Durante el
Concilio Vaticano II –de cuya correcta interpretación ya hemos hablado- había
un aire de optimismo en gran parte de la Iglesia sobre sus relaciones con el
mundo moderno. Una gran parte de malentendidos parecían haberse aclarado y la
Iglesia parecía haber vuelto a sus tradiciones más profundas al mismo tiempo
que se deshacía de adherencias históricas contingentes.
Sin embargo,
lo que pasó en Irlanda la semana pasada parece confirmar casi definitivamente
un certificado de defunción para dicho optimismo. Nada nuevo: prácticamente
desde Pío XII en adelante que la Iglesia comienza a dar sucesivos no ante ciertos temas a los cuales
nuevas tendencias culturales –incluso dentro de la propia Iglesia- dicen sí.
Pero semejante derrota en una cultura supuestamente “católica” ha sumido a
varios sectores pensantes de la Iglesia en una sincera perplejidad.
Lejos de mí
pretender dar ahora “el” diagnóstico de la situación. No lo tengo. Sólo puedo
decir que muchos católicos viven hace…… ¿Décadas? No lo sé… En cierta
perplejidad racionalista respecto a sus métodos habituales de transmisión de la
Fe. A la mayor parte de los católicos pensantes les pasa lo mismo que a los
liberales clásicos: tienen sus autores, sus libros, sus catequesis y
seminarios, sus manuales sobre cómo refutar a…. Los tontos o malos que no nos
entienden. Casi como procede un paradigma cerrado sobre sí mismo, por más que
alardee de lo contrario.
Tal vez la
Iglesia siempre fue un pequeño rebaño, aunque la llamada cristiandad y sus
supervivencias en usos y costumbres hayan dado a veces la ilusión de lo
contrario. La fe no es una serie de ritos y cositas que se siguen porque sí,
porque qué se yo. La fe es una decisión personal (en la comunidad de los creyentes) profunda. Pero ello no se ve
cuando el horizonte cultural tiene usos y costumbres cristianas aunque no convicciones auténticas.
Ello cambió,
y creo que para bien. No creo en colectivismos metodológicos que afirman que la
sociedad occidental haya dejado de ser cristiana para pasar a ese ateísmo
práctico que tanto preocupaba a los intelectuales del Vaticano II, y que ahora,
al lado de un laicismo fanático, parece un juego de niños. Creo que
sencillamente se les permitió a las personas una mayor visibilidad de sus
pensamientos internos. La sana secularidad hizo que los no cristianos fueran visiblemente no cristianos.
No creo que
haya habido entonces un cambio radical, sino una mayor visibilidad del ateísmo
práctico en el cual han vivido casi todos desde
el pecado original, aunque oculto, en épocas anteriores, por usos y
costumbres repetidos pero no asumidos.
Ello no
parece haber sido comprendido así por gran parte de los católicos pensantes. La
mayor parte de ellos se aferró al “colegio católico”, una estructura extraña a
la propia Iglesia, no por el adjetivo sino por el sustantivo: un colegio de
base positivista que la Iglesia usó y sigue usando ingenuamente como base de
difusión de la fe. Los únicos que yo conozca que denunciaron esta contradicción
fueron Giovanni Gozzer y Luis Jorge Zanotti. La Iglesia los ignoró
absolutamente.
Ahora los
usos y costumbres tienen una forma específica de ilusión óptica. Padres que tienen tanto de católicos como yo
de jugador de futbol bautizan a sus hijos, los mandan “al colegio católico”,
les hacen tomar la 1ra comunión, la confirmación, todo con grandes fiestitas y
etc., sin entender absolutamente nada de lo que están haciendo. No hay que
extrañarse luego de lo que pueda salir de allí.
En medio de
todo ello, es obvio que el catolicismo es realmente algo definitivamente
extraño y que las opciones vitales se hacen en medio de razonamientos humanos
demasiado humanos pero humanos al fin. ¿Por qué no tener relaciones con una
persona de la cual estamos enamorados? ¿Por qué no cuidarse con métodos
anticonceptivos? ¿No es acaso lo prudente, para evitar precisamente embarazos
prematuros o enfermedades venéreas? Y el sexo, ¿por qué no puede ser decidido
por cada uno? ¿Por qué no puede ser una decisión libre de dos personas adultas
siempre que no haya violencia? ¿Por qué, entonces, una u otra orientación
sexual está mal? ¿Y no es un valor positivo la igualdad ante la ley? ¿No es un valor
positivismo la NO discriminación? ¿Por qué, entonces, los homosexuales no se
pueden casar según su propia orientación sexual? ¿Por qué discriminarlos?
Para
contestar estas cuestiones, hay una serie de importantes documentos
pontificios. Y está muy bien que sea así, los Papas han cumplido con ello su
misión de confirmar a los hermanos en la Fe, más allá de estrategias o
resultados.
