domingo, 30 de noviembre de 2025

domingo, 23 de noviembre de 2025

GRACIAS TRUMP POR FACILITAR LAS COSAS.....

Quienes no padecemos del "Trump Derangement Syndrome" siempre hemos tratado de entender el fenómeno político de Trump desde una perspectiva más distante, más desapasionada, enmarcándolo en una típica reacción contra el autoritarismo de los demócratas, en una mezcla muy complicada entre el nacionalismo norteamericano y pinceladas libertarias. Allí mismo, en USA, los libertarios que no tienen nada que ver con el famatismo de los MAGA la tienen muy difícil. Han apoyado tal o cual medida, han criticado otras y han tratado de mantener la distancia de los MAGA al mismo tiempo que la distancia de los fanáticos demócratas, que serían capaces de convertir a los Estados Unidos en Cuba, ipso facto, si pudieran. 

Pero últimamente Trump se ha encargado de convertir esa dificultad en una casi imposibilidad. Ha llamado a una periodista "piggy" y ha dicho que quisiera colgar a ciertos congresistas demócratas. Sí, claro que no era en serio, pero tampoco era un Reagan´s joke. 

No sigamos. 

Detengámonos allí. 

Igual que aquí, muchos dirán: ya está el lunático filósofo preocupado por las formas. La política es así: es lo que hay; son ellos o nosotros, etc. 

Claro que hay fenómenos de acción y reacción, pero el efecto bumerang de las reacciones sólo produce otras reacciones del lado contrario y así sucesivamente. 

Por un lado, puede ser divertida la desfachatez y soltura de ciertos políticos de derecha, ajenos a las  formas de los especialistas en imagen, atrayendo a un electorado harto de la hipocresía de los políticos tradicionales, habitualmente insípidos, indolentes e ineficaces en lograr resultados concretos. Pero la decadencia cultural actual no permite distinguir entre una cosa y otra: entender la reacción, por un lado, y perder la distancia crítica, por el otro. Lo primero no debe conducir a lo segundo. No solo desde el punto de vista deontológico, sino también desde el consecuencialista. 

Deontológico, porque las formas SON contenidos. La reacción contra la izquierda debe ser una reacción moral, en la que el trato a los demás forma parte de la ética libertaria, que luego se trasluce en una concepción del poder. Un líder con autoridad moral no avanza más no porque no pueda, sino porque no debe. Los hubo en su momento. Adenauer, De Gasperi, Rueff, Einaudi, Erhard, etc. Reagan incluso. Que no surjan personalidades parecidas y/o que no logren ahora ningún apoyo es síntoma de una decadencia moral generalizada. 

Consecuencialista, porque esas actitudes sólo dan argumentos a la izquierda y sólo aumentan la polarización, que va socavando lentamente los "constitutional essentials" de los que hablaba Rawls, y que son la base para la estabilidad política y jurídica, a largo plazo, de las sociedades libres.

Que el mundo sea ahora más difícil que antes no es un argumento para conformarse con la decadencia.

Tal vez sea al revés. 


domingo, 9 de noviembre de 2025

MILEI AND MAMDANI: A POLARIZED WORLD

 Last week, my brilliant former student and close friend, Juan Luis Iramain, published a highly insightful article, "The New Politics" (https://infomedia.consulting/comms/la-nueva-politica.php), in which he explained remarkable similarities between two figures whose ideologies could not be more different: Milei and Mamdani. These similarities pertain to their modes of political conduct. One might be tempted to say "different content, but similar modes," yet, considering that the medium is the message, there are also overlapping contents, despite the divergent cited authors and campaign proposals. It is not our intention here to summarize Juan Luis’s article; the reader may consult it without difficulty. It suffices to underscore the obvious: their confrontational approaches, defiant style, ostensible spontaneity, emotional appeals, and radicalism. All are strikingly alike. And voters become fascinated.

But why?

We have long asserted that the globalization anticipated after the fall of the Berlin Wall was not the free international market that many, including me, ingenuously envisioned at the time. It was, and continues to be, an interventionist economy, as Mises described in Part VI of his treatise, Human Action, published in 1949, not 1991, when a tentative hope emerged after World War II. Moreover, and most troublingly, the United Nations radicalized in two respects: an obsessive planning of the entire world and, secondly, the content of such planning, focused on what I call the third phase of Marxism: the exploitive white heteropatriarchal capitalist versus newly recognized oppressed collectives—African Americans, indigenous peoples, women, sexual minorities. The first aspect epitomizes Hayek’s grim prophecy in The Road to Serfdom and represents the peak of central planning, opposed vigorously throughout their lives by Mises and Hayek, especially the latter, who denounced central planning as the radical ignorance of complex social phenomena (The Theory of Complex Phenomena, 1964)—the culmination of a lifelong academic project denouncing the abuse of reason, initiated even before WWII with the full awareness that it sought to save Western civilization from destruction, a destruction perhaps unfolding even now.

