domingo, 3 de enero de 2016

PRÓLOGO DE MARIO SILAR A MI COMENTARIO A LA SUMA CONTRA GENTILES

Prólogo de Mario Silar a mi Comentario a la Suma Contra Gentiles. Lo publico porque creo que permite entender mejor a "yo y mis circunstancias". Gracias Mario!


Prólogo a Gabriel J. Zanotti, Comentario a la Suma Contra Gentiles. Un puente entre el s. XIII y el s. XXI.

“Quid est quod non videant
qui videntem omnia vident.”[1]

          Tan cierto es afirmar que “nadie es profeta en su tierra”[2] como que allí donde uno se ha ido lleva consigo algo de lo que vivió en su tierra. Tuve la fortuna de conocer a Gabriel Zanotti cuando él era profesor universitario en la Universidad del Norte “Santo Tomás de Aquino” (UNSTA), la universidad de la Orden de Predicadores –los dominicos–, en la Argentina (con sedes en la Ciudad de Buenos Aires y en la provincia de Tucumán). Desde el principio noté que Gabriel era una rara avis dentro del mundo de la filosofía y la teología tomistas en el que yo –hace ya más de veinte años– recién me iniciaba. Actualmente llevo más de diez años viviendo lejos del país en el que nací, la Argentina. Durante todo este tiempo, los escritos, la amistad y el testimonio de Gabriel han sido mi compañía y uno de los medios por los que pude seguir en contacto con mi querido país, su gente, sus dramas y sus anhelos. Nadie es profeta en su tierra pero hay seres humanos que acaban siendo profetas en la tierra en la que terminan habitando sus discípulos.

          A veces la distancia geográfica y temporal permite tener mejores elementos para valorar adecuadamente lo propio, aquello que forma parte de la identidad personal. Para valorar esto, la excesiva cercanía en algunas ocasiones nos juega una mala pasada. El monje benedictino San Beda el Venerable (672-735) en uno de los textos seleccionados por Santo Tomás de Aquino para comentar el famoso pasaje de Marcos 6, 1-6, citado más arriba, afirma que es casi natural la envidia entre los compatriotas, no considerando los hechos de un hombre, y recordando la fragilidad de su infancia”[3]. He tenido la fortuna de conocer a grandes investigadores vinculados a la filosofía y la teología en los Estados Unidos, en el Reino Unido, en España y en varios otros países de Europa. Son contados los casos en que he conocido personas que reúnan la actitud humilde, el espíritu de asombro, el rigor científico, la apertura a la crítica y la disposición a dejarse enseñar por el interlocutor como supe descubrir en Gabriel, largo tiempo atrás. Durante estos años he podido conocer a muchos scholars, prestigiosos académicos y agudos investigadores pero pocos maestros como los que pude disfrutar durante mis años de formación en la Argentina. Entre aquellos maestros, Gabriel destaca de un modo especial, no sólo porque es un maestro del diálogo en las aulas y en las distancias cortas sino porque, a diferencia de otros grandes maestros –lo cual es de lamentar–, él no huye a la palabra escrita, a la tecnología y a la difusión libre de su obra. Recuerdo una tarde, en los tempranos años noventa cuando recibí un “floppy disk” o disquete con escritos y libros electrónicos del profesor Zanotti. Aquella noche fue muy corta. Con la distancia geográfica y temporal, el cuidado que supo cultivar Gabriel en comunicar su obra, haciendo un intenso uso de las tecnologías de la información ha resultado ser de una ayuda inestimable para continuar aprendiendo de él. Al mismo tiempo, ello sirvió para que la antigua relación alumno-maestro madurara posteriormente en una amistad y en una relación de colegas.

