domingo, 30 de diciembre de 2012

domingo, 23 de diciembre de 2012

EL CRISTIANISMO ES RAZÓN


En un debate menos conocido que el que tuvo con Habermas, el entonces Cardenal Ratzinger volvió a afirmar algo que hoy es el programa de su pontificado: la Fe no es un sentimiento, la Fe no es seguir una tradición, sin motivo: la Fe tiene razones.

En efecto, Paolo Flores d´Arcais le dijo a Ratzinger, el 21 de Febrero de 2000[1], que lo que le resultaba más insólito e inaceptable de su catolicismo no es que fuera una religión “como cualquier otra”, sino que pretendiera tener “razones para la fe”. Eso era lo absolutamente inaceptable. Ello no sólo conduciría al totalitarismo –acusación habitual que fue fácilmente despejada por Ratzinger, uno de los mejores defensores de la libertad religiosa- sino que es un absurdo: ¿cómo una religión va a erigirse a sí misma pretendiendo tener “razones para la fe”? Para este típico filósofo post-kantiano, ello sería contradictorio con la esencia misma de lo religioso. Si querés ser busdista, selo; si querés ser católico, selo, si querés creer en la energía de las pirámides, dale nomás, pero no vayas a pretender decir………. ¡que tienes razones para ello!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

He allí el actual escándalo y absurdo del Catolicismo, he allí la razón del rechazo y el recelo que causa. Si: los católicos no somos católicos por un sentimiento religioso. Ninguna sola emoción nos sostiene. Tampoco lo somos porque fuimos bautizados de chiquititos. Lo somos –los que lo somos- porque tenemos razones (por gracia de Dios) para NO decirle que NO a la gracia de Dios. Y en estas fechas, eso es lo que convendría reflexionar.

El cristianismo (esto es, el judeo-cristianismo) es en sí mismo una desmitificación, como Ratzinger ha enseñado constantemente. Lo fue de los antiguos politeísmos y panteísmos, proclamando la racionalidad de un Dios único, creador del mundo y distinto al mundo. El cristianismo es la mirada profunda a la naturaleza humana, porque el pecado original no es una leyenda, sino la condición humana más profunda que explica todas las miserias de la humanidad. Coherentemente, la lectura de Evangelio nos convence de que Jesús es Dios mismo que ha venido a salvar y a perdonar, porque habla palabras que jamás podrían haber venido de la sola naturaleza humana. Cristo en la Cruz es precisamente el pensamiento del pecado original al revés. Es todo lo que el hombre, por sí mismo, jamás habría imaginado ni concebido. Y por eso Dios es el Padre que anuncia la salvación y el Hijo que redime, y por eso es el mismo Espíritu que se queda con nosotros, porque la redención es permanente.

El Cristianismo es razón porque la razón humana universal se descubre en el diálogo que todo ser humano espera tener con otro. Y el Cristianismo es desde el principio una llamada al diálogo universal. A dar razones de la Esperanza. Por eso dialoga y asimila a la razón griega, produciendo un nuevo horizonte del cual depende totalmente la cultura Occidental. Introduce la noción de persona, su dignidad, sus derechos; introduce la noción de ciencia, porque la desmitificación implica que la naturaleza del mundo físico no está revelada; distingue entre el poder civil y el poder eclesial, porque ya no se confunden Dios con el César; guarda lo mejor de la filosofía antigua en sus conventos; produce el renacimiento carolingio, las universidades, el common law británico; el neoplatonismo cristiano del s. XVI produce la nueva ciencia física; los ideales (no digo formas de gobierno) de la revolución francesa y norteamericana son en sí mismos cristianos, e incluso los primeros esbozos concretos de democracia política y economía de mercado se dan en el pensamiento católico de la Segunda Escolástica española del s. XVI. El Cristianismo (y por lo tanto, Israel) ha creado a Occidente, y Occidente es universal, porque la noción de derechos humanos universales integra a todas las culturas, dado que es integradora de lo humano. El racionalismo anticristiano, las filosofías radicalmente anticristianas, la fusión del trono con el altar, el colonialismo y los autoritarismos y totalitarismos son, como dijo García Venturini, patologías de Occidente: basta poner al Cristianismo en su lugar para terminar con ellas, y eso fue el Concilio Vaticano II.

El judeo-cristianismo no es, por ende, como entrar a una heladería y pedir un helado de vainilla y chocolate. El cristianismo no es un porque sí. No es un salto al vacío, no es un gusto, no es una moda, no es la catequesis del colegio, no es una costumbre cultural. El cristianismo implica una vivencia volitiva e intelectual que compromete a todo el yo, que no existiría sin la Gracia de Dios, pero a la vez sería nada sin la razón del hombre, que al dialogar con Dios, encuentra lo mejor de sí misma. Hay razones para la Trinidad, hay razones para la Encarnación. Son razones que superan la noción de razón como solo cálculo, un tipo de razón que ni siquiera está en la ciencia, como han demostrado Popper, Kuhn, Lakatos y Feyerabend. Son el círculo hermenéutico de la Fe, enseñado por San Agustín: creo para entender y entiendo para creer, en un sentido de “entender” que tuvo que ser explicado nuevamente por Husserl en el siglo XX.