Against this liberticidal central planning, designated the United Nations, there have been and continue to be two types of reactions. The first, more common, encompasses diverse nationalisms, religious or otherwise, where national sovereignties appear as the only bulwark against the planning beast whose tentacles reach into the minutest facets of daily life worldwide. The second is the libertarian reaction, which I consider correct, privileging the preservation of individual freedoms against this planning. This second option is crucial but...

If these reactions are somewhat unclear in academia, what can one expect in politics, where both reactions interact more intensely? Ultimately, these are reactions. Even those of us who have studied libertarian ideas for years were caught off guard by the post-1991 quasi-Soviet radicalization of planning. The bipolar world before 1991 was simpler and admitted moderate leaders like Reagan, beneath whom radical positions lurked mostly in academic corridors. Since 1991, however unnoticed, the era of moderates ended. New movements arose, which, according to Karina Mariani, represented wars lost while we slept (https://www.amazon.es/Las-guerras-perdiste-mientras-dorm%C3%ADas/dp/B0DW1GZC14). The woke culture, coercive impositions (in education and health) of the LGBT agenda by governments, postmodern culturalism, immigration contrary to the rule of law, the purported right to information and alleged hate crimes, radical environmentalism, Mother Earth ideology, and finally the Soviet-like paroxysm of the pandemic, formed the breeding ground for reactive political movements, which exclude moderates and where nationalists and libertarians coexist in uneasy, sometimes fractious, alliances.

Amid this, political actors and voters tend to react rather than act. Poor Mises: never envisioned this world of human reaction, but it is our reality. Many who voted for Trump did so against Biden; many who voted for Milei did so against Massa; many who voted for Mamdani did so against Trump, with a level of emotionalism fitting the verbose, confrontational, dichotomous—and evidently inconsistent—style of these politicians. In them coexist religious concerns, libertarian elements, a free economy, external debt, and nationalist nostalgia, all bundled together. Their campaign chief is the same: the radical left, nourished by the UN (which takes local forms in each country), pushing matters to a point of no return (as has always been the case) that decades ago triggered civil wars and military coups but now, thankfully, translates into desperate voters, factional democracies, and caudillo-like leaders. What is the option?

The future is unpredictable for me. It is also impossible for me to know what a moderate libertarian leader would do in this jungle of survival. The current Churchills, less sophisticated, set aside Chamberlains, and the present-day Hitlers and Stalins are invisible, omnipresent, and borderless.

Meanwhile, the Mileis and Mamdanis of the world multiply, and the rest remain silent, confused before a historical panorama that surpasses our best theories. Except one: central planning is not only a failure; it is the death of Western civilization.

 

MILEI Y MAMDANI: UN MUNDO POLARIZADO

La semana pasada, mi genial exalumno y gran amigo Juan Luis Iramain publicó un interesantísimo artículo, “La nueva política” (https://infomedia.consulting/comms/la-nueva-politica.php) , donde explicaba, nada menos, notables similitudes entre dos figuras cuyas ideologías no podrían ser más disímiles, Milei y Mamdani. Las similitudes se refieren a sus modos de hacer política. Tendríamos la tentación de decir “contenidos diferentes, pero modos similares”, pero, atención: el medio es el mensaje, así que hay contenidos similares también, aunque sus autores citados y sus propuestas de campaña sean muy diferentes. No es nuestra intención aquí resumir el artículo de Juan Luis, el lector puede leerlo sin dificultades. Sólo digamos lo obvio: sus modos confrontativos, su estilo desafiante, su supuesta espontaneidad, sus toques emocionales y su radicalidad. Es todo muy similar. Y los votantes caen fascinados.

¿Pero por qué?

