domingo, 29 de marzo de 2009

SOBRE EL MERCADO Y LA CRISIS

Ante la in-sistencia de que el mercado libre es la causa de la crisis, nosotros seguiremos en la re-sistencia. Por eso publicamos ahora un breve comentario que escribimos en Octubre del 2008. Estaba publicado para el Instituto Acton, (se puede ver dicha versión en http://www.institutoacton.com.ar/articulos/gzanotti/artzanotti41.pdf) para un público más específico. Hoy lo reformamos en la forma sólo para darle un alcance más universal.
Y que la re-sistencia resista.
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Ante la crisis mundial que es de dominio público, uno de los comentarios más habituales es que “el capitalismo” no sólo está en crisis, sino que, según las voces más apocalípticas, ha llegado a su fin. Además, ante “hechos tan evidentes”, un intento de defensa del “capitalismo” (ya se verá por qué lo ponemos entre comillas) suena a una pertinaz defensa ideológica, rayana en la ceguera, testarudez o, directamente, falta de honestidad intelectual.

Pero dicha defensa no es fruto de un mero gusto, capricho intelectual o un “me parece que” dicho sin mayores lecturas, estudios o fundamentos. No es tampoco una insistencia en lo que sin embargo vemos como “refutado”...

Desde fines del siglo XIX, donde autores como Menger, Bohm-Bawerk y Wieser consolidan la Escuela Austríaca de Economía, tenemos, gracias a esta última, un paradigma alternativo muy interesante sobre la moneda y la tasa de interés (1). La consolidación teorética de dicho paradigma es lograda por Ludwig von Mises en 1912, con su libro sobre la moneda y el crédito (2), donde explica sistemáticamente los efectos de la intervención del estado en el mercado de capitales, donde la crisis económica es precisamente un efecto de la emisión de moneda sin respaldo, fruto del gobierno y no del mercado libre. F. A. von Hayek colabora con dicha teoría del ciclo en 1931, con sus conferencias sobre precios y producción en la London School of Economics(3). Cuando, en 1936, aparece la famosa obra de Keynes, manifiesta obviamente su desacuerdo con Mises hacia el final del cap. 14 (4). Mises, mientras tanto, siguió consolidando su teoría del ciclo, de una manera práctica y coyuntural, en sus escritos como economista asesor de la Cámara de Comercio Vienés, donde llegó a predecir en 1924 la crisis que se avecinaba (5). Luego, sufrida la persecución nazi, ya refugiado en New York (en medio de un ambiente académico muy hostil) sistematizó nuevamente su teoría de la moneda, el crédito y los ciclos económicos en los caps. 20 y 31 de su tratado de economía (6) de 1949, donde criticó también, y no precisamente al margen, al Fondo Monetario Internacional (7). (Observe el lector las fechas). Producido el “Austrian Revival” en 1974 (8) autores como Rothbard, Lachmann, Rizzo, O´Driscoll, y generaciones más jóvenes como Huerta de Soto, White y Garrison siguieron trabajando en estos temas monetarios (9) con el mismo núcleo central: la intervención del gobierno, la sola presencia de la reserva federal, la sola presencia y acción de los bancos centrales, expandiendo el crédito artificialmente, son y serán la causa de las crisis presentes y venideras. En 1976 Hayek propone la desnacionalización de la moneda (10) pero la Unión Europea hace exactamente lo contrario.

Cuando, a fines de los 90, Soros escribió sobre “La crisis del capitalismo global”, el autor de estas líneas escribió, en el 2002, sobre la Globalización y la Escuela Austríaca de Economía (11) explicando que la crisis no es del “capitalismo”, sino del “intervencionismo global”, dado que las intervenciones gubernamentales de EEUU y Europa Occidental coincidían perfectamente con toda las medidas intervencionistas, contrarias a la economía de mercado, descriptas por Mises en la parte VI de su ya citado tratado de economía.

Por lo tanto, no es el “capitalismo” el que está en crisis, sino precisamente su peor enemigo: la tecnocracia positivista de los paradigmas económicos que promueven la intervención del estado en el mercado de capitales. Es un acto de “in – sistencia”, si, pero lejos de una liviana testarudez, es lo único y mejor que podemos hacer ante una crisis terrible de imprevisibles consecuencias. Esto es, seguir enseñando la teoría austríaca del ciclo económico. Como filósofo, como profesor, es lo único que puedo hacer, pero, además, es lo que debo hacer...
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NOTAS:

1) Sobre todo en Menger, C.: Principios de economía política [1871], Unión Editorial, Madrid, 1983, y Bohm Bawerk, E. von: Capital e Interés [1884, 1909, 1912], Libertarian Press, 1959.
2) The Theory of Money and Credit [1912], Liberty Fund, 1989.
3) Ver Precios y producción [1931], Unión Editorial, Madrid, 1996.
4) Ver Teoría general…., FCE, 1974, p. 173. Mises le contestó brevemente en su autobiografía de 1942 (ver Notes and Recollections, titulada por Unión Editorial como “Autobiografía de un liberal”, 2001). La contestación se encuentra en la pág. 96.
5) Ver Selected Writings of Ludwig von Mises, Vol. 2, Edited and with an Introduction by Richard Ebeling, Liberty Fund, 2002, p. 153.
6) Nos referimos a La Acción Humana [1949]; Sopec, Madrid, 1968.
7) Op.cit., p. 591.
8) Ver The Foundations of Modern Austrian Economics, Institute of Humane Studies, 1976.
9) Sobre estos últimos desarrollos, ver Ravier, A.: “Formación de capital y ciclos económicos: una introducción al análisis macroeconómico”, en Libertas (2005), 43.
10) Ver Desnacionalización de la moneda [1976]; Fund. Bolsa de Comercio de Buenos Aires, 1980.
11) Ver “La globalización frente a la escuela austríaca de Economía”, en Management Herald, 5-12-2002.

28 comentarios:

Anónimo dijo...

La inefable presidenta es la que más insiste con el "knockout de los mercados" . Si ella se cree lo que dice es una idiota , si miente a sabiendas es malintencionada . En Europa y EEUU que es de donde emergió el problema , diferencian claramente lo que es una crisis grave , pero financiera al fin , de la crisis de todo un sistema como plantea la liga de resentidos latinoamericanos ( Chávez , Correa , Evo y K ) . Creo que a ella la miran en el exterior con una mezcla de curiosidad malsana y pena , como a los clowns . Acá la gente con dos dedos de frente simplemente no cree nada de lo que dice . Saludos a todos y a todas . M.S

Unknown dijo...

Muy oportuno y preciso.

Anónimo dijo...

Sólo una cosita más antes de desaparecer por cuestiones laborales por un par de meses . Lo que molesta del intervencionismo argentino es que siempre es por la fuerza y en contra del deseo de los particulares , como fue la estatización de las AFJP , la resolución 125 , etc . El intervencionismo de EEUU en cambio es a pedido de los particulares . Si bien ambos son intervencionismos y están mal , a mi juicio la diferencia es que mientras Obama interviene para salvar ( yo creo que no , pero esa será otra historia ) los K lo hacen para extorsionar a aquellos sobre los que intervienen . El tema del abuso de poder debatido antes . Nada más . Saludo a todos , y opinen con libertad que nadie tiene un criterio tan comprensivo como Zanotti . M.S

oikos-pobierzym dijo...

Hola Gabriel. Una pregunta de alguien que desconoce estos temas (o sea, yo): cuando vos hablás de "que la crisis no es del “capitalismo”, sino del “intervencionismo global”", ¿te estás refiriendo también a la especulación de las grandes bolsas del mundo? ¿Esa especulación finaciera será el producto de la "tecnocracia positivista?

¿Cómo se define la relación entre las multinacionales y la especulación financiera?

Un abrazo

R.P.

Mario Abbagliati dijo...

Gabriel,

Lo que dices es cierto, a pesar de no ser la visión mayoritaria en la ciencia económica, y que la gente quede más satisfecha con explicaciones acerca de la codicia.

Por cierto, no se cuantas veces me han recordado la película Wall Street y el discurso de Michael Douglas (Gordon Gekko). Por más que les recuerdo que la codicia en un estado de derecho sólo es posible siendo de utilidad a los demás, no se bajan del burro.

" The point is, ladies and gentleman, that greed -- for lack of a better word -- is good.

Greed is right.

Greed works.

Greed clarifies, cuts through, and captures the essence of the evolutionary spirit.

Greed, in all of its forms -- greed for life, for money, for love, knowledge -- has marked the upward surge of mankind.

And greed -- you mark my words -- will not only save Teldar Paper, but that other malfunctioning corporation called the USA."

Gabriel Zanotti dijo...

Mario, esa película es máximo ejemplo de los errores que rodean a las ideas sobre el mercado financiero...... Sus guionistas conciben al mercado como un juego de suma cero y no pueden relacionar ahorro, inversión, tasa de interés y formación de capital, precisamente porque no han leído jamás a Mises........ Y por eso, yendo a RP, la tecnocracia positivista es aquella que cree que puede "controlar" un proceso espontáneo.... Que lejos de ser caótico tiene su propio ajusta permanente, porque el banquero que se hace el loco y presta lo que no puede devolver, cuando NO hay protección del estado (como corresponde a un mercado libre)se funde.......... Todo lo contrario sucede cuando los bancos centrales son los garantes finales del "sistema"....... Es como si hubiera una frutería estatal central que compensara a cada dueño de cada frutería cada vez que sus consumidores le reclaman por frutas podridas............................... Allí veríamos florecer la "especulación frutera" y la "codicia" de los fruteros..............................................

Anónimo dijo...

Tengo otra visión de lo que dijo Mario . Hace unos años leí un reportaje que le hicieron a una importante lider protestante cuyo nombre no recuerdo ahora . Le preguntaron cual había sido la principal motivación de su vida esperando seguramente que contestara la verdad , la justicia , el amor o Cristo .
Contestó : la ira , el enojo , la furia .
Porque sin la ira no hubiera podido luchar , trabajar , buscar la verdad , ser justa y amar .
Creo que este el sentido del discurso de "Wall street" , la codicia , bien canalizada , se transforma en el motor de una vida productiva . Ahora que estás leyendo Freud mirá el tema de la "sublimación" .
Si llueve en medio de la trilla sigo participando . Un abrazo . M.S

Unknown dijo...

