El debate sobre la cuarentena obligatoria tiene
tantos aspectos que creo que escapan a lo que una sola persona pueda conocer.
Hay temas biológicos, estadísticos,
psicológicos, políticos, económicos, comunicativos, religiosos, etc.
Hay un tema, sin embargo, no tan popular, que
quisiera, otra vez como una quijotada inútil, escribir.
Hay un terrible aspecto de la humanidad que me
ha convertido en un liberal triste. La libertad es un valor importante, por el
cual vale la pena perder todo, pero es extraño al ser humano después del pecado
original. Hace tiempo que vengo repitiendo, con tristeza, que la historia de la
humanidad es la historia de Caín. Es la historia de la crueldad, de una
crueldad que va de la mano con la masificación casi absoluta de casi todos los
seres humanos. En medio de eso, el surgimiento del liberalismo político y
económico (no voy a aclarar de vuelta de qué liberalismo hablo) ha sido un
cuasi-milagro, una excepción en la historia de la esclavitud. Una excepción por
la cual vale la pena seguir luchando, sí, pero como un deber moral, que
habitualmente no tiene ningún éxito hacia afuera, más allá de la conjetura de
que esa quijotesca batalla es lo único que tal vez impide que el reino de Caín
sea absoluto.
Ese ideal liberal tuvo sólo un imperfecto
momento de “haberse convertido en horizonte” (esto es, cultura). Fue el surgimiento
de los EEUU, muy imperfecto, por supuesto, del cual no participaron al
principio ni afroamericanos, ni indígenas ni mujeres, pero algo misterioso guio
la pluma de Jefferson cuando escribió “all
men…”, dejando en la historia de Caín una espina clavada de Abel, para
siempre, al menos como norte, como deber, como ideal regulativo.
Pero muy rápido entró en declinación. No sé si
necesariamente, pero casi al ritmo de los temores de los anti-federalistas, la
República se convirtió paulatinamente en un imperio. Fue un horror cuando
después del 2001 se sanciona la Patriot
Act, la cual suspende al arbitrio del Poder Ejecutivo cuanto Rule of Law se pudiera haber concebido. La
Declaración de la Independencia fue guiada por el misterio. La Patriot Act, por el pánico.
En todas partes del mundo fue siempre así. Los
EEUU –de la mano del Common Law
británico- son los únicos que tienen una Declaración de Independencia cultural a
la cual “no es imposible” (pero las excepciones no abundan) volver. En cualquier
otro lado, no hay nada a donde volver. Hay que siempre comenzar.
Todo esto es así hace mucho tiempo. El mundo ya
era cerrado antes de este virus. El mundo ya había renunciado a la libertad. El
temor, la masificación, las ideologías autoritarias –racionalizaciones, tal
vez, de la pulsión de agresión- ya lo dominaban todo. Ante eso, ya los quijotes
decíamos: no se puede, nunca, violar los derechos esenciales de la persona. El
fin no justificaba los medios. Las guerras no son excusas. El terrorismo
tampoco. No se debe, nunca. Nada autoriza a asesinar. A robar. A encarcelar. A
perseguir. A delatar. Nada, nunca. Nunca.
Pero era inútil, ¿no? Era inútil decirlo. El reino
de Caín siguió avanzando, casi inexorable. La libertad ya se vivía, sólo, en la
secreta resistencia de los voluntariamente débiles frente a las fuerzas de
Caín.
Ante ese panorama, que la lucha contra un virus,
por peligroso que fuere, justifique moralmente la Unión Soviética Universal, el
encarcelamiento de todos, la voz única por los nuevos altoparlantes, la
delación, la persecución al disidente y, dentro de muy poco, los disparos al
disidente, no debe sorprendernos.
El mundo ya ha caído en la etapa más negra de
su historia luego de la Segunda Guerra. Cuando salga la famosa vacuna puede ser que algunos se
calmen, pero la pregunta será, ¿what´s next?
Todos los años planteo a mis alumnos qué harían
ante una situación donde el único modo de salvar a 30.000 personas en un
estadio deportivo es torturar al que puso la bomba. Se podrán imaginar la
respuesta (era la respuesta de los militares del 76). Yo casi no digo nada. A
veces digo “una vez que cruzas la línea, ya no hay vuelta atrás”.
Ya no hay vuelta atrás. El virus se hará
masivo, habrá llegado la vacuna, los creyentes en la ciencia saldrán de vuelta
a las calles y sus sacerdotes lo permitirán, pero el mundo habrá dado un nuevo
salto hacia la esclavitud.
3 comentarios:
Veremos mi querido amigo, espero que entre los imprevisibles, en el fondo de la caja de Pandora, quede todavía un nuevo virus, una nueva cepa del viejo virus de la libertad, anhelada por quienes la perdieron y prefieren cometer sus propios errores antes que sucumbir a los ajenos,
Nunca había leído un artículo tuyo tan pesimista, tan desolador. Pero no puedo dejar de darte la razón porque yo hace muchos años que me volví así. Cada tanto siento el llamado de la responsabilidad y escribo algo para difundir las ideas liberales, para ayudar a pensar a las personas inteligentes y aún no contaminadas por la irracionalidad política, pero cuando veo los excesos pasionales de algunos liberales, su intolerancia a la discusión libre con quienes cuestionan algunos principios del liberalismo económico, vuelvo al pesimismo. Y me digo: "Nunca, jamás será liberal la humanidad" ¿Por culpa de quiénes? Vos decís: de la cultura cainesca,la herencia genética de la oscuridad que nos viene desde el fondo de los tiempos, la crueldad humana. Yo digo algo parecido, pero le agrego: también por culpa de los propios liberales, Pero como vos y yo somos quijotescos, seguiremos adelante, soñando con un mundo libre aunque nunca lo vamos a ver.
Seguiremos esperando contra toda esperanza...
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