Si han leído mi entrada
anterior a las elecciones(1), podrán advertir que ni Trump, ni Hilary, ni Johnson,
eran mis opciones. En realidad con esa entrada podría considerar el asunto por
concluido. Pero ante los cosas que se están diciendo y las reacciones que ha
producido el triunfo de Trump, consideré prudente agregar algo más de confusión
al asunto J. :-)
1.
¿Por qué ganó Trump?
En
primer lugar, por la falta de liderazgo de los propios republicanos. No
tuvieron alguien que supiera combinar la espontaneidad de Trump con posturas y
una historia personal más seria y menos caricaturezca. Cualquiera que haya
visto los debates republicanos se podía dar cuenta que una Carly Fiorina, un
Cruz, un Rubio o un Rand Paul eran candidatos ideológicamente más sólidos y
personalmente más presentables. Pero su estilo –igual que los demócratas- es
ese estilo que, para que me entiendan bien los libertarios y liberales
clásicos, podríamos llamar “racionalismo constructivista en política”. Una
excesiva profesionalización y planificación de cada discurso, gesto, actitud,
que lleva a la inautenticidad y a la falta de espontaneidad. O sea, un
liderazgo inauténtico como la existencia inauténtica de Heidegger. Hay un
electorado que está demandando un mayor orden espontáneo –orden, no caos- ese
orden que espontáneamente surge, sin tanta planificación, cuando hay un ser-sí-mismo muy profundo y un
apasionamiento del corazón que se traduce en el discurso. Lo que tuvieron un
Reagan, un Kennedy, un Mandela o un Gandhi. No es que ahora no lo tengan porque
son figuras casi imposibles de encontrar. En parte no lo tienen porque confían
en ese racionalismo constructivista político aunque lean a Hayek y a su orden
espontáneo. Trump jugó el papel de la espontaneidad, dio al electorado lo que
muchos deseaban: alguien que, precisamente, no fuera ese político profesional
que tanto los decepcionó.
Claro,
ojalá no hubiera sido despectivo con las mujeres, casi racista con los
mejicanos, grosero con McCain, con periodistas y hasta con bebés. Pero la gente
está –y no sólo en los EEUU- muy asustada, y el miedo produce a Hobbes. Y los
intelectualoides demócratas y europeos no parecen estar dando frente a ISIS “y
el desconocido” las respuestas necesarias. EEUU se forjó precisamente de
inmigrantes que huían de tiranías, diferentes pero iguales en su búsqueda de la
libertad. Pero los tiempos han cambiado y luego de la 2da guerra los líderes
liberales clásicos y libertarios no han sabido educar al votante en una fórmula
que una, nuevamente, el espíritu inmigratorio y pacífico con una sólida defensa
en política exterior. Por ende, muchos callaron pero decidieron perdonarle a
Trump sus excentricidades políticamente incorrectas y secretamente decidieron
votarlo, con sistemas de comunicación que
aún no han comprendido los analistas y encuestadores tradicionales: con redes
informales que van más allá del llamado “dato” que, por lo demás, nunca
existió.
Por
lo demás, los republicanos no supieron explicar al votante los beneficios del
libre mercado, de las fronteras abiertas, para el aumento del empleo a nivel
local. No supieron tampoco educar ese miedo ni se atrevieron a presentar
francamente –con ese nuevo liderazgo que no tenían- la eliminación del welfare state. Trump, que no entiende
mucho de economía, afirmó una relación inversa entre empleo local e inmigración
que muchos soñaban escuchar, encerrados en la misma confusión de Trump. No sé
si el muro –que por lo demás ya existe,
se llama aduana, se llama visado, etc- se llegará a construir o no, pero
allí también Trump apeló al inconfesable miedo al extranjero y obtuvo su masiva
cantidad de votos inconfesables. Y, de vuelta, le perdonaron sus rarezas y lo
votaron. Dejando de lado a todos los que verdaderamente siempre fueron medio
misóginos y racistas y lo votaron felices.