LA ENSEÑANZA Y EL DESAFÍO DE UNA CRISIS ANUNCIADA

Stefano Zamagni
Università degli Studi di Bologna
Departamento de Ciencias Económicas


1. Introducción

La crisis financiera iniciada a mediados de 2007 en los Estados Unidos y difundida después por contagio en el resto del mundo, es de naturaleza sistémica. No se trata, pues, de una crisis coyuntural, ni tampoco regional. Es el punto de llegada, inevitable, de un proceso que desde hace más de treinta años ha modificado desde la raíz el modo de entender y de funcionar las finanzas y ha minado las bases mismas del orden social liberal, cifra inequívoca del modelo de civilización occidental. Las causas de la crisis son de doble naturaleza : próximas, referentes a la peculiaridad específica que han adquirido en tiempos recientes los mercados financieros, y remotas, que refieren a algunos aspectos de la matriz cultural que ha acompañado la transición del capitalismo industrial al capitalismo financiero. Desde que comenzó a tomar forma ese fenómeno de alcance histórico que llamamos globalización, las finanzas, no sólo han aumentado su nivel de actividad en el ámbito económico, sino también han contribuido a modificar progresivamente tanto los campos cognocitivos como los sistemas de valores de las personas. Es a este último aspecto que se alude cuando se habla hoy de financierización (financialization) de la sociedad. “Finanza” es, literalmente, todo lo que tiene un fin; si dicho fin escapa de su cauce histórico, la finanza no puede sino generar efectos perversos.
En cuanto sigue me he de detener, aunque brevemente por razones de espacio, primero en las causas próximas y después, en las remotas. No me ocuparé, en cambio, ni de los efectos del colapso actual ni de las vías de salida del mismo. Sobre esas dos cuestiones se han publicado ya numerosos ensayos. El intento que mueve este escrito es, no tanto el agregar evidencias estadístico-económicas o nuevas descripciones de su mecanismo a la ya vasta y competente literatura sobre el tema (se puede consultar al respecto C.R. Morris, Crack.Cómo hemos llegado al colapso y qué cosa nos reserva el futuro, Elliot Ed., 2008 (en español?) sino más bien desentrañar , tras los hechos que marcan el desastre financiero, la ideología falaz – disfrazada de presunta valía científica – en la que abrevan operadores del mercado, autoridades políticas estatales, agencias de control: Esa escuela específica de pensamiento económico, hoy dominante, llamada mainstream económico. Se trata de la ideología que, a partir de la tesis antropológica del homo oeconomicus o sea, del egoísmo racional.,– que es, téngase en cuenta, una tesis, no una proposición demostrada –, la cual arriba a la conclusión, después de un largo itinerario constelado de teoremas sofisticados y de estudios econométricos, que los mercados, y también los mercados financieros, son entes institucionales capaces de autoregularse, en la doble aserción de ser capaces de darse a si mismos sus reglas de funcionamiento y además, de hacerlas respetar.
El puente por donde se llega a tales conclusiones es la ética de la eficiencia. Este es el verdadero principìo que regula a la sociedad postmoderna. Y del propagarse en nuestra cultura ese principio de eficiencia procede el “mito de la perfomance” según el cual decir significa hacer y, por tanto, una cosa se convierte en verdadera por el solo hecho de declarar hacerla. Este estado de ánimo general es el carburante que mueve la máquina especulativa , que además ha podido aprovechar de instrumentos y productos financieros dotados de una “potencia de fuego” nunca vista anteriormente. Pensemos solamente en automatismos como el program trading computerizado, que es algo así como un acelerador de partículas que amplifica hoy, de modo pro-cíclico, la tendencia a la baja o a la alta del mercado bursátil. Pero es evidente que una burbuja especulativa de las proporciones de ésta que vemos, no hubiera podido nunca producirse sin la “burbuja mental” que ha hecho creer a tanta gente que es posible reducir a cero el riesgo, siempre que se consiga repartirlo convenientemente entre un número suficientemente abultado de operadores.
Pero el riesgo, si lo hay, puede alejarse, o reducirse, nunca anularse. El sentimiento de omnipotencia, alimentado por varios años de euforia financiera, se apoderó de los hábitos mentales, no sólo de los ‘traders’ y de los entes financieros sino también de las autoridades políticas, de los centros mediáticos, de no pocos ambientes universitarios y de investigación. Las finanzas autoreferenciadas – las finanzas convertidas en un fin en sí mismas y para sí mismas – hicieron olvidar la máxima platónica según la cual “La única buena moneda con la cual cambiar todas las demás es la ‘fronesis’, la inteligencia que vigila”. Una máxima que el ilustre economista americano J. Galbraith, mucho más prosaicamente, traduce así: “Está bien que de vez en cuando el dinero se quite a los imbéciles”. Y está bien que suceda, porque son muchos los inocentes que pagan por la hybris de los imbéciles, en el sentido de Léon Bloy. Como enseña la historia, el phronos zeon, el enojo de los dioses que acompaña a la hybris, se abate siempre sobre los más débiles, los últimos y los más vulnerables, y esto es simplemente escandaloso que pueda suceder en sociedades que se dicen abiertas y civilizadas.


