Algo excelente que quiero compartir con todos ustedes:
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El tiempo más libre
Por Jaime Nubiola
Para El Pulso Argentino, nro. 9.
Me ha deslumbrado leer en el libro de Mihaly Csikszentmihalyi, Fluir. Una psicología de la felicidad que un rasgo típico de la gente feliz es que no distinguen con claridad entre trabajo y tiempo libre. Esta afirmación me impactó porque tocaba una fibra muy íntima de mi manera de concebir la vida que quizá hasta entonces no me había parado a pensar. Las personas felices -venía a decir este libro recomendado por un antiguo alumno- hacen lo que aman y aman lo que hacen, disfrutan con su trabajo porque lo hacen libremente y, por consiguiente, saben también disfrutar en los periodos de descanso.
Como en contraste venían a mi cabeza tantos de mis conocidos que se aburren en su trabajo y que se aburren todavía más en su tiempo libre. Lo único que anhelan de lunes a viernes es llegar al fin de semana y, una vez en el fin de semana, lo que quieren es -según se dice en España- "desconectar", esto es, hacer algo totalmente distinto a lo que han venido haciendo los días precedentes. Sobre todo entre la gente joven, eso tan distinto consiste muchas veces simplemente en emborracharse un fin de semana tras otro. De esta forma, para muchos el domingo se convierte en el peor día de la semana, sea por la resaca de la noche anterior, sea porque el lunes han de volver al trabajo.
Escribo estas líneas en un fin de semana festivo en los Estados Unidos y me impresiona ver desde mi ventana a tantos vecinos y vecinas afanados -al parecer gustosamente- en arreglar su jardín, cortar el césped, podar las ramas y las demás tareas que un bonito jardín necesita: ¿Están trabajando o están descansando? ¿No estarán haciendo las dos cosas a la vez? Quien trabaja en algo distinto en su tiempo libre se divierte y, en cierto sentido, hace que ese tiempo sea mucho más libre.
A mí me pasa algo de esto, pues disfruto con las clases, las conversaciones con los estudiantes, la investigación, la escritura. Además, aprovecho de ordinario las vacaciones para trabajar con más tranquilidad y sosiego, sin inoportunas interrupciones, en aquellas cosas que más me gustan y que quizá no puedo atender durante el curso académico. En este sentido, podría pensarse que mi defensa de la indistinción entre trabajo y tiempo libre sólo se aplicaría, en todo caso, a los trabajos más intelectuales, pero la experiencia recogida por Csikszentmihalyi dice que esto no es así al menos algunas veces. Transcribo de su libro:
"Cuando le preguntaron a Serafina (una aldeana de los Alpes italianos) qué era lo que más le gustaba hacer en la vida no tuvo ningún problema en contestar: ordeñar las vacas, llevarlas a pastar, cuidar del huerto, cardar lana..., en efecto, ella disfruta con las cosas que realiza cotidianamente para vivir. En sus propias palabras: «Me da una gran satisfacción. Estar fuera, hablar con la gente, estar con mis animales. Les hablo a todos: a las plantas. a los pájaros, a las flores y a los animales. Todo en la naturaleza me hace compañía; se ve cómo la naturaleza cambia todos los días. Una se siente limpia y feliz: es una lástima sentirse cansada y tener que volver a casa. Incluso cuando se tiene que trabajar duramente es muy hermoso».
Cuando se le preguntó qué haría si tuviese todo el tiempo y todo el dinero del mundo, Serafina se rió y repitió la misma lista de actividades: ordeñaría las vacas, las llevaría a pastorear, cuidaría del huerto, cardaría lana. No es que Serafina ignore las alternativas que ofrece la vida urbana: de vez en cuando mira la televisión y lee revistas, y muchos de sus parientes más jóvenes viven en grandes ciudades y tienen un estilo de vida cómodo, con automóviles, aparatos eléctricos y vacaciones en lugares exóticos. Pero su estilo de vida, más elegante y moderno, no atrae a Serafina; ella está totalmente contenta y satisfecha con el papel que juega en el universo."
Añade Csikszentmihalyi que se entrevistó a los diez residentes más viejos de Pont Trentaz, en el Valle de Aosta, que tenían entre sesenta y seis y ochenta y dos años de edad, y todos ellos dieron respuestas parecidas a las de Serafina: "Ninguno de ellos estableció una distinción brusca entre el trabajo y el tiempo libre, todos mencionaron el trabajo como una fuente importante de experiencias óptimas y ninguno querría trabajar menos si tuviese la oportunidad".
Esto me trae a la cabeza el valioso testimonio de Juan Pablo II que recoge uno de sus biógrafos. En una ocasión, estaba haciéndole una entrevista un periodista que con sus preguntas iba recorriendo la jornada del Papa desde que se levantaba muy temprano en la madrugada para rezar hasta la cena por la noche con varios invitados. El periodista, asombrado de que no parara en todo el día, le preguntó cuándo tenía el Papa su tiempo libre. Y el Papa filósofo, como indignado por la pregunta, replicó de inmediato al periodista con su fuerza habitual: "¡Todo mi tiempo es libre!".
El tiempo más libre es aquel en el que nosotros somos realmente los protagonistas, los que llevamos de un modo u otro las riendas de nuestra actividad. Por eso, las personas más felices hacen siempre más o menos lo mismo, sea en los días laborables o en los días supuestamente de descanso.
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Jaime Nubiola es profesor de filosofía en la Universidad de Navarra y profesor del Doctorado en Filosofía de la UNT (jnubiola@unav.es).
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2 comentarios:
Muchas gracias, Gabriel, por hacerte eco de mi texto. Un fuerte abrazo,
Jaime
Es que tu artículo es el de un profeta en el desierto del exitismo, del activismo, del "estar moviéndose" para no sentir el vacío interior. Sólo quise estar a tu lado estimado amigo y profeta! :-)
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