El Cristianismo, sin embargo, no demanda un post-grado (nunca mejor dicho, gracias a Dios). Sólo un corazón abierto al encuentro con Dios, y para eso, el Espíritu de Dios sopla donde quiere y cuando quiere. El cristianismo es como la Virgen, que muy racionalmente pregunta: cómo puede ser esto. Y Dios responde, contrariamente al sistema educativo formal, sin enojarse, con un lenguaje poéticamente sublime y totalmente entendible. El Cristianismo es diálogo, es no juzgar, es misericordia, es escucha, es silencio, es comprensión.

Cristianismo es Cristo, y quien quiera ser cristiano, que tome su razón y sígalo.



[1] Ratzinger, J., y Flores d´Arcais, P.: ¿Dios existe? Espasa Calpe, Buenos Aires, 2010.

domingo, 16 de diciembre de 2012

MONOPOLIO, PRECIO DE MONOPOLIO, CONCENTRACIÓN MONOPÓLICA Y LOS "GRUPOS DE INTERÉS".


“A pedido del público”, pero también por la relevancia en estos días, posteo esta vez lo que escribí hace más de 30 años sobre la supuesta concentración monopolítica en el mercado libre.



Parte II

El monopolio

Toca el turno ahora a una parte muy importante de nuestro análisis: El monopolio.
1) El problema de la definición
 ¿Qué es el monopolio? He aquí el primer problema a resolver.
Es un problema porque, en efecto, la única definición estricta que conocemos, esto es, la etimológica (un solo vendedor), nos lleva --si consideramos sus consecuencias últimas-- a la conclusión de que todos somos monopolistas. En efecto, sabemos que los bienes no son estrictamente homogéneos entre sí; por lo tanto, en última instancia, cualquier vendedor es vendedor exclusivo de su producto y, por tanto, monopolista del mismo. O sea, el vendedor de pañuelos A es monopolista de los pañuelos A; el vendedor de los pañuelos B es monopolista de los pañuelos B, aunque ambos vendan pañuelos.
Pero como vemos, no es esta concepción la que habitualmente tiene el vocablo "monopolio". El vocablo induce a imaginar; a un siniestro individuo que vende algo que no tiene un sustituto a la vista, privilegiada situación por la cual puede elevar el precio del artículo a su gusto. Luego, no es el concepto de monopolio lo que en realidad preocupa, sino el supuesto poder que el mismo tendría sobre el artículo que se vende. No preocupa a nadie, en efecto, que yo fabrique pequeños libros con las páginas en blanco y los vaya a vender a las librerías. Lo preocupante sería que mi extraño producto fuera muy apetecido por el homo sapiens.
2) Teoría neoclásica
En ese sentido, y al ir intuyendo esas verdades, la escuela austríaca sufrió una evolución. Comenzó definiendo al monopolista, en virtud del problema antes aludido, como aquel que lograba establecer "un precio de monopolio", que a renglón seguido se pasaba a definir.
Habitualmente, si un vendedor reduce la cuantía del producto que ofrece sin que se haya reducido la demanda, ésta se vuelca hacia otros vendedores, resultando entonces una pérdida para el vendedor. Pero de ser las condiciones tales que el vendedor pueda reducir la producción elevando al mismo tiempo el precio, sin que la demanda se vuelque hacia otros vendedores, el precio obtenido era llamado "precio de monopolio". Evidentemente, la condición a la que alude esta teoría es la presencia de una demanda inelástica, que no se desvía hacia otros vendedores por la suba del precio.
Es decir, un precio de monopolio sólo puede establecerse ante la presencia de una demanda inelástica o rígida de un determinado producto. En el caso antes citado, si yo lograra que mis libros en blanco fueran indispensables para la vida humana,  podría entonces yo establecer un "precio de monopolio" de mis peculiares libros.
La teoría es correcta; sin embargo, el análisis cataláctico austríaco posterior, sobre todo en Rothbard, afirma la existencia de siete factores naturales anti-monopolísticos, que actúan impidiendo la existencia de la condición necesaria para la formación del precio del monopolio (la inelasticidad de la demanda) obviamente sin ninguna legislación (de allí que se los llame "factores naturales antimonopolísticos"). O sea, factores antimonopolísticos endógenos al mercado, y no exógenos, como son las leyes contra monopolio.
3) Los siete factores antimonopolísticos
a) La elasticidad de la demanda: cuantos más bienes y servicios se ofrecen en el mercado, la demanda tiene cada vez más posibilidades de elección, lo que implica que cada vez va haciéndose más elástica.
Ahora bien: a medida que se va desarrollando e intensificando el proceso de división del trabajo en el mercado libre, mayor es la cantidad de bienes y servicios que se le ofrecen al consumidor. Esto implica, pues, que a medida que se va desarrollando el mercado libre, la demanda es cada vez más elástica. Y como la demanda inelástica es el factor que permite la formación de un precio de monopolio, llegamos entonces a la conclusión final de que, a medida que se va desarrollando el mercado libre, menores son las posibilidades del establecimiento de precios de monopolio.
b) La competencia potencial: Éste es uno de los factores más importantes que limitan el ascenso del precio de un monopolio. Consiste en que. un monopolista, una vez establecido, es alguien que está sometido a una invisible pero efectiva competencia potencial, es decir, una competencia que no es pero que puede ser. En efecto, muchos vendedores potenciales se mantienen alertas para, en el momento en el que el monopolista suba el precio, aparecer en el mercado con un sustituto (el mismo producto, en un lenguaje más llano) y así desviar hacia ellos la demanda, logrando con ello ingentes ganancias. Esto es algo que mantiene alerta al monopolista, quien ignora si en el momento en que suba el precio pueden aparecer repentinamente inesperados vendedores que arruinen sus planes. Es un factor, pues, que limita en gran medida el ascenso del precio.