2. De las causas próximas de la crisis
Una primera causa próxima de la crisis actual es el haber permitido al sector de las mutuales hipotecarias convertirse en un auténtico casino financiero. (Ya en 1926, J.M. Keynes había anticipado que “cuando la acumulación del capital de un país se convierte en el subproducto de un casino, es posible que las cosas vayan mal”).En los Estados Unidos la propiedad de casas de habitación pasó, del 44% de los años cuarenta del siglo pasado, al más o menos 66% de los años sesenta, período durante el cual no se registraron ni pérdidas ni ganancias particularmente importantes. Hasta 1969, Fannie Mae era una agencia del gobierno cuya función era, por una parte, comprar mutuos a los bancos y a otros gestores de ahorros, para que tuvieran un flujo constante en la colocación de los mutuos y por otra parte, fijar un standard de referencia. Al mismo tiempo, Fannie Mae financiaba sus operaciones vendiendo sus obligaciones de débito en el mercado financiero.La situación comienza a cambiar a fines de los años ’70, cuando algunos operadores privados de Wall Street, en el intento de competir con Fannie, hacen paquetes de cooperativas convertibles en hipotecas, creando obligaciones cada vez más convenientes, pero cada vez de mayor riesgo. Para no perder cuota en el mercado, Fannie acaba por hacer lo mismo y alimenta así la espiral de los abusos.
¿En qué sentido podemos hablar de abusos? Para responder, conviene recordar que de acuerdo a las reglas de contabilidad vigentes, los bancos están obligados a registrar en su balance como actividad los préstamos concedidos. Pero al hacerlo así, los bancos descubren que enseguida llegan al umbral mínimo de capital que la autoridad reguladora impone que se tenga disponible para asegurar la cobertura de los retiros. Y descubren además que ese vínculo constituye un impedimento efectivo al aumento del volumen de negocios y, por ende, de sus propias ganancias. La idea genial – por decirlo así – es, entonces, el transformar los préstamos en activos, confiriendo a las deudas de los clientes la calidad de títulos de crédito que, en cuanto tales, se pueden revender en el mercado financiero. Ese es el sentido del peculiar invento que ha sido la carterización (?) . Las varias modalidades de carterizar( ?) suponen la emisión de CDO (Collaterazed Debt Obligations), introducidas primero en los EE.UU. en 1987 (en Italia en 1999 con la ley 130), a través de sociedades nexo (SPV, special purpose vehicles e conduit), o bien de Asset Backed Commercial Paper, -títulos a corto plazo garantizados por las actividades bancarias-, o sino por la recarterización (?) , operaciones éstas que se realizan con títulos estructurados. Surgidos como instrumentos de cobertura de riesgo del crédito, sus derivados conocieron una imponente expansión en el curso de los últimos años : de cerca de 100.000, a más de 600.000 millones de millones de dólares a fines de 2007. En términos relativos, el crecimiento más notable fue el de los CDS (Credit Default Swap) que pasaron, en el mismo período, de 750 a casi 59.000 millones de millones de dólares, casi cuatro veces el PBI de Estados Unidos.
Como lo explica N. Luciano (La crisis de los mutuos subprime, CON SOB,Milán,Sep.2008), al contrario de cuanto se hacía según el sistema tradicional de otorgamiento del crédito – modo que exigía mantener en el balance los préstamos concedidos a los clientes – el nuevo modo que se impone en el último cuarto de siglo, conocido como OTD (originate to distribuite), prevé que los financiamientos concedidos se cartericen y distribuyan entre una vasta platea de operadores. El nuevo sistema, que al principio se mira con simpatía, porque permite acercarse al crédito a los sectores más pobres de la población, con el tiempo acaba por cambiar profundamente el operar de los bancos en relación al crédito, pues les beneficia transferir cuotas crecientes de sus propios haberes a otras instituciones financieras, incentivando así comportamientos oportunistas e irresponsables. La razón es muy simple. La posibilidad de transferir los riesgos del financiamiento erogado reduce sensiblemente el interés del banco en monitorear la posibilidad de reembolso de los deudores.
Frente a esa novedad las autoridades norteamericanas no sólo no intervienen para tratar de garantizar, por lo menos, el respeto a los estándares; lo que es peor, dejan en manos de las agencias privadas de rating la tarea de decidir el grado de confiabilidad de los nuevos instrumentos financieros. Téngase en cuenta que los productos derivados, como los CDS, se negocian en mercados no regulados y, sobre todo, no vigilados, sino en un mercado interbancario (over the counter), lo cual permite que haya menor competencia, márgenes de rendimiento más elevados, pero impide evaluar el riesgo de la contrapartida. La moda de la carterización comienza así a difundirse como una mancha de aceite, con los mutuos subprime haciendo de reserva de todo el proceso. Empresas privadas – si bien reconocidas por el gobierno- como Moody’s y Standard and Poor, pero sin ninguna reglamentación, atribuyen puntajes de confiabilidad a los variados empréstitos y obligaciones, con el fin de tutelar, según se dice, la fe pública de los subscriptores. Pero como al controlador lo retribuye el controlado, es evidente que basta pagar bien para obtener un puntaje elevado, la famosa “triple A”, aunque los préstamos en causa sean de alto riesgo. (La víspera de su quiebra la Lehman Brothers había obtenido la A! ). Hoy podemos decir que sin la complicidad de las agencias de rating el fenómeno subprime no se hubiera podido manifestar con la violencia que hemos visto, porque no hubiera podido alcanzar la masa crítica y, sobre todo, no hubiera podido alimentar esos fenómenos de herding, es decir, de imitación, que provocan las burbujas especulativas.
Una pregunta surge espontáneamente: ¿Por qué no intervinieron los reguladores públicos a tiempo, modificando la legislación vigente, a fin de poner fin al conflicto de intereses en que se hallaba envuelta la mayoría de las agencias de rating?
Esta es la segunda de las causas próximas de la crisis de la que nos estamos ocupando.
El hecho es que ni el gobierno ni el Congreso americanos se decidieron nunca, antes de hoy, a intervenir en la materia. Para decir verdad ya en 1994 el Congreso Democrático, sospechando la gravedad del problema, había aprobado la ley sobre “La oportunidad y justa protección de la casa propia” que encomendaba a la Reserva Federal el fijar y hacer respetar los estándares a los operadores que otorgaban mutuos y no estaban sometidos a otras formas específicas de reglamentación. Pero Alan Greenspan, el poderoso Presidente de la FED (1987-2006), cegado por la ideología del greed market (el mercado de la codicia) – que poco tiene que ver con el free market – se negó repetidamente a implementar esa ley. El argumento aducido era que los intercambios de derivados se realizaban entre profesionales altamente calificados que por cierto no necesitaban protección. Confianza de Greenspan fundada ciegamente en el célebre modelo de Black-Scholes-Merton para determinar el valor de los derivados, modelo según el cual bastaba con fijarse en el precio de un bien, sin preocuparse del riesgo que implica, para dar su justo valor (fair value) a otro título – una opción, por ejemplo, que lo tiene de garante. (???)
Un síntoma importante de la grave dificultad que presenta el modelo se produce ya en 1998, año siguiente al de la recepción del premio Nobel de economía por Scholes y Merton, cuando quiebra el LTCM (Administración de Capital a LargoPlazo), ente e compensación en cuyo Consejo de administración figuraban los dos especialistas. Pero a pesar de la evidencia, Greenspan no juzgó necesario intervenir hasta convencerse, años después, como haremos notar en el punto 4. Ni siquiera en 2002, cuando a continuación de los célebres “escándalos corporativos” (los casos Enron y Worldcom de 2001) se aprobó la ley Sarbanes-Oxley, se aprovechó la ocasión para poner remedio al creciente conflicto de intereses existente, sea en las agencias de rating, sea entre los tantísimos promotores financieros, que “aconsejaban” a los clientes comprar títulos que pronto se revelaría, eran basura. Como puede verificarse, la Sarbanes-Oxley se ocupa, sí, de los conflictos de intereses de los dirigentes de empresa, pero paradojalmente, excluye expresamente de su ámbito de aplicación a las agencias de rating y las empresas que se dedican a la intermediación financiera.
Resultado: tales sujetos adquirieron tanto poder de influencia sobre la política que llegaron a hacer olvidar el célebre principio de separación sobre el cual está fundado el orden social liberal. Es necesario decir, por otra parte, que quizás ni los mismos reguladores públicos estaban en condiciones de conocer, con cierta aproximación, el volumen efectivo de las transacciones especulativas. La razón está clara. A fines de los años ’90 los bancos comerciales y de inversión comienzan a fundar un gran número de entidades por fuera del balance, esponsorizadas po uno o varios bancos. Se trata de las llamadas OBSE (Off-balance Sheet Entities) : sociedades autónomas que no aparecen en el balance de los bancos que las esponsorizan, y a los que sin embargo pagan ingentes comisiones. Esas sociedades son vehículo para fines especiales que, una vez creadas, entran en un cono de sombra que las hace absolutamente opacas al observador externo. En esas condiciones, hablar de transparencia a favor de los ahorristas es bastante poco más que un wishful thinking.
De la tercera causa próxima del crack financiero conviene decir: Es el exceso de leverage (endeudamiento).Recordemos que el volumen de las transacciones especulativas creadas en el último cuarto de siglo está constituido casi íntegramente por dinero tomado en préstamo. La relación considerada normal de endeudamiento para un hedge fund o para un fondo de private equity es del orden de 30 a 1 – es decir, 30 dólares de deuda contra 1 dólar de capital real. (Hace cinco años la Morgan Stanley fue uno de los cinco grandes bancos comerciales nortamericanos que obtuvo de la SEC – equivalente de la CONSOB italiana- la doble autorización de endeudarse hasta una relación de 40 a 1 respecto al propio capital y a sustituir por la autoregulación, los controles externos. Bien. En el caso de las empresas consagradas a las mutuales subprime, la relación de leverage había llegado, estos últimos
años, prácticamente al infinito, puesto que dichas empresas poseían un capital real igual a cero. Como ahora se ha puesto de manifiesto para todos, el juego estaba fundado sobre la creación de deuda. Los Estados Unidos acaban de dar fin a un período que ha sido de despreocupación financiera: compras a crédito sin garantía; mutuos concedidos a todos sobre el valor total del inmueble; cartas de crédito distruibuidas a cualquiera; recurso a instrumentos financieros hipersofisticados. Hasta un cierto punto, el juego dió ganancias – digamos mejor, rentas – astronómicas, pero apenas los inversores comenzaron a mirar dentro de la caja negra, se inició el pánico. Para ser más precisos, las cosas empezaron a andar mal cuando, a partir de 2005, el aumento de las tasas de interés que decidió la FED hizo más pesadas las cuotas de las mutuales subprime, lo cual aumentó el peligro de insolvencia de las familias más expuestas, es decir, más vulnerables. Por falta de un mercado secundario de CDO – recuérdese que gracias a los CDO los bancos americanos pudieron repartir mutuos a manos llenas - no se pudieron ajustar gradualmente los precios a las nuevas condiciones de riesgo. Cuando la insolvencia se hizo evidente los precios se ajustaron de una sola vez, determinando desvalorizaciones salvajes – y hasta excesivas – de los bienes de los operadores poseedores de CDO en su portafolio. La inmediata y lógica consecuencia fue el colapso.
Es archisabido que desde que se inventó la moneda los hombres se dedican a fabricar moneda falsa. En tiempos de la circulación metálica esto se hacía trampeando sobre la cantidad de metal precioso contenido en ella; después, con la emisión incontrolada de billetes. Hoy, con la inflación de los créditos. Ya lo había anticipado en los años ’40 el economista francés Jacques Rueff : el modo refinado de crear moneda falsa, hoy, es provocar una burbuja especulativa. Alejandro Dumas, en El tulipán negro, describe con pluma de gran escritor, anticipándose a los tiempos, la mecánica de la lógica especulativa con respecto a la primera gran burbuja especulativa, entre 1620 y 1630, conocida como la “fiebre de los tulipanes”. Después de siglos de tantativas varias podemos decir qie el mundo de la finanza ha conseguido quitar, por lo menos en parte, el poder del control monetario al Estado y a la política. Por eso, la crisis actual no hallará solución definitiva hasta que la política y el cuerpo social no recuperen el control de la actividad financiera, encaminándola a su fin natural, que es ponerse al servicio de las inversiones, de la producción, del intercambio. Tal cual dice la célebre frase de Baron Luis: “Dadme buena política, y daré buenas finanzas”.
Todo lo dicho me lleva a la cuarta de la causas próximas : la abolición, en 1999, de la ley Glass-Steagall de 1933, que sancionaba la separación entre bancos comerciales y bancos de inversión – sometidos los primeros a rígidos controles y los segundos a formas más livianas de supervisión. El viento de la desregulación reaganiana sopló tan fuerte que armó la mano de Gramm-Leach-Biliey, a quienes se debe al abolición, con el resultado que es fácil de imaginar. No contento con esto, siempre Gramm, se.hizo paladín de la ley sobre las Commodity Futures Modernization firmada por Clinton el 21 de diciembre de 2000, poco antes de dejar la presidencia.El alcance de esa norma era sustraer los productos financieros derivados a la reglamentación y la vigilancia tanto de la SEC como de la Comisión para el Comercio de los Títulos a Futuro, lo cual consintió una expansión sin precedentes de los derivados intercambiados por fuera del mercado bursátil. Sólo por dar una somera idea del aumento de volumen de los negocios asociados con los derivados, piénsese que del 2000 al 2007 pasaron, como valor de suscripción, de 100 trillones ( ?) a 600 trillones de dólares, cifra que corresponde a más o menos 10 veces el PBI mundial. (Véase al respecto, R.J. Shiller, Finanza Shock, Egea, Milán, 2008).
De ese modo, a los bancos de inversión se sumaron hedge funds y fondos de private equity, que podían crear créditos por fuera del canal bancario, capaces de especular en el mercado financiero con el dinero tomado en préstamo. De acuerdo al presidente del House Bankng Committee, Barney Frank, más de la mitad del crédito creado en los últimos años proviene de instituciones que carecen de toda regulación. Pero – se pensaba - no había que alarmarse, porque la administración Bush, en repetidas ocasiones había declarado que esos nuevos operadores financieros ofrecían sus transacciones a adultos responsables y conscientes del riesgos a los cuales se exponían. No se necesita una gran preparación en el tema económico para comprender cómo tales razonamientos pasan por alto completamente tener en cuenta los efectos que sufren indirectamente sujetos que no han tomado parte en las transacciones y que, en la jerga de la economía, se llaman externalidades pecuniarias. A
decir verdad, en 2005 Greenspan se había dirigido a la Comisión de Bancos del Senado invitándola a tomar en consideración el nivel de riesgo al cual Fannie y Freddie estaban exponiendo al sistema entero, pero el proyecto que algunos miembros republicanos del Congreso habían preparado, nunca fue votado, también por la firme oposición del Partido Demócrata.

3. Las causas remotas y estructurales de la crisis

3.1. Las causas descriptas en el parágrafo precedente son próximas porque, si bien
suficientes para desencadenar la crisis financiera actual, no son, a la vez, necesarias. La crisis, en efecto, se hubiera manifestado de todos modos, aunque en forma diversa, con otras perturbaciones distintas que no fueran las de las mutuales subprime. Cuando la tempestad derrumba la casa la causa principal es la debilidad estructural del edificio, aunque sea verdad que sin la perturbación acaecida, la casa , hasta la construida sobre arena, seguiría en pie. Agrupo los factores de crisis que llamo estructurales en tres bloques.
El primero concierne a la mudanza radical de la relación entre las finanzas y la producción de bienes y servicios que se ha venido consolidando en estos últimos treinta años. A partir de mediados de los ’70 del siglo pasado la mayor parte de los países occidentales condicionaron sus promesas en materia de pensiones a inversiones que dependían de la renta sostenible de los nuevos instrumentos financieros. Al mismo tiempo, la creación de esos mismos instrumentos, poco a poco expuso a la economía real a los caprichos de las finanzas, generando la creciente necesidad de destinar a la remuneración de los ahorros invertidos, cuotas siempre mayores de valor agregado. Las presiones sobre las empresas derivantes de la bolsa y de los fondos de private equity, se volcaron en presiones todavía mayores en otras direcciones :
Sobre los dirigentes, obsesivamente inducidos a mejorar la perfomance de sus gestiones con la mira de obtener volúmnes crecientes de stock options; sobre los consumidores, para empujarlos, con sofisticadas técnicas de marketing, a comprar siempre más, aún careciendo de poder de compra; sobre las empresas de la economía real, para convencerlas de aumentar su valor real para el accionista (shareholder’s value).
Y así ha sucedido que la demanda persistente de resultados financieros cada vez más brillantes empezó a repercutir, por un típico mecanismo de trickle down (de goteo), sobre el sistema económico entero, hasta convertirse en una verdadera pauta cultural. Para alcanzar un futuro cada vez más radiante, se había olvidado el presente.
Al cabo de más de treinta años de financierización, el estado de la economía muestra preocupantes signos de debilidad bajo tres rubros específicos. El primero, la financierización misma, que para funcionar necesita incluir en su lógica un número creciente de economías nacionales y ha sustituído progresivamente, a las relaciones entre los sujetos, transacciones anónimas, impersonales. La búsqueda sin límites de capital gains (ganancias de capital) ha hecho que valores como la lealtad, la integridad moral, la relacionalidad, la confianza, vayan siendo dejados de lado para dejar lugar a principios de acción dirigidos a conseguir resultados inmediatos. Se ha podido difundir así la desastrosa convicción por la cual la liquidez de los mercados financieros sería la perfecta sustitución de la confianza. Al mismo tiempo, puesto que los valores de la bolsa son todo lo que el inversor debe considerar para tomar sus decisiones, resulta que la suba se puede construir fácilmente sobre la deuda.Este es, en último término, el sentido de la financierización. ¿Cuál es la consecuencia verdaderamente peligrosa de esta “nueva” cultura? Dar un giro completo al modo de concebir el nexo entre el rédito del trabajo y el rédito de las actividades especulativas. Se ha hecho creer a la gente que si la financierización adelanta lo suficiente, no hace falta que las familias confíen prevalentemente en sus propios salarios para proveer a sus necesidades. Dedicándose a la especulación pueden obtener por otro medio lo necesario para conseguir niveles de consumo cada vez más altos. Aún más, si la reducción de los salarios beneficia los rendimientos de las empresas que operan en bolsa, puede suceder que las familias compensen en forma más que favorable la reducción del rédito que da el trabajo, con el aumento de los réditos que produce la bolsa. De tal modo, el conflicto endémico de la sociedad postmoderna entre la figura del trabajador y la figura del consumidor -- para generar valor accionario es necesario que las empresas se reestructuren con operaciones como la relocalización, el outsourcing, las fusiones y adquisiciones, esto reduce el salario, por cierto, pero reduce también los precios de los bienes de consumo --- se resolvería con la figura del inversor-especulador La financierización empuja así al ahorrista, grande o pequeño, a transformarse en especulador, sea o no sea hábil para ello.
No debe pues sorprendernos que en el lapso del último cuarto de siglo haya aumentado hasta niveles nunca vistos antes, por una parte, la volatilidad de las relaciones de trabajo (la llamada precariedad, bien diferente de la flexibilidad) y por la otra ha crecido en todos los países del occidente avanzado la desigualdad en la distribución del ingreso. Como señala el Informe de OECD de octubre 2008 (Growing unequal? Income distribution and poverty in OECD countries), la distancia entre ricos y pobres ha aumentado sensiblemente en el período indicado. (Italia está segunda entre los países desarrollados, detrás de los Estados Unidos, en esta poco envidiable graduatoria). Es fácil comprender cual es la razón, no por cierto única, pero la principal: Cuando los réditos provienen del trabajo (sea manual o intelectual) la distancia entre los más y los menos pagados no podrá nunca superar un cierto límite; no es lo mismo cuando proceden de actividades especulativas o cuando algunas remuneraciones están ligadas – como es el caso de los dirigentes de las stocks options, a las cotizaciones de la bolsa.
Cuando la unidad de la persona se fracciona artificialmente en figuras como: el trabajador, el consumidor, el inversor-especulador, el resultado no puede ser sino desastroso. Ya J.M. Keynes, en su conocido ensayo de 1926 El fin del laissez-faire, había individualizado, con la lucidez y anticipación que le son propias, la causa de “los mayores males económicos de nuestro tiempo “está” en las grandes desproporciones de riqueza que se determinan cuando individuos particulares, al gozar de posiciones o de habilidades especiales, consiguen sacar ventajas de la incertidumbre y de la ignorancia “y cuando, por los mismos motivos, las grandes empresas se convierten a menudo en una lotería” y destruyen las razonables expectativas empresariales”.
El tercer signo de debilidad preocupante al cual ya me referí más arriba es la difusión, al nivel de la cultura popular, de la ética de la eficiencia como criterio último de juicio y de justificación de la realidad económica. Por un lado, se ha terminado por justificar la codicia – que es la forma más notable y difundida de la avaricia- como una especie de virtud cívica: es el greed market que sustituye al free market . “Greed is good, greed is right” (la codicia es buena, la codicia es justa), gritaba el protagonista del célebre film de 1987, Wall street. Por otra parte, la ética de la eficiencia está en el origen del alternarse, sistemáticamente, codicia y pánico. No es válido sostener, como lo explica más de un comentarista, que el pánico es consecuencia de los comportamientos irracionales de los operadores. Porque el pánico no es otra cosa que euforia con el signo menos; y si la euforia, según la teoría aceptada, es racional, también el pánico lo es. De hecho, como explicaré en el próximo parágrafo, lo complicado es la teoría.

