confinamiento y de estricto control social para Europa. Fue la temerosa Europa que hoy admira los resultados del “estado policial digital” chino la que demostró tiempo atrás que la ventaja del esclavo (nunca se equivoca) es inferior a la virtud del hombre libre (arriesga su vida). No es solo de salvar vidas de lo que se trata con el COVID-19 sino de salvar al hombre del autoritarismo y la vergüenza. ¿O es que esas ventajas “asiáticas” que anhela la izquierda posmoderna para mitigar el virus (reclusiones masivas, video vigilancia; ¡el Big data!) no busca la restauración del viejo Leviatán que nos confina a la estricta obediencia y sumisión? ¿No es este sistema de control social la mayor amenaza que pende sobre una Europa confundida por el miedo? ¿No servirá la sombra del COVID-19 de alimento a un estado de alerta permanente donde las libertades serán recurrentemente suspendidas (se habla de que en octubre llegue otro brote) en favor de cataclismos sobredimensionados?
La pandemia ha demostrado no ser mortífera. Sus ratios serían muy bajos si conociésemos todos los infectados y distinguiéramos las muertes por coronavirus de las muertes con coronavirus. No es al número de fallecidos como al colapso del sistema sanitario lo que instiga la mente de los políticos (el famoso achatamiento de la curva). Por eso es incomprensible que la autoridad médica haya asumido las labores de gestión y dirección pública. El miedo del pueblo les ha facilitado las cosas. El médico analiza la realidad en términos absolutos; para él una vida es igual a todas las vidas. Pero cuando la sociedad entra en escena la vida resulta ser más que la suma de cada una de ellas. La salud es un asunto individual (absoluto a cada vida) y la sanidad relativo (trabaja por el bienestar de cada uno en relación al de todos). Es un error interpretar los desafíos generales como si fueran situaciones que perjudican a cada uno. La política de hoy está presa de la ideología de la intimidad (los problemas de la sociedad son los problemas que afectan a cada uno). Así, la figura del médico se eleva y asume la función que en otros tiempos se reservaba al sacerdote. La sociedad se medicaliza como si de un cuerpo enfermo se tratara. Su diagnóstico no se guía por los principios de la razón pública y convierte la sustancia social en una sumatoria de conflictos particulares. Esta política irresponsable de confinamiento masivo hace de la sociedad un paciente moribundo. Su obsesión por evitar que nadie muera pone en riesgo la vida de todos.
A todo ello se une un costo de oportunidad muy elevado en países donde la libertad está garantizada (el esclavo no tiene otra cosa más que su vida). Confinar a todo un país sin ningún plazo y en función de la tendencia que muestra una estadística cogida por los pelos nos coloca ante riesgos inasumibles. ¿Por qué la reducción de los efectos secundarios es esencial para el éxito de la vacuna y no para las políticas de contención de daños? No somos un cuerpo sometido al peligro de un virus, nuestra vida exige de la reactualización de infinitos acontecimientos solo satisfechos en el mundo que nos empeñamos en aislar.
Todo se hace más dramático en los países en desarrollo. En ellos, la política de aislamiento no solo generará destrucción de empleo, cierre de empresas, y caída de la producción. La dificultad económica se une a la gran debilidad de las instituciones públicas, incapaces de llegar a una gran mayoría excluida de los mecanismos formales de asistencia. Justificada la política de #yomequedoencasa en nombre de los más débiles serán estos finalmente los que paguen el precio más alto. No es cierto que el virus suponga una paralización del capitalismo en los términos que sostiene Slavoj Žižek (el COVID-19 es un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista), sino todo lo contario. Los desequilibrios del sistema se harán más acuciantes y en América Latina problemas de seguridad y orden público extenderán hasta sus límites las consecuencias de la hiriente desigualdad. Hubiese sido suficiente multiplicar temporalmente el gasto público para sostener la infraestructura sanitaria de emergencia unida a programas de asistencia social para los grupos más vulnerables en lugar de enfrentar el virus a martillazo.
De esta crisis se pone en evidencia el vacío ideológico de la izquierda posmoderna. Muchos intelectuales han criticado el fuerte eurocentrismo que pesa sobre el destino de Latinoamérica. Una Europa férrea los postergaba a seguir recomendaciones ajenas a la idiosincrasia de sus pueblos (críticas al FMI, Banco Mundial, OMC, etcétera). No han ponderado la diferencia de sus modelos económicos, tampoco lo han hecho en vista de las dificultades materiales que supone una política de reclusión prorrogable, ni de los efectos sociales que implicará para la salud y el bienestar general. Paradójicamente, vemos ahora como intelectuales de la talla de Martín Caparrós abrazan sin vacilación las medidas europeas más extremas de confinamiento. Ya pasó el tiempo del pánico; es hora de repensar con urgencia las políticas de confinamiento antes de que lamentemos no poder volver atrás.

