El caso chileno ha dejado estupefactos
a todos los partidarios de la democracia constitucional y la economía de
mercado, esto es, a los liberales clásicos. Chile era el caso exitoso, era la
corroboración de la conjetura que afirma que hay que aplicar una economía de
mercado y una constitución liberal (en orden dudoso) y que la cosa iba a dar
resultado.
Pero la conjetura parece
enfrentarse con una aguda refutación, o, si se quiere, el núcleo central parece
no dar una respuesta ante la anomalía.
Siempre me ha preocupado el constructivismo
como modelo de construir una sociedad desde la nada de un horizonte. Hay
casos que parecen ser exitosos. Alemania e Italia después de la Segunda
guerra, idem Japón. Incluso Argentina parece que fue uno de ellos. Urquiza
pactó con liberales más franceses que hayekianos y mandaron a la miércoles a
Rosas y al caudillismo, y al parecer llegó a ser la Suiza de Latinoamérica
hasta 1930 más o menos.
Pero por eso digo que me
preocupan los cambios políticos en paz, porque parece que no los hay. El caso de
la evolución de las instituciones inglesas parece ser la excepción, si es que
lo fue. Porque en los casos referidos, que son cualitativamente importantes…
Alemania e Italia, luego de la Segunda Guerra. Japón, idem, más dos bombas
atómicas.
Y salvando las distancias, Chile,
después de Pinochet. Argentina, después de Caseros. Y después de Caseros, algo,
sí, de mercado libre, de Constitución, de alambrado, de ferrocarriles, de
alfabetización, de ciudades europeas, etc., sí, pero a sangre y fuego.
¿Había cambiado el horizonte cultural caudillezco y autoritario? ¿Sí? ¿Y
entonces por qué la revolución del 30, por qué el peronismo, que llegó para
quedarse?
En Chile, ¿hubo un cambio
cultural? Es hora de evaluarlo, y es eso lo que no miden los famosos datos.
Tocqueville sostuvo en su momento
que la Revolución Francesa se produjo precisamente por las mejoras de Luis XVI.
Sólo en ese caso los agentes revolucionarios pudieron actuar, alimentando
expectativas que no estaban en el conjunto de valores de los más liberales de
Luis XVI.
¿Podría haber algo parecido?
Entre los agentes revolucionarios seguramente hay gente muy pacífica y otros
que no lo son tanto, algunos más espontáneos y algunos más dirigidos, pero en
ambos casos cuentan con el apoyo de unas masas de gentes relativamente jóvenes
inmunes a los datos de los economistas. Hay valores que se están instalando en
todo el mundo y no son falsos, aunque difíciles de manejar por quienes
valoramos tanto la libertad. La igualdad, por ejemplo. Vino viejo en odres
nuevos.
Las masas, por lo demás, no
responden a los valores racionales que los liberales tanto pensamos y
demostramos. Las masas tienen otra rebelión. Lamentablemente para mis
amigos randianos, la rebelión sigue siendo la de las masas, la explicada por
Ortega, y no la del Atlas. Las masas que no saben de dónde viene ese progreso
que les permite ilusionarse con progresos más rápidos. Sólo lo dan por sentado
y lo demandan, especialmente movidas por los señoritos satisfechos que
verdaderamente creen que la escasez es sólo un fruto perverso del capitalismo. Por eso su peculiar violencia.
Fromm habló del miedo a la
libertad. Las masas no responden a nuestros argumentos éticos a favor de la
libertad. Le tienen miedo, en parte por los motivos expuestos por Fromm. El
miedo a ser individuo y la unión simbiótica y sado-masoquista con los líderes
autoritarios.
Freud explicó también, ya en
1915, los procesos neuróticos que llevan a la masificación. Es cuestión de
leerlo y estudiarlo. Pero los liberales, que no leemos a Fromm porque era “de
la escuela de Frankfurt”, y no leemos a Freud porque Hayek pensaba que era malo
malo malo, no entendemos de psicología política y luego nos llevamos grandes
sorpresas.
Y Mises, que sí entendía y
elogiaba a Freud (cosa que algunos liberales ocultan) sí habló, en medio de sus
sueños iluministas, de la ilusión racionalista de los viejos liberales, ya
después del 40, cuando él mismo lloró el quiebre de sus sueños con la terrible
amargura de “Notes and Recolections”.
¿Y entonces? Entonces nada. Sin
una lenta transformación de los horizontes culturales, estos siguen viviendo
hasta que pueden rebelarse, y pueden rebelarse precisamente cuando están mejor.
Por ahora la única buena noticia
es tener conciencia de esto, para no llevarnos sorpresas. Porque si alguien
sabe de algún cambio político en paz y cómo hacerlo, que lo diga please. Si,
Inglaterra tuvo una evolución lenta, de siglos, al Rule of Law, y la
revolución norteamericana no fue cultural, sino mandar a la miércoles a Jorge
III, mientras que el humus cultural era totalmente libertario y sus adeptos
eran granjeros, comerciantes y navegantes. Y los redactores de la Constitución,
por suerte, no fueron filósofos. Fueron abogados. Pero EEUU también está
sufriendo ahora un cambio cultural terrible y…. Dios sabrá.
¿Y la Argentina? Me pregunto qué pasaría si Espert
fuera el presidente con el apoyo del Ejército de EEUU con Trump como comandante
en jefe. ¿Todo solucionado? ¿Seguro?
Mi conjetura es que sin cambio
cultural profundo no hay cambio duradero.
¿Estará ya corroborada?
¿Estará ya corroborada?
Buendia Gabriel ,muy muy bueno el escrito ,algo asi como que los cambios culturales si no responden al orden espontaneo ("teoria de los fenomenos complejos" nunca mas evidente )no tienen muchas posibilidades de prosperar en el tiempo ,porque vuelven violentamente a su posicion cultural anterior aunque en este ultimo caso sea una mezcla de orden espontaneo e instigacion planificada y guiada .
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