3.1 ¿Pero cómo ha podido el proceso que nos ocupa llegar al grado de incidencia y
difusión del que hoy tenemos todos conciencia? Sin el apoyo científico de cierta escuela de pensamiento económico, las cosas no hubieran llegado a ser como son. Antes de buscar una respuesta, una premisa es necesaria : Al contrario de lo que ocurre en las ciencias naturales, la ciencia económica está fuertemente bajo la influencia de la tesis de la doble hermenéutica, según la cual las teorías económicas sobre el comportamiento humano influyen, mucho o poco, antes o después, sobre el comportamiento mismo del hombre. Lo cual equivale a decir que las teorizaciones en el ámbito económico no dejan nunca incambiado su campo de estudio, puesto que ella no solamente plasma el mapa cognocitivo del agente económico, sino que le indica también la vía que debe seguir si quiere conseguir racionalmente su cometido. Ahora bien, si éste consiste en conseguir la máxima ganancia (o alguna otra especificación de la función
objetivo) y si, como es obvio, el fin de una acción prescribe cuales son los medios necesarios para realizarla, el círculo hermenéutico se cierra.Y por esta razón fundamental el economista no puede atrincherarse tras una presunta neutralidad axiológica cuando produce modelos y teorías, sobre todo cuando toma conciencia del hecho que los productos de su trabajo científico generan un cierto modo de pensar y se toman como base de referencia de decisiones políticas.
En el caso específico del que estamos hablando, ¿ dónde se ha manifestado más esta falta de responsabilidad por parte de los economistas – una falta que consiste en no haber tenido en cuenta, por lo menos, el principio de precaución, al sugerir determinadas líneas de acción? En primer lugar, el haber hecho creer que el principio de eficiencia fuese un criterio objetivo (es decir, neutral respecto a los juicios de valor) de elección entre opciones alternativas. Un sencillo apólogo que tomo, con varias adaptaciones, de J. Wight y J. Morton (Teaching the Ethical Foundations of Economics, New York, NCEE, 2007) servirá para convencer de lo contrario. En un hospital lejano, el médico de guardia dispone de diez dosis de un suero que salva vidas. Cierta noche llegan al hospital dos grupos de diez personas cada uno; todas necesitan el suero. El médico sabe que las personas del grupo A, si reciben el suero, se salvarán. Las del grupo B, en cambio, tienen un 50% de probabilidad de conservar la vida después de la inyección. ¿A quién administrará nuestro médico las 10 dosis, si quiere emplear sus escasos recursos de modo eficiente? Al grupo A, porque de ese modo salvará diez vidas humanas, y no cinco.
Supongamos ahora que el médico reciba la siguiente información: Las personas del grupo A tienen una edad media de ochenta años con una esperanza de vida de cinco años, mientras los del grupo B son niños de cinco años, que tienen una esperanza de vida de ochenta años. ¿Qué hará nuestro médico en esa nueva situación? Si el objetivo es el máximo de años de vida, elegirá el grupo B, puesto que 400 años de vida (5x80) superan de lejos los 50 años de vida (5x10) que aseguraría al distribuir el suero a los del grupo A. Para completar la parábola, pongamos que las dosis en cuestión no son de propiedad del hospital sino de una farmacia privada, dispuesta a venderlas a quien ofrezca el precio más alto. En esas condiciones, si el objetivo es el máximo de réditos ( y por lo tanto, de ganancias), el médico se comportará de modo eficiente si distribuye el suero salvador a los sujetos del grupo A.
El mensaje del apólogo es claro: Se puede utilizar el criterio de eficiencia y de acuerdo a él tomar las decisiones, sólo después que se ha fijado el fin perseguido. Es lo mismo que decir que la eficiencia es instrumento para un fin, y no un fin en sí. Afirmar por lo tanto que el comportamiento de los banqueros y traders, que se volcaron en masa al juego de la especulación financiera durante el último ventenio, pueden decirse legitimados por la circunstancia de que seguían un canon de racionabilidad tendiente a asegurar una eficiente colocamiento de los recursos financieros es, cuanto menos, una tautología, índice de una vulgar deficiencia metodológica.
Existe un segundo ámbito donde la influencia del mainstream económico fue decisiva en contribuir a determinar el desastre financiero. Se trata del substrato teórico que abonó el campo del principio del valor máximo del shareholder value. Brevemente, se trata de esto. Son tres los modos en que la teoría microeconómica concibe a la empresa: la empresa como asociaciòn; la empresa como coalición; la empresa como mercancía. La primera ve a la empresa como una comunidad, en la cual toman parte diversos interesados (trabajadores; inversores, clientes; proveedores; territorio) que cooperan para conseguir un objetivo común y que está organizada para durar en el tiempo. De esta idea procede, nótese bien, la “corporation” americana, que es en su origen un ente no lucrativo, cuyo gobierno recuerda el de los monasterios benedictinos y cirtercenses. La corporation es un bien en sí y como tal, no se puede dejar a los caprichos del mercado, y en especial del mercado financiero.
La concepción de la empresa como coalición, en cambio, se desarrolla a partir de la contribución pionera del premio Nobel Ronald Coase, quien en el célebre ensayo “¿Porqué existe la empresa?”, de 1937, defiende la tesis según la cual la empresa nace para ahorrar en los costos de transacción, es decir, los costos de uso del mercado. Cada negociación de mercado, en efecto, implica costos específicos, y por lo tanto, una empresa tiene razón de existir siempre que los costos de transacción superen los costos de ejercicio de la propiedad.
En fin, desde los años ’60 del siglo pasado, en economía comiienza a tomar cuerpo hasta ser hoy dominante, la idea de la empresa como mercancía, y que en cuanto tal, puede comprarse y venderse en el mercado como cualquier otra. Es ella, por lo tanto, nada más que un ”manojo de contratos”(nexus of contracts) que según las conveniencias del momento firma una pluralidad de sujetos, cada uno en busca de su máximo provecho individual. Por consiguiente, si la empresa no es más que una mercancía, es evidente que la única clase de ‘stakeholder’ que merece atención son los accionistas, por la obvia razón de que para vender se necesita un propietario y, por otra parte, el que compra una empresa pagando su precio se convierte en propietario de la misma. ¿Puede extrañarnos que partiendo de esa conceptualización de la empresa se llegue a la conclusión siguiente: para el accionista propietario, el objetivo del gerenciamiento es maximizar el valor de su empresa ? Tengamos presente que lo que ha inspirado, en sentido ideológico, el proceso de financierización es el principio del shareholder’s value. Este es el principio que impulsa a exaltar los valores de la Bolsa y a conceder al accionista el free cash flow – la caja que resta, una vez honrados todos los costos operativos, financieros y fiscales. Para mejorar el rendimiento que se aspira obtener, el accionista-propietario de la empresa asocia en la persecución de su objetivo a los gerentes, por medio de remuneraciones ligadas, también ellas, al rendimiento del capital; las opciones de stock son el instrumento más usado, pero no el único. Si luego el gerenciamiento no resulta exitoso, las acciones de la empresa se desplomarán y pasará a otras manos que tratarán de remediar la pérdida de eficiencia. Pero para todo esto es necesario considerar a la empresa como una mercancía... Y bien, aún prescindiendo de los abusos de poder por parte de los administradores, muy frecuentes en estos años, lo errado es el planteo teórico del shareholder’s value, como he demostrado en mi “The ethical anchoring of Corporate Social Responsability” (en L. Zsolnai (edit. ) Yearbook of Business Ethics, vol.1, 2006).
Por último, hay una tercera responsabilidad precisa de la profesión de los economistas en esta situació que importa señalar: Como se hizo notar en el punto 2, el modelo teórico sobre el cual los operadores de las finanzas creativas han erigido el edificio de los títulos estructurados – títulos cartelarizados sobre la base de mutuos y préstamos, reempaquetados en forma de obligaciones sintéticas como los CDO-- es el célebre modelo Black-Scholes-Merton elaborado en los años ’90 tras las huellas de las anteriores intuiciones de R. Lucas, padre noble de la teoría de las expectativas racionales que recibió el premio Nobel para la economía en 1995. (Myron Scholes y Robert Merton lo recibirían dos años despues). El objeto de estudio del modelo es el comportamiento, con el pasar el tiempo, del precio de los instrumentos financieros, y su conclusión principal es que, bajo ciertas condiciones, es posible eliminar el riesgo de las inversiones. En la alocución con la cual la academia de Suecia confirió el Nobel a ambos economistas norteamericanos en diciembre de 1997 se lee: “Los bancos y los bancos de negocios usan la metodología [de Merton y Scholes] para evaluar los nuevos instrumentos financieros y proponer mecanismos expresamente adaptados a los riesgos de los clientes. Al mismo tiempo, estos instrumentos reducen la exposición al riesgo en los mercados”. También en el Boletín de la Harvard Business School , de octubre 1997– universidad a la cual hacía poco se había pasado Merton, del vecino MIT, se lee: “En efecto, usando la fórmula de Merton resulta posible construir un portafolio virtualmente carente de riesgo” (sic!). ¿Porqué “virtualmente”? Por la sencilla razón de que los sucesos que podrían invalidar las conclusiones del modelo son tan raros como para que de hecho se los olvide. Se trata de eventos del tipo “cisne negro”, expresión que entró en el lenguaje común en 1697, cuando un grupo de exploradores holandeses halló por primera vez en Australia un cisne negro.
Pero, ¿por qué la realidad ha ‘desobedecido’ al modelo teórico? La respuesta nos llega por medio de Alan Greenspan mismo, que después de denunciar en el Financial Times del 27 de octubre de 2008, “los modelos demasiado simples para capturar la realidad”, frente a la Comisión de Control del Congreso americano, con una cuota de oportunismo sólo comparable con una solemne irresponsabilidad, declara: “En los últimos decenios se ha formado un vasto sistema de gestión del riesgo y de los precios, conjugando las mejores intuiciones de matemáticos y expertos financieros, potenciados por importantes progresos en la tecnología del computer y de las comunicaciones. Fue conferido un premio Nobel [en realidad, fueron tres los premios Nobel] por el descubrimiento del sistema de asignación de los precios responsable de gran parte del crecimiento del mercado de derivados. Sin embargo, el edificio intelectual entero se ha derrumbado a mediados del año pasado porque los datos inscriptos en el modelo de gestión del riesgo cubrían por lo general sólo los últimos veinte años, un período de euforia”. Como si dijéramos: ¡la culpa es de los cisnes negros! Y sin embargo, ya desde el 2007 Nicholas Taleb en su bestseller The black swan había anticipado lo que ocurriría, y se ha verificado después, a partir de julio de 2008. Cuando un pensamiento único enfatiza en el ámbito empresarial el rol del débito como factor determinante para crear valor, es obvio para los accionistas que después se lleguen a aplicar principios contables calibrados – el fair value, el market-to-marke -t- como si las crisis no debieran presentarse jamás. Y si aparecen, la responsabilidad es de los operadores que se han debido comportar de modo irracional!
Para mostrar una confrontación, puede resultar interesante releer la conclusión a la cual llegaba en 1965 ese grande de la economía que es Paul A. Samuelson, en el célebre artículo en que se introduce por primera vez la hipótesis de los mercados eficientes ( efficient market hypothesis), según la cual los precios reflejan en todo momento toda la información disponible y el precio de un título es la mejor estima de su valor intrínseco. Después de haber demostrado formalmente que “los movimientos de las acciones siguen un paso aleatorio (random walk), un proceso en que cada variación es completamente casual e imprevisible”, Samuelson concluía: “No se deberían extraer demasiadas consecuencias del teorema que acabo de demostrar. En particular, no significa que los mercados competitivos reales funcionen bien”. Esto es un ejemplo de humildad intelectual y de sabiduría política. Y, siempre Samuelson, en el artículo del Corriere della Sera del 20 octubre de 2008 escribe: “El suscripto, y algunos colegas del MIT y de la Universidad de Chicago, Wharton, Pennsylvania y muchas otras, corren peligro de recibir un trato bastante severo cuando se presenten a San Pedro en las puertas del Paraíso”, (p.9). Esta declaración se suma a la de E. Phelps, también él premio Nobel, que en el artículo del 11 de noviembre 2008 del Corriere della Sera, escribió: “Los bancos han hablado de la baja del precio de las casas como si fuera consecuencia de algún shock... En realidad no ha habido terremotos, períodos de sequía, ni otros factores externos que causaran la caída de los precios. La causa principal ha sido una previsión basada en modelos teóricos totalmente erróneos”.(Agrego yo la bastardilla). En una línea ligeramente diversa se mueve Nicole El Karoui, la famosa especialista francesa de la Universidad de París VI, a quien se debe la infraestructura matemática del cálculo estocástico sobre cuya base se han construído los modelos para los derivados: “Creo que en esta crisis los matemáticos han tenido el rol menos importante, aunque no quiero negar toda responsabilidad. Algunas veces se han comportado como los ingenieros que proyectan autos demasiado veloces... Quizás los matemáticos no han explicado bien los riesgos de estos productos, pero no somos nosotros los mayores responsables de esta crisis. Los grandes inversores que se apropiaron de los derivados tenían los instrumentos necesarios para comprender su alcance” Il Sole 24 Ore, 26 de octubre de 2008).El símil que ella usa nos da una idea, pero no es del todo adecuado primero, porque aún sin ser experto en ingeniería mecánica se puede evaluar el riesgo de la velocidad excesiva; segundo, porque en el caso de la circulación, en la ruta existen límites de velocidad. Es de esperar, pues, que desde ahora nuestros conceptos acerca del funcionamiento de los mercados financieros cambien sustancialmente y que los economistas vuelvan a tomar conciencia de las consecuencias devastadoras que provoca la “gran división” – de humana memoria – entre lo racional y lo razonable.

