domingo, 15 de enero de 2017

LA VIRTUD DE LAS "PROPER MANNERS", EL "PARA SERVIRLE", EL "REI" Y EL "OMOTE/URA"


Hace poco vi un video sobre “por que es difícil hacer amigos en Japón”, y el latino en cuestión que hablaba demostró cuán difícil le era entender dónde estaba. Dio la misma razón se afirma habitualmente para ambientes anglosajones: que son fríos.

¿Fríos? Yo me pregunto si un ser humano puede ser frío, y respondo: no. Todos tienen pasiones y sentimientos. Todos sienten amor, odio, ira, alegría, todos tienen ganas de abrazar, ganas de matar, todos sienten dolor por la traición, todos se mueren de amor por un bebé. Todos.

Sencillamente, hay algunas culturas, como las criticadas por las latinas, que han aprendido a custodiar algo que nosotros no: la intimidad.

¿Es fácil hacer amigos en Argentina? Oh, claro, seguro que sí. Todos te reciben y te tratan como si fueras el hermano de toda la vida. Qué lindos los abrazos, los besos, el “entrar en confianza”. Pero el problema es que eso es más hipócrita de lo que suponemos. No sólo vienen los comentarios por atrás, las maledicencias mientras te llenan de abrazos, las traiciones posteriores, tan efusivas como el abrazo inicial, sino que aunque no pase nada de ello, hay algo que queda expuesto desde el principio: la intimidad personal.

No se debe invadir el fondo del corazón del otro. Hay que llegar lentamente, hay que ir pidiendo permisos, hay que ir mostrando nuestro sacrosanto respeto, para que el templo de lo más íntimo del otro se vaya develando. Lleva su tiempo, lleva sus caminos de diálogo, de pruebas de nuestra sinceridad, de mostraciones permanentes en nuestro mirar y en nuestro hablar, que ratifiquen que no vamos a agarrar al corazón del otro y hacerlo pedazos como una basura que sólo merecería el descarte.

Y para eso hay normas de etiqueta. Nos pueden parecer frías, pero eso es no entender la naturaleza humana. El pudor no es una moralina sexual. Es taparse, precisamente, porque desconocemos si el otro nos respet a en tanto nosotros o no. Es abrirse lentamente en la medida que descubramos el corazón limpio del otro. Es saber que hay cosas que no pueden ser públicas porque la mirada de los otros puede ser malvada, cruel, hiriente.

Cuando no lo sabemos, estamos desprotegidos. Ciertas culturas –como ciertas costumbres de algunos porteños (no todos)- pueden parecer cálidas al principio, pero en verdad estamos desprotegidos. El otro cree que tiene el derecho a tratarte desde el principio como si fueras directamente una especie de hermano gemelo, y la realidad es que no es así. Y es tan NO así que luego vienen las grandes peleas: ¿cómo, vos no eras mi amigo? No, la verdad es que no lo eras y nunca lo fuiste. Así de triste.

Las formas, las proper manners anglosajonas o las normas de etiqueta japonesas, que tanto nos cuesta entender, tienen como función cultural la protección de la intimidad. Cuando finalmente hay amistad, es más en serio, mas cálida en verdad, porque el fondo del corazón puede realmente descansar. Las juegos de lenguaje forman parte de esa etiqueta. Aquí en Guatemala, que es una cultura latina, pero no “canchera y confianzuda”, tiene un Español  lleno de delicadísimas formas que lejos están de la hipocrespía, sino que son formas de convivir precisamente con el que no conocemos; formas que nos protegen del conocimiento disperso, como diría Hayek. Pase adelante, para servirle, qué manda, no tenga pena, fíjese que (para no decir directamente que no), etc…

Hay juegos de lenguaje de algunos argentinos que lo que tienen por detrás es una agresividad latente por más que digan que ya están acostumbrados. Che boludo, boludo, che tarado, qué hacés papá, dale tarado, no seas pelotudo, etc., y todas dichas desde el ppio, sin mediación, sin aviso, en medio de las palmadas en la espalda. Claro, van luego a EEUU –y ni que hablar de Japón- y no entienden nada. Pero qué fríos que son estos tipos. Hay que portarse bien, claro –el porteño tiene terror al ridículo- pero qué aburrido no? ¡Volvamos por favor, a ver si nos agarramos a las piñas con alguien o nos morimos!!!!

La intimidad, los amigos verdaderos, son muy pocos, y está perfectamente bien que sea así. Para los demás, está la cordialidad en el trato, las palabras amables, totalmente compatibles con la sinceridad cuando hay un corazón respetuoso. La intimidad es un templo sagrado. El que no lo entiende es como el general romano que entró con su caballo al templo de Israel. Frente al horror, seguramente contestaba

“y a vos qué te pasa?”

1 comentario:

Martin dijo...

Muy buena reflexión, mueve a pensar.