domingo, 31 de agosto de 2014

EL PRINCIPIO CRISTIANO DE NO AGRESIÓN

(Tomado de una parte de un next book mío).


¿Es la “propiedad absoluta”, como “propiedad de sí mismo” contraria al Cristianismo?

No, porque el principio de Rothbard[1] y otros liberarios, “de no agresión” (“no iniciar la fuerza contra otro”), el cual implica que el otro es “dueño de sí mismo”, tiene una versión compatible con la ley natural en el judeo-cristianismo. Y es la siguiente: por un lado, el punto de partida no podría ser más diferente, pues para Rothbard uno mismo es su dueño, pero para la tradición judeo-cristiana, donde se ubica ST, Dios es el dueño de cada uno de nosotros, que somos sólo administradores de los talentos por él recibidos. Pero ello, en la ley humana, con base en la ley natural, implica que, precisamente porque Dios es el dueño “del otro”, “yo” NO puedo avanzar sobre él y viceversa. Por ende es verdad que yo no soy mi dueño, sino sólo Dios, pero precisamente por eso, el otro no puede avanzar sobre mí. Esto es, la cuestión no es que somos dueños de nosotros mismos, sino que NO somos dueños de los demás.

En este sentido sí se puede decir que cada uno es, ante el otro, dueño de su propio pro-yecto de vida, dueño de su propia esencia individual, ante el otro; esencia individual que tiene una esfera invisible que nos rodea y en la cual cada persona se expande, y cada uno de nosotros puede “penetrar” e intersectar en la esfera del otro sólo con el consentimiento libre y voluntario (que se deriva de la inteligencia y voluntad) del otro, lo cual es otra manera de decir que todos nacemos con el deber originario de respetar la dignidad del otro. En ese sentido sí hay un sentido análogo de propiedad personal ontológicamente más profunda, que se expande “lockianamente” a nuestro cuerpo y al fruto de todos los proyectos personales. Pero ello no implica que el radio tan amplio que debe tener la propiedad privada de los medios de producción en el mercado pueda justificarse sin la referencia sanamente utilitaria a la cooperación social y el orden espontáneo como enseñan Hayek y Mises.

Por eso en nuestro artículo “Una renovada visión cristiana de la propiedad personal”[2], explicábamos que Benedicto XVI, para fundamentar la libertad religiosa, decía: “….El deber de respetar la dignidad de todo ser humano, en el cual se refleja la imagen del Creador, comporta como consecuencia que no se puede disponer libremente de la persona. Quien tiene mayor poder político, tecnológico o económico, no puede aprovecharlo para violar los derechos de los otros menos afortunados. En efecto, la paz se basa en el respeto a los derechos de todos. Consciente de ello, la Iglesia se hace pregonera de los derechos fundamentales de toda persona. En particular, reivindica el respeto de la vida y la libertad religiosa de todos. El respeto del derecho a la vida en todas sus fases establece un punto firme de importancia decisiva: la vida es un don que el sujeto no tiene a su entera disposición. Igualmente, la afirmación del derecho a la libertad religiosa pone de manifiesto la relación de todo ser humano con un Principio trascendente, que lo sustrae de la arbitrariedad del hombre mismo. El derecho a la vida y a la libre expresión de su fe en Dios no está sometido al poder del hombre. La paz necesita que se establezca un límite claro entre lo que es y no es disponible: así se evitan intromisiones inaceptables en el patrimonio de valores que es propio del hombre en cuanto tal”[3]. Obsérvese: “la relación de todo ser humano con un Principio trascendente, que lo sustrae de la arbitrariedad del hombre mismo”.




[1] Rothbard, M.: The Ethics of Liberty, New York University Press, 1982.
[2] “Una renovada noción cristiana de la propiedad personal”, en Instituto Acton (versión on line), Mayo de 2007.

[3] L´Osservatore Romano Nro. 50, 15-12-06, p. 4. Itálicas en el original.

domingo, 24 de agosto de 2014

CARTA ABIERTA A LOS ISLÁMICOS LIBERALES


No los conozco. No sé quiénes son, ni siquiera si existen. Pero si existen, ellos son la clave.

Todas las religiones tienen la tentación del fanatismo cruel. El mundo no apareció de un día para el otro con un cristianismo cual paloma de la paz caminante y el islamismo como el único violento. El cristianismo tiene también su historia de violencia. Las guerras en nombre del cristianismo han sido lamentablemente muchas, el Sacro Imperio no era igual a Pablo VI, los papas de no mucho tiempo atrás eran jefes de sus ejércitos que no eran precisamente los turísticos guardias suizos. Católicos y protestantes se masacraron inmisericordemente durante siglos, con la venia de sus más altos líderes, y la persecución violenta de cristianos a los judíos fue algo de lo cual el propio Juan Pablo II tuvo que pedir perdón, valientemente, en el Muro de los Lamentos.