3.3 Por último, paso al tercer punto de causas remotas. Todas ellas tienen que ver con
la matriz cultural específica que se ha ido consolidando en las últimas décadas gracias a la ola del proceso de globalización por un lado, y por el otro, la irrupción de la tercera revolución industrial, la de las tecnologías info-telemáticas. Dos aspectos específicos de tal matriz son importantes a los fines que nos interesan. El primero exige tomar conciencia de que en la base de la actual economía capitalista subsiste una serie de contradicciones de tipo pragmático, no lógico, por supuesto. La capitalista es por cierto una economía de mercado, es decir, una modalidad institucional en la cual están presentes y operantes dos principios básicos de la modernidad: la libertad de actuar y emprender, y la igualdad de todos frente a la ley. Pero sin embargo, al mismo tiempo, la institución príncipe del capitalismo – la empresa capitalista, precisamente-- se ha construido en los tres últimos siglos según un principio de jerarquía. Se ha configurado un sistema de producción con una estructura centralizada a la cual un cierto número de individuos cede voluntariamente, a cambio de un precio (el salario), algunos bienes y servicios, los cuales, al entrar en la empresa, dejan de estar bajo el control de quienes los prestan..
Por la historia económica sabemos muy bien cómo han sucedido las cosas y reconocemos asimismo los notables progresos realizados en el frente económico mediante dicha institución. Pero es un hecho que en el actual cambio de época – de la moderna a la postmoderna – son cada vez más frecuentes las voces que se elevan indicando las dificultades que se presentan para hacer funcionar juntos el principio democrático y el principio capitalista. El fenómeno de la llamada privatización del sector público es el que más problemas provoca. Las empresas de la economía capitalista asumen cada vez más el control del comportamiento de los individuos – que transcurren, no olvidemos, más de la mitad de su tiempo de vida en los lugares de trabajo- sustrayéndolo al Estado y a otras instituciones, la primera de ellas, la familia. Conceptos como libertad de elección, tolerancia, igualdad frente a la ley, participación y otros semejantes, que surgen y se difunden en tiempos del Humanismo civil y se refuerzan luego en el tiempo del Iluminismo como antídoto al poder absoluto (o casi) del soberano, los hacen suyos hoy, y oportunamente recalibrados los enarbolan las empresas capitalistas para transformar a los individuos, no ya en súbditos, sino en adquirentes de los bienes y servicios que ellas mismas producen.
El mal humor que se origina nace de que, si bien hay buenas razones para considerar meritoria la extensión máxima del principio democrático, es necesario empezar a fijarse en lo que ocurre en el interior de la empresa y no sólo en lo que sucede con las relaciones entre las empresas que compiten en el mercado. “Si la democracia – escribe Dahl (A Preface to economics democracy, Berkeley, Univ. of California Press, 1985) – se justifica en el gobierno del Estado, también está justificada en el gobierno de la empresa”. (p.57). Nunca será completamente democrática la sociedad en la cual el principio democrático tiene aplicación concreta solamente en la esfera política. Una buena sociedad en la cual vivir no obliga a sus miembros a incómodas disociaciones: democráticos, en cuanto ciudadanos electores; no-democráticos en tanto que trabajadores y consumidores. R.Reich – ex- ministro de la primera presidencia de Clinton - en su reciente ensayo : Supercapitalismo. Cómo cambia la economía global y los riesgos para la democracia, (Fazi Ed., Milán, 2008), defiende la tesis según la cual la competencia entre las posiciones representa hoy una seria amenaza para la democracia. Lo cual equivale a decir que no es cierto que el libre mercado sea el pródromo de la democracia; por el contrario, el principio democrático es el que hace al mercado libre.
El segundo aspecto se refiere a la insatisfacción, cada vez más difundida, acerca del modo de interpretar el principio de libertad. Como es sabido, son tres las dimensiones constitutivas de la libertad: la autonomía, la inmunidad y la capacitación. La autonomía dice de la libertad de elección; no se es libre si no se está en condiciones de elegir. La inmunidad dice, en cambio, de la ausencia de coerción por parte de cualquier agente externo. Es, en sustancia, la libertad negativa (es decir, la “libertad de”) de la cual ha hablado I. Berlin. La capacitación, (literalmente: capacidad de acción) en el sentido de A.Sen, dice de la capacidad de elección, de alcanzar los objetivos - por lo menos en parte o en alguna medida - que el sujeto se propone. No se es libre si nunca (o por lo menos, en cierta medida) se consigue realizar el propio designio de vida. Y bien, mientras el modelo liberal - liberalista es válido para asegurar la primera y la segunda dimensión de la libertad en detrimento de la tercera, el enfoque estato-céntrico, sea en la versión de la economía mixta, sea en la del socialismo de mercado, tiende a privilegiar la segunda y la tercera dimensión en detrimento de la primera. El liberalismo es, sí, capaz de hacer de motor del cambio, pero no es igualmente capaz de administrar sus consecuencias negativas, debidas a la elevada asimetría temporal entre la distribución de los costos del cambio y la de sus beneficios. Los primeros son inmediatos, y tienden a caer sobre los segmentos más vulnerables de la población; los segundos se verifican tiempo más tarde, y van a favorecer a los sujetos de mayor talento. Como J. Schumpeter fue de los primeros en reconocer, el corazón del capitalismo es el mecanismo de la destrucción creadora. Destruye “lo viejo” para crear “lo nuevo” y crea “lo nuevo” para destruir “lo viejo” – pero es también su talón de Aquiles, porque, a menos de crear “safety nets” (redes de seguridad) adecuadas, es evidente que los que se ven dañados por el mecanismo de destrucción creadora se organizarán para boicotearla, creando lobbies de tipo neo-corporativista para impedir el proceso de innovación. Por otra parte, el socialismo de mercado, en sus múltiples versiones, si bien propone al Estado como sujeto encargado de hacer frente a los desencuentros mencionados, no socava la lógica del mercado capitalista, solamente restringe su ámbito de operaciones y de influencia. Como se puede comprender, el desafío que es preciso afrontar es conseguir que funcionen juntas las tres dimensiones de la libertad: H
e aquí la razón por la cual el paradigma del bien común se presenta como una perspectiva interesante de explorar.
A la luz de todo lo dicho anteriormente, llegamos a comprender porqué la crisis financiera no se puede tomar como un suceso inesperado o inexplicable. Y es por eso que sin perjuicio de las indispensables intervenciones de tipo regulatorio y las necesarias nuevas formas de control, no conseguiremos impedir que surjan en el futuro nuevos episodios análogos si no se ataca al mal en su raíz, es decir, si no se interviene sobre la matriz cultural que ha regido hasta ahora el sistema económico.

