Pero eso no es lo que más le preocupa. Le preocupa, sí, su
dolor de espaldas, y le inquieta que se sienta atraído por un papá que lleva su
hija al mismo colegio que sus hijos.
Le aconsejan ver al Dr. Yang, una especie de acupunturista
o lo que fuere. Yang le toma el pulso y la mira. “Nada malo con la espalda!!!”,
afirma. “El problema está aquí y aquí”, diagnostica, señalando la cabeza y el
corazón.
Entonces hipnotiza a Alice, mientras que ella afirma que no
puede ser hipnotizada. En estado de hipnosis discute con su esposo sobre su
carrera. ¿Qué carrera?, le dice él en su estado de trance.
Alice despierta sin recordar nada. Yang le da entonces una
primera hierbita que debe tomar a las 14,30 sin mariscos.
A eso de las 15 se encuentra con ese papá que la inquieta,
Joe. Como siempre, no se atreve a decirle nada, pero repentinamente, aparece la
mujer más seductora que pueda concebirse, con una voz y unos ojos que asombran
y derriten al pobre Joe. Alice, que no sabe nada de jazz, habla de jazz –la
pasión de Joe- como una experta. Posteriormente, Alice recuerda el trance pero
no se explica cómo pudo comportarse de ese modo.
Yang le da luego otra hierbita, o yuyo, o lo que fuere.
Alice se vuelve invisible y puede entonces descubrir que Joe está divorciado de
una inteligentísima mujer con la cual mantiene aún relaciones ocasionalmente.
Mientras tanto, y progresivamente, su interés por Joe la preocupa y la da culpa.
Yang la da otra hierbita. Alice se encuentra entonces con
un antiguo novio, muerto en un accidente hace muchos años, con el cual vuelve a
hablar y recuerda una Alice más audaz y supuestamente irresponsable. Además,
sale a volar con él a la noche, sobre la ciudad de Nueva York.
La relación con Joe sigue cargada de problemas. Joe la
invita a salir a la noche, Alice acepta y para hacerlo tiene que mentir a su
esposo. Alice se enoja con Joe por eso y él le pregunta si lo que la enojó es
haber descubierto que puede hacerlo….
Desconcertada, vuelve a ver al Dr. Yong quien le da una
interesante sustancia soporífera :-).
Alice se duerme y sueña con su hermana, quien le reclama su estilo de vida
superficial. En el sueño, recuerda también su pasado católico y se confiesa.
Confiesa que ella no es ahora la que quería ser de niña, donde soñaba con
ayudar a los demás. “… ¿Dónde fue esa parte de mi?”, se pregunta…
Pero luego tiene un encuentro real con su hermana. Con
ella, Alice desnuda su tensión existencial, baja la cabeza, y casi llora.
Para colmo, va a ver un documental sobre la Madre Teresa
con su esposo y sus hijos. Queda impresionada y fascinada, queda sencillamente
extasiada, y cuando se lo cuenta a Joe, verborrágica, sin parar de hablar, hace
el amor con él.
Y luego, cubierta nuevamente por la hierbita de la
invisibilidad, descubre que su esposo le ha sido infiel muchas veces.
Quiere entonces concretar su relación con Joe pero este le
confiesa que ha descubierto que su ex mujer aún lo quiere y que desea volver
con ella………..
Pensativa sobre sí misma, sin su esposo y sin Joe, vuelve a
ver al Dr. Yang, que la atiende en medio de una repentina mudanza al Tibet para
“continuar su educación”. Entonces Yang le da una hierba según la cual,
dependiendo a qué varón se le haga beber, podrá hacer que el elegido la ame
totalmente. Alice se asombra por esa capacidad de elección pero Yang le dice
muy seguro: ahora está usted en capacidad de elegir. Sabe quién es ella, sus
dones, sus límites, sus debilidades. Sabe quién es su marido, su amante, su
hermana. Sabe cómo ha llevado su relación con ellos. Ahora le toca decidir.
