domingo, 8 de enero de 2012

LOS LÍMITES DEL LANGUAJE Y DEL DIÁLOGO, OTRA VEZ

Esta entrada en mi blog tiene casi tres años. He decidido re-publicarla ahora para la gente de “Libertad querida”, dada la interesante experiencia de “diálogo” que tuve la semana pasada…..


DOMINGO 3 DE MAYO DE 2009

LOS LÍMITES DEL LENGUAJE Y DEL DIÁLOGO

Toda mi vida he practicado el diálogo y he escrito sobre él. Bueno, he tenido mis malos días, como todos. Muchas veces no he dialogado cuando debía, muchas veces no he comprendido al otro, y, además, a veces he tenido que dejar de dialogar en defensa propia. Pero sin embargo puedo afirmar que el diálogo es uno de los ejes de mi existencia, muy criticado (o criticada) por aquellos que creen que diálogo es incompatible con la verdad.

Pero esta vivencia del diálogo me ha llevado, últimamente, a darme cuenta de sus límites. Cuidado, no es una renuncia ni una claudicación, casi al contrario, es una re-afirmación, porque no se puede practicar lo irreal.

Mis colegas, por ejemplo, tienen una fascinación por las notas al pie. No sólo porque eso les, nos, permiten publicar esas cosas en el publish or perish, sino porque creo que las suponen análogas a los datos de las ciencias naturales, que obviamente son también una ilusión. Creen que citado el texto, terminado el debate, “se demuestra lo que el autor quiere decir”, y el debate se hace peor si del otro lado hay otra ametralladora de citas y así ad infinitum. Por algo dijo Gadamer que las citas no prueban nada. ¿Quieren la cita? :-))

Tuve una experiencia especialmente delicada una vez que un discípulo brillante me preguntó algo, yo le respondí, y él me dijo que no le había respondido. Yo insistí: ya sé que no estás de acuerdo, pero te respondí. No, no le había respondido, porque no era la respuesta que él esperaba. Impresionante.

Hace poco me pidieron participar en un blog. No tenía muchas ganas pero lo hice, para defender a un amigo. Dije “tal cosa”, y que tal cosa estaba demostrada en mi tesis de doctorado, y obviamente invité a su lectura para que me pudieran refutar si querían. Pero no: mi contra-opinante sostuvo que yo no le había respondido, a lo cual yo respondí que sí, que había respondido, con la salvedad de que una tesis no se puede resumir en un blog. Al menos en mi humilde opinión. Pero obviamente del otro lado siguieron esperando que yo sintetizara toda mi tesis en 20 renglones, y que si no, “no respondía”.

O para dar otros ejemplos, esos debates interminables entre miembros del mismo paradigma. Como los tomistas que han debatido ad infinitum sobre el constitutivo formal de la sustancia, o los actuales austríacos que se siguen matando ad infinitum sobre 100% de reserva o sistema fraccionario. Y todo con acusaciones mutuas de heterodoxia, de “infidelidad” a un supuesto sistema de pensamiento o a un supuesto gran autor. ¿No será que no advierten que hay algo, complejo, que no puede ser “concluído” por una supuesta precisión de un humano discurso? ¿No será que hay un hablar de tal modo que dejemos siempre abiertas al infinito nuestras humanas y razonables certezas? ¿No será que ese infinito es Dios?

Y líbrate Dios de las llamas del infierno si llegas a decir que no puedes o no tienes tiempo o no te llegó el momento vital de leer a tal autor que, para el que te recomienda leerlo, es desde luego “el” autor. ¡Ah, es que estás cerrado a la verdad!!!!!!!!

Todas estas experiencias me han llevado a cierto escepticismo sobre las posibilidades del lenguaje, de los relatos, discursos y del diálogo, o mejor dicho, más que escepticismo, conciencia de sus límites. ¿Qué es un texto sin contexto? Ya sabemos que casi nada. ¿Y qué es el contexto? Es un misterio, tan fascinante como lapidario. ¿Qué es el contexto que lleva a la mutua comprensión? Es una mirada, es una escucha, es un abrazo, es un silencio, es una actitud, es transferencia, es cualquier cosa excepto un texto. Y lo mismo, todo ello, todo ello tan humano es lo que lleva a no comprenderse. Y no hay texto que lo resuelva.

Así que Wittgenstein tenía razón. De lo que no se puede hablar, mejor callar. O, mejor, hablar de otro modo. ¿De qué modo? No lo sé muy bien, o ya lo dije, o no vale la pena decir más. ¿Cómo puedo, además, seguir hablando de esto? ¿Qué texto puede suplir el contexto al que me refiero? Claro, cualquier cosa puede ser “texto”… Persona, acción…. ¿Acaso la creación no es el texto de Dios?

Dentro de poco, para que vean que no me he vuelto escéptico, saldrá un “texto” mío donde hablo de esas cosas que para los neopositivistas no tienen sentido. Pero no tendrá, esta vez, de mi parte, ninguna explicación del contexto para entender el texto. Hay mensajes muy importantes que están en el texto pero no están explícitos. Para los que quieran/puedan leer el contexto, toda aclaración será innecesaria. Para los que no, toda aclaración será insuficiente.

Yo, obviamente, seguiré hablando, pero el silencio, oh divino silencio, será insustituíble.

3 comentarios:

delivery post-crucifixión dijo...

El pensamiento sin diálogo es imposible- Sócrates, en ese sentido, sigue siendo el modelo vigente. Toda su existencia no fue más que un largo y fructífero diálogo, cuando se dió cuenta que no podía dialogar más prefirió la muerte a no hacerlo.

Si el pensamiento ha de tener alguna posibilidad de transformar al mundo lo hará mediante el diálogo, el debate y la conversación.

El tema pasa por qué tipo de diálogo hay que establecer, la cuestión pasa por aprender a dialogar, sólo asi podemos comenzar a abrir nuevas posibilidades de existencia.

Dios no está al comienzo, está al final de nuestra conversación.- Y todavía está esperando a que comencemos a entablarla humana y globalmente.

Un abrazo
Ricardo P.

Alejandro Sala dijo...

Es muy bueno este post. Pone en debate el problema acerca de la naturaleza de la palabra. En el Apartado 2 del Capítulo XIV de La Rebelión de las masas hay un muy buen análisis del tema.

En definitiva, la palabra es una herramienta y el diálogo es el uso compartido de esa herramienta. Para que el diálogo sea fecundo, es necesario que la técnica de uso de la herramienta sea compatible. Por eso a veces el diálogo es imposible. Una condición esencial para que el diálogo funcione es que ambas partes estén comprometidas en reconocer la veracidad de los hechos comprobados y la provisoriedad de las deducciones e hipótesis no verificadas. Esas son, si cabe, las condiciones para el diálogo. Va de suyo que en innumerables ocasiones no se cumplen...

Walter Romero dijo...

Gabriel, sé de tu honestidad intelectual y tu caballerosidad perpetua. No me hace falta interiorizarme del tema para advertir lo ocurrido, te conozco a vos y conozco el muro de LQ!
Un abrazo.