4. O sea, una conclusión

¿Qué decir como conclusión de estas breves notas? Si no ha funcionado el sistema de vigilancia pública constituído por un conjunto de reglas y de entidades de protección y control – un sistema que hubiera podido impedir la explosión de una crisis financiera de proporciones hasta ahora nunca vistas – esto se debe a distintas razones, algunas de naturaleza contingente (cfr. la sección 2) , y otras de carácter estructural (cfr. la sección 3). Sin embargo, estas últimas son justamente las que nos hacen comprender cuán diversa es esta crisis, desde el punto de vista cualitativo, de las que la han precedido.
Cuando a partir de 1984 la mayor parte de los países europeos comenzaron a seguir a los Estados Unidos por la vía de la desregulación financiera, quizás nadie entrevió el peligro mortal que de esa acción derivaría : la rotura de los vínculos entre la democracia y el mercado. Pero un mercado que expele de su propio horizonte la democracia, para dar lugar a la sola eficiencia – en este caso, en la forma de maximización del rendimiento – empuja a la economía hacia un camino de desarrollo oligárquico, alejado a más no poder de la perspectiva liberal. La paradoja del liberalismo, entendido en sentido estricto, es que se corta la rama en que está sentado. Atento solamente a la eficiencia, olvida que la democracia y la libertad son valores superiores a ella. Por eso, ya Adam Smith insistía en que un orden social auténticamente liberal necesitaba dos manos para subsistir en el tiempo: - invisible una, de la que todos hablan, aunque a menudo desatinadamente, por falta quizás de capacidad interpretativa - y visible la otra, la del Estado, que debe intervenir en forma subsidiaria, como diremos ahora, todas las veces que el operar de la mano invisible amenaza con arrastrar hacia la monopolización o la oligopolización de la economía. Un dato solo, a este propósito: Los cinco bancos americanos más importantes (Citigroup, Bank of America, J.P. Morgan, Wachovia, HSBC), controlan el 97 % de la industria de los derivados y soportan el 90% del riesgo implícito. (Téngase presente que en la Riqueza de las Naciones de 1976, la metáfora de la mano invisible se cita una sola vez, mientras A.Smith consagra varias páginas a los modos de intervención del Estado).
Hoy estamos asistiendo a una especie de castigo por venganza. Desde la gran depresión de 1929 no se había asistido nunca a un despliegue de fuerzas por parte del sector público en la economía, como el actual. Como la realidad enseña, cuando en nombre de la ideología se exagera en una dirección, el péndulo de la historia empuja después, inexorablemente, en la dirección opuesta. La doble promesa, de instituciones financieras capaces de autoregularse solas, y de resultados económicos que aseguraran a todo el mundo rendimientos por encima de la media de los mismos, acabó por revelarse por lo que era y es: una mentira trágica, enmascarada y endulzada con argumentaciones pseudocientíficas. La más grosera de ellas asumía la siguiente estructura silogística: Para aumentar cada vez más el rendimiento del capital es preciso elevar el nivel de riesgo. Por el otro lado, si ese riesgo más alto buscado se subdivide en miles de títulos y obligaciones financieras; si los productos financieros así creados se desparraman sobre una masa suficientemente vasta de inversores; si se expande hasta el infinito el horizonte temporal de las decisiones económicas, si todas estas condiciones están satisfechas, es como si el riesgo fuera anulado, y por último, se olvidara.
No es difícil comprender como, al fin, con tal mistificación de la realidad se haya podido generar la situación que hoy contemplamos, como tristes espectadores. Y sin embargo, hasta el más flojo estudiante de economía sabe que hay una ley económica, transmitida por una antigua sabiduría, que dice así: el valor de un producto financiero complejo (como el CDO y los CDS) nunca puede exceder el valor de su componente más débil – lo mismo que la fuerza de una cadena es la de su eslabón más débil. Pero la sacra auri fames (maldita sed de oro, dixit Virgilio) y la ideología, se han burlado de éste y de otros principios básicos de la economía.
La crisis, que literalmente significa transición y, en cuanto tal, destinada a concluir (quizás en un lapso de dos o tres años), deja como herencia a todos los actores un mensaje y una enseñanza importante. A los bancos, comerciales y de inversión, y a las varias instituciones financieras, la invitación a volver a su fin propio de hacer finanzas y llegar a comprender dos cosas. Primero, que la ética de la virtud, de ascendencia aristotélica, es “superior” a la ética utilitaria, si el fin que se desea conseguir es el progreso moral y material de la sociedad. Segundo, que ha llegado el tiempo de sustituir los cánones del scientific management, ahora obsoletos, porque adecuados a un modo de producir industrial que ya no existe, por el humanistic management, cuyo elemento central es la persona humana, y ya no más el recurso humano. La sociedad postmoderna no puede tolerar que se siga hablando de “recursos humanos”, del mismo modo que se habla de recursos financieros y recursos naturales.
A las autoridades del gobierno, esta crisis dice también dos cosas fundamentales. En primer lugar, que la sacrosanta crítica al “Estado intervencionista” de ningún modo puede servir para desconocer el rol central del “Estado regulador”. En segundo lugar, que las autoridades públicas de los diversos niveles del gobierno deben permitir, es más, favorecer, la aparición y el fortalecimiento de un mercado financiero plural, o sea, un mercado en el que puedan operar en condiciones de objetiva de igualdad, sujetos diversos en cuanto concierne al fin específico que atribuyan a su actividad. Pienso en los bancos del territorio, a no confundir con los bancos de territorio, en los bancos de crédito cooperativo, los bancos éticos, las diversas fundaciones éticas. Se trata de entes que, no sólo no proponen en sus ventanillas finanzas creativas, sino que cumplen un rol complementario, y por eso, equilibrante respecto a los agentes de la finanza especulativa. A propósito, conviene tener presente que los fondos éticos han salido muy bien de la crisis : sin fuga de clientes, ni bajas del rendimiento registrados. El mercado europeo ha alcanzado los 2700 miles de millones de euros, con un aumento de más del 102 % en dos años. Si en los últimas décadas las autoridades estatales hubieran quitado los tantos lazos y cortapisas que todavía pesan sobre los sujetos de la finanza alternativa, la crisis de hoy no hubiera alcanzado la potencia devastadora que estamos presenciando.
Un solo ejemplo, entre todos. Consideren las reglas de Basilea 2 – fruto de los acuerdos de las autoridades públicas de los países del área del OCSE - que conciernen a la evaluación del riesgo para las empresas que solicitan crédito. Si se analizan atentamente los modelos que tratan de medir la probabilidad de insolvencia de las empresas se descubre que los parámetros ultilizados a tal fin – sumas de los réditos distribuidos ((TSR, total shareholder return); ROE (return on equity, y otros que por su naturaleza se centran en objetivos de breve período – si bien constituyen indicadores adecuados referidos a las grandes empresas de tipo capitalista, no lo son en absoluto cuando se trata de empresas cooperativas o de pequeñas y medias empresas que operan en territorios bien delimitados. Resulta claro que los criterios de Basilea 2 no son neutrales, dado que discriminan entre tipologías diversas de empresas, de lo cual resulta que los bancos no comerciales y los bancos del territorio verán sus políticas de empleo gravadas con pesos que no soportan, en cambio, los grandes grupos bancarios. Un designio institucional auténticamente liberal no puede tolerar tales discriminaciones.
¿ Qué puede comunicar la crisis actual a la teoría financiera y a los economistas en general? Una doble enseñanza. Primero, que cuanto más avanza el refinamiento de los instrumentos analíticos (matemáticos y econométricos) empleados, tanto mayor debe ser la conciencia de los peligros latentes al emplear en la práctica los productos de la nueva tecno-finanza. Una irresponsable falta de humildad intelectual ha inducido a no pocos economistas del mainstream, incluso prestigiosos, -pero poco prudentes- premios Nobel, a mirar con condescendencia a autores como J.M. Keynes y Hyman Minsky y a considerar superados a maestros de la clase de John Hicks o James Tobin, (ambos, premios Nobel), estudiosos en cuyas obras están prefiguradas buena parte de las consecuencias que estamos actualmente registrando. (Siempre recordaré la imagen metafórica de Hicks cuando, allá en los primeros años del ’70 del siglo pasado, insistía en la necesidad de meter, de cuando en cuando algunos granos de arena en los engranajes de la máquina financiera, para disminuir su velocidad – idea ésta que Tobin había de traducir luego en su propuesta conocida como “Tobin tax”). La humildad hubiera permitido aprovechar un notable precedente histórico, el del célebre economista americano Irving Fisher, tan genial bajo el aspecto matemático (Gibbs, el gran físico de la termodinámica fue uno de sus mentores) como catastrófico especulador en la bolsa. En el otoño de 1929 declaró públicamente que el curso de las acciones habían adquirido la máxima estabilidad y que Wall Street nunca llegaría a quebrar. Así fue que, operando sobre la base del modelo histórico por él elaborado, Fisher perdió no solamente su reputación de economista sino casi entero su patrimonio de familia.
¿ De qué cosa proviene cierta arrogancia intelectual todavía frecuente en no pocos círculos académicos? De la incapacidad de comprender, por defecto de preparación filosófica, la distinción entre racionalidad y razonabilidad. Un argumento económico puede muy bien ser racional, matemáticamente perfecto, pero si sus premisas, es decir, sus aserciones, no son razonables, resultará de escaso valor, y hasta puede llevar a desastres. El célebre filósofo de la ciencia von Wright (Imágenes de la ciencia y formas de racionalidad, Roma, Carocci, 1987), ha escrito: “Los juicios de razonabilidad están orientados al valor; se refieren... a lo que se considera bueno o malo para el hombre. Aquello que es razonable es sin duda también racional, pero aquello que es meramente reacional no es siempre razonable”. La razonabilidad, en efecto, es la racionalidad que hace a la razón, razón del hombre y para el hombre”. Por ser tal, es expresión de sabiduría y no sólo de habilidad intelectual.
La segunda gran lección que da de la crisis a la economía es la de adelantar los tiempos superar la llamada “sabiduría convencional” (conventional wisdom), según la cual, todos los agentes económicos estarían movidos por una orientación de tipo egocéntrico y de provecho propio. Hoy sabemos que tal aserto es en los hechos, falso. Ciertamente es verdad que según el contexto y los períodos históricos, hay un porcentaje más o menos alto de sujetos cuyo único objetivo es la persecución del self interest, pero este estado de ánimo no describe al universo entero de los agentes económicos. Sin embargo, los modelos de la teoría financiera siguen postulando – espero que por poco tiempo – que todos los agentes son homines oeconomici. La consecuencia salta a la vista: de aquellos modelos vienen directivas de acción que se “venden” al sector bancario y financiero. Por su parte, los dirigentes que llevan la batuta en el sector se emplean, con gran habilidad técnico-comunicacional, en transformar esas directivas en productos que luego se sugieren o aconsejan – digámoslo así– a la vasta platea de los inversionistas, individuales o colectivos. Algunos de ellos resultan presa del “hambre de dinero” pero a muchos otros se los empuja a tomar decisiones que no hubieran elegido ante una efectiva pluralidad de ofertas. El punto es que los modelos matemático-financieros no sólo sugieren líneas de conducta; también cambian la forma mentis de las personas, como confirman abundantemente los resultados más recientes de la investigación experimental de las neurociencias.
¿Cuál es, finalmente, la lección que la crisis enseña a los sujetos de la sociedad civil responsables de la cultura? Pensamos en iniciativas como: el deleveraging de los bancos; asegurar las cuentas de depósito; sancionar a los administradores, dar pasos decisivos hacia una nueva arquitectura del sistema financiero mundial; tomar medidas concretas para conjurar el peligro de que a la crisis actual se añada la de las cartas de crédito USA, etc. Todo esto es útil y debe ser puesto en práctica urgentemente, pero no basta, porque esta crisis ha reducido de manera impresionante esa componente específica del capital social que es la confianza generalizada, es decir, de largo alcance. Sabemos desde hace mucho que una economía de mercado, para funcionar, puede prescindir de muchísimas cosas, pero no de la confianza, porque la de mercado es una economía contractual y sin confianza recíproca no hay contrato que pueda firmarse. Después de todo, también los CDS y los fondos de reserva - creados especialmente para dar garantías – presuponen contratos, aunque de forma particular. Que no se olvide nunca que el mercado es un consumidor, no un productor de confianza, aunque es verdad que las instituciones mercaantiles bien estructuradas favorecen la difusión y la ampliación de relaciones fiduciarias. Un indicador rústico pero elocuente de la falta de confianza es el constatar que, en el mercado interbancario, hasta los bancos que tienen exceso de liquidez han dejado de conceder préstitos a otros bancos y prefieren comprar títulos de Estado, ciertamente menos rendidores.
Corresponde a la sociedad civil el deber de reanudar las “cuerdas” entre todos los que operan en el mercado y que esta crisis ha malhadadamente cortado. (Recordar que confianza, del latino fides, que significa literalmente “cuerda”, lúcidamente señalaba Antonio Genovesi en su Lezioni di Economía civile de 1765). Pero ¿de dónde arrancar para tratar de llevar a buen término tal empeño? Centrando de nuevo tanto el pensamiento económico como el nuevo diseño institucional en la categoría del bien común. Desde hace tiempo está bastante presente en el debate cultural, pero esta categoría ha sido confundida hasta ahora sistemáticamente, por desgracia también por los especialistas, con la de bien total o bien colectivo. Nada más engañoso y, por lo tanto, deletéreo (cfr. S.Zamagni, L’economia del bene comune, Città Nuova, Roma, 2007).
Un cúmulo de signos confirma hoy que, gracias a las circunstancias que aquí hemos tratado de interpretar, la noción de bien común conoce una especie de despertar, de renovado interés, y eso es algo que abre camino a la esperanza. No es de maravillar. Cuando se llega a tomar conciencia de la crisis de civilización que se avecina, uno se siente casi obligado a abandonar toda actitud descuidada, y osar el ensayo de vías nuevas de pensamiento y de acción.