Hace tiempo que hemos dicho que la globalización esperada tras la caída del Muro de Berlín no fue el libre mercado internacional con el que muchos ingenuos soñamos en su momento. Era ya antes, y lo siguió siendo, una economía intervenida, tal como Mises la describe en su Parte VI de su tratado de economía, Human Action, no publicado en 1991 sino en 1949, apenas comenzaba una supuesta esperanza tras la Segunda Guerra. Pero, además, y esto es lo peor, las Naciones Unidas se radicalizaron en dos aspectos: una obsesión total con su planificación del mundo entero y, dos, con los contenidos de esa planificación, concentrados en lo que llamo la tercera fase del marxismo: el heteropatriarcado blanco capitalista explotador versus los nuevos colectivos explotados: afroamericanos, pueblos originarios, mujeres, minorías sexuales. El primer aspecto es el dramático cumplimiento de la predicción de Hayek, Camino de Servidumbre, pero además el paroxismo de la planificación central, contra la cual lucharon Mises y Hayek toda su vida, sobre todo el último cuando denuncia la planificación central como la radical ignorancia de los fenómenos complejos en ciencias sociales (La teoría de los fenómenos complejos, 1964), la culminación de toda una vida académica dedicada a denunciar el abuso de la razón (proyecto que comienzara antes de la Segunda Guerra con plena conciencia de que estaba tratando de salvar a la civilización occidental de su destrucción, que está ocurriendo tal vez en este mismo momento).

Ante esa planificación central liberticida, llamada Naciones Unidas, hubo y hay, como ya dije, dos tipos de reacción. La primera, la más habitual, es la de los diversos nacionalismos, religiosos o no, donde las soberanías nacionales son aparentemente lo único que queda para enfrentar  al monstruo planificador cuyos tentáculos se extienden hasta los más mínimos detalles de la vida cotidiana de todo el mundo. La segunda es la reacción libertaria, la que considero correcta, donde lo importante es la vigencia de las libertades individuales frente a esa planificación. Esta segunda opción es importantísima pero....

Pero si en el mundo académico estas dos reacciones no son del todo claras, qué esperar del mundo de la política, donde ambas reacciones se mezclan más intensamente.  Porque, en última instancia, son reacciones. Aun a aquellos que habíamos estudiado las ideas libertarias durante años, la radicalización de la planificación cuasisoviética POST 1991 nos tomó de sorpresa. El mundo bipolar anterior al 91 era simple y admitía líderes moderados como Reagan, por debajo de los cuales ciertas posiciones radicales vivían sólo en los pasillos académicos. Pero a partir de 1991, sin que nos demos cuenta, la era de los moderados terminó. Comenzaron otros movimientos que avanzaron sin que nos demos cuenta y, según Karina Mariani, fueron guerras que perdimos mientras dormíamos (https://www.amazon.es/Las-guerras-perdiste-mientras-dorm%C3%ADas/dp/B0DW1GZC14) La cultura woke, la imposición coactiva (en educación y salud) de la agenda LGBT por parte de los gobiernos, el culturalismo post-moderno y la inmigración contraria al Estado de Derecho, el supuesto derecho a la información y los supuestos delitos de odio, el ecologismo radical, la Madre Tierra, y finalmente el paroxismo soviético de la pandemia, fueron el caldo de cultivo de movimientos políticos de reacción, que no son el lugar de los moderados, y donde nacionalistas y libertarios estamos conviviendo en alianzas improvisadas, difíciles y a veces con peleas personales con puntos de no retorno.

En medio de eso, actores políticos y votantes reaccionan más que actúan. Pobre Mises, nunca imaginó este mundo de la reacción humana, pero así es. Muchos de los que votaron a Trump lo hicieron contra Biden, muchos de los que votaron a Milei lo hicieron contra Massa, y muchos de los que votaron a Mamdani lo hicieron contra Trump, y con un nivel de emocionalidad tal que encaja perfectamente con ese tipo de políticos, verborrágicos, confrontativos, dicotómicos, y obviamente no coherentes. En ellos conviven preocupaciones religiosas, ítems libertarios, la economía libre, la deuda externa, nostalgias nacionalistas, todo en uno. Y su jefe de campaña es el mismo: esa izquierda radical, alimentada por la ONU, (que en cada país toma las formas locales correspondientes) y que lleva las cosas a un punto de no retorno (como siempre) que hace pocas décadas desencadenaba guerras civiles, golpes militares, etc., y ahora se traduce -gracias a Dios- en votantes desesperados, en democracias de facciones, con líderes caudillescos.... ¿Cuál es la opción?

El futuro es impredecible para mí. También es imposible para mí saber qué haría un líder libertario moderado, inexistente en esta jungla de supervivencia. Los Churchills actuales, menos sofisticados, obviamente, dejan de lado a los Chamberlains, y los hitleres-stalins actuales son invisibles, están en todos lados, al mismo tiempo y con fronteras indefinidas.

Mientras tanto, los Mileis y los Mamdanis del mundo se multiplican, y los demás quedamos en silencio, confundidos, ante un panorama histórico que ha superado nuestras mejores teorías. Excepto una: la planificación central no es sólo un fracaso; es la muerte de la civilización occidental.