          Entre otras asignaturas, tuve a Gabriel Zanotti de profesor en el curso “Temas de Metafísica”, que se dictaba en el quinto año de la licenciatura en filosofía. A esa altura los alumnos teníamos un conocimiento medianamente riguroso de Tomás de Aquino, centrado principalmente en la Suma Teológica, los comentarios a las obras aristotélicas y el análisis de algunas cuestiones disputadas. Gabriel organizaba la asignatura en torno a la Suma Contra Gentiles. Se trataba de una selección previa de capítulos que cubrían los cuatro libros de la Suma. Recuerdo que llevaba a clase la versión española del texto de Santo Tomás publicado por la editorial “El Club de Lectores” (Buenos Aires), en la traducción de María Mercedes Bergadá (1921-2001). Mis prejuicios e ínfulas de grandeza me llevaron a mirar la situación con cierto desdén. Aquello no parecía académicamente “serio”. Sin embargo, desde el inicio se podía apreciar la gran familiaridad de Gabriel con el texto de Tomás; lo cual se hacía evidente en las referencias casi espontáneas a términos latinos centrales en la obra del Aquinate, y en las aclaraciones filológicas necesarias en los casos pertinentes. No era la primera vez que dictaba la asignatura, y la solidez y plasticidad con la que explicaba los argumentos con los que el fraile dominico iluminaba los distintos problemas abordados resultaba atrapante. Sin embargo, a lo largo del curso Gabriel hacía algo más, no sólo explicaba el texto de Tomás sino que mostraba los vasos comunicantes con los problemas filosóficos, científicos y socio-culturales contemporáneos. Nuevo golpe a mis anhelos de “rigor académico”. Hablar de Santo Tomás y al mismo tiempo comentar problemas filosóficos contemporáneos sin ningún matiz iba contra todos los cánones académicos, y parecía una deriva que conducía a anacronismos y saltos mortales. Sin embargo, también debía admitir que aquella arriesgada empresa se me revelaba como una lectura viva y comprometida de Tomás de Aquino. Al mismo tiempo, también podía apreciar cómo se ponía en juego todo el delicado análisis hermenéutico –tan propio de Zanotti– con el que se evitaban los anacronismos, los simplismos y las conclusiones atropelladas.

          En concreto, me gustaría recordar una clase en la que Gabriel utilizó una imagen de un barco para explicar la articulación entre el carácter perenne del pensamiento de Tomás y la justa apreciación de los progresos en la reflexión filosófica llevados a cabo en la modernidad y en la época contemporánea. La obra del Aquinate constituía el esqueleto de la quilla del navío, y algunos aportes de pensadores modernos y contemporáneos podían encajar en el diseño y renovar la estructura de aquella embarcación. Un barco así construido era, según Gabriel, tal vez el único modo en que los filósofos cristianos podrían salvar los tempestuosos mares de la cultura contemporánea. Aquella noche salí de clase habiendo descubierto cómo quería vivir mi vocación intelectual en el mundo; ello supuso un antes y un después en el modo de integrar el pensamiento de Santo Tomás de Aquino con mis inquietudes e intereses. Nunca agradecí al profesor Zanotti por aquella tan sencilla como crucial clase. Como cumpliendo nunca es tarde aprovecho esta ocasión para decir: gracias Gabriel.

