domingo, 2 de noviembre de 2008

MIRA EL SOL

La literatura nunca fue mi fuerte, ni la práctica ni la teórica. De todos modos me atrevo en mi blog a publicar algunas cositas. Este cuento corto no tiene mayores pretensiones de nada; tampoco hay mensajes filosóficos, excepto obviedades. Me gustó jugar un poco con el tema del tiempo, simbolizando la rapidez de la existencia, su finitud, en última instancia: un día, como mucho, al lado de la eternidad.

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MIRA EL SOL

El amanecer lo embellece todo. Hasta la sonrisa de ese niño que nació ese día.
Tuvo una infancia normal. Excepto, tal vez, por su afición a la música. Su madre ya se había dado cuenta aquel día, cuando un pequeño sollozo se confundió un tanto con una nota bien entonada.
Comenzaron por supuesto los primeros debates familiares. Su padre opinaba que con un profesor particular sería suficiente. Otros familiares se inclinaban por un conservatorio.
No importaron los debates ni los maestros. Su talento se abrió paso a través de todos los límites de lo humano. Con un rendimiento normal en todo lo demás, ya era un eximio pianista al cumplir los 18. La oportunidad de una beca no se hizo esperar. Como siempre sucede, la infancia y las adolescencias comienzan a dejarse con decisiones donde la vida entera comienza a jugarse.
No faltó por supuesto el consejo de su viejo maestro de piano.
- Ya ha pasado casi la mitad de la mañana desde que naciste. El sol ya está fuerte. La decisión no te puede tomar al atardecer.
Sí, era verdad. Había que decidirse. El nuevo lugar de estudios estaba lejos de la familia, pero era una oportunidad importante.
Y otra vez, como una fuerza misteriosa que se abre paso entre medio de lo habitual, Dios mismo parecía descender al teclado en cada concierto. La fama y el reconocimiento no tardaron en venir. Pero los demás aspectos de la existencia no parecían ser tan sencillos. Un hijo apareció de sus entrañas cuando el juicio humano lo juzgaría menos conveniente. Y una bella mujer le reclamó al pianista soltero y brillante:
- Ya es casi el mediodía. ¡Mira el sol! ¿Ahora me vas a dejar? ¿A mí y a tu hijo? ¡Es mediodía! Ya no es tiempo de jugar. Esposa o no, yo soy la mujer que amas. Y este es tu hijo.
El pianista brillante fue descubriendo lentamente otra luz aparte de la de su música. Sí, tal vez hubo menos conciertos, pero lentamente el amor de los suyos inundó su corazón. Trató de enseñar el piano a su hijo, pero fue testigo, sin demasiado asombro, de la maravillosa libertad. Comentó una vez a su mujer:
- Es un poco como era yo. Rebelde.
- Nada raro. Así somos todos. Pero en tu caso no te dabas cuenta, estabas absorto en tu música....
- Lo de siempre.... Ahora no soy tan tonto, pero ya es el atardecer.
- El sol está bajando.
- Para los dos,¿no?
Y se miraron ambos con ternura.
La noche se acercaba. El se retiró oficialmente de la enseñanza y todos sus discípulos le pidieron que diera un último concierto en el gran teatro, bajo promesa de que de tanto en tanto los deleitaría en su casa. Fue algo conmovedor. En primera fila estaba ese hijo supuestamente rebelde. No era pianista, era feliz. Estaban también sus nietos.
Avanzada la noche, ya con las estrellas muy en alto, él no pudo seguir dando conciertos en su casa. La vejez, la pura y sencilla vejez, fue apagando esa vida tan humana, apenas sacudida por el milagro de la música.
Al día siguiente, los primeros rayos del sol se posaron suave pero firmemente sobre el piano de su infancia.

Gabriel J. Zanotti
3-3-2001

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Bravo !!! Sólo por este cambio de aire en tu blog . Espero que publiques alguna vez algo de los orionitas . Un abrazo a vos y un beso a Marcela . M.S

Anónimo dijo...

Mirá que redondito. La circularidad es una meta difícil (re-difícil) de lograr. Por eso el cuento es cuento, y nada más difícil que lograr un cuento. E ahí la meta de los que garabateamos relatos, procurando llegar al cuento. Incluso, me imagino a Propp trazando funciones y festejando leer Un Cuento; sí, cabalito como debe ser un Cuento.

Ahora me permito debatir algunos puntos de la intro:
Dices que la literatura nunca fue tu fuerte. A mi la literatura me dijo que vos eras uno de sus fuertes.
Dices que no hay “mensajes filosóficos, excepto obviedades”. Bueno, acá creo –de veras creo- que estás siendo injusto con el lector; es más, -mirá lo que te viá decir- “no estás en el lugar indicado para decirlo”. ¿Por qué? Porque “Mira al sol” fue tuyo hasta que llegó al lector. Me explico: tu “texto” no era texto sino un espacio textual hasta que llegó el lector a completar -construir, resignificar, etc.- el texto; desde ese instante el lector es el único capacitado para decodificar el mensaje. Yo, acá sentada, siempre estoy con mi equipo de lectores atentos. En este caso, a cada uno le llegó un mensaje distinto. Uno, sobre todo, ponderó la reflexión filosófica y el otro –at the same time- la tradujo en su propio piano; mientras tanto otro pensaba que el pianista pudo hacer sido un economista. Otro se sigue apropiando de otros mensajes que, me dice, no te quiere revelar. ¡Ah! Y otro se fue a estampar una remera que dice “No era pianista, era feliz”.