c) El factor competitivo permanente: Tal es el nombre que se asigna al proceso por el cual no sólo los artículos de un mismo rubro entran en competencia, sino todos los artículos unos con otros. El vendedor de zapatillas A no sólo competirá con el vendedor de zapatillas B, sino también con el vendedor --por ejemplo-- de lapiceras, pues tanto éste como el vendedor de zapatillas desean el dinero de los consumidores; por tanto, por cuestiones de precio no sólo competirán con sus respectivos colegas sino también entre sí. Luego, ningún monopolista carece de competidores, a menos que posea la propiedad de todo cuanto exista, cosa que sólo puede ocurrir en el caso de la existencia de un estado socialista.
d) La ley de los rendimientos decrecientes: El doctor Alberto Benegas Lynch (h), en su libro "Fundamentos de análisis económico", resume así esta ley: "Toda estructura de costos tiene una dimensión óptima pasada la cual los rendimientos son decrecientes". Esta ley, pues, limita la formación de los tan temidos "cartels" en el mercado. Estos chocarán inexorablemente con la precitada ley, y no podrán evitar las pérdidas.
Por otra parte, la natural gravitación a la competencia del mercado es la que en general termina con tales asociaciones. Muchos de sus integrantes saben perfectamente que si se retiran del cartel y comienzan a vender el producto. a menor precio y con mayor calidad, sus posibilidades de ganancias son inmediatas.
e) Los límites de calculabilidad en el mercado: Este es otro factor que limita el tamaño que puede llegar a poseer una empresa. Como se probará en el Capítulo VIII –-aunque el lector tiene las premisas para llegar a la conclusión en este capítulo--, imposible es realizar el cálculo económico en ausencia del mercado, pues ausencia de mercado implica ausencia de precios. En el mercado libre, a medida que una empresa va aumentando su radio de acción, va absorbiendo los mercados en los cuales se forman los precios de los factores productivos, y como la empresa realiza el cálculo económico con los precios emanados de tales mercados, a medida que éstos van siendo absorbidos se le hace cada vez más difícil a la empresa realizar el cálculo económico. Así lo expresa Rothbard en su tratado de economía (Cap. 10) : "A fin de hacer el cálculo de ganancias y pérdidas de cada rama, la empresa tiene que estar en condiciones de poder referir sus operaciones internas a los mercados externos, en relación a cada uno de los diversos factores y productos intermedios. Cuando desaparece cualquiera de esos mercados externos a causa de que se ven absorbidos dentro del radio de acción de una sola empresa, desaparece la calculabilidad y a la empresa no le queda ningún otro medio racional para dar ubicación a los factores dentro de esa zona específica. Mientras más se avance sobre estas limitaciones, será cada vez mayor la zona
donde lo racional no impere, y más difícil resultará evitar las pérdidas. Un cartel de grandes dimensiones no estaría en condiciones de dar destino racional a los bienes de producción y, en consecuencia, no. podría evitar pérdidas graves. Por lo tanto, en realidad jamás llegará a establecerse, y de hacerse el ensayo, pronto quedaría desintegrado".
Y agrega el mismo autor: "En la esfera de la producción, el socialismo equivale a «un cartel enorme» organizado y controlado compulsivamente por el Estado. Quienes abogan por la «planificación central» socialista, pretendiendo que es el método de producción más eficiente, en lo que respecta a satisfacer las necesidades del consumidor, tienen que contestar la siguiente pregunta: ¿si esa planificación central es realmente más eficiente, por qué no ha sido constituido por los individuos que persiguen ganancias, en el mercado libre? El hecho de que jamás se haya formado voluntariamente un cartel enorme y que se requiriera el papel compulsivo del Estado para formarlo, demuestra que no habría posibilidad alguna de que fuera el método más eficiente para satisfacer las exigencias de los consumidores".
f) El comercio exterior libre: Factor éste potentísimo contra la formación del precio del monopolio. La libre importación y exportación de productos; la libre entrada y salida de capitales nacionales y extranjeros, son cosas que no hacen más que ampliar enormemente la elasticidad de la demanda, ampliando enormemente las posibilidades de elección del consumidor. La posibilidad de sustituir un producto por uno importado más barato, es algo que hace al monopolista prácticamente imposible elevar su precio de venta.


g) Los sustitutos: Es muy difícil, por no decir imposible, encontrar en el mercado un producto absolutamente insustituible. Todos, en mayor o en menor medida, pueden sustituirse por otro similar. Y, si se diera el caso de la existencia de un producto insustituible, lo que sí tendrá indefectiblemente ese producto es un sustituto potencial. Como vemos, esto es algo muy parecido al caso de la competencia potencial. Innumerables vendedores se lanzarán a la búsqueda de un sustituto a ese producto insustituible que goza de demanda inelástica, como medio óptimo para conseguir seguras ganancias.
4) La natural ley de la oferta y la demanda
Pero aparte de estos factores que limitan el ascenso de un precio en un monopolio, existe algo sencillísimo de lo cual nos habíamos olvidado: la ley de la oferta: el precio alto atrae vendedores (mayor precio, mayor oferta). En resumidas cuentas, el caso de un monopolio con demanda inelástica y el consiguiente precio alto no es más que un simple caso de suba de precio por poca oferta y enorme demanda. Pero, como dijimos, en el mercado libre oferta y demanda tienden a igualarse y, por lo tanto, ese precio alto atraerá nuevos vendedores que pronto terminarán con ese caso de monopolio.
El doctor Enrique J. Loncán*, en sus cursos de economía, siempre daba este ejemplo esclarecedor: en una ciudad de la India (ciudad A), a causa de una sequía comenzó un período de hambre, y un solo productor pudo mantener su producción, que subió de precio. En otra ciudad, la B, se produjo idéntica situación.