Pero Alice no sabe bien qué hacer. Aturdida, va a una
fiesta en la casa de su hermana, donde alguien se confunde y pone la hierbita a
una bebida que están tomando todos y, por ende, todos los varones se enamoran
de ella.
Alice termina caminando sola, más aturdida que antes, pero
al escuchar nuevamente en la calle los chismes que ha escuchado siempre y que
representaban su modo de vida, tiene una reacción. Se va a Calcuta con la Madre
Teresa.
Pero vuelve.
Vuelve, no con su marido, pero tampoco con nadie más. Deja
sus amigas chismosas, su cocinera, su masajista, sus compras, vive con sus
hijos, los educa ella misma, los atiende en todo, y hace trabajos de
voluntariado. Y está más feliz que nunca.
El lector se preguntará: ¿qué es este relato, lleno de
cosas imposibles?
Es una película de Woody Allen, de 1991, Alice, pero no lleno de cosas
imposibles, sino de símbolos.
Todo el relato es un símbolo de lo que es un análisis de
uno mismo, en una psicoterapia profunda, donde se va a lo más hondo del propio
ser para ver la clave de una crisis existencial.
Alice no era quien era, pero aún no lo sabía. Registra
simplemente un dolor de espaldas y sentirse atraída por Joe, cosa que la sacude
(situación límite, Jaspers) de su existencia in-auténtica (Heidegger).
Entonces necesita alguien con quien hablar, y hacer
catarsis. En una psicoterapia psicoanalítica habitual, y realizada la
transferencia, hubiera comenzado un trabajoso descubrimiento de sí misma a
través de la asociación libre. Cada hierba representa un diálogo consigo misma.
Primero, la hipnosis. Freud trabajaba con médicos que la
practicaban, hacia fines del s. XIX, pero descubre sus límites y la sustituye
con la asociación libre. La hipnosis funciona entonces, en el relato, como un
símbolo de un primer diálogo consigo misma, donde ella toma conciencia de sus
problemas vocacionales profundos. Vocación
no es una carrera, sino ser llamado a ser uno mismo.
La hierbita de la seducción simboliza otro diálogo, donde
Alice –como cualquier de nosotros- descubre que somos varios, no varios yo,
sino varias potencialidades en ese yo, con algunas de las cuales nos sentimos
cómodos; otras, nos asustan, nos duelen o nos remiten a un pasado no duelado.
Hay que trabajar sobre esos varios yo, para ver cómo los reencaminamos en la
situación presente.
Por eso somos invisibles: esa introspección escapa a la
vista de los otros pero, al mismo tiempo, vemos más.
El encuentro con el viejo novio simboliza que muchas
personas pasadas están vivas, presentes, otra vez, como duelos no duelados,
como representantes de aspectos del propio yo que no hemos terminado de
trabajar. Fueron personas que, en cierta medida, nos hicieron volar. La
cuestión es, ¿cómo despegamos ahora, cómo levanta vuelo nuevamente nuestra
existencia?
Y si descubrimos que hacemos o que hemos hecho cosas que no
queremos hacer, ¿por qué echar responsabilidades para afuera? El asunto es que
somos eso también. Sin culparse de manera patológica, sin colgarse de los
pulgares, hay que preguntarse, sin embargo, ¿qué pasa allí? ¿Qué aspecto de mí
no he sabido manejar, o lo he dejado tapado bajo toneladas de negación para que
salte de golpe como un volcán? ¿Cómo reconduzco esa energía, totalmente buena
en sí misma, hacia mi proyecto vital más auténtico?
La confesión es otro símbolo, muy importante, más allá de
que seas católico o marciano. Confieso que no he sido aquello tan bueno que
habitaba en mí. De vuelta, ¿cómo lo hacemos renacer? ¿Habitaba o habita? ¿Cómo
puede habitar ahora?