domingo, 22 de marzo de 2020

LOS LIBERALES CLÁSICOS Y EL CORONAVIRUS.



Una nueva grieta ha surgido entre los liberales (clásicos) por este tema, con acusaciones muy fuertes de estupidez y maldad.

Me decidió a escribir esto un video de Juan Ramón Rallo donde aclara que Hayek no se oponía a la acción del estado en caso de las epidemias.

Así es. Por ende, la cuestión está mal planteada. La cuestión no es si el estado debe o no intervenir en estos casos. Ese es un debate entre los liberales clásicos y los anarcocapitalistas. Entre los liberales clásicos, que los estados, preferentemente municipales y excepcionalmente federales, tengan que intervenir cuando hay bienes públicos estatales que no puedan ser en lo inmediato privatizados, es algo en lo que hay bastante consenso.

Yo mismo (1) lo afirmé en 1989, en El humanismo del futuro (que ya quedó en el pasado…):


 “…Todas las reflexiones anteriores nos muestran lo inútil de la falsa dialéctica entre el “estado gendarme” y el “estado subsidiario”. El estado es subsidiario porque su misión específica es por definición, como hemos visto, subsidiaria, y basta la demostración, cada caso, de que tal o cual actividad no está relacionada necesariamente con dicha función específica –custodiar el derecho- para que, en principio, dicha actividad deba estar a cargo de los privados. Por supuesto, esto no excluye una gran zona que podríamos llamar “zona gris” que produce dificultades concretas a la hora de decidir si tal o cual actividad debe estar o no en manos del estado. Por supuesto, esto no implica negar que, como venimos diciendo, todas las actividades culturales –esto es: artísticas, científicas, deportivas, educativas, económicas, etc.- deben estar en principio dentro de la iniciativa privada pues ellas derivan del ejercicio de los derechos personales, y éste es ya un principio que brinda suficiente claridad. Pero hay casos, que analizaremos más adelante, que presentan dificultades: el caso de la subsidiariedad sociológica, ya aludida; los problemas de moral publica, los bienes públicos y las externalidades. Más adelante nos referiremos a esos casos. Por supuesto, son casos posibles de resolver, pero no nos parece sensato negar a priori la dificultad intrínseca que presentan, sea cual fuere la solución posterior que demos a la dificultad50b."

En el caso de los bienes públicos y externalidades, una vez aclarado que la mayoría de ellas se puede internalizar y que gran parte de los bienes públicos pueden ser privatizados, dije:

“…Desde luego, cabe señalar que, en todos aquellos casos donde debido a las externalidades negativas y/o los bienes de públicos se produzcan problemas que afecten directamente al derecho a la vida y/o propiedad de las personas, y la acción del proceso de mercado no pueda, al menos a corto plazo, solucionar la cuestión, el estado, cumpliendo su misión específica de custodiar los derechos del hombre, debe intervenir. Por supuesto, cuanto más jurídicamente abierto sea el mercado, esos casos serán raros. Además la intervención del estado en esos casos no debe monopolizar el bien en cuestión, como tantas veces se ha señalado”.