El gobernante de la ciudad A, como medio para solucionar el problema, confiscó toda la producción de alimentos y comenzó a repartirla entre los pobres. El gobernante de la ciudad B dejó funcionar al proceso de mercado.
Pasado un tiempo, en la ciudad A comenzó a terminarse toda la producción. El productor se había retirado, pues no quería producir para después ser confiscada su producción. Resultado: el problema del hambre se intensificó.
Mientras tanto, productores cercanos a la ciudad B comenzaron a enterarse de que en dicha ciudad se vendían alimentos a precios altísimos. Acudieron pues a la ciudad B, dispuestos a realizar grandes ganancias (guiados por lo que Kirzner llama alertness empresarial) ciudad que por consiguiente se vio pronto poblada por numerosos vendedores de alimentos. El aumento de la oferta produjo entonces la baja de los precios, y el resultado fue que en la ciudad B se solucionó el hambre y todos gozaron de una cuantiosa oferta a precios bajos, mientras que en la ciudad A la situación era desesperante.
En la ciudad B se había dejado operar al mercado libre, sin interferencia estatal. En la ciudad A se había practicado el sistema de socialización e interferencia estatal en la economía.
5) ¿Precio de monopolio?
El punto anterior nos lleva a la última conclusión: la diferenciación entre "precios de monopolio" y "precios de competencia" no es correcta. En el mercado libre sólo existe "precio de mercado", alto o bajo según las circunstancias que el mercado pre-sente. Hemos visto, en efecto, que el caso del "precio
de monopolio" no es más que un caso de demanda inelástica –con todo lo que hemos dicho de su reducido margen en un mercado libre- frente al aumento del precio. ¿Por qué llamar entonces al precio resultante de tal circunstancia mercantil de una manera diferente? Con ese mismo criterio terminológico deberíamos buscar nombres para todos los precios resultantes de las infinitas circunstancias que el mercado pudiera presentar. Sin embargo, la teoría neoclásica del precio de monopolio, que como vemos no es aplicable a un mercado libre, lo es en el caso de una compulsión estatal que otorgue un privilegio legal por medio del cual se anule la competencia. En ese caso ninguno de los siete factores antimonopolíticos podrían actuar, sencillamente porque están prohibidos por la ley.
Por otra parte, es necesario hacer notar que, como se desprende del análisis efectuado, es totalmente falsa la crítica habitual de que el mercado libre tiende al monopolio, y que tal fenómeno mercantil hace del mercado libre una constante amenaza contra los consumidores. Tal crítica es lo que se denomina generalmente "el mito del monopolio". Como hemos visto, la tendencia del mercado libre es precisamente la contraria, esto es, a la eliminación del precio alto de un monopolio o su constitución. Los casos de monopolios estables tienen como
causa eficiente un privilegio estatal otorgado a alguien; ya sea por una tarifa protectora (arancel); una ley de promoción industrial o cosas por el estilo. En un mercado libre no existen privilegios legales para nadie. Al comercio libre interno se suma el comercio libre externo. La tendencia del mercado es netamente antimonopolística.
Además, cabe aclarar que el precio de monopolio sí surge en el caso de los monopolios estatales o nominalmente privados protegidos por el estado, caso contrario a que se establezca en el mercado una sola empresa sin privilegios legales, por haber brindado los mejores servicios.
6) El problema
Pero a pesar de todo, el tema del monopolio sigue constituyendo un arduo tema de debate, aun entre los partidarios del mercado libre. En efecto, muchos partidarios del mercado libre, que reconocen las virtudes de éste para satisfacer a los consumidores, dicen sin embargo que el monopolio es una peligrosa excepción dentro del sistema --es decir, defecto intrínseco del mismo-- contra la cual hay que luchar con legislaciones a fin de preservar las bondades de la competencia. El mayor problema que vemos en esas argumentaciones es una tácita aceptación de la teoría marxista de la concentración monopolística, tema que trataremos con más detalle en el cap. VIII, pero que de algún modo ya hemos refutado al explicar el tema de los límites de calculabilidad en el mercado.


La teoría marxista de la concentración monopólica:

CAPITULO VIII

EL SOCIALISMO

I) ANALISIS ECONOMICO

1) Concepto

Se define socialismo como el sistema social de división del trabajo en ausencia de propiedad pri­vada de los medios de producción.

2) La posibilidad del sistema

EI problema que nos concierne ante un sistema económico es sí, como tal, puede funcionar. Es decir, si logra la satisfacción de las necesidades prioritarias de la manera menos costosa posible, cosa en la que consiste precisamente el proceso de economización de recursos.
Recordemos por un momento como se producía tal fenómeno en el sistema opuesto, esto es, el sistema social de división del trabajo en presencia de la propiedad privada de los medios de producción.
En dicho sistema era característica la presencia del mercado, esto es, el proceso por el cual oferentes y demandantes intercambian voluntariamente sus productos entre sí. De las diversas valuaciones que se expresan en el proceso surgen los precios de los diversos productos, tanto de los de consumo como de los productivos.

