Medio en broma, medio en
serio, dije que me asombra el post modernismo y el rechazo a todo lo que sea “esencia”
en ciertos temas. Si me percibo como mujer, soy mujer. Excelente, excepto para
mi mujer, que creo que me va a percibir de manera distinta. Pero, cómo se le
ocurre. Fascista!!!!
Pero el más estricto
aristotelismo tomista parece haber renacido en todos los políticos de
izquierda, que con seguridad absoluta tienen la definición, por género próximo
y diferencia específica, de “golpe de estado”. Golpe, género. De estado,
diferencia específica. Brillante, el árbol de Porfirio a pleno.
Por supuesto, cierta
seriedad exigiría recordar que en ciencias sociales -y en todas- las
definiciones son abiertas, abiertas a la historicidad, tanto futura como
pasada, sin por ello perder lo esencial pero no etiquetándolas en abstracciones
sin historia. Que no valen calificaciones extemporáneas y que por supuesto las
ideologías no son ciencias sociales, sino utopías revolucionarias, que
responden a historicismos de un lado y de otro, que son, además, pesadillas de
mentes psicóticas que atrapan a los yoes más débiles e inseguros.
Por eso, el debate está
perdido en los análisis de la América Latina actual. Lo que está sucediendo, en
la mayoría de sus países, supera las calificaciones y definiciones políticas
efectuadas a partir del Estado de Derecho concebido para el liberalismo clásico
y su consecuente estabilidad jurídica y política.
Por eso, aunque no valga
la pena decirlo en medio de los gritos ideológicos, para los que lo quieran
pensar sugiero que no importa si fue golpe o no, porque la anomia institucional
latinoamericana, endémica, secular, cuasi-eterna, no permite ese tipo de
análisis.
Como ya dije una vez,
América Latina es un continente políticamente fallido, porque su historia
arrastra el encuentro feroz e inacabado de dos locomotoras: la tradición
monárquica hispánica y el liberalismo constructivista francés.
A partir de allí, América
Latina fue concebida en guerra, en grieta, en incomunicabilidad de paradigmas,
e imposible es casi encontrar un análisis de su historia que no esté atravesado
por ese cuerpo calloso total y completo.
Los movimientos
independentistas de la corona española fueron todos intentos racionalistas de cambiar
las tradiciones españolas a sangre y fuego, aunque algunos quieran poner algo
de Francisco Suárez por allí. Y como tales estaba destinados al fracaso. A su
vez, esas tradiciones tampoco evitaban la sangre y el fuego cuando querían
volver. América Latina, continente hobbesiano.
A partir de los 60 y los
70, las revoluciones tradicionalistas contra el racionalismo constructivista
comienzan a ser marxistas leninistas, (que es otro tipo de constructivismo) con lo cual la inestabilidad y la confusión
es mayor. Cuba intenta invadir, y lo sigue haciendo, toda América Latina, y las
tradiciones católicas se mezclan con las teologías de la liberación,
produciendo ello tres, no dos, grupos en guerra permanente: los antiliberales
no marxistas, los antiliberales marxistas, y los liberales constructivistas.
Ante ello, el caos es
mayor. Desde el 70 en adelante Cuba intenta penetrar por el este y el oeste:
por Chile vía Allende, con la visita de Castro dando recomendaciones, por Argentina
vía ERP y Montoneros -con el apoyo del peronismo, que queda convertido en caos y
misterio-, y luego Sendero Luminoso en Perú, FARC en Colombia, etc.
¿Qué estabilidad política
se podía pretender a partir de ello? ¿Acaso Allende en Chile y el
gobierno de Cámpora en Argentina eran simplemente “partidos políticos en la
alternancia del poder”? ¿Cómo era políticamente posible esperar a las elecciones,
si los que estaban en el poder no eran más que títeres de Fidel Castro? ¿Qué
hacer?
Sólo quedaba el caos. Las
reacciones fueron de todo tipo. Cómo analizarlas sin ser ni marxista ni liberal
constructivista es algo que supera mi terminología. Si alguien la tiene, me
avisa. Sé lo que NO debieron hacer. Pero hasta allí llega mi certeza.