Pero muchos
de los que leen y luego proclaman esos documentos, lo hacen sin advertir que
han sido escritos, en sus bases últimas, en una filosofía cristiana que….
¿Tenemos que aclararlo?, es extraña al mundo cultural post-kantiano. Y son
proclamados como si ese mundo fuera fruto de la locura o la malicia y además
–esto es muy delicado- reinterpretados desde un tomismo concebido como una
filosofía estrictamente secular, sólo racional, que nada tendría que ver con la
Teología. Un error hermenéutico garrafal sobre Santo Tomás y una estrategia
ingenua que nadie se la cree. Benedicto XVI fue el único que no cayó en
semejante ingenuidad pero, claro, ya sabemos lo que pasó. (¿Lo sabemos?)
Pero, qué
interesante, esa Iglesia que llora su actual tragedia de incomunicación
cultural parece parapetada en la moral sexual. Cuando, finalmente, un judío o
un islámico, sobre esas cuestiones, podrían sacarse 10 ante Juan Pablo II. ¿Qué
define, pues, al catolicismo?
Sobre eso
tengo un diagnóstico: los católicos se olvidaron de lo esencial (Francisco se
dio cuenta de ello). Parecen no acordarse. No hablan de ello.
El
Catolicismo se basa en la fe en la Trinidad y en la Encarnación. Pero no, nadie
se acuerda. ¿What? ¿Tres personas y una sola naturaleza? ¿Una sola persona y
dos naturalezas? ¿Qué? Y si fueran cuatro personas y dos naturalezas, y si
Cristo fue sólo un gran hombre enviado por Dios, ¿qué importaría? ¿Qué
cambiaría? ¿Qué importa para nuestras vidas?
Alguien
podría decir: que los obispos hablen de ello. ¿Hablan de ello? ¿Si? ¿Seguro? No
me vengan please con casos particulares, estamos hablando de un horizonte
cultural dentro de la propia Iglesia. No, se reúnen en conferencias
episcopales, organismos extraños a la Iglesia, sufren sus internas y peleas,
tratan de armar un documento “consensuado”, votan, y eso…. Sería la Iglesia.
Santo horror Batman!!!! Y estoy hablando de todo el mundo, no de la Argentina
en particular. ¿Y qué dicen esos
documentos? Lo que cualquier ONG de buena voluntad podría decir. Que la
pobreza, que las drogas, que la inseguridad, que la corrupción, ok, qué bien,
pero, ¿y la esencia de la fe? ¿Y la Trinidad, la Encarnación, el Pecado
Original, la Redención, etc.? ¿O no estarán muchos de ellos convencidos de que
no son temas para hablar muy en público? ¿O no estarán muchos de ellos
convencidos de que todos esos temas son hablados desde una “helenización” del
cristianismo contraria a la esencia de la Fe y extraña a la supuesta piedad de
los pueblos originarios? ¿O será que más bien siguen un magisterio paralelo de
teólogos muy avanzados para los cuales JPII y Ratzinger eran un par de atrasados
autoritarios?
Los católicos
hace mucho que se olvidaron de su fe, y además depositaron lo que queda en
métodos educativos positivistas contradictorios con la esencia de la Fe.
El Espíritu
Santo es sabio. El sabe cuándo enviará de vuelta a un Santo Domingo o a un San
Francisco. Pero por ahora está haciendo silencio y no me extraña. Dios es un
educador rudo. Nos deja escarmentar. Mientras tanto, ya no sé más nada. Creo
profundamente en la sabiduría insuperable de Santo Tomás de Aquino pero estoy
alejado de los tomistas racionalistas, por un lado, y de los que creen que
Santo Tomás helenizó a la Fe, por el otro, que son dos extremos que se
retroalimentan. Para colmo soy un liberal clásico y por ende no creo en el
único nuevo dogma en el cual casi todos los católicos, de izquierda y de
derecha, creen con devoción: el estado. Además no juzgo a nadie, vivo con no
creyentes todo el tiempo, escribo todo
el tiempo sobre autores no cristianos e infinidad de católicos de izquierda y
de derecha me miran como si hubiera bajado de Marte. Mala época me tocó. Todo
este final personal es para decir que creo que esta época me excede. Sólo
escribí esto porque, a pesar de ello, creo que debo decirlo; creo que debo, en
conciencia, decir: por allí no. Por dónde, no sé, pero atención, porque también
en estas cosas, la falsación es también el camino de la verdad.
Excelente, Gabriel. Mi único comentario es sobre los colegios católicos. Entiendo que en manos de santos (caso Don Bosco) hicieron muchísimo bien. En manos de burócratas, bueno, vemos los resultados. Es la diferencia entre un testigo y un propagandista, uno incendia y el otro -a veces- convence superficialmente.
ResponderEliminarPero como decís, confiemos en el Espíritu Santo, la Iglesia es un barco inhundible, a pesar de nosotros.