          La relación entre Gabriel y el Tomás de la Suma Contra Gentiles es mucho más íntima de lo que uno pueda imaginar. Tuve el privilegio de ser testigo durante un tiempo de esta relación tan singular entre lector-obra-autor; se trata de un diálogo continuo, iniciado años antes de mi presencia en la UNSTA y que ha seguido hasta el día de hoy. Me animo a afirmar que se trata de ese tipo de diálogos que no terminan con la muerte. El texto que el lector tiene en sus manos es la expresión madura de esa larga relación personal, que se extiende en el tiempo, entre Gabriel Zanotti, Tomás de Aquino y la contemplación humilde del misterio de la creación. Celebro hoy la publicación de esta obra que me permite reencontrarme con muchas de aquellas explicaciones que causaron mi asombro filosófico, en aquellos primeros años. Me alegra también tener la oportunidad de seguir aprendiendo de ese diálogo, que se ha nutrido y madurado con el paso del tiempo. Puedo observar que nuevas voces se han ido integrando en esta propuesta coral, que no sólo ha enriquecido el pensamiento de Gabriel sino también nuestro conocimiento de lo real.
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          Pero se puede preguntar: ¿cuál es el sentido de comentar en el siglo XXI un texto de un teólogo dominico del siglo XIII? Se puede afirmar que se tata de abordar sin complejos lo que tal vez constituya “el” tema de la filosofía en Occidente: la posibilidad de hacer filosofía aceptando al mismo tiempo que la Verdad es Persona. Se trata de algo tan básico como contracultural en la actualidad; algo vitalmente tan apremiante como irrelevante para la filosofía concebida como actividad profesional. En efecto, salvo algunos cuantos héroes y una pléyade aburguesada con más mentalidad tecnocrático-funcionarial que sapiencial-científica –que desafortunadamente puebla claustros docentes de centros educativos de orientación cristiana, facultades eclesiásticas y seminarios religiosos–, pocas personas dedican algo de atención al drama existencial que implica vivir una vida orientada bajo la convicción de una armonía entre la Fe y la razón. Más aún, la afirmación de la defensa de esta armonía, fuera de la vida Iglesia, no impregna casi ningún ámbito de la vida cultural contemporánea, al menos en los países desarrollados. Siendo sinceros y acercándonos al vigésimo aniversario de la Carta Encíclica Fides et Ratio (1998), se puede decir que la empresa no goza de muy buena salud, por no decir que se encuentra virtualmente en estado de coma. Las personas que en los países avanzados de Occidente defienden comprometidamente la existencia de una armonía real entre la Fe y la razón, deben aceptar ser víctimas de la incomprensión, de la burla o del desprecio. En efecto, los “doctos” de este mundo –buena parte de la prensa y medios de comunicación– no cejan en su empeño por hacernos creer que un diálogo riguroso entre la racionalidad y la Fe resulta algo absurdo, propio de gente timorata con una mentalidad no científica. Tal vez todo esto sirva para que los intelectuales creyentes puedan participar solidariamente de cierto tipo de martirio –que no por ser incruento exime de asumir difíciles consecuencias de tipo existencial–, que los una fraternalmente a los miles de cristianos –auténticos mártires– que actualmente pierden su vida en muchos países. Me refiero a países y regiones del globo donde tienen carta de ciudadanía las patologías de la razón y de la religión, que supo señalar proféticamente Benedicto XVI en el célebre discurso de Ratisbona “Fe, razón y la universidad: memorias y reflexiones” (2006).

          Pero esta paradójica situación vital en la que se encuentra el creyente comprometido con la búsqueda sapiencial, defendiendo la armonía entre la Fe y la razón, en un mundo que pretende constantemente “excluir la cuestión de Dios” de la razón y de la sociedad, pueda servir para generar algo nuevo. En efecto, tal vez todo esto sirva de punto de partida para que los intelectuales cristianos, muchos de ellos hoy adormecidos por los encantos del estado de bienestar, vuelvan a ser la levadura de la cultura que durante muchos momentos cruciales de la historia supieron ser. En este sentido, otro gran maestro, Josef Pieper supo ver esta delicada situación en la que se encuentra el intelectual creyente: “Una palabra sobre la situación interna del ‘sabedor’, del instruido, del intelectual, que desea al mismo tiempo seguir siendo creyente. Quien ha alcanzado un determinado grado de conciencia crítica no puede dispensarse de reflexionar sobre los contraargumentos. El ha de enfrentarse con ellos. Por eso, en la gran teología se ha comparado –a él que, a un tiempo, piensa y cree– a un mártir que, firmemente, resiste y no desprecia la verdad de la fe a pesar de los ‘contraargumentos’ que quieren forzarla. Caracteriza la situación interna del creyente el que la verdad de fe no puede probarse positivamente por ningún argumento de razón: sólo puede defenderse. Contra ciertas argumentaciones de la razón no hay en última instancia otra posibilidad de resistir, a no ser la de defensa, no, por tanto, la del ataque, sino la de mantenerse en su puesto. Y puede incluso muy bien pensarse sino puede tal vez ocurrir que en alguna ocasión resulte inevitable que esa resistencia, como en el caso del mártir, presente la forma de indefensión silenciosa; por supuesto, no en razón de una terquedad ‘llena de carácter’, ni de un ‘heroísmo’, sino para que no perdamos ni omitamos lo que en la revelación se nos da y se obtiene sólo en forma de fe: la participación no sólo en el saber de Dios, sino en su misma vida”[4].