Recordemos que los precios son los sintetizadores de a información dispersa en el mercado. Con ellos, aquellos que tiene la capacidad de descubrir oportunidades de ganancia (empresarios en el sentido de I. Kirzner), pueden efectuar el cálculo económico, o sea, elegir métodos de producción que resulten menos costosos ponderando la ganancia que obtendrá en el futuro con la diferencia del precio de venta y la suma total de sus costos. De allí que siempre trate de elegir, el empresario, los métodos menos costosos, mediante la óptima combinación de los factores productivos. El mercado de cada uno de esos productos le permite conocer al empresario los precios de los mismos, como dijimos, y así poder efectuar el cálculo económico, esto es, la combinación de recursos menos costosa posible.
Ahora bien: como dijimos en el Capítulo II, el mercado requiere, para su funcionamiento, la propiedad privada, o sea, la facultad de usar y disponer de un bien económico. En el capítulo II, decíamos: "observemos que para que todo este proceso ocurra, ambos participantes -oferente y demandante- deben necesariamente poseer la propiedad del objeto que intercambian -Pedro del lápiz y Pablo de los $ 100- para que ambos puedan disponer de ellos decidiendo libremente si los retiran o no de la transacción" .
En efecto, el aumento y/o la disminución de la demanda y / o la oferta determina el precio en el mercado. ¿Cómo pueden, entonces, oferta y demanda aumentar y/o descender a voluntad si no cuentan con la disposición del bien ofrecido y / o demandado? Por ejemplo, la oferta no puede aumentar o descender si no es libre de ello. Si Juan quiere aumentar su oferta de camisas, o disminuirla, o aumentar o bajar su valuación de las camisas en el mercado, debe necesariamente tener la propiedad de las camisas. Tenemos entonces que el cálculo económico requiere la existencia de precios; estos la existencia del mercado y a su vez este requiere la existencia de la propiedad privada.
Por lo tanto, si no hay propiedad privada, no hay mercado; si no hay mercado, no hay precios, y si no hay precios no es posible el cálculo económico. La economía socialista, que intenta planificar, tiene, como bien lo demostró L. von Mises, esta esencial paradoja: que como carece de propiedad, mercado y precios, no puede planificar.
O dicho de otro modo: no puede averiguar cuál, de los múltiples métodos de producción a elegir, es el menos costoso. Eso implica que ese sistema (el que carece de propiedad privada) no puede, como tal (como sistema económico) funcionar.
EI socialismo es el sistema social de división del trabajo en ausencia de la propiedad privada de los medios de producción.
Luego, el sistema socialista no puede funcionar como sistema económico. En el socialismo es impracticable el cálculo económico, por carecer de precios que hagan posible dicho cálculo. En la sociedad socialista existen pseudos precios; números puestos por la autoridad que económicamente nada significan. Es un sistema que se guía a ciegas. No puede economizar sus recursos. "Economía socialista" es, luego, una contradicción en términos.
Inútil es que se inventen pseudomercados o mercados artificiales, que los economistas socialistas tanto trabajo se han tomado en concebir. Sin propiedad privada no hay mercado. Y la propiedad privada es algo a lo que nunca recurrirá el socialismo, si quiere seguir siendo tal.


La elección principal se plantea, pues, entre economía de mercado o los diversos grados de socialismo e intervencionismo con los cuales se pretende sustituir al sistema de precios. Lo primero es esencial para el bienestar de los pue­blos; lo segundo implica la miseria de los mismos.

II) ANALISIS SOCIOLOGICO

1) La tesis sociológica del socialismo

EI marxismo o socialismo "científico" (como Marx denominó a su sistema) se nos presenta sociológicamente como una doctrina que predica la natural evolución de la sociedad humana hacia el paraíso socialista.
Marx, usando la dialéctica hegeliana, afirmaba que en la sociedad también se desarrolla el proceso de tesis, antítesis y síntesis (es decir, tesis, negación de la tesis, y negación de la negación). EI sistema feudal o feudalismo sería la tesis. La antítesis del feudalismo, el capitalismo, cuya síntesis es la dictadura del proletariado, paso previo al paraíso socialista, donde no habría propiedad, clases, estado ni tampoco escasez de recursos.
La sociedad, pues, presentaría diversos grados de evolución (feudalismo, capitalismo, dictadura del proletariado) hasta llegar al paraíso socialista.
Lo interesante es que, en este esquema, el paso de la sociedad capitalista a la socialista se presenta como algo inexorable, que no está en manos de los hombres alterar. Dicha inevitabilidad del socialismo estaría dada por tres factores, inherentes a la sociedad capitalista: 1) la lucha de clases; 2) la pauperización creciente, 3) la concentración monopolística. Analicemos, pues, dichos factores, para ver si las tesis del socialismo científico son verdaderas o falsas.

