Soy –como creo que ya todos
saben- un liberal clásico iusnaturalista. Como tal, siempre he defendido la
libertad de expresión, la libertad de asociación, la libertad religiosa, de
enseñanza, la libertad de asociación, la propiedad y el derecho a la intimidad de todos los individuos, sea cual fuere su
raza, religión, nacionalidad u orientación sexual.
Por lo tanto, si alguien quiere
vivir como gay, transexual, lesbiana, tiene el derecho a la intimidad para ello y por ende todo mi respeto a su
libertad individual.
Y si alguien quiere opinar y
decir que todo ello es bueno moralmente, tiene su derecho a la libertad de
expresión, derecho que yo siempre le defenderé.
Yo puedo opinar, de igual modo,
que “en sí mismas” tales conductas son contrarias a mi visión del derecho
natural, al mismo tiempo que no juzgo la conciencia de nadie ni impido su
libertad individual, de acuerdo a su derecho a la intimidad y el ejercicio del art. 19 de la Constitución
(me refiero a la Argentina de 1853).
A su vez, cualquiera de ellos
podría debatir conmigo libremente sobre el asunto, con todo respeto de ambas
partes, sin que nadie se sienta ofendido, discriminado u odiado.
ESO es una sociedad libre, esto
es, eso era el proyecto original del liberalismo clásico.
Pero eso se perdió.
Y ESE es el problema.
Esto es, el problema NO es que
alguien quiera ser gay, trans, lo que fuere, vivir conforme a ello u opinar
conforme a ello. Tiene todas las libertades individuales para ello, y quien
piense diferente, también.
O sea, ese no es el problema político.
EL problema es que quienes así
piensan pretenden que los que pensamos diferente no tengamos la libertad de pensar diferente, y por ello han
comenzado, y están triunfando, una encarnizada lucha para encarcelarnos, bajo
pretendidos delitos de discriminación, odio, racismo, etc.
Para mayores aclaraciones –que serán
inútiles para quien no quiera escuchar en paz- hay que decir que si tiempo atrás era al revés –que lo fue- NO
me pueden reclamar eso a mí ni a nadie que sea liberal clásico. No están
hablando con un fascista, un comunista soviético o un miembro de Ku Kluk Klan.
Están hablando con un liberal clásico que siempre ha defendido las libertades
de todos desde que comenzó a leer a Mises en 1974.
Volvamos entonces al problema.
Es verdad que en un estado liberal
clásico, los organismos públicos deben
contratar a las personas sin otra condición que su idoneidad y que lo contrario
sería un delito de discriminación (caso A).
Es verdad que una organización
privada, si quiere despedir a alguien, por su condición sexual o racial,
alegando NO idoneidad, miente y comete delito de discriminación (como el famoso
caso imaginario de la película Philadelphia).
Pero las organizaciones privadas tienen derecho a tener sus propios
estatutos. Puede ser que esos estatutos estén moralmente mal, pero tienen
derecho legal a tenerlos siempre que no atenten contra derechos de terceros.
Podrán quedar muy mal pero en el futuro reivindicados, o muy bien y en el
fututo ridiculizados, pero así es una sociedad libre. Por ende tienen derecho a
no contratar.
A su vez, toda persona tiene el derecho de decir lo que le parece sobre
la homosexualidad y etc. siempre que no impida coactivamente a otro ejercer el
mismo derecho. No es discriminar porque no está incurriendo en el caso A. Si
está odiando o no, ello no es punible judicialmente. Si está incurriendo en
algún “delito a través de la prensa” (calumnias) ello debería dictaminare
posteriormente en los tribunales.
Pero entonces, ¿cuál es el
problema filosófico?
Que feministas radicales, lobby
LGTB, indigenistas, etc., no admiten de ningún modo esta libertad individual. Y
no la admiten porque han re-convertido su posición en una nueva teoría marxista
de la lucha de clases.
El pacto político básico de las
libertades individuales se rompe cuando alguien atribuye a un colectivo que no
existe (la clase, los blancos, los negros, los homo, los hetero, etc) la
estructura explotador-explotado, ante la cual el explotado tiene derecho a la
resistencia violenta.
Por ende, las feministas han
construido el colectivo del hetero-patriarcado explotador; los gays, lesbianas
y trans, el del heterosexual explotador; los indigenistas, el de los blancos-europeos,
y así sucesivamente.
Y todo ello a su vez afirmando
que esos nuevos colectivos explotadores son la nueva expresión de la clase
explotada, bajo el capitalismo liberal, del cual esas libertades individuales, que
hemos defendido, no son más que su super-estructura de discurso explotador.
Por supuesto, todo ello es falso
porque la teoría de la explotación de Marx es falsa y porque su colectivismo
ontológico hegeliano es radicalmente falso. Por eso quienes hayan entendido a
Mises, Hayek y Popper jamás pueden caer jamás en la creencia de que dichos
colectivos existen. Pero claro, he nombrado a los más malos de los malos, a los
cuales me agrego por haber afirmado, además, que ese individualismo metodológico tiene su mejor fundamento en la
ontología de Santo Tomás de Aquino.
Mientras tanto, las consecuencias
políticas ya son gravísimas. El pacto político originario de la Declaración de
Independencia de los EEUU se ha quebrado. Ahora estos grupos han obtenido sus
legislaciones, y ante ellas sólo serás físicamente libre mientras no te caiga
una denuncia por discriminación, discurso de odio, homofobia, etc. Y si te
niegas a usar los pronombres plurales, como Jordan Peterson, terminarás como
él, sospechado de ser un criminal ante el Congreso de Canadá, o peor,
directamente encarcelado en las nuevas sociedades “igualitarias” que hemos
logrado, donde nadie odia a nadie, claro…
Liberales clásicos, atención,
hemos perdido la batalla cultural. El Estado de Derecho se ha convertido en una
farsa y sólo quedan valientes actos de re-sistencia. En EEUU, Rusia, China y
Europa queda algo de libertad económica –muy
poca- pero se acabaron los derechos individuales. La diferencia es que en EEUU
se puede intentar “volver” aún –con gran heroísmo- a lo fue fueron. Otros lugares no lo fueron nunca.
La libertad ya no existe, sólo
resiste.
Gracias Gabriel por iluminarnos, como siempre!
ResponderEliminar"....nuevas sociedades “igualitarias” que hemos logrado, donde nadie odia a nadie, claro….."
ResponderEliminarCon esto me hiciste recordar el final del primer episodio - temporada 3 (Caída en Picada) de Black Mirror... tal vez no estemos tan lejos de esto...
Saludos desde Córdoba!
Excepcionalmente claro Gabriel, como siempre todo lo tuyo.
ResponderEliminarUn abrazo
Excelente nota!
ResponderEliminarDebería salir publicada en los diarios.
Feministas, abortistas, gays, no se expresan si no rompen, avasallan, desprecian al que piensa diferente.
Es clarísimo el planteo. Muchas gracias.
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