Vamos a iniciar algunas
entradas comentando aspectos de los personajes más interesantes –a mi juicio,
claro- de la famosa serie “E.R”, que tuviera 15 temporadas entre 1994 y 2009 y
fuera uno de los éxitos televisivos –con justicia, no hablamos de Tinelli- más
importantes de las últimas tres décadas.
La descripción de la
sala de emergencias del County Hospital de Chicago ha sido considerada en
general como bastante realista, y los casos médicos, también. Con respecto a sus
protagonistas, la serie corta ya definitivamente con el esquema de series
médicas de los 60 y los 70, como las de Ben Casey o como la famosa “Centro
Médico” donde había dos personajes centrales y heroicos, el joven Doctor,
brillante, y su mentor, con más experiencia, que lo guiaba y frenaba a veces
sus demasiadas audacias. No, en E.R. los personajes son muchos, no heroicos,
con sus problemas personales, sus neurosis, sus errores médicos y éticos, a
veces muy graves, sus idas, sus venidas, etc., y ello constituye tal vez la
clave del éxito de la serie, pues cada uno de estos personajes está muy bien
logrado y actuado. Guión, dirección, actuación y música se combinan para dar un
resultado único y clásico.
Comencemos hoy con Abby
Lockhart.
Abby aparece primero
como una enfermera especializada en neonatología y obstetricia –nada fácil- y
pasa rápidamente a integrar el equipo de enfermeras de la sala de emergencia. A
diferencia de su gran amiga, Neela, médica que luego se especializa en cirugía,
Abby no es memorística, cosa difícil en la medicina actual. Tiene una
comprensión global de los temas y las situaciones y una intuición del tema
médico en cuestión que ayuda a que sus normales conocimientos vayan
directamente al punto donde otros, más eruditos tal vez, dudan. Abby tiene
además una empatía inusual para con sus pacientes, característica que los
guionistas utilizan para el nunca terminado debate entre el apego y el desapego
entre médicos y pacientes. Estudia luego la carrera de medicina, que está a
punto de dejar precisamente por su falta de memoria, si no fuera por un gran
profesor –que luego es su paciente- que la alienta a seguir. Va ascendiendo
luego en toda la carrera médica de la sala de emergencias, sin pretenderlo, en
medio del respeto y afecto de todos sus compañeros.
Pero –y esto es lo
fascinante de la serie- no estamos hablando precisamente de Wonder Wooman. Abby
es independiente, es decidida, tiene una mirada amante y penetrante, “ve” al
paciente y a su caso, como uno solo, pero… Es frágil. Fuma y es alcohólica,
siempre en tratamiento de recuperación. Tiene dos grandes amores: primero el
profundo y sorpresivo John Carter, que la deja, y luego el callado,
conflictuado y grandote Luka Kovac, que había llegado a EEUU de Croacia habiendo
perdido a toda su familia. Esta relación prospera, pero no sin sus altibajos:
Abby encuentra muy difícil la formalización de la boda y sus rituales y luego
le cuesta aceptar su sorpresiva maternidad. Pero lo hace. Kovac, sin embargo,
tiene que viajar a Croacia por la muerte de su padre y en esa situación, Abby
se derrumba. Cae nuevamente el alcohol y así, alcoholizada, tiene una noche de
contradictoria pasión con el Dr. Moretti –otro MUY complicado personaje- y su
matrimonio casi se derrumba definitivamente, si no fuera porque detrás del
grandote y callado Luka se encondía un amor y un perdón, por su profunda y
complicada esposa, más grande de lo que él se imaginaba.
Esa Abby, frágil e
hipersensible, es la misma que lo arriesga todo por sus pacientes, su vida
entera si es necesaria, la que lo arriesga todo por sus compañeros de trabajo y
sus amigos, la que comprende con mirada maternal y sabia las locuras de sus
pacientes, la que sabe leer las miradas, la que tiene que luchar toda su vida
con su madre bipolar –una de las mejores actuaciones de Sally Field- y también
con su hermano bipolar, la que pide perdón delante de todo el staff por haber
trabajado alcoholizada; la que mira a su esposo implorando por el perdón.
Finalmente Abby y Luka
se van del County Hospital. El capítulo en el que Abby tiene su último día en
el hospital es sencillamente conmovedor, como ella misma. No quiere decir que
se va, pero todos lo descubren. Ese día salva a un adolescente del suicidio,
salva a su amiga Sam Taggart de ser despedida, y finalmente, cuando llega el
final de su turno, lee, como sólo ella puede leerlo, a Job, 38. 16-18: “Have you entered into the springs of the sea, Or walked [a]in the recesses
of the deep?17 “Have the gates of death been
revealed to you, Or have you seen the gates of deep darkness? 18 “Have you understood the [b]expanse of the
earth? Tell Me, if you know all this”. Luego intenta saludar
a Neela, pero ella está operando. La saluda desde el vidrio del quirófano, pone
su mano en el cristal, Neela la mira, no puede decir nada, se miran, en esas
miradas indescriptibles. Luego le enseña a bailar a Frank, el recepcionista, ex
policía, duro por fuera, llanto por dentro; luego sigue caminando, con la
cabeza alta pero no tan alta como los soberbios, con su mirada nostálgica,
hasta que llega a la puerta, donde la esperan sus compañeros, doctores y
enfermeras, que la abrazan…. Y Luka la espera en el auto, con el bebé.
https://www.youtube.com/watch?v=JmsX5H0lI2A
Abby está protagonizada por Maura Tierney, una de las mejores actrices contemporáneas, que sufre las
injusticias de un público que a veces sólo demanda a las niñas sexys que no
saben hablar ni dos líneas.
Abby hubiera sido imposible sin Maura Tierney.
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