Por
otra parte, los que critican a Trump por el muro, ¿qué autoridad moral tienen?
¿Acaso no están de acuerdo con pasaportes, visas, aduanas y controles para sus
propios países? ¿Qué, todo ello no es un muro porque NO sea una pared de
cemento? Sólo los liberales clásicos, que hemos sido ridiculizados por nuestras
propuestas de eliminación de fronteras, tenemos la autoridad moral para estar
en desacuerdo con Trump. Qué graciosos, especialmente, los estatistas
argentinos, tan “anti-muros”, ahora…………….
Tres,
Trump ganó porque Hilary es un desastre. Jamás hubiera sucedido esto con un
Obama II que, obviamente, no existió. Hilary –no juzgo su conciencia- tiene (no
digo “es”) niveles de corrupción espantosos para el electorado norteamericano.
Los chanchullos de la Fundación Clinton son infinitos. Por lo demás, su
política exterior fue muy equivocada. No identificaron bien al terrorismo
islámico, dejaron solo a Irak, comenzaron a pelearse con el genio hobbesiano
–dije hobbesiano- de Putin y prácticamente ella y Obama dejaron morir de la
peor forma al embajador norteamericano en Libia. Hilary es antipática, no conecta
con el electorado, sus sonrisas son más dibujadas que las de Jack Nicholson en
Batman y representó por ende ese político ultra-profesional que muchos
demócratas también estaban cansados de ver, o estaban muy acostumbrados al charming de Obama.
2.
Las reacciones ante el triunfo de Trump.
Pero
lo más interesante es la histeria de la izquierda mundial ante lo que para
ellos simboliza Trump, que raya en el paroxismo, en el ataque psicótico de
explosión de todos sus más profundos prejuicios, en sus más profundas iras
autoritarias y en sus más bochornosas hipocresías y dobles estándares.
Lo
más tragicómico es: ¿pero quién miércoles se creían que era Hilary Clinton? ¿La
hija de Gandhi y la Madre Teresa? La calma que todos tenían ante un eventual
triunfo de Hilary represente la confusión ideológica mundial. ¿Qué es lo que
tenía a todos tan tranquilos? ¿Su mayor intervencionismo económico, que iba a
acelerar la baja en la productividad norteamericana? ¿Sus mayores impuestos,
que por supuesto iba a afectar a los más carenciados? ¿Su mayor gasto público,
que iba a llevar la deuda pública de EEUU hasta el paroxismo y a lo que mejor
no quiero ni explicar? ¿Su persecución enfermiza a los católicos y a su
libertad religiosa? ¿Su alianza total y completa con Planned Parenthood, su abortismo cruel, capaz de matar a un niño
completo si era necesario? ¿Ante eso estaban todos tan tranquilos? La pura
verdad es que si: como una ideología propagandística y una cruel espiral del
silencio, todo ello se ha impuesto como lo políticamente correcto y el paraíso
en la Tierra. Mayores controles, mayor gasto, más estado, más impuestos, menor
libertad religiosa, aborto para todos, salud reproductiva e ideología del
género para todos y obligatoria, nazifeminismo inquisitorial, homosexualismo
inquisitorial, ecologismo unido a estatismo, y todos felices y contentos.
¡Felicitaciones mundo entero! Con razón no iba a haber marchas anti-Clinton,
con razón todos los tiranuelos y todas las izquierdas europeas se iban a
levantar el Miércoles tan relejados.