Por lo tanto, NO es cuestión de decir que loe estados no deben intervenir en una epidemia. El debate se concentra en si las medidas tomadas para ESTA pandemia son las convenientes o podía haber habido otras.

A su vez, es extraño que algunos liberales piensen de otros lo que los estatistas en general piensan de los liberales en muchos sentidos. Habitualmente se nos acusa de malvados porque somos reacios a la intervención del estado en temas de pobreza, medio ambiente, etc., como si fuéramos unos malvados totales indiferentes ante el prójimo, cuando en realidad nos interesa, como a muchos, el bienestar de todos, sólo que recurrimos a otros métodos. Aquí es lo mismo. Si alguien opina que ESTAS medidas no son las adecuadas, NO es porque no le importe el número de muertos, NO es porque tenga desprecio por la vida, sino porque considera que podría haber otros modos de tratar la cuestión.

Hay otros temas, además, que desde el liberalismo clásico se pueden aportar para pensar en esta cuestión.

Uno, el conocimiento disperso. El libre intercambio de puntos de vista favorece un mayor conocimiento, y de igual modo sucede con los bienes y servicios. Por ende, estar abiertos a escuchar los diversos pareceres de los epidemiólogos ayudaría mucho.

Dos, los beneficios del libre mercado para las situaciones de emergencia. En ese caso, medicamentos, servicios médicos, etc., son áreas donde no se debe, más que nunca, eliminar al mercado, sino dejarlo actuar para que se coordinen mejor las necesidades de la demanda frente a esos bienes.

      Tres, los beneficios de una sociedad libre, el libre mercado, la libre educación y la libre medicina para el descubrimiento de nuevas tecnologías. Así como el mercado libre acelera la producción de tecnologías limpias que ayudan al medio ambiente, así también ayuda al descrubrimiento de nuevos medicamentos y nuevas vacunas que además bajarán de precio en la medida que no se intervenga en la coordinación entre oferta y demanda. 

Cuatro, dejar actuar a los servicios privados de salud, con sus propias ofertas y decisiones, va en la misma línea.

     Cinco, los liberales sabemos qué es una corrida bancaria y qué la causa. El sistema bancario colapsa si todos los depositantes exigen sus fondos. La cuestión es por qué se comportan así. De igual modo colapsa cualquier sistema hospitalario, y mucho más si no se deja al mercado reaccionar. La cuestión es: ¿el conocimiento disperso, bajo un sistema abierto y libre de conocimiento, produce que la demanda (subjetiva) de un servicio suba de golpe? ¿Si?

Como ven no me he introducido en la discusión biológico o si la cuarentena es apropiada o no. Sólo quise mitigar los enojos en el debate y tratar -de modo quijotesco como siempre- de frenar la guerra de acusaciones de estupidez y-o maldad entre unos y otros. 

Pero chocaré una vez más contra los molinos de viento.

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(1) Perdón que me cite a mí mismo, es que ya se me ha "acusado" de negar TODA acción del estado, cuando hace 31 años que tengo fijada mi posición al respecto. 



