Lo positivo del resultado de las elecciones del Domingo pasado no es el triunfo de Milei, sino la derrota del peronismo de izquierda. Para que esto no se entienda como una crítica más contra Milei, permítaseme explicarlo.
Por supuesto que un mundo paralelo
sin ningún tipo de peronismo habría sido lo ideal. Pero el mundo real es que
la Argentina es culturalmente peronista, forma parte de nuestro ADN cultural e
incluso los anti-peronistas lo son porque esa antinomia forma parte de su
esencia. No, no es Hegel, pero se le parece.
Pero hay dos tipos de peronismo.
Uno, que se va perfilando a partir de los 80, busca insertarse en el juego de
la Constitución del 53 y comienza a dialogar con nociones ligeramente parecidas al mercado sin escandalizarse.
El otro sigue anclado
irremisiblemente a la teoría de la dependencia de la CEPAL de los años 70 y lo
peor es que justificó y justifica las revoluciones filocastristas de las guerrillas
de los 70. Ese peronismo es irrecuperable para el orden constitucional, y eso
forma parte de la esencia del kirchnerismo.
A partir de 1983, los argentinos intentan, con ensayo y error, desprenderse de ese terrible lastre para el desarrollo político y económico. Alfonsín y Menem formaron parte de esos intentos. El kirchnerismo fue un grave y largo retroceso, pero Macri fue otro intento. Y ahora, Milei.
Todos ellos, SIN la comparación con
el peronismo de izquierda, han tenido y tienen graves defectos y son muy criticables
en sí mismos. Alfonsín, Menem, Macri, Milei, todos tienen graves defectos y,
además, encarnan (Macri tal vez es el que menos) un modo de liderazgo que sigue
teniendo el caudillismo no republicano como modo de acción y comunicación, ADN
que es anterior al mismo Perón. Pero es parte de la evolución. El asunto es ver
qué capacidad tienen Macri y Milei (que son los actuales intentos) para
corregir, sobre la marcha, esos problemas y seguir para adelante. Si no lo hacen,
el kirchnerismo puede volver y la Argentina no tendrá futuro.
Por lo tanto, el optimismo no
radica en que tal o cual persona haya ganado, sino que, una vez más, muchos
argentinos intentan, como pueden y con pocas alternativas, desprenderse de un
lastre que inevitablemente los conduce a la decadencia.
En eso estamos.
El futuro dirá.