          No se debe olvidar que el profesor Zanotti ha ejercido y ejerce la docencia en Sudamérica... para los cánones académicos también se cumple aquello de venir del fin del mundo y morar en las periferias de la existencia. Quien haya leído a Gabriel Zanotti notará la tremenda similitud entre su experiencia y la reflexión que ofrece Pieper, arriba citada. En efecto, Gabriel gusta jugar con la tríada “existir-insistir-resistir” para describir su situación ante los sinsabores que debió enfrentar en su itinerario profesional[5]. Visto desde la distancia, la capacidad que ha sabido tener el profesor Zanotti para llevar adelante una productiva labor docente, de investigación y de publicación científica y divulgativa, y todo ello en medio de las condiciones tan inestables que le ha tocado vivir, no deja de ser algo tan digno de asombro como heroico. Por lo tanto, el lector que lea este libro no debe perder de vista que no se trata de una obra de gabinete, redactada en una bucólica oficina con vistas a un lago, montañas y un entorno paradisíaco. Tampoco fue un trabajo escrito frente al mar o en los lujosos aposentos de una casa con un extenso jardín y piscina, en las afueras de la ciudad. Este libro no se ha hecho al albur de la comodidad de un proyecto de investigación financiado por el CONICET u algún otro ente gubernamental. Por el contrario, estoy casi seguro que el autor ha arrancado jirones de su existencia por llevar esta empresa a término y habrá contado con amigos que habrán sabido apreciar el valor de la obra. No se trata de un dato anecdótico, que pretenda mover a la misericordia sino de una apreciación que resulta necesaria para poder hacer una correcta hermenéutica del texto.

          Pero no todo es un valle de lágrimas. Durante estos años he podido conocer a muchas personas, a jóvenes estudiantes, a adultos y a veteranos, ya en el atardecer de la vida, a quienes se les iluminaba la cara cada vez que mencionaba que conocía personalmente a Gabriel Zanotti. He podido constatar la alegría con la que agradecían haber podido leer algunos de los textos de Gabriel. El encuentro con aquellos escritos les había permitido resolver importantes inquietudes existenciales. De nuevo, me siento un testigo privilegiado ya que he podido comprobar, a través de estos diálogos, los frutos que se producen cuando se escribe contemplando a “Aquel que todo lo ve”. ¿Qué mejor mostración de que la apuesta vital de Gabriel Zanotti por vivir y enseñar la armonía entre Fe y razón produce buenos frutos que la experiencia que tuve en Madrid, hablando con un español, hasta aquel día un desconocido para mí? Cuando la persona se dio cuenta que conocía a Gabriel y que había leído varios de sus textos, la conversación adquirió un tono intimista; en aquel momento aquella persona abrió su corazón y me confesó: “gracias a que he leído a Gabriel Zanotti es que hoy conservo mi Fe”. Con una sonrisa, ocultando la emoción, no pude más que asentir.




Mario Šilar, Pamplona, 8 de diciembre de 2015




[1] “¡Qué es lo que no verán los que ven a Aquel que todo lo ve!” San Gregorio Magno citado por Tomás de Aquino en QQ. DD. De Veritate, 2, 2.
[2] Me refiero a la expresión conocida vinculada a las palabras de Jesús en el Evangelio de San Marcos, c. 6, vers. 1-6.
[3] Beda el Venerable, In Marcum, 2, 23, citado por Tomás de Aquino, Catena Aurea, Exposición del Evangelio de San Marcos, In Marcum, 6, 1-6.
[4] Pieper, Josef, La fe ante el reto de la cultura contemporánea, Madrid, Rialp, 2a ed., 2000, p. 23 (edición original alemana Über die Schwierigkeit heute zu glauben, 1974). Las itálicas son mías.
[5] “Yo no existo ni insisto. Ya no preparo nada, no discuto, nada. Enseño, dialogo, pienso, investigo, amo. Nada más (...) Yo ya no existo, yo ya no insisto. Ahora, sólo resisto.” Gabriel Zanotti, entrada “Existir, insistir, resistir”, blog personal: Filosofía para mí. Un blog altruista a pesar de todo, 12 de abril de 2008: http://gzanotti.blogspot.com.es/2008/04/existir-insisir-resistir.html

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