50b Creemos que un análisis moderno del principio de subsidiariedad debería completarse con el tratamiento de las “fallas de la gestión del Estado” desarrollado por la escuela de “Public Choice” liderada por J. Buchanan. Sobre este y otros aportes de Buchanan, véase Romer, T.; “On James Buchanan’s Contributions to Public Economics”, en Journal of Economic Prospectives,Vol. 2, No4, otoño de 1988, pja. 163-179. (*11: A lo largo de estos años nos hemos convencido cada vez más de la importancia de los análisis de J. Buchanan sobre la rent seeking society para la comprensión de la crisis de la democracia constitucional y la relación con los grupos de presión. Lo aclararemos en una próxima nota, por ahora téngase en cuenta que ese mismo tema es importantísimo para el principio de subsidieriedad y el tema de los “privilegios” para tal grupo o sector. Por supuesto, sabemos que habitualmente partidarios del Public Choice y partidarios de la subsidieredad del estado se ignoran, pero si se conocieran es posible que tuvieran choques en algunas de sus premisas antropológicas y éticas últimas. Aunque no sea este el momento de tratarlo, creemos que los análisis específicos de Buchanan sobre la Constitución Federal, la economía y las finanzas son en sí independientes de esa cuestión. Al respecto, ver The Logical Foundations of Constitutional Liberty, vol. I de The Collected Works of James M. Buchanan, Liberty Fund, 1999.

lunes, 16 de marzo de 2020

RETRACTACIÓN


Yo, Galileo, hijo de Vincenzo Galileo de Florencia, a la edad de 70 años, interrogado personalmente en juicio y postrado ante vosotros, Eminentísimos y Reverendísimos Cardenales, en toda la República Cristiana contra la herética perversidad Inquisidores generales; teniendo ante mi vista los sacrosantos Evangelios, que toco con mi mano, juro que siempre he creído, creo aún y, con la ayuda de Dios, seguiré creyendo todo lo que mantiene, predica y enseña la Santa, Católica y Apostólica Iglesia.

Pero, como, después de haber sido jurídicamente intimado para que abandonase la falsa opinión de que el Sol es el centro del mundo y que no se mueve y que la Tierra no es el centro del mundo y se mueve, y que no podía mantener, defender o enseñar de ninguna forma, ni de viva voz ni por escrito, la mencionada falsa doctrina, y después de que se me comunicó que la tal doctrina es contraria a la Sagrada Escritura, escribí y di a la imprenta un libro en el que trato de la mencionada doctrina perniciosa y aporto razones con mucha eficacia a favor de ella sin aportar ninguna solución, soy juzgado por este Santo Oficio vehementemente sospechoso de herejía, es decir, de haber mantenido y creído que el Sol es el centro del mundo e inmóvil, y que la Tierra no es el centro y se mueve. Por lo tanto, como quiero levantar de la mente de las Eminencias y de todos los fieles cristianos esta vehemente sospecha que justamente se ha concebido de mí, con el corazón sincero y fe no fingida, abjuro, maldigo y detesto los mencionados errores y herejías y, en general, de todos y cada uno de los otros errores, herejías y sectas contrarias a la Santa Iglesia. Y juro que en el futuro nunca diré ni afirmaré, de viva voz o por escrito, cosas tales que por ellas se pueda sospechar de mí; y que si conozco a algún hereje o sospechoso de herejía, lo denunciaré a este Santo Oficio o al Inquisidor u Ordinario del lugar en que me encuentre.

Juro y prometo cumplir y observar totalmente las penitencias que me han sido o me serán, por este Santo Oficio, impuestas; y si incumplo alguna de mis promesas y juramentos, que Dios no lo quiera, me someto a todas las penas y castigos que me imponen y promulgan los sacros cánones y otras constituciones contra tales delincuentes. Así, que Dios me ayude, y sus santos Evangelios, que toco con mis propias manos.

Yo, Galileo Galilei, he abjurado, jurado y prometido y me he obligado; y certifico que es verdad que, con mi propia mano he escrito la presente cédula de mi abjuración y la he recitado palabra por palabra en Roma, en el convento de Minerva este 22 de junio de 1633. Yo, Galileo Galilei, he abjurado por propia voluntad.






Yo, Gabriel, hijo de Luis Jorge, de Buenos Aires, a la edad de 59 años, interrogado personalmente en juicio y postrado ante vosotros, Eminentísimos y Reverendísimos científicos y gobernantes, en toda la República Científica, contra la herética perversidad, Expertos generales; teniendo ante mi vista los sacrosantos hechos, que toco con mi mano, juro que siempre he creído, creo aún y, con la ayuda de Dios, seguiré creyendo todo lo que mantiene, predica y enseña la Santa ciencia.