Finalmente, nos permitimos un momento de agobio, bajamos la
cabeza, lloramos, y un hermano nos sostiene. La hermana. O el buen amigo, o el
terapeuta, o el sacerdote, o el maestro, o quien fuere que nos ame y
nos respete verdaderamente, que no se burle de nuestra desnudez. Se llama
transferencia.
La Madre Teresa representa el ideal del yo. Claro, no somos
ella, pero, ¿cómo podemos ser ella a nuestro modo? ¿De qué modo aparece el
verdadero amor en nuestras vidas? ¿Cómo y cuándo aparecerán esos ojos cuya paz,
al ver los nuestros, nos redimen?
El último encuentro con el Dr. Yang represente muy bien el
objetivo de todo análisis. En palabras del propio Frued: "... “Una
vez reintegrado lo reprimido a la actividad anímica consciente, labor que
supone el vencimiento de considerables resistencias, el conflicto psíquico que
así queda establecido y que el enfermo quiso evitarse con la represión, puede
hallar, bajo la guía del médico, una mejor solución que la ofrecida por el
proceso represor (1). Existen varias de estas apropiadas soluciones que ponen un
feliz término al conflicto y a la neurosis y que, en casos individuales, pueden
muy bien ser combinadas unas con otras. Puede convencerse a la personalidad del
enfermo de que ha rechazado injustificadamente el deseo patógeno y hacerle aceptarlo
en todo o en parte; puede también dirigirse este deseo hacia un fin más elevado
y, por tanto, irreprochable (sublimación de dicho deseo), y puede, por último,
reconocerse totalmente justificada su reprobación, pero sustituyendo el
mecanismo –automático y, por tanto, insuficiente- de la represión por una
condenación ejecutada con ayuda de las más altas funciones espirituales
humanas, esto es, conseguir su dominio consciente”. (Psicoanálisis, Obras
Completas, El Ateneo, tomo II, p. 1545)
Pero no fue el fin de análisis para Alice. La última poción
era el imposible auténtico, que Woody simboliza con la humorada de que todos se
enamoren de ella por accidente. No podemos obligar a nadie a que nos ame, pero
sí podemos decidir cómo vamos a amar nosotros. Y sí, tampoco podemos ir a
Calcuta, no porque ello
sea lo mejor y nosotros lo peor, sino porque eso era lo mejor para la Madre
Teresa pero no para todos. Todos tenemos nuestra Calcuta pero hay que
descubrirla. Por eso finalmente Alice vuelve, pero no desde Calcuta, sino
desde su existencia inauténtica a lo más auténtico de sí misma, esa parte de
ella misma que al parecer se había ido. Pero no, allí estaba, esperando para
redescubrirse. El último símbolo es asombroso. En una voz en off que representa
el juego del lenguaje de la existencia inauténtica, esto es, el vano hablar, el
chisme, se relata precisamente la vuelta de Alice a su existencia auténtica.
Volvió a sus hijos. Volvió a su generosidad, su sencillez, su entrega.
Volvió.
-----------------------------------------
(1) Cuidado que "represiòn" es una palabra muy tècnica en Freud. No significa frenar de modo consciente una pulsiòn, sino el proceso preconsciente por el cual se incorporan los "no" del rol paterno en la primera infancia. Tambièn, ya para mì, puede llegar a implicar la negaciòn inconsciente de un conflicto cuyos sìntomas se canalizan a travès de neurosis diversas y manifestaciones psicosomàticas.
-----------------------------------------
(1) Cuidado que "represiòn" es una palabra muy tècnica en Freud. No significa frenar de modo consciente una pulsiòn, sino el proceso preconsciente por el cual se incorporan los "no" del rol paterno en la primera infancia. Tambièn, ya para mì, puede llegar a implicar la negaciòn inconsciente de un conflicto cuyos sìntomas se canalizan a travès de neurosis diversas y manifestaciones psicosomàticas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario