En la última clase/debate que tuvimos en la Escuela de Líderes del Centro Friedman-Hayek estuvimos hablando de Habermas. Les había prometido a los alumnos que ya lo íbamos a ver más. Pero, además de eso, no es común en ambientes liberales clásicos hablar de este gran autor de la Escuela de Frankfurt, a la cual ciertos influencers presentan como opuesta a todas las ideas de la libertad. No es así en varios de sus autores, y menos aún en Habermas.
Y no es así porque (más allá de la
obviedad de que no fue un “economista austríaco”) su defensa de las condiciones
de diálogo presenta una renovada visión de lo que nosotros llamamos principio
de no agresión.
Habermas es el optimista de la
Escuela de Frankfurt. Para Horkheimer y Adorno, la dialéctica autoritaria de la
razón ilustrada no tiene salida. Para Habermas sí: la emancipación prometida
por los ideales de la Ilustración se cumplen en la acción comunicativa, en la
razón dialógica, esto es, una razón que no busca manipular al otro, sino “comprenderlo”
(palabra cuasi-sagrada en la tradición filosófica alemana), esto es, tratarlo en tanto
otro. “En tanto otro” significa que no lo trato como un mero instrumento a mi
servicio, sino como un ser racional cuya dignidad, en sentido kantiano, no debe
ser pisoteada al tratarlo como un mero medio.
Por lo tanto, el diálogo tiene
ciertas condiciones, entre ellas NO utilizar actos del habla ocultamente
estratégicos, esto es, no hablar de tal modo de manipular al otro sin que el
otro se de cuenta. Para lo cual es indispensable abrir en parte el propio
horizonte (sinceridad), en un intercambio discursivo donde el otro pueda
aceptar críticamente mi propio discurso, esto es, una aceptación de mi discurso
NO causada por el premio o el castigo, como hacen en cambio los discursos
autoritarios.
Por lo tanto, “no agredir” al otro
comienza por el discurso. La no agresión NO es solamente no violar físicamente
la libertad del otro (matar, robar, secuestrar) sino además no invadirlo con la
propia palabra (respeto). El principio de no agresión comienza por un discurso
NO manipulador, no propagandístico, no proselitista, por un discurso que se ubique en el espacio del otro con el permiso del otro, lo cual sólo se logra
cuando el otro tiene una distancia crítica para escuchar con calma y puede
ejercer su derecho a la pregunta, a la interpelación, sin ser insultado por
ello. El liberalismo comienza, por ende, por la palabra, aunque ello no sea
judiciable. Los autoritarismos de todo tipo no comenzaron con un ejército
invadiendo Polonia, de la noche a la mañana. Comenzaron con discursos
efectistas, que apelaban a lo más bajo de nuestra condición humana (alienación,
falta de conciencia crítica, odio, resentimiento, conflictos psicológicos no resueltos,
etc.). Un futuro líder de una sociedad libre debe saber que su liberalismo
comienza con su palabra. La forma del mensaje es al mismo tiempo el contenido
del mensaje. Hay una forma liberal de hablar, que pertenece al ámbito del deber
moral. Autores neokantianos como Habermas lo tienen claro.
Tenemos de él mucho que aprender.
Excelente Gabriel, felicitaciones por la interpretación y la explicación de la teoría comunicativa y política del autor.
ResponderEliminarDe Habermas también podemos decir que recupera la tradición dialógica propuesta, entre tantos otros, por Hannah Arendt. Uno dialoga con sus iguales en el espacio público, tanto para actuar políticamente como para "desplegar", poner en práctica la propia identidad (para decirlo de modo horrendo) como así también para ser confirmado o bien criticado (posmodernamente "deconstruido") por los otros, y hacer una reevaluación de lo que uno cree que es en función del feedback recibido. Son excelentes modelos para entender tanto los vínculos sociopolíticos como la evolución psicológica del sujeto.
Matías
Magnífico!
ResponderEliminarExcelente comentario,para su entera teoría, Gabriel. Dialogar no es colonizar sino ubicarse en la esencia del otro para interpretarlo.
ResponderEliminarPara Rothbard la lesión del honor (calumnia, injuria, etc.) es inmoral pero no debe ser ilegal. No estoy de acuerdo, pero es lo que opinó Murray desde su singular concepción de los derechos humanos. Por tanto, cabría decir que Rothbard no estaría muy de acuerdo con su ampliación del principio de no agresión. Problemas intra-libertarios.
ResponderEliminarEstamos en la misma línea. Es inmoral pero no ilegal. Mi artículo en ningún momento afirma que el ppio linguístico de no agresión debe ser legal.
ResponderEliminarVale la aclaración.
ResponderEliminarLa pregunta que me surge es si el principio lingüístico de no agresión es liberal o si se trata de un agregado moral meta-liberal, aunque compatible con el liberalismo.
Gracias.
Tal vez podría ser así, "...un agregado moral meta-liberal, aunque compatible con el liberalismo". Puede ser. Why not.
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