Pero, como, después de haber sido intimado por la espiral del silencio para que abandonase la falsa opinión de que las cosas podrían ser de otro modo, y que no podía mantener, defender o enseñar de ninguna forma, ni de viva voz ni por escrito, la mencionada falsa doctrina, y después de que se me comunicó que la tal doctrina es contraria a los Sagrados Hechos, escribí y di a la imprenta un libro en el que trato de la mencionada doctrina perniciosa y aporto razones con mucha eficacia a favor de ella sin aportar ninguna solución, soy juzgado por este Santo Oficio vehementemente sospechoso de herejía, es decir que las cosas podrían ser de otro modo. Por lo tanto, como quiero levantar de la mente de las científicos y de todos los ciudadanos esta vehemente sospecha que justamente se ha concebido de mí, con el corazón sincero y fe no fingida, abjuro, maldigo y detesto los mencionados errores y herejías y, en general, de todos y cada uno de los otros errores, herejías y sectas contrarias a los hechos. Y juro que en el futuro nunca diré ni afirmaré, de viva voz o por escrito, cosas tales que por ellas se pueda sospechar de mí; y que si conozco a algún hereje o sospechoso de herejía, lo denunciaré a este Santo Oficio o experto del lugar en que me encuentre.

Juro y prometo cumplir y observar totalmente las penitencias que me han sido o me serán, por este Santo Oficio, impuestas; y si incumplo alguna de mis promesas y juramentos, que Dios no lo quiera, me someto a todas las penas y castigos que me imponen y promulgan los sacros cánones y otras constituciones contra tales delincuentes. Así, que Dios me ayude, y sus santos hechos, que toco con mis propias manos.

Yo, Gabriel, he abjurado, jurado y prometido y me he obligado; y certifico que es verdad que, con mi propia mano he escrito la presente cédula de mi abjuración y la he recitado palabra por palabra en Buenos Aires, el 16 de Marzo de 2020. Yo, Gabriel, he abjurado por propia voluntad.

domingo, 15 de marzo de 2020

FEYERABEND Y EL CORONAVIRUS


Feyerabend tiene muchas cosas difíciles de aceptar, pero una de ellas es su noción de “Nueva Ilustración”. No se la entiende o, si se la entiende, obviamente se la rechaza, porque mueve totalmente el piso de nuestro actual paradigma cultural.

Feyerabend explica que la Ilustración separó al Estado de las iglesias (ahora no entremos en la distinción entre laicismo o laicidad), y eso lo ve como positivo, como un camino a respetar las decisiones de las personas en temas importantes de su vida. (Repárese: “importantes”). Lo considera un signo de madurez. Claro, se podría debatir qué es la madurez. Tal vez se podría interpretar que luego de las guerras religiosas entre católicos y protestantes, Occidente “maduró” sacando a lo religioso del ámbito de la coacción del estado. Claro, en ese caso hay que “separar”, también, a la Revolución norteamericana de la Revolución Francesa, pero Feyerabend no repara en esa distinción. Solo le interesa señalar que Occidente enfrenta un nuevo tipo de inmadurez: dejar en manos de funcionarios estatales las decisiones personales que tengan que ver con “lo científico”. Antes era el inquisidor, ahora es el “experto”. Pero para Feyerabend, así como debe haber libertad ante lo religioso, debería haber libertad ante la ciencia.