Por
lo demás, muy interesante escuchar el latiguillo de la dialéctica de los brutos
pro-Trump y los ilustrados pro-Hilary. Conozco perfectamente el mundillo
intelectual de la izquierda. Leen a Marx, a Hegel, a la Escuela de Frankfurt, a
los postmodernos, a Keynes, a John Rawls. Si, son muy cultos, leen todos esos
autores, en su lengua original si es necesario, mientras asisten a la Opera y
van a las librerías en el New York de Manhatan. Pero, ¿de qué te sirve ganar el
mundo si pierdes tu alma? ¿De qué te sirven tantas letras si luego conduces al
mundo al infierno? No quiero nombrar a grandes filósofos cuyas posiciones
políticas eran peores que las del mismo Maduro –sí, así- para no ofender a sus
seguidores, pero creo que habría que distinguir entre la soberbia del saber
humano y la sabiduría humilde que, con universidad o sin ella, conoce –por con-naturalidad,
dice Santo Tomás- la verdadera virtud. Así que, si alguien votó a Trump porque compartía
su misoginia y sus tosquedades, ok, sí, mal, pero muchos lo votaron sin tanto
John Rawls y con más sentido común –sobre todo, el rechazo a Hilary-. Ni qué
hablar de quienes lo votaron sopesando males menores, con tanta o más formación
que los soberbios demócratas: snobs bien vestidos, con Inglés bostoniano, que
no tienen inconvenientes en apoyar las aberraciones morales más terribles.
Además,
en ese desprecio izquierdoso al votante promedio norteamericano no se advierte
cuál fue la verdadera sabiduría de la revolución de 1776. Por un lado sus
intelectuales –un Jefferson, un Paine, etc- no eran Hegel, precisamente, pero
gracias a Dios que no lo fueron. Jay, Madison y Hamilton eran gente de derecho,
no de utopías platónicas que se terminan vendiendo al tirano de Siracusa de
turno. Los europeos no logran entender, aùn, la superioridad norteamericana
sobre su supuestamente gran Europa. Esa
Europa de grandes filósofos que la terminaron hundiendo en los totalitarismos
más deleznables de la historia, de los cuales sólo los salvaron los tanques
norteamericanos y la valentía de un Reagan, que, gracias a Dios, no leía a los
postmodernos franceses. Pero no es sólo cuestión del seguro medianamente
inteligente Jefferson versus el seguramente genio Hegel. Lo que casi nadie entiende
es que la revolución norteamericana fue –con un fue que es- la revolución de
granjeros, comerciantes, dueños de barcos, de granos y de plantaciones de té
que vivían sencillamente en los derechos individuales del common law británico, que, cuando Jorge III los conculcó, a la
miércoles con Jorge III. Así de simple y sabio. No fue una utopía pensada in
abstracto y luego aplicada a la fuerza. Fue el derecho a la resistencia a la
opresión. Eso aún existe en EEUU y los
“intelectuales” que, precisamente, se pasan la vida atacando al liberalismo
clásico, jamás lo van a entender, y se pasarán la vida despreciando e
insultando a ese sabio comerciante que habla en sujeto, verbo y predicado y que
gracias a Dios NO entiende la expresión “espíritu absoluto”.
Finalmente,
las reacciones histéricas de muchos, desde los que saquean y destruyen hasta
los que orinan en la vía pública sobre la foto de Trump, no muestra más que la
auténtica violencia explosiva que tienen dentro los supuestos demócratas,
pacifistas e “ilustrados”, sí, cuando
ganan. Una violencia terrible porque, para ellos, Trump es el símbolo de
todo lo que odian: el capitalismo, el libre comercio, la verdadera libertad. Curiosamente, Trump no es eso. Es un
líder intuitivo y autoritario que hará alianza con Putin y se dividirán el
mundo. El mundo sigue lejos del liberalismo clásico, y con Hilary hubiera sido peor. Mientras tanto, Trump sigue
teniendo en esa izquierda histérica su mejor aliado. Trump es GORT. Lo dejaron
plantado los Clinton.