Pero el Cristianismo, el judeo-cristianismo, ha tenido su propio proceso de secularización. Iglesia y estado se han distinguido, la libertad religiosa, el diálogo con los no cristianos y la justa autonomía de las realidades temporales han sido todas proclamadas por el Vaticano II de la Iglesia Católica.

Algunos dirán que ello fue falso, que respondió a presiones externas; otros, con la ayuda de Ratzinger, decimos que no, que fue una evolución que respondió a las mismas premisas teológicas del cristianismo.

Pero el asunto importante de la secularización, a nivel político, es que la tuvimos.

Los islámicos no parecen haberla tenido. Yo no soy quién para ponerme a juzgar si la lucha que afirma el Corán es simbólica o fáctica, pero el asunto es que las Escrituras Cristianas están llenas de expresiones que pueden ser leídas como muy violentas y, hoy forman parte de una tradición simbólica que nada tiene que ver con la guerra como hoy la concebimos. El Corán, ¿por qué no puede tener una interpretación similar? Algunos dirán: no se puede, es intrínsecamente violento. Y evidentemente, muchos anti-islámicos, frente a las aberraciones espantosas del ISIS, lo seguirán diciendo. Pero entonces, los únicos llamados y autorizados a demostrar que no es así, son los mismos pensadores islámicos. Son ellos los que están llamados a hacer su propio proceso de secularización. Y, sobre todo, los creyentes, esto es, islámicos que crean verdaderamente en Alá, en su último profeta y en el Corán y, al mismo tiempo, en la libertad religiosa y la secularidad del estado. ¿Es una clase vacía? ¿O existe al menos un x tal que x es…? Porque ello es la clave del futuro. Digo esto precisamente porque los cristianos tenemos conciencia del pasado y de que podemos cambiar. Todos se olvidan hoy que entre el 19 y 20 de Septiembre de 1870 Pío IX ordenó resistir por las armas la entrada del ejército italiano a sus estados pontificios. Si todo en la Iglesia hubiera seguido tal cual, el papa actual estaría planeando todo tipo de ataques armados contra el estado italiano actual. Pero no, las cosas cambiaron, pero no por la mente de Pío IX, sino porque había otras mentes trabajando, que fructificaron en el Vaticano II y en la pacífica Iglesia Católica de hoy.


Hermanos islámicos, si ustedes mismos no hacen lo mismo, no hay esperanza para ustedes. Yo soy un típico liberal católico que seguirá defendiendo su libertad religiosa, seguiré defendiendo la declaración Nostra aetate del Vaticano II, y mantendré siempre la distinción entre “el Islam en sí mismo” y el fanatismo cruel y bestial de ISIS, ises, eses y etc. Pero el mundo es menos filosófico. La guerra que se viene hará parecer a las Cruzadas como un juego de mesa. Sólo ustedes pueden desarmarse a sí mismos, mentalmente, y evitar la guerra.

domingo, 17 de agosto de 2014

EL PRINCIPIO DE INERCIA ES UNA FALACIA


Bueno, más bien, se basa en una falacia.

Porque cuando se lo intenta explicar, se afirma: imagínense una esfera girando por una determinada superficie plana. Si no hubiera rozamiento, seguiría su curso, pero como hay rozamiento, se detiene. Luego, “si no hay rozamiento”, entonces….

Pero eso supone lo que quiere demostrar, o sea, el principio de inercia, porque, ¿de dónde se desprende que necesariamente el móvil va a seguir su curso? ¿Qué tiene de contradictorio que el móvil se detenga si no hay rozamiento?

Luego, ello implica una petición de principio.


Luego todo el principio de inercia se basa en una petición de principio y, por lo tanto, toda la física clásica……….



domingo, 10 de agosto de 2014

ROMA, PHILADELPHIA, BUENOS AIRES

Mi abuelo materno, Vicente Montefusco, salió huyendo del fascismo de Mussolini (parece que la aversión a los dictadores es una cuestión de familia) y llegó a Philadelphia, con dos hermanas.  Había ya enviudado dejando en Roma a 3 hijas.  En Philadelphia supuso que en Buenos Aires sería más fácil obtener la ciudadanía norteamericana (me da le leve impresión de que alguien lo informó mal….. J ) y aquí se vino. Pero entonces se casó con mi abuela materna y nació mi madre. Mientras tanto, en Philadelphia, las dos hermanas tuvieron, cada una, un hijo y una hija que, con venia episcopal, se casaron, y fueron los padres de Carl Patrizio, mi actual primo segundo.

Mientras tanto mi padre, argentino por accidente y Lord Inglés por vocación, viajó, ya casado con mi madre, a estudiar pedagogía en Roma, a mediados de 1958, donde permaneció hasta fines de 1959. Mi hermano Pablo ya había nacido y sus primeras palabras fueron en italiano. Mi madre se unió como carne y uña con sus tres medio hermanas. Cuando tuvieron que volver, la despedida fue desgarradora. Cuando llegaron, yo ya estaba en el vientre de mi madre y ella siempre dice que quedó embarazada en Italia.