Gabriel Zanotti dijo...

Al leer las reflexiones de Zamagni, me queda una sensación de perplejidad. De más está decir que hay una serie de reflexiones muy sensatas y que comparto. Pero cuando anuncia con bombos y platillos que todo esto ha sido causado por teorías económicas erróneas, no veo clara la identificación de las mismas. Nombra a algunos autores, pero las grandes corrientes no aparecen. Monetarismo, institucionalismo, keynesianismo, no aparecen claramente identificadas. Nombra al ppio de maximización monetaria como el gran culpable pero, ¿a qué se refiere? ¿Es conciente el autor de las diversas posiciones sobre el mismo en epistemología de la economía y la inumerable bibliografá secundaria que hay sobre la materia que implican matices tan diversos que obviamente dejan en la nada una "acusación" tan vaga?
En última instancia, mi diagnóstico sigue siendo el mismo: la EA de economía está olímpicamente ignorada, y en este caso también. No aparece, no es considerada ni nombrada, ni para bien ni para mal. Lo cual es, en cierta medida, una buena noticia. Me gustaría escribirle a Zamagni y decirle: ¿sabe que Mises y Hayel existieron? Y tal vez, por ciertas apreciaciones que hace en su texto, si los leyera un poco creo que los apreciaría bastante, al ver cuánto se opusieron ellos a la economía neoclásica convencional, a la noción de eficiencia del mainstream y al matematicismo desenfrenado que de algún modo bien denuncia Zamagni.
La mala noticia sería que Z creyera que Mises y Hayek son lo mismo que todos los demás, y la peor noticia sería que dicho prejuicio fuera ahora....... La "doctrina ortodoxa de los católicos"....................................

Juan Manuel Bulacio dijo...

Querido Gabriel, ¿no crees que más allá de los sistemas políticos o económicos son los seres humanos los que definen la sociedad? Entiendo que un buen sistema sería aquel que permitiera más la expresión de las riquezas humanas, pero sociedades con muy diferentes sistemas han florecido o se han hundido más allá de ellos. ¿Cuáles serían entonces los valores que han influído en ello? Me gustaría tener tu opinión al respecto. Te mando un abrazo. JM

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con JMB , sino , como explicás Gabriel el funcionamiento de paises europeos con fuerte presencia del Estado en la economía . Suecia debería ser con ese criterio tan pobre como Cuba y sin embargo es uno de los países con más alto Índice de Desarrollo Humano . Parece que el tema cultural pesa y mucho .
Un par de preguntas más en este día lluvioso para mi :
En que período histórico hubo algo parecido a lo que propone la EA ? Digo parecido , para que los que no somos economistas tengamos alguna referencia histórica , algo que nos permita tener una idea concreta y no sólo teórica de la práctica de sus ideas .
Otra pregunta : si alguna vez se restableciera el orden espontáneo económico , se cerraran los Bancos Centrales y los Estados renunciaran a cualquier intervención en la economía , como se evitaría que los monopolios y oligopolios preexistentes tomen ya no sólo el poder económico sino también el político , cosa que la izquierda dice que ya sucede ? Un abrazo . M.S

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo que el problema no es el libre mercado. Tampoco el problema son las ideas económicas.
El problema está en la corrupción, es un problema de orden POLITICO. Por tanto, la solución no es económica. La solución debe ser de orden político.
Por eso, la solución no es el libre mercado.
Si faltan peras no me den manzanas.

Alberto

Gabriel Zanotti dijo...

Ver comentario intercalado:

Querido Gabriel, ¿no crees que más allá de los sistemas políticos o económicos son los seres humanos los que definen la sociedad?

Si, y no sólo más allá, sino en su base.

Entiendo que un buen sistema sería aquel que permitiera más la expresión de las riquezas humanas, pero sociedades con muy diferentes sistemas han florecido o se han hundido más allá de ellos.

Bueno, los ejemplos serían muy interesantes...........


¿Cuáles serían entonces los valores que han influído en ello?

Pueden ser muchos. Pero no son los factores determinantes ante una naturaleza humana falible. Santo Tomás dijo explícitamente que la ley humana no debe presuponer que los seres humanos son perfectos en la virtud: “…la ley humana se establece para una multitud de hombres, en la cual la mayor parte no son hombres perfectos en la virtud. Y así la ley humana no prohibe todos los vicios, de los que se abstiene un hombre virtuoso; sino sólo se prohiben los más graves, de los cuales es más posible abstenerse a la mayor parte de los hombres, especialmente aquellas cosas que son para el perjuicio de los demás, sin cuya prohibición la sociedad no se podría conservar, como son los homicidios, hurtos, y otros vicios semejantes" (ST, I-II, Q. 96 a 2). O sea que los sistemas son fundamentales a la hora de poducir incentivos a seres humanos imperfectos. Lo demás es decir que si todos fuéramos mejores, la sociedad andaría mejor. Lo cual es obvio y no soluciona nada..........................

Me gustaría tener tu opinión al respecto. Te mando un abrazo. JM

Gabriel Zanotti dijo...

Alberto, sobre tu pregunta, fijate mi art en
http://www.hayek.org.ar/new/images/fotos/Revista-Digital-Ciencias-PoliticasMar09.pdf

Gabriel Zanotti dijo...

Ver abajo..............

Estoy de acuerdo con JMB , sino , como explicás Gabriel el funcionamiento de paises europeos con fuerte presencia del Estado en la economía .

En ciencias sociales los fenómenos complejos no admiten experimentación con control de variables. Sólo me permito recordarte la diferencia entre Alemania Occidental y del Este antes de la caída del Muro, y todos alemancitos......................


Suecia debería ser con ese criterio tan pobre como Cuba y sin embargo es uno de los países con más alto Índice de Desarrollo Humano .

Me temo que Suecia no es una dictadura marxista..... Mejor dicho, no me temo, me alegro; me temo para tu ejemplo.......




Parece que el tema cultural pesa y mucho .

Idem respuesta a JMB.


Un par de preguntas más en este día lluvioso para mi :
En que período histórico hubo algo parecido a lo que propone la EA ? Digo parecido , para que los que no somos economistas tengamos alguna referencia histórica , algo que nos permita tener una idea concreta y no sólo teórica de la práctica de sus ideas .

La historia es la historia de los grises. Depende del grado del desarrollo de mercado libre que la propia teoría te permita juzgar en un período histórico.


Otra pregunta : si alguna vez se restableciera el orden espontáneo económico , se cerraran los Bancos Centrales y los Estados renunciaran a cualquier intervención en la economía , como se evitaría que los monopolios y oligopolios preexistentes tomen ya no sólo el poder económico sino también el político , cosa que la izquierda dice que ya sucede ? Un abrazo . M.S


Eso está contestado por Rothbard cuando explica los factores antimonopolíticos que operan en el mercado libre. Cap 10 de su libro Man Economy and State. Lo bajás gratis de www.mises.org

Anónimo dijo...

Dónde está dicho que Suecia es una dictadura marxista ? Estoy hablando de fuerte presencia del Estado en la economía que creo es lo opuesto a lo que dice la Escuela Austríaca . Habría que ver un poco la historia sueca .
Con respecto al ejemplo que diste de las dos Alemanias precisamente a eso iba . Tengo un vecino alemán que vive 6 meses acá y 6 allá que me dice siempre que la parte oriental de Alemania es un verdadero lastre a pesar de que cayó el muro hace 20 años . No se acostumbran a competir , no quieren trabajar , etc , mirá si no será un problema cultural .
Te pedí al menos un ejemplo histórico "parecido" porque un ejemplo sirve para entender mejor una teoría y no al revés . Sino me parece que la cosa se ideologiza mucho . Saluti . M.S

Gabriel Zanotti dijo...

Ver abajo..............

Dónde está dicho que Suecia es una dictadura marxista ?

Perdón, creo que hubo un obvio malentendido..... Yo dije

"Me temo que Suecia no es una dictadura marxista..... ", como queríendote decir, ahí está la diferencia..............



Estoy hablando de fuerte presencia del Estado en la economía que creo es lo opuesto a lo que dice la Escuela Austríaca . Habría que ver un poco la historia sueca .

Hay varios libros sobre ese caso, de Mauricio Rojas. Buscalo en internet.


