domingo, 12 de abril de 2009

BIENAVENTURADOS...

“BIENAVENTURADOS SON LOS POBRES DE ESPÍRITU, PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS”.

(Publicado en “Bienaventurados” (2004), 1, año 1.)


Los Evangelios están cubiertos de cosas “bonitas y misteriosas”. Bonitas, porque suenan bien. Misteriosas, porque en el fondo no las entendemos. Obvio: nadie, desde el “hombre viejo” entiende a Jesús. Entender a Jesús es un regalo de él mismo. Dios lo regaló en Pentecostés.

Pero ha pasado un tiempito después de Pentecostés, y hay algo aquí.... Extraño. Pobres. Tenemos que ser pobres. ¿Qué quiere ello decir? Si somos religiosos, el voto de pobreza parece tener un sentido más concreto. Pero, ¿y si nuestra llamada es la laicidad? Ah!!, entonces eso quiere decir ser un laico “pobre”. Pero, ¿y eso qué quiere decir? ¿Vivir austeramente? ¿Se mide ello por la cantidad de bienes que consumimos, tenemos y cuidamos? ¿Hay una medida para ello, clara y distinta?
No.

¿Entonces?
Juan Pablo II tiene una muy especial explicación del famoso pasaje del joven rico. Pasaje también misterioso. En realidad, dice Juan Pablo II, todos somos el joven rico. Todos tenemos riquezas interiores, grandiosas, magníficas, donadas por Dios al centro de nuestro corazón. Es nada más y nada menos lo que esencialmente somos, el centro más íntimo y exclusivo de nuestro ser. Nuestra vocación, nuestra llamada, aquello que, desde lo que somos, estamos llamados a ser en plenitud.

Pero vivimos, como diría Santa Teresa, en las afueras de ese precioso castillo, jugando alrededor de sus muros, sin entrar a él. ¿Por qué? Porque tenemos miedo. Miedo de ver lo que somos, lo que verdaderamente somos. No, no pienses en nada malo. Lo que eres, es dado por Dios.

Pero entonces, ¿por qué el miedo? Porque aquello que verdaderamente somos está llamado a ser fructificado, como en la parábola de los talentos. Dios te llama para que lo mejor de ti sea puesto al servicio de los demás. Eso es “dar todo lo que tienes”. En la vida laical, eso es desarrollar tu vocación, en tu matrimonio y en tu trabajo, volcando todo lo que tienes al servicio de los demás. Los demás casi no se darán cuenta, porque el amor no hace ruido, pero desde Dios, hay una esencial diferencia, y los demás....Tal vez lo comenzarán a notar en tu mirada...
Ser pobre es estar desprendido de ti mismo, de un modo paradójico. Es el famoso dejarse quemar para poder alumbrar, el famoso grano de trigo que muere para fructificar. Crecer significa dejar de cantarlo sólo en la Misa y comenzar a vivirlo cada segundo. Desprenderse de sí mismo es asumir los compromisos existenciales del amor a los demás, amor donde descubres tu vocación. El pobre de espíritu es el que entrega su vida a Dios. Ya religioso, donde la entrega tiene más “visibilidad”, ya laico, donde la entrega tiene cierta invisibilidad a los ojos que no ven desde la fe. El laico pobre de espíritu vive entregando, donando su ser a los demás. Dona su ser a su cónyuge, dona su ser a su futuro cónyuge, y dona su ser a los demás a través de su profesión. Su profesión puede traerle, como consecuencia no intentada, fama o riqueza material, pero el laico vive desprendido de todo eso, o usándolo sólo para los demás. ¿Difícil? ¡Por supuesto! Es más, imposible. ¿Entonces? ¿Cómo que entonces? ¿Cómo sigue acaso la parábola del joven rico? “Nada es imposible para Dios”.

Ser pobre de espíritu, entregar lo que somos a los demás, estar desprendido de sí, ya en medio de los muros del convento, ya en medio de la vida laical, es sencillamente imposible para las solas fuerzas humanas. No son los muros materiales de un convento, no es el hábito, a pesar de su bellaza y majestad, lo que trae la santidad. No es tampoco tu vida familiar y laboral, tu estar en el mundo laical, lo que la trae. En ambos casos, la santidad y la pobreza de espíritu vienen exclusivamente de la Gracia de Dios, que es un milagro, que supera –vivimos casi olvidados de ello- nuestras solas fuerzas humanas. Y entonces sí, la Gracia de Dios cubre todos los aspectos de nuestra vida, y la semilla de tu ser muere y crece el árbol de la santidad. Los demás no se darán cuenta. Tú tampoco. Pero Dios, que te ama, que te espera, sí. Absolutamente sí.

11 comentarios:

María Antonieta Arnal Parada dijo...

Me encantan este tipo de mensajes. Son muy buenos.

Hugo dijo...

Si, entender las parábolas de Cristo tiene una complejidad notable. A mí personalmente hay varias que me dejan perplejo. Una de ellas es la que dice que Juan el Bautista fue el más grande de los que pisó esta tierra, y sin embargo el más pequeño en el cielo es más grande que él. ¿Cómo se entiente esto?

Bueno, gracias Gabriel.

Saludos, Hugo

Mariano dijo...