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(1) http://gzanotti.blogspot.com.ar/2016/10/reflexiones-sobre-la-actual-politica.html
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(1) http://gzanotti.blogspot.com.ar/2016/10/reflexiones-sobre-la-actual-politica.html
Jorge Lanata, todavía perplejo por el triunfo en las elecciones de Donald Trump publicó este artículo: http://www.clarin.com/opinion/Donald-cumplas_0_1685831447.html
ResponderEliminarAunque no cambia un ápice el análisis político por el hecho de que el blondo haya sido ungido, pues algunos votos más o menos no cambian la realidad de una sociedad profundamente desencantada, la posibilidad de que finalmente esté más cerca el abismo ha puesto a mucha gente en estado de alerta. Acaso no sería lo mismo de desastrosa la situación si la próxima presidente de los Estados Unidos fuera la Sra. Clinton? Acaso nadie se había dado cuenta del deslizamiento hacia la decadencia del país más poderoso y libre del planeta?
Ahora resulta que comienzan a importar los que nunca importaron, los individuos que pudiendo hacerlo no fueron a votar. No se porque no lo hicieron, habrá muchos motivos, pero seguramente entre ellos muchas razones mucho más lógicas que las que esgrimen los defensores del régimen democrático.
Lanata cita a Gore Vidal, en una afirmación racista si las hay: "La mitad de la población de Estados Unidos no ha leído nunca un periódico. Y la mitad de los americanos no ha votado nunca a un presidente. Sólo espero que no coincidan esas dos mitades", reviviendo el espíritu aristocrático de Platón. Huelga mi comentario.
ResponderEliminarE insiste, "Los votantes pueden atacar a la democracia ejerciéndola, me dijo el miércoles en la radio Héctor Aguilar Camin."
Resulta que parece que sólo algunos están capacitados para votar.
Curiosamente, fue durante el siglo XX que se expandió la educación para toda la población, y sobre todo la educación estatal. El progreso, como lo muestra este trabajo de Hans Rosling https://www.youtube.com/watch?v=V8lbiiTF2P0&t=43s , se construyó con analfabetos, que no votaban y seguramente nunca vieron los diarios.
Lanata continúa, acaso buscando más explicaciones, presentando datos de desigualdad de ingresos entre los norteamericanos. La desigualdad se ha convertido en la nueva excusa de la izquierda, atropelladas por la realidad las falacias de la lucha de clases y de la explotación.
Se culpa al mercado de la decadencia, cuando vivimos una época de expansión de los aparatos estatales sin precedentes.
La democracia y la república se han convertido en un fraude. Se aspira a seducir a las mayorías para gobernar expoliando a los que producen, repartiendo prebendas para los falsos empresarios, cargos públicos para las "clases medias" y subsidios para los más pobres. Obedientes a la regla paretiana, el 80% vota que su cena la pague el 20% restante.
Las castas políticas manipulan las elecciones diseñando modelos electorales y sistemas de votación a gusto. Los tres poderes imaginados por Montesquieu copulan en una orgía hedionda en contra de los ciudadanos.
Como lo muestran todos los estudios para los que los quieran ver, el capitalismo ha logrado sacar de la pobreza y alimentar a más seres humanos que nunca en la historia, aumentando, a la vez, dramáticamente la expectativa de vida, fruto de la mejora en la calidad.
Se han creado millones de nuevos empleos, pero sólo se quiere ver que los premiados por servir a sus semejantes son mucho más ricos. En mi barrio a eso siempre se le llamó envidia.
Los empleos que se pierden en un lugar se crean en otro, simplemente porque escapan de las mafias políticas y sindicales. Los expoliados también son inteligentes.
Claro que le queda enorme a Donald Trump el cargo para el que fue designado, a qué hombre no le quedaría grande? Ha vencido hasta a los de su propio partido. Rápidamente la máquina burocrática lo querrá domesticar.
Los que leen los diarios y escriben ensayos deberían reparar en los que trabajan todos los días para llevar el pan a su familia, que no son tan tontos.
Y ser menos arrogantes y reconocer que pasaron por alto varias muestras de gobiernos que han plebiscitado varias cuestiones consiguiendo el repudio de la población, que encontró en los plebiscitos la forma de repudiarlos a ellos.
Imaginen, al menos, el asco que despierta la clase política como para que sea menos asqueroso tragarse a Trump.