Pero no, no la hay. Por eso las nociones de educación pública y salud pública son sacrosantas en el Occidente actual, porque ocupan el lugar cultural que antes ocupaba la religión única en el Sacro Imperio. Sacro imperio que te protegía del error religioso, del “contagio” de las religiones falsas, y ello con plena aceptación de casi todos. Ahora es el sacro imperio científico, donde el estado protege tu salud corporal de lo que la ciencia diga que es malo para ella. Porque antes protegía la salud del alma, ahora, la del cuerpo. Un cambio de paradigma importante. Pero una continuidad: en lo que un horizonte considere importante, fundamental, esencial, probado, conocido, etc., coerción, por tu bien y por el de los demás. Era el argumento de los inquisidores.

Lo que está sucediendo con el coronavirus va más allá del debate biológico. Hay algo más allá de su grado de mortalidad o su grado de contagio. Allí ya entraron discusiones interminables: que si es más o menos grave que otras enfermedades, (con las cuales convivimos diariamente sin ningún pánico porque ya las tenemos asumidas), etc. La cuestión cultural de fondo es otra: casi todos demandan al estado la salud física pública. Y además, en una cultura que no asume la muerte, que no habla de ella, que la patea para adelante, la creencia en que hay un nuevo virus fatal dando vueltas dispara todos nuestros más atávicos temores. Las dos cosas se mezclan. Ante el temor, fundado o no, ante el virus, todos llaman al estado, que hace lo que sabe hacer: prohibir para evitar el contagio, de igual modo que el Sacro Impero Cristiano te protegía del contagio de los infieles.

¿Tiene esto solución? No. Feyerabend demanda una nueva Ilustración, que separe a la ciencia del estado, pero obviamente ello es hoy imposible. Es como si alguien hubiera escrito en el s. XIII la declaración de libertad religiosa del Vaticano II. Ni siquiera se hubiera entendido de qué se estaba hablando.

Así están las cosas. Depositamos nuestra salud en manos de otros porque pensamos que la ciencia los habilita para ello. Ellos también lo piensan. Todos lo suponen. Es el horizonte actual. He allí la desesperación y el pánico. Ese es el horizonte que retroalimenta a medios, estado y ciudadanos. Así es y durante mucho, mucho tiempo, así será.

miércoles, 4 de marzo de 2020

LA LOCURA HABLA EN PRIMERA PERSONA DE LOS PAPAS.