Disculpe don Gabriel, quisiera saber si existía alguna forma de comunicarme con usted a través de correo electrónico ya que deseaba hacerle una pregunta un poco técnica sobre Mises. Muchas gracias, Mariano

Gabriel Zanotti dijo...

Mi estimad Hugo, creo que sencillamente en la gloria del Cielo, el más pequeño es más grande que cualquiera de los más grandes de esta Tierra.....

Mariano, mi email es gabrielmises@yahoo.com

Anónimo dijo...

También entiendo que la pobreza (para los que tienen bienes materiales y no materiales -talentos, inteligencia, etc-) es no adorar a esos bienes y ponerlos por debajo del Sumo Bien, quien en definitiva, regaló dichos bienes. Es muy fácil olvidarlo y "crear lazos" con las cosas, convirtiéndonos en servidores de ellas. Por ejemplo, es muy común -creo que a todos nos puede pasar- convertirnos en servidores de nuestra reputación profesional, por ejemplo. La cual es buena, pero no es un fin en sí misma. Y de pronto, sin darnos cuenta, somos "ricos" con la reputación, la aprehendemos y nos aprehende, y nos sentimos amenazados si ella está amenazada (como si un ladrón merodeara por nuestro oro), y nos sentimos tristes si ella merma o somos calumniados y -en muchos casos- la convertimos en el centro o fuente de nuestra dicha. Así con tantos bienes intangibles. Por eso, hay pobres sin plata, que son muy ricos en otras cosas, como soberbia. Y ricos con plata que son pobres.

saludos!!! JI

Jack Hammer dijo...

Precioso, Gabriel, precioso.

Dicen que uno madura cuando es padre, porque se ve obligado a prescindir en buena medida de sí mismo, a dejar de mirarse el ombligo y convertirse en el centro del universo. Yo coincido. Y esa renuncia es mucho mayor en el caso de entregarse a Dios, entonces uno madura totalmente, convierte su vida en algo más trascendente sin darse cuenta.

Ya me gustaría a mí llegar a ese nivel. Afortunadamente la Gracia suple nuestras infinitas debilidades e inmadureces.

Gabriel Zanotti dijo...

JL, el ejemplo que pones (el aferramiento al propio prestigio profesional) es un MUY buen ejemplo de lo imposible que es todo esto para el ser humano sin la Gracia de Dios................

Gabriel Zanotti dijo...

Y me olvidaba, Maestro: por eso mismo no es un nivel al que se llega, sino un regalo de Dios...............

PIC dijo...

Me parece que forzás en un sentido ahistórico las palabras de Jesús acerca de la pobreza. En efecto, él está pensando en la pobreza material, de aquellos que fueron el primer y más importante sustrato social del cristianismo: los esclavos, los lumpenes, los marginales de Judea y el Imperio romano.

En todo caso, el llamado a ser pobre, del cual nos ilustra la tortuosa vida de "el loco de Asís", quien lo aplicó a pie juntillas, lleva a la autodestrucción e ilustra el carácter corrupto que promueve el cristianismo en tanto religión de los esclavos.

La crítica al crecimiento económico personal debe entenderse como parte de la crítica a la técnica que lleva a cabo el judeocristianismo. El europeo siempre intentó inconscientemente competir con la fuerza divina y dominarla. La tradición judeocristiana es explícita en su oposición a tal tendencia: Yahvé requiere que el hombre reprima su "orgullo", que no toque el árbol del conocimiento, que no cree instrumentos, que compiten con una naturaleza perenne, creada por el creador. En efecto, los primeros cristianos no se afeitaban, pues (al igual que los judíos) temían que el creador considerara tal cosa como un acto de soberbia. El arquetipo de fiel caro al cristianismo primitivo (no al medieval, que fue un sincretismo pagano) es, pues, un lumpen barbado que desdeña la actividad económica y se entrega a una vida errática de oración y martirio. Similar a los zurdos contemporáneos.

Saludos,

PIC

Jack Hammer dijo...

¿PIC?, ¿O Humpty Dumpty?. Que tú nombres ciertas cosas con ciertas palabras no las hace más coherentes con la realidad. Tu animosidad queda clara al referirte a la realidad con los adjetivos que a ti te interesa que les definiesen, lo que invalida tu pretendidamente erudito comentario para cualquier lector objetivo. Por tanto, no voy ni a comentarte una línea más.

oikos-pobierzym dijo...

Hay algo que me parece relativamente interesante en los críticos y denostadores actuales de la religión. Y es lo siguiente: antes se criticaba al cristianismo por estar con "el orden establecido", es decir, ser creyente llevaba la impronta de la derecha (conservadora).

Últimamente he leído en algún que otro blog que anda circulando en la red, que a las religiones (monoteístas) se las asocia con la izquierda...

Sería interesante que los (ahora) reivindicadores de tal crítica muestren elementos reflexivos un poco más fundamentados en aras de un sólido debate filosófico.


Repetir slogans "neonietzscheanos" (como lo hace el anónimo/a ? PIC): "el carácter corrupto que promueve el cristianismo en tanto religión de los esclavos.", no origina ninguna inclinación a la reflexión.

Son solamente "petardos retóricos" provenientes de pseudopensamientos que pretenden generar ruidos sin festejo alguno...

Un abrazo

R.P.