2) Los tres factores de inevitabilidad del socialismo

a) La lucha de clases: Esta tesis es un derivado de la teoría de la natural oposición de intereses entre los diversos grupos sociales. Según esta tesis, por ejemplo, los intereses de empresarios y obreros son naturalmente opuestos: la ganancia de unos no puede derivarse sino de la pérdida de los otros.
Ahora bien: la teoría de la lucha de clases sostiene que la consiguiente "lucha" violenta entre las clases sociales es un factor de evolución social, pues tal lucha favorecería la revolución y por lo tanto aceleraría la implantación de la dictadura del proletariado.
Allí se encuentra el principal error de la tesis. Nociones básicas de sociología que vimos en el Capitulo II nos enseñan que la condición necesaria para la existencia de la sociedad es la ley de la división del trabajo (capítulos II y VII). Y dicha ley implica necesariamente, paz entre los diversos miembros de la sociedad. División del trabajo im­plica que Juan comerciara con Pedro y viceversa; pero tal comercio no se producirá si ambos están luchando entre sí.
      Tenemos entonces que sociedad implica división del trabajo y división del trabajo implica paz.

Ergo, sin paz no hay sociedad. Por ende, cualquier cosa que altera la paz no hará precisamente "evolucionar" a la sociedad. Por lo tanto, cualquier teoría que presente a la lucha como factor de evolución social es falsa. La lucha altera la esencia de la sociedad. Nunca podría hacerla evolucionar.
b) La teoría de la pauperizacion creciente: esta teoría sostiene que bajo el capitalismo las masas se irían empobreciendo en forma creciente y paulatina, de manera que cada vez habría más pobres al lado de unos pocos ricos.
De todo esto nos hemos encargado ya de mostrar su falsedad, en el Capítulo V. Como demostramos allí, imposible es que bajo el capitalismo las masas se emprobrezcan paulatinamente, pues la acumulación constante de capital que bajo tal sistema se produce determina el aumento de la utilidad marginal del trabajo, cosa que implica el aumento de salarios reales a medida que crece la tasa de capital. Luego, imposible es un empobrecimiento continuo y creciente bajo el capitalismo. En el Capítulo V hemos hablado suficientemente de tal verdad.
Ahora bien: como se podrá observar, esta teoría también supone el natural choque de intereses entre las diversas clases sociales.  Es interesante observar que tal cosa no sólo la supone Marx, sino todas las teorías que sostienen que "los naturales choques del «capital» y el «trabajo» ", deben ser arreglados en forma pacífica y si es posible con el estado como arbitro. Tales opiniones difieren de la de Marx en la no utilización de la violencia para solucionar los conflictos, pero dan como tacita la existencia de los mismos, en forma natural en la sociedad, tal como la teoría marxista lo supone. Tales conflictos se dan inherentes al capitalismo. Solo la revolución -según los marxistas- o la intervención de los poderes públicos -según los intervencionistas modernos- pueden remediarlos.
Tal es la "filosofía social por hoy imperante", como von Mises la ha llamado. La sociología misiana y la economía austriaca nos demuestran, sin, embargo, que en la sociedad no existen conflictos entre los intereses de los grupos (sectores de diversos y siempre cambiantes niveles patrimoniales) sociales. La ganancia de unos no implica la pérdida de otros. Por ejemplo, en el Capítulo V nos hemos encargado de de mostrar que el deseo de ganancias de los empresarios lleva a éstos a incrementar sus bienes de capital para mejorar su producción. Tal cosa produce un aumento en la utilidad marginal del trabajo y por ende suba de los salarios reales. Como vemos, el hecho de que el empresario gane no implica que el obrero pierda. A este le aumenta inexorablemente el salario merced al aumento de la cuantía de capital, que implica inversiones que también significan ganancia para el empresario. El hecho del aumento constante del salario real bajo el capitalismo en forma natural y constante refuta la teoría de la pauperización creciente y la teoría del conflicto de intereses que dicha teoría supone.
Pero es importante concluir con el análisis de la teoría de la plusvalía marxista. Hemos visto ya que las largas jornadas laborales y los bajos salarios no eran fruto de una maléfica explotación sino efecto de la baja cuantía de capital, que implicaba baja productividad y poca demanda de trabajo, de lo que resultaban esos dos factores desfavorab1es para e1 obrero.