Honduras, 2009, otro
caos. Bolivia, 2019, otro caos, de un lado y del otro. Una amalgama de marxismo
leninismo, de post-modernismo, de multiculturalismo colectivista, amalgama
incoherente pero efectiva, destruye siempre todo vestigio de orden institucional
(a su vez impuesto) y luego todos llaman a las cosas como les conviene. Si eres
de izquierda, en Bolivia hay golpe de estado y en Chile, en cambio, que Piñera
renuncie sería democracia. Un caos. Los liberales constructivistas no terminan
de reconocer, a su vez, su ingenuidad total al pretender “construir” un
liberalismo institucional sobre la base de un humus cultural de caudillos y horizontes
anti-liberales profundamente arraigados.
La historia no ha
terminado. América Latina se encamina hacia una guerra civil total en la cual
nació y de la cual nunca salió.
Muchos liberales constructivistas
van a estar decepcionados con esta entrada. ¿Y entonces qué? ¿Cómo? ¿Brasil no
está mejor con Bolsonaro, Bolivia con Jeanine Anuez, Chile no estaba mejor con
Pinera, etc?
No sé. Hay un grupo que
no es actor político ni intelectual en América Latina: los liberales clásicos.
¿Quiénes son? No sé. Pero creo que desde su núcleo central tienen que hacer
nueva teoría para explicar América Latina. El liberalismo constructivista no funciona.
El liberalismo clásico nunca existió. Sólo es, en este momento, un difuso
movimiento contra-cultural que está lejos de ser horizonte. Y tal vez nunca lo
sea. Lo único que se puede esperar es que los anti-liberales moderados, no
ganados por la crueldad de las ideologías, vayan moviendo la historia,
lentamente, hacia una larga evolución, hacia una tierra prometida que
seguramente está más allá de nuestras vidas.
Gabriel please! seguí escribiendo. Tus reflexiones son una cuota de sensatez en medio de tanta incoherencia
ResponderEliminarGracias Gabriel , el enfoque de más amplia perspectiva y comprensivo que he escuchado al respecto , y mirà que busco ehh ...
ResponderEliminarCreo qué hay que incluir un factor que enhebra la realidad social ( ¿ antropológica ? ) latinoamericana con la mundial :
La cruza del iluminismo constructivista con el existencialismo nihilista , nos legó a mediados del siglo XX el relativismo estructuralista que hoy , potenciado por las tecnologías de comunicación , es cultura general .
La ciudadanía (no la devaluemos más como “gente” , “pueblo” o “vecino” ) embargada por la insatisfacción existencial e híper masificada por las redes de comunicación , no sabe que quiere . Tampoco tiene idea de que habría que hacer para obtenerlo y sostenerlo . Ni siquiera es consciente del status de civilización en el que vivimos ni que lo hace aún posible ( hace menos de un siglo la “gran guerra de 30 años” era la realidad sociopolítica global ) .
La intelectualidad mediocre clama “hay que darle al pueblo más y nuevos canales de participación en la cosa pública” , eufemismo utilizado para referirse a “tratar de decidir que deben hacer los demás” .
Creo que la ciudadanía debería replantearse donde está y para que vive , y , recuperar poder de decisión, acción y responsabilidad sobre su propia vida . Libertad y responsabilidad que en el último siglo ha perdido corriendo tras el espejismo del “estado de bienestar” arriada como manada de ovejas por una dirigencia política e intelectual moral y técnicamente incapaz , que medra dirigiendo la construcción de esa nueva Torre de Babel .
El problema es cultural , y como dices , aún trabajando con el ahínco que la verdad y el bien exigen , no podremos ver los frutos .
No importa , somos obreros de la mies .
Gracias por ser y estar ��
Hola Gabriel. Muchas gracias por tu entrada. Te molesto con una consulta, ya que hay un término que no logro comprender ni contextualizar. Cuando hablás de "constructivismo" o "liberalismo constructrictivista" te referís a cierto liberalismo contractualista de cuño 'kantiano? ¿Estaría contrapuesta a algún tipo de naturalismo tomista?
ResponderEliminarDesde ya muchas gracias.
Saludos!
S.