Si los sumos Pontífices, que hacen las veces de Cristo se esforzaran en imitar su vida, su pobreza, trabajos, doctrina, su cruz y desprecio del mundo; si pensasen en que el nombre de «Papa» quiere decir «Padre» y en el título de «Santísimo», ¿quién habría tan desdichado como ellos? ¿Quién querría alcanzar este lugar a cualquier precio y conservarlo por medio de la espada, el veneno y todo género de violencias? ¡Cómo tendrían que privarse de sus placeres si alguna vez se adueñase de ellos la sensatez…! ¿He dicho la sensatez? Sería suficiente un granito de sal, como la que recuerda Cristo. ¡Tantas riquezas, honores, triunfos, poder, cargos, indulgencias, tributos, caballos, mulos, escoltas y comodidades! Ya veis cuánto mercado, cuánta cosecha y cuánta riqueza he resumido en pocas palabras. Todo esto habrían de trocarlo por vigilias, ayunos, lágrimas, preces, sermones, estudios, jadeos y otras mil pesadumbres. Pero no hay que olvidar lo que sería entonces de tantos escribanos, copistas, notarios, abogados, promotores, secretarios, muleros, caballerizos, recaudadores, proxenetas, y alguno más vergonzoso agregaría, pero temo que resulte ofensivo para el oído. En suma, tan ingente muchedumbre onerosa, me he equivocado, he querido decir honrosa, para la sede romana, se vería reducida al hambre, y esto, verdaderamente, sería cruel y abominable; pero todavía sería más aborrecible que los supremos príncipes de la Iglesia y lumbreras del mundo volvieran al cayado y al zurrón. En nuestros días todo lo que significa sacrificio se lo encomiendan a san Pedro y san Pablo, a los que les sobra tiempo para ello, pero si algo hay que signifique esplendor y regalo, lo guardan para sí. Y así, merced a mi cuidado, no hay hombres que lleven vida más voluptuosa y menos sobresaltada, a fuer de convencidos de que Cristo está satisfecho de su sagrada y casi escénica pompa, de esas ceremonias, de los títulos de «Beatitud, Reverencia y Santidad», y de cómo hacen de obispos repartiendo anatemas y bendiciones. Hacer milagros es antiguo, pasado de moda e impropio de nuestro tiempo; enseñar al pueblo es penoso, interpretar las Sagradas Escrituras es cosa de escolásticos; rezar es ocioso; llorar es de pobres y de mujeres, la pobreza es sórdida y el obedecer es vergonzoso y poco digno de quienes apenas conceden a los reyes más poderosos el honor de besar sus santos pies; morir es espantoso y la crucifixión infamante. Las únicas armas que les quedan hoy son esas dulces bendiciones de que habla san Pablo [117] y que ellos prodigan benignamente, y las interdicciones, suspensiones, agravaciones, anatemas, pinturas odiosas [118] y ese terrible rayo que con sólo su fulgor precipita las almas de los mortales más allá del Tártaro. Los Santísimos Padres en Cristo, vicarios suyos en la Tierra, a nadie apremian con más rigor que a quienes, tentados por Satanás, osan aminorar y menoscabar el patrimonio de san Pedro, pues aunque este Apóstol dijo en el Evangelio: «Todo lo he dejado para seguirte» [119] , reúnen bajo el nombre de dicho santo, ciudades, tributos y señoríos. Encendidos de amor a Cristo, combaten con el fuego y con el hierro, no sin derramar sangre cristiana a mares, entendiendo que así defienden apostólicamente a la Iglesia, esposa de Cristo, cuando han exterminado sin piedad a los que llaman sus enemigos. ¡Cómo si hubiese peores enemigos de la Iglesia que esos pontífices impíos que coadyuvan a abolir a Cristo en el silencio, que lo enmarañan en sus leyes rapaces, lo adulteran con caprichosas interpretaciones y lo degüellan con su conducta infame! Pero aduciendo que la Iglesia cristiana fue fundada con sangre, cimentada con sangre y con sangre engrandecida, resuélvenlo todo a punta de espada, como si no estuviera Cristo para proteger a los suyos, según es propio de Él. Aunque la guerra es tan cruel, que más conviene a las fieras que a los hombres; tan insensata, que los poetas la representan como inspirada por las Furias; tan funesta, que trae consigo la ruina de las públicas costumbres; tan injusta, que los criminales más depravados son los que mejor la practican, y tan impía, que no guarda el menor nexo con Cristo, los Papas lo olvidan para practicarla [120] . Por eso vemos a ancianos decrépitos que demuestran un ardor juvenil y no les arredran los gastos, no les rinde la fatiga, ni nada les detiene para trastornar leyes, religión, paz y todas las cosas humanas. Además, no les faltan aduladores cultos que den a esta manifiesta insensatez el nombre de celo, piedad y valor, pensando que sea posible esgrimir el hierro homicida y hundirlo en las entrañas de sus hermanos sin perjuicio de aquella caridad perfecta, la cual, según el precepto de Cristo, debe todo cristiano a su prójimo.

ERASMO DE ROTTERDAM. 1508.

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[117] Epístola a los romanos, XVI, 18.
[118] Alusión a las figuras y símbolos infernales que se pintaban en las hopas y corozas de los condenados por herejes.
 [119] Evangelio de Mateo, XIX, 27.

 [120] Posible alusión a la guerra en la que participó el papa Julio II (1503-1510) para defenderse de los franceses, con la ayuda de las armas españolas del Gran Capitán. 

EL OCCIDENTE LIBERAL Y EL CRISTIANISMO

https://newmedia.ufm.edu/video/occidente-liberal-y-el-cristianismo/