Desde el 60 en adelante, la comunicación con ambos lados de la familia, vía cartas, fue muy intensa. Verna y Pat, los padres de Carl, enviaban siempre todas las tarjetas de graduación de sus hijos, cartas para Navidad, etc., que yo veía, y mis tres tías de Italia no se quedaban atrás. Yo crecí en medio de una familia que era una sola en tres ciudades y las palabras “Roma” y “Philadelphia” formaban parte de mi niñez más profunda. Vi llorar a mis padres por la muerte de Kennedy, en 1963, y por la muerte de Robert, en 1967. Esa vez  subí al colectivo escolar, con 7 años, diciendo “murió Robert Kennedy”. En 1968 mi padre viajó a Philadelphia, en medio de un viaje de estudios, y mi marco de referencia cultural quedó allí, desde entonces, y para siempre. Y sería muy emocionante relatar los viajes (no muy frecuentes, por motivos económicos) que hemos podido hacer los “Buenos Aires-side” a Roma y Phila. El llegar y ser recibidos por la misma familia, los abrazos interminables, las fotos viejas de los abuelos, los usos y costumbres idénticos, las despedidas con verdaderas lágrimas…. Y si a todo ello agregamos la familia de mi esposa, cuyo padre es italiano directamente…..


Yo, ¿qué soy? ¿Qué significa en mi caso decir que soy “latinoamericano”? (Y lo gracioso es que nací en el Hospital Británico J). ¿Significa algo la “nacionalidad” que figura en un documento obligatorio? Muy poco. Somos nuestra familia, y las familias tienen muy poco que ver con los nacionalismos y las fronteras, inventos de un siglo XVIII racionalista que ya desaparecerán como toda vana y confusa alucinación.

domingo, 3 de agosto de 2014

DEL TERROR AL CAPITALISMO AL TERRORISMO

(Escrito en Agosto de 2005 para Eseade de Buenos Aires).





Ciertos últimos acontecimientos, que son de dominio pùblico, han mostrado otra vez, de modo cruel y lamentable, a la violencia como mensaje. La condena hacia ese tipo de metodología no se ha hecho esperar. Sin embargo, muchas de esas condenas comparten con los terroristas un peculiar terror: el terror al capitalismo, a la economía de mercado, a la sociedad libre y abierta, como el antiguo “horror al vacío” de la física antigua.

Muchos, en efecto, condenan la violencia pero consideran que los terroristas se están defendiendo, de un mal modo, de algo que también es malo. Algo que según ellos implica más muertes que las bombas, muertes que son producto de la pobreza y el subdesarrollo. ¿Y quién es este peculiar asesino que mata por inanición? Según algunos, el capitalismo.

Pero, ¿es así?
Sencillamente, no.

Una vez más, de modo incansable, hay que afirmar que no. Es todo lo contrario. Y hay que insistir con ello porque Marx ha triunfado como creencia cultural: el capitalismo es, según muchos, la causa de la pobreza. Pero es precisamente al revés. El aumento de los bienes de capital, en una economía de mercado, tiene como efecto el aumento de la demanda de trabajo, con el consiguiente aumento del salario real en términos relativos. Hay efectivamente, en el mundo, muchos focos indignantes de pobreza y de miseria, pero ello es debido a la falta de capital y no a su abundancia. Los que producen la pobreza son los Castro, los Chavez, y también, en no menor medida, el Fondo Monetario, el Banco Mundial, financistas internacionales del intervencionismo. Es también causa de la pobreza la ONU, con todos sus proyectos intervencionistas que aumentan las burocracias de los gobiernos, y todas las medidas intervencionistas de tipo monetario, fiscal, migratorias y redistributivas de los países supuestamente capitalistas. No es el capitalismo la causa del subdesarrollo de los pueblos islámicos: es su falta de garantías institucionales a la propiedad y a la sociedad abierta, problema que no les afecta con exclusividad: casi toda Latinoamérica, con los mencionados “héroes” a la cabeza, padece del mismo subdesarrollo cultural y consiguientemente material.


Mientras se siga viendo al capitalismo como el asesino, y a los terroristas como una “mala reacción” contra una “real injusticia”, seguiremos, no sólo desenfocando el tema, sino además, produciendo más pobreza y fomentando la violencia a la cual le damos un “casi si”. El capitalismo no tiene nada que ver con los imperialismos, ni con bancos internacionales, ni con tratados internacionales, ni con nada que venga desde los gobiernos. No es el mercado el que ha planificado las relaciones de poder de ciertos gobiernos con los pueblos del Islam. El mercado no planifica, no invade, no coacciona, excepto que, claro, desde el marxismo, como situación cultural, se vea al libre comercio como una invasión. El mercado tiene que ver con el orden espontáneo de empresarios, comerciantes, vendedores y compradores que al encontrarse intercambian su cultura, produciendo con ello una auténtica convivencia entre razas, religiones y tradiciones. Ver a eso como “violencia” es producir más violencia.