Con respecto al ejemplo que diste de las dos Alemanias precisamente a eso iba . Tengo un vecino alemán que vive 6 meses acá y 6 allá que me dice siempre que la parte oriental de Alemania es un verdadero lastre a pesar de que cayó el muro hace 20 años . No se acostumbran a competir , no quieren trabajar , etc , mirá si no será un problema cultural .


Yo quise decir que los incentivos cuantan, NO que la cultura no cuenta.........


Te pedí al menos un ejemplo histórico "parecido" porque un ejemplo sirve para entender mejor una teoría y no al revés . Sino me parece que la cosa se ideologiza mucho . Saluti . M.S

Disculpame, es que los ejemplos no sirven. Es un tema arduo de ciencias sociales. Si yo te digo "x" vas a asociar EA a "x", y no vamos a ningún lado..........

3 de abril de 2009 11:43

.....

Anónimo dijo...

Gracias por lo de Rojas , los conversos siempre son interesantes . Vos hablás de los incentivos y yo de la cultura . La cultura , sea religiosa o corrupta vive en las sociedades y llega a la política . Siempre sospeché que el hecho de haber sido de un fuerte espíritu religioso , para el caso protestante , los padres de la patria americanos hubieran construido una gran Nación , ya sea con los idearios de la revolución francesa u otros idearios .
Que tiene más peso al final , los incentivos o toda la cultura ? Ahi tenemos el caso argentino , 60 años de intervencionismo con matices . Cómo modificas esto ?
Tratá de no contestar repitiendo lo dicho , suena muy robótico . M.S

oikos-pobierzym dijo...

Sí Gabriel, Ok..., pero coincido con M.S. (y los demás), si no das ejemplos históricos todo queda en la teoría y se supone que la E.A. tiene un proyecto netamente pragmático.

Es como si dijera: el ko-ko-bu-do (suponiendo que exista) es el mejor arte marcial del mundo, el más completo, el de mayor desarrollo personal, de las técnicas más eficientes, etc. Bueno, ¿pero quien lo practica? Nadie..., está bien, pero al menos da un ejemplo de alguien que practique un arte marcial parecido..., sino todo queda en la nebulosa.

Por otro lado, prefiero Suecia y no Cuba (salvo por el clima), y muchos ideólogos de izquierda (inteligente, no bolche)toman esos países como modelo en relación a lo que ellos consideran que son los países capitalistas.

Creo que es eso que se refiere M.S. y los demás (me incluyo).

La opción que queda es que digas, bueno la E.A. sólo podrá funcionar cuando se de un cambio de paradigma. Yo no tengo problema en que digas eso...¿pero pensás así?

Un abrazo

R.P.

Gabriel Zanotti dijo...

Gente, MS, JM, RP, queridos amigos: los blogs tienen sus límites, yo no puedo resumir en 2 líneas el "complejo" tema de los fenómenos complejos en ciencias sociales y naturales. No creo por ende que ninguna respuesta mía les conforme....... Pero siempre abierto al diálogo, pruebo dos cosas:
a) ¿les conforma saber que Menger, Bohm Bawerk y Mises desarrollaron sus seminales escritos sobre EA en contacto directo con la realidad y circunstancia de su tiempo y que para ella escribieron? Libros como Socialismo (1922) Teoría de la moneda y el crédito (1912), y tooooooooooodas las recomendaciones de política económica de Mises, de 1908 a 1934, ahora publicadas todas en 3 tomos por la Liberty Fund.................. Si lo leyeran, creo que les interesaría.......... Yo además no es la 1ra vez que digo esto, mis escritos epistemológicos siempre aluden a todo esto, comenzando por mi introducción al libro "Teoría e historia" de Mises (miren el título..............)
b) En ciencias sociales los fenómenos complejos son policausales. Por ende nunca se sabe, si no es por una teoría previa, si algo se produjo "a pesar de" o "a causa de". Por ende nada se soluciona con que yo les diga que Mises dice que el período XX se acerca bastante al libre mercado, porque no podrán distinguir, sin teoría (esto es hermenéutica, no RP?) si lo que NO les gusta de ese período es a pesar o por el mercado libre en el grado que lo hubiera......................

Gabriel Zanotti dijo...

Entre paréntesis, tal vez les interese ver esto.....

http://www.facebook.com/ext/share.php?sid=148466480430&h=BIp2v&u=ozNhZ&ref=nf

Anónimo dijo...

Corrijo por escribir apurado : donde dice "Siempre sospeché que el hecho de..." debería decir "Siempre sospeché que por el hecho de... " , igual creo que se entendía el sentido . Lo cultural es previo a cualquier sistema politico y si bien personalmente quisiera siempre más libertad , entiendo que un sistema como el sueco funcionaba aún previamente a la globalización . Este es el punto . Los austríacos dirían que nunca podria funcionar , y es cierto que crecían menos antes de las últimas reformas liberales . Pero crecían , y sobre todo se mantuvieron fieles a su cultura de base . Eso quería expresar y le agradezco a Ricardo su apoyo . M.S

Juan Manuel Bulacio dijo...

Así como creo que las personas son más importantes que los sistemas, no cabe duda que la cultura en la que esos hombres se desenvuelven influyen en la conveniencia de adoptar o adaptar determinados sistemas económicos y/o políticos en las respectivas sociedades. Dudo mucho que Suecia, Argentina, los pigmeos centroafricanos, los nómadas del Sahara y los esquimales sean iguales a la hora de pensar el mejor sistema político-económico para ellos. Si bien la naturaleza humana es la misma en todos ellos, los modos en que esa naturaleza se expresan son muy diferentes. Sería muy paradójico que una mirada "liberal" no contemplara esas diferencias y aceptara por ello diferentes sistemas según el caso.
Muy interesante e instructivo el debate. Saludos para todos. JMB

Gabriel Zanotti dijo...

La verdad no sé qué ha pasado que ha dado la impresión de que no tengo en cuenta el tema cultural, cuando precisamente en este último período de mi pensamiento lo he enfatizado tanto que mis amigos heideggerianos me "acusan" de no ir más allá y a mis amigos tomistas, en cambio, les tengo que aclarar que no me he vuelto relativista. Toda mi hermenéutica realista es el intento de poner en armonía a lo uno y lo múltimple en esa cuestión; es más, he dicho ya varias veces que "en lo humano, lo natural es lo cultural". Pero bueno, se ve que nunca se puede aclarar todo y que evitar los malentendidos es casi siempre imposible, cuestión de la que estoy convencido hace muuuuuuuuuuuuuucho tiempo. Y si esto fue así con este tema, la que me espera mañana............ Un abrazo y fasten seats belts, please............

Unknown dijo...

Querido Gabriel:

Lamento haberte enquilombado el blog..., pero bueno, charlar ideas siempre vale la pena.-

No voy a publicar un curruculum, pero el amigo Zamagni entiendo que es un economista tan importante (no quiere decir reconocido por el mercado de ideas), como cualquiera de los que se nombran. Si alguien quiere publico el curriculum.-

En segundo lugar, realmente estoy sorprendido el "nivel" de la gente que adhiere a tu blog, son pocos los que han leído completo el artículo de Zamagni, incluso en el ámbito en que fuera publicado (resumido por el suscripto, Revista Signo, Acción Católica Argentina, Marzo).-

Mirando el fondo del tema, creo que toda doctrina económica, es por definición "relativa". El gran problema de tus amigos neoliberales es que cierran las cuestiones en círculos perfectos.

La realidad los supera indefectiblemente. Por eso me parece brillante su crítica en el sentido, de que la causa última de la crisis es "habérsela creído" que de un dólar, se podían crear cientos.-

Y quién puede dudar que los mercados financieros eran casi de un liberalismo perfecto, en cuánto a no estar controlados por el estado.-

Es verdad que el estado moderno, o leviathan es peligroso cuando se pone a hacer lo que no sabe, pero también es peligroso cuando se deja un sector tan importante librado absolutamente al afan de lucro.-

Quién termina pagando los desvaríos de quiénes usan de grandes teorías para lograr grandes ganancias?

Los deudores hipotecarios, los ahorristas, los trabajadores (todos, desde profesionales a simples obreros) que serán despedidos.-

Estimado amigo, hasta ahora fuiste a lo que no estabas de acuerdo con Zamagni, pero al principio remarcaste varios temas en los que concidías. No me cabe duda ya que la visión antropológica de fondo es la misma.-

Quizá podríamos dejar un poco las teorías (esto ya se dijo varias veces) para ir a lo que manda: la realidad, ante la cual se apunan todos los autores que pretenden entenderla como algo cerrada y acabada, lo que en el fondo, es racionalismo puro.-

Gran debate, un abrazo, Alejandro

Gabriel Zanotti dijo...

Estimado Alejandro,
por supuesto que nuestro fundamentos antropològicos son los mismos. Pero por eso mismo lamento tanto que Z no parezca conocer a los austrìacos. Porque en tu respuesta se filtra la supociciòn de que ellos "tambièn" defendieron el modelo de competencia perfecta, cuando su evoluciòn, especialmente desde los 30 en adelante, indicò todo lo contrario. Criticaron duramente al modelo de competencia perfecta, especilamente Hayek en 1936 y 1946; Mises en 1949, Rothbard en 1962, y no en escritos marginales. No por ello estàn libres de problemas, pero por ello mismo uno de los programas de investigaciòn de toda mi vida ha sido la fundamentaciòn antropològica correcta de la praxeologìa de Mises y del orden espontàneo en Hayek.
Asì que sì, creo que Z estarìa bastante de acuerdo con los austrìacos..... Si los pudiera conocer sin el prejuicio ideològico "estos son liberales y por lo tanto malos", que es el prejuicio que al menos aquì, en los ambientes catòlicos, parece ser un vicio intelectual cristalizado y elevado a Dogma de Fe.......
Un abrazo y seguimos dialogando...............

Unknown dijo...

Querido Gabriel:

No es una cuestión de fe, es una cuestión de realismo. Qué tienen que ver los católicos en esto??
Toda doctrina que se vuelve cerrada, es equivocada, porque las circunstancias son cambiantes.
Insisto, porqué no marcás lo que estás de acuerdo, así el diálogo es constructivo.-
Está más que claro en lo que no estamos de acuerdo, quizás existan puntos que sí.-
Por ejemplo que el mercado no se regula automáticamente.-
Un abrazo, Alejandro

Gabriel Zanotti dijo...

Alejandro NO entiendo bien....... Tu último post, ¿es la contestación a esto? (reitero):

Estimado Alejandro,
por supuesto que nuestro fundamentos antropològicos son los mismos. Pero por eso mismo lamento tanto que Z no parezca conocer a los austrìacos. Porque en tu respuesta se filtra la supociciòn de que ellos "tambièn" defendieron el modelo de competencia perfecta, cuando su evoluciòn, especialmente desde los 30 en adelante, indicò todo lo contrario. Criticaron duramente al modelo de competencia perfecta, especilamente Hayek en 1936 y 1946; Mises en 1949, Rothbard en 1962, y no en escritos marginales. No por ello estàn libres de problemas, pero por ello mismo uno de los programas de investigaciòn de toda mi vida ha sido la fundamentaciòn antropològica correcta de la praxeologìa de Mises y del orden espontàneo en Hayek.
Asì que sì, creo que Z estarìa bastante de acuerdo con los austrìacos..... Si los pudiera conocer sin el prejuicio ideològico "estos son liberales y por lo tanto malos", que es el prejuicio que al menos aquì, en los ambientes catòlicos, parece ser un vicio intelectual cristalizado y elevado a Dogma de Fe.......
Un abrazo y seguimos dialogando...............