Ahora bien: ¿cómo funciona el esquema de la "plusvalía" marxista? Marx partía de su teoría del valor trabajo, según la cual el valor de un producto es igua1 a1 trabajo en que hay en é1. (Ya hemos visto la falsedad de tal concepción en el Capitulo II.) Así lo expresa Rothbard en "La esencial de Mises": "los clásicos llegaron a sostener que el valor, en definitiva, dependía del "costo" de producción, por lo que podía afirmarse que derivaba del número de horas laborales invertidas en el correspondiente proceso".
Es decir: para Marx, la única fuente de valor es el trabajo. Por lo tanto, ¿de dónde obtiene el empresario su ganancia? Obviamente, según tales premisas, de la fuerza laboral del obrero. ¿Pero cómo? De este modo: imaginemos que el obrero gana $ 6 por 12 horas de trabajo. ¿Debemos suponer que el obrero recibe el valor integro de su trabajo? No, desde 1uego. Dado que el valor depende del trabajo, para Marx, entonces e1 obrero debería ganar en ese caso $ 12 por 12 horas de trabajo. Pero recibe $ 6. Los otros $ 6 serían retenidos por el empresario, como "plusvalía".  O sea que la ganancia empresarial es fruto del trabajo hecho y no remunerado, según e1 marxismo.
Pero ya vimos suficientemente -y temo cansar al lector repitiéndolo- que no es tal el origen del salario y 1a jornada laboral. Si el obrero recibía $ 6 por 12 horas, era porque la alta oferta de trabajo y la escasa demanda del mismo determinaban $ 6 en el mercado, y si trabajaba 12 horas era porque la productividad de su labor era baja lo cual le obligaba a utilizar 12 horas para producir algo por lo cua1 ganar $ 6; baja productividad determinada en la época por la escasa cantidad de herramientas apropiadas. Ahora bien, a medida que fuera aumentando la productividad del trabajo, por el aumento de los bienes de capital, el obrero notaría que para producir algo por lo cual ganar $ 6, se necesitarían 8 horas – por ejemplo- en vez de 12. La jornada laboral se iría reduciendo naturalmente y la utilidad marginal del trabajo aumentando. Y, como vimos en el capítulo dedicado a trabajo y salarios, cuando aumenta la tasa de capital, el límite mínimo de salarios de mercado es mayor. En un país desarrollado puede usted ofrecer 1 dólar por mes a un operario industrial, pero nadie aceptará su oferta sencillamente porque la demanda de trabajo es alta y el salario ofrecido es mayor. Un salario real elevado, fruto de la economía de mercado sostenida en el tiempo, no depende de la buena voluntad de los empresarios. Depende de la mayor demanda de trabajo que sólo se produce con más ahorro e inversión.
Nos queda, por último, que el concepto "clase social" que utiliza Marx en sus escritos señala algo que no existe en la sociedad liberal, si por "clase" se entiende un sector social rígido, que carece de movilidad hacia otros. Menos aún si se define por su oposición dialéctica a otra clase. Muy por el contrario, en el mercado libre existen diversos niveles patrimoniales que pueden variar constantemente. Si un obrero ahorra, forma un capital, con él pone un pequeño negocio y tiene éxito, de obrero se transformará en empresario. Caso contrario puede suceder con un empresario que pierde por haber cambiado los gustos del consumidor por no haber sabido administrar los recursos; se queda sin nada y debe emplearse. (Excepto, claro, que ambos casos se den en una América Latina plagada de intervenciones y controles estatales). Luego, el concepto "clase" señala un término sin correlato ontológico. Las castas y clases sociales no existen en la sociedad liberal (o capitalista). La movilidad social es una de sus características sobresalientes, junto con la total y abso­luta igualdad ante la ley necesaria para tal movilidad.
c) La teoría de la concentración monopolística: esta teoría sostiene lo que fuera refutado en 1a parte II del Capítulo II: el capitalismo tiende a la formación de monopolios. Vimos ya, sin embargo, los siete factores antimonopolísticos que en e1 mercado libre tienden precisamente a la no formación de monopolios. Creo que nada hay que agregar al respecto, salvo que, precisamente, es en 1a sociedad socialista donde el concepto "monopolio" se da con toda rigurosidad. Allí sí que existe, con toda su fuerza, un "único vendedor": e1 estado. El estado es el único que puede vender. Tiene legalmente e1 monopolio de todo. Y sabe muy bien que el mercado libre tiende a la competencia; de lo contrario no se preocuparía tanto de anular todo signo de libertad comercial, para que no aparezca algún peligroso competidor.