Muy feliz, con mi equipo de lectores, te agradecemos el cuento.
Besos, Sils.

Gabriel Zanotti dijo...

Glup Sil! Me dejase helado. Pero es verdad, el cuento ya no es mío. Y me sorprende el grupo de copropietarios...........

Juan Manuel Bulacio dijo...

Hablando de la música y de lo efímero de la vida humana, me permito resumir un muy lindo relato: Ainulindalé con el que comienza el Silmarillion de J.R.R. Tolkien:

En el principio, Ilúvatar y los Valar (en la analogía Dios y sus ángeles), tocaron una gran canción llena de belleza y armonía hasta que Melkor (uno de los Valar, el más poderoso) deseó destacarse sobre el resto, lo que hizo su interpretación disarmónica y estridente. Luego de varias ejecuciones, la lucha entre la belleza de la canción prevista y la que era por la soberbia de Melkor se incrementaba cada vez mal. Los Valar admiraban la la visión que se desprendía de la música, pese a los terribles contrastes introducidos. Tan enamorados quedaron que Ilúvatar decidió darle existencia al mundo imaginado ("Sea") y encomendó a los Valar que trabajaran en él para hacer realidad la visión. También Melkor deseó el mundo y fingió arrepentimiento para entrar en él. Larguísimos años se esforzaron los Valar por lograr la belleza que recordaban en la canción original, aunque siempre debían luchar contra la maldad del Valar soberbio y rebelado. Pero les quedaba la esperanza en la promesa de Ilúvatar: habría al final una última canción, aún no revelada, de inimaginable belleza y grandeza en la que participaría él mismo, los Valar y todas las criaturas de Ilúvatar entre las que se encontraban seres de vida terrena muy corta, los hombres.

Cachimba dijo...

El tema de la analogía vida/día es atávico y creo que su autor fue el primer homo sapiens que se haya sentado a mirar un atardecer y a pensar un rato. Aunque nunca lo haya escrito, fue él quien creó el cuento. Y probablemente, en el futuro, en el día del fin del mundo, haya alguien re-descubriendo el cuento que nunca dejó de ser escrito. Eso es lo lindo de este cuentito de Mr Zanotti, que es arquetípico, de todos, de siempre. Es el mismo cuento, escrito de mil vidas, perdón, formas, diferentes.

Anónimo dijo...

Me pareció interesante e importante el relato de Tolkien que transcribió JM Bulacio . Un tema , como este cuento circular de Gabriel , lleva a otro .
La "soberbia" como la de Melkor , es una de las preocupaciones centrales en una sociedad que pretenda la civilización . Aparece su descripción y la de los distintos mecanismos para su control desde las fábulas infantiles hasta los rituales de las religiones .
El soberbio es aquel que cree , enceguecido , que está sobre la vida y que en todo acierta en un mundo que a menudo no lo comprende . Si la soberbia fuera una enfermedad , su signo patognomónico sería la pertinacia .
Para los católicos es el pecado original y uno de los pecados capitales . En mi opinión que no es católica ( pero con una de sus raices que se nutre del cristianismo ) , no es un pecado , sino el resultado de una con-currencia de pecados , de ahí que sea tan difícil de prevenir y más difícil de erradicar . Volviendo a la analogía médica , la soberbia sería el SIDA de los pecados , expresándose de variadas formas : vanidad , envidia , pereza , ira , odio , etc .
Klaus Brigman , por ejemplo , describe un "sistema romano" para reducir los riesgos que acarreaba la soberbia para si mismo y para el mundo desde el comienzo de las civilizaciones :

"Según una antiquísima idea, los demonios acechaban de manera especial al hombre encumbrado por la victoria y el éxito; así, la persona del caudillo triunfante se protegía más que ninguna otra mediante amuletos colgados del carro triunfal y de su cuerpo, así como por otros medios para conjurar el mal. Sobre el carro triunfante, detrás del caudillo, iba un esclavo que decía en voz alta al triunfador, vestido con el traje etrusco de los antiguos reyes de Roma: "Recuerda que eres un hombre" y los soldados cantaban canciones burlescas referidas a su general que lo rebajaban a una escala humana absolutamente corriente. El mismo César tuvo que aceptar con motivo de su triunfo sobre los galos el año 46 a.C., que le insultaran llamándolo amante de un rey del Asia Menor de nombre Nicomedes: «César subyugó las Galias y Nicomedes a César; ahora César, que subyugó las Galias, celebra un triunfo ¡y Nicomedes, que subyugó a César, no lo celebra!
Esta costumbre sirvió en origen para salvaguardar al caudillo de la envidia de los poderes infernales en el día más importante de su vida. Pero de ese modo, más allá de las consideraciones religiosas, se procuraba siempre relativizar las pretensiones de una grandeza sobrehumana mediante la broma de unas burlas divertidas o mordaces. César y los emperadores romanos tenían que aceptarlo y podían hacerlo."

M.S

Poéticamente Insurrecto dijo...

Pasé y leí. Me conmoví y me fuí. Tan efímero, como el rayo de sol sobre el piano circular.