3) La evidente interrelación de las tres teorías.

Las tres teorías están evidentemente muy relacionadas entre sí. La pauperización creciente y la explotación, junto con la concentración monopolística de unos pocos muy ricos, acentúa la lucha de c1ases, preparando las condiciones óptimas para la revolución y la dictadura del proletariado.
Pero ya vimos que las tres teorías son falsas. Por ende, también es falso que el capitalismo tienda inexorablemente hacia el socialismo, pues recordemos que tal cosa se produce merced a los tres factores que señalan las teorías.
4) Conclusión
Las conclusiones del socialismo socio1ógico son, ergo, falsas. Derivan de premisas falsas. Por eso son tales. L. von Mises dijo todo esto en 1922 y parece que aún su mensaje no ha sido escuchado…





* Enrique Loncán, abogado y empresario argentino, ya fallecido, estudió con L. von Mises en 1964 y difundió incansablemente las bases de la Escuela Austríaca de Economía, en épocas muy difíciles. Cuando yo comencé a leer sobre Escuela Austríaca, siendo un adolescente, él me recibía en su estudio, cada 15 días, contestando pacientemente todas y cada una de mis preguntas, con toda paciencia y sin pedirme nada a cambio.

domingo, 9 de diciembre de 2012

EL DISCURSO MARXISTA DE LA PRESIDENTE

Hay una objeción muy obvia al discurso que la Presidente ha dado esta noche. Ella piensa que la voluntad de las cámaras legislativas tienen que estar por encima del poder judicial, lo cual es desconocer lo elemental del sistema republicano donde el poder ejecutivo y el legislativo tienen un límite precisamente en el poder judicial.
Pero la Presidente y todos los que piensan como ella -esto es, la mayoría de los argentinos, y no es una cuestión de "corrupción"- van a decir que un típico liberal como yo se olvida o no le importa "el poder de las corporaciones" y que es a éstas a las cuales hay que poner un límite. Pero, ¿de dónde sale "el poder de las corporaciones"? Para Marx, de la dinámica misma del sistema capitalista, que tiende a la concentración monopólica. Por lo tanto, el deber de un gobernante que se preocupa por el pueblo es frenar el poder de los monopolios capitalistas, que son capaces de controlar al poder judicial.
La cuestión es que no es la dinámica del sistema "capitalista" la que produce los monopolios: son las intervenciones del estado. Si no se entiende el funcionamiento de la economía de mercado, si no se entiende que la concentración monopólica es fruto de privilegios y prebendas por parte del estado -papel prensa es uno de ellos, por supuesto-, esto es, si no se entiende a la escuela Austríaca de Economía, difícil será NO pensar como la presidente. Puede ser que se disienta con sus métodos, con su retórica, pero, de igual modo que los "genios" del golpe del 55 -excepto, estrictamente, dos o tres- intentaron un "peronismo sin Perón", la mayor parte de los argentinos honestos quieren ahora un "kirchnerismo sin kirchner": y terminarán desconfiando de un poder judicial que falla a favor de un "grupo económico"; seguirán pidiendo una "buena" ley de medios, que impida la concentración monopólica de los mismos, y no terminarán de entender en qué consiste la libertad de expresión: pedirán la intervención del estado para garantizar "la democratización de los medios", cuando la des-monopolización de todo bien y servicio es un fruto exclusivo de una economía de mercado como Mises la describe en su parte cuarta de su tratado de economía. Mises, a quien sobre todo mis colegas filósofos insisten en ignorar, leyendo a Marx y jamás a Mises, para luego dar letra a los Kirchner, a los Correa, los Chávez, etc., contra los cuales pueden diferir en sus métodos pero cuya ideología marxista comparten absolutamente.
La única esperanza de que acabe el kirchnerismo es, como los grandes paradigmas, su propia crisis. Pero el pensamiento marxista es parte del horizonte cultural argentino y allí seguirá, amenazando siempre todo intento de renacimiento de la república.

¿Alguien sabe qué es........................?

Y entonces se hace un silencio. Miradas de reojo. Segundos torturantes. Finalmente alguien se atreve a decir algo.
- Eh................. Ok, pero.............. (decimos los que intentamos ser Sócrates): mmm, la cosa va por otro lado..................... A ver, alguien más?
Otros segundos que duran siglos. Finalmente alguien "se juega" bajo las diversas miradas de los otros ("olfa".... "¿De qué te la das?".......... "Claro, querés quedar bien con el profe no?"....... "Uy otra vez este................").
- Mmmmehh..... S......ee.......... Puede ser, pero...................
Otro intento.
- Bueno, pero.............
Otro.
- Pero si decís eso entonces................................

No. No es así. Si quieres que la gente hable, primero diles que vas a decir tu opinión. Tienes que estar convencido, apasionado, ser breve y claro, y los demás tienen que ver que tu vida está en lo que decís, que tu lenguaje es tu vida. Y desde el principio les has dicho que después pueden decir tu opinión sobre lo que tú has dicho. Pueden no: es más, los has exhortado a que te escuchen críticamente, que traten de entender, y a la vez, ver en qué difieren.
Si verdaderamente hubo vida detrás de tu palabra, habrá diálogo. Te dirán verdaderamente qué píensan. Y tú deberás comprender y sacar de todo lo que digan toda gota de verdad y convertirla en un océano. Y así............................. Y así.........................
¿No te han preparado para eso? ¿Has copiado lo que dice un libro de texto, lo has repetido, te has sacado 10, te has puedo en frente de una clase y has repetido el libro de texto y has exigido que luego los demás lo repitan? Y bueno, tiempo de cambiar. Eso no es el conocimiento. Para eso tienes papiros, libros en papel, CDs, silicio y etc. Tú, eres humano. Piensas, criticas, dudas, te apasionas, y ese es tu lenguaje, pero no eres un grabador. Eres pasión. De tu vida surge la palabra y de tu palabra surge la vida. "En el principio era el Logos". La palabra ama o maltrata, la palabra abraza o expulsa, la palabra construye los imperios y los destruye.

domingo, 2 de diciembre de 2012

LUDWIG VON MISES, FIGURA HEROICA.


“…la vida de Ludwig von Mises fue una vida de entrega, de fidelidad, total y completa, a sus ideas y a su vocación de enseñanza. Puso en peligro su propia vida en Europa cuando el nazismo amenazó a todos los que estaban en contra de él. Mises era judío de nacimiento, y liberal clásico; tenía sus días contados, tuvo que huir de Ginebra en 1940 por tierra hasta llegar a Portugal. Cuando sale el barco, no precisamente un crucero, que lo está llevando a Nueva York, dos días después llegan los nazis buscándolo con nombre y apellido.  Cuando a sus 60 años, entonces, llega a los Estados Unidos, casi nadie lo está esperando, ninguna Universidad le abre las puertas, no tiene ningún reconocimiento, está casi en la pobreza total, y unos pocos amigos le tienen que ayudar a financiar un humilde departamento de Nueva York en el cual siguió viviendo hasta el final de sus días. Y aun así Ludwig von Mises se pone a reescribir su obra fundamental, La Acción Humana; muchos de ustedes tal vez la van a tener que estudiar, pero cuando la estudien sepan que están estudiando el fruto de  una convicción, de un sacrificio, de una tenacidad que yo me pregunto en tanto cristiano si las semillas del Verbo, como decimos muchas veces, si de algún modo la gracia de Dios no inundó esa vida y si por lo tanto tal vez sin saberlo él y sin saberlo nosotros era mucho más cristiano de lo que nos decimos a nosotros mismos cristianos.  Es una figura heroica”.

De mi conferencia "¿Se puede ser un buen cristiano y un buen liberal?", en http://newmedia.ufm.edu/gsm/index.php/Zanottileccion2012