1.1.1. Nuevas funciones profesionales docentes[1]
Estamos otra vez ante
una visión muy de avanzada para su tiempo. Era 1974. En este artículo mi padre
vislumbra, de la mano de Giovanni Gozzer, lo que iba a ser internet, con la
técnica de su época, desde luego. Como hemos visto, no era la primera vez que
lo decía, pero lo dijo de vuelta en función de una profesión docente que ya en
esa época él consideraba fuera de época. La situación no ha cambiado, a pesar
de que internet sea utilizada en la función docente tradicional, y a pesar de
que internet ya pasa por arriba del sistema formal.
En función de esos
avances, mi padre vislumbró una nueva forma de docencia que obviamente era la
necesaria para la tercera etapa de la política educativa.
El artículo está
dividido en tres partes principales. En la primera analiza el fracaso
recurrente de los intentos de transformación de los sistemas educativos. En la
segunda explica nuevamente el pensamiento de Gozzer con respecto a la educación
y las nuevas tecnologías, y en la tercera hace una propuesta para la Escuela
Normal, dado que el artículo (un largo ensayo, en realidad) se origina en una
ponencia presentada al “Seminario sobre la formación del docente argentino”
realizado en junio de 1974 por la “Comisión Organizadora de los Actos del
Centenario de la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta”[2].
El lector tiene que tener en cuenta una dificultad: las
innovaciones tecnológicas y didácticas formuladas en este ensayo están
formuladas antes de internet pero previéndolo sin conocerlo, esto es, previendo
un futuro donde habrá pantallas personales con contenidos diversos a
disposición del usuario (la telemática, ya analizada en Etapas históricas de la
política educativa). Por lo tanto, en una primera parte, analizaremos el ensayo
sin comparar todo el tiempo sus propuestas de entonces con la situación actual,
y en una segunda parte, haremos esa comparación, que no tendrá dificultades
pues el concepto ya estaba: así como en Julio Verne el concepto de viaje
espacial tripulado ya estaba, pero no las Apolo o los Challenger, en mi padre
el concepto de pantallas a disposición ya estaba, aunque no como internet. Y
otra advertencia hermenéutica: mi padre sostiene en su época que la telemática
no estaba siendo utilizada por los docentes, pero entonces podríamos tener la
suposición de pensar “ahora internet sí”, cuando veremos que “ahora tampoco”.
Pero ya llegaremos. Nunca mejor dicho, vayamos por partes.
1.
Primera parte: las propuestas de mi padre en su época.
1.1. El fracaso de los
intentos de
transformación de los sistemas educativos (los
títulos de cada una de las tres partes son los del artículo).
Comienza mi padre diciendo que
“…Hablar de la necesidad de
transformaciones de fondo en los sistemas escolares contemporáneos ha comenzado
a ser una vulgaridad”.
Las propuestas de reforma son muchas:
“… Los volúmenes de la UNESCO, por
ejemplo, continúan inundando de papel impreso las bibliotecas, mientras las
colecciones pedagógicas de todo el mundo prosiguen anunciando grandes novedades
e informando sobre reformas constantes”,
pero,
“…Todo ello apenas si tiene que ver con la. realidad”.
Luego de una larga descripción de esta
contraposición, entre propuestas y realidad, explica por qué. La terea docente tradicional, que
corresponde a la primera etapa de la política educativa, se estructuró de este
modo:
“…Enseñar-aprender, evaluar-certificar: he ahí la tarea,
siempre realzada en un marco institucional (la escuela, los planes, los
programas, las reglamentaciones) y en un ámbito operativo idéntico: el aula, el
salón de clase (poco importa, en cuanto hace al hilo de nuestro discurso
presente, la pobreza o riqueza material de esa aula o salón de clase)”.
Cuidado porque en este pequeño párrafo hay muchas
cosas. Se refiere el “dictado” de los contenidos de un programa, que deben ser
luego evaluados (la mayor parte de las veces, con métodos de evaluaciones cuyos
límites él conocía bien)[3],
y sobre todo en un mundo sacrosanto: el salón de clase. El aula[4].
Y es muy importante, a fines de todo este ensayo, esta aclaración:
“…poco importa, en cuanto hace al hilo de nuestro
discurso presente, la pobreza o riqueza material de esa aula o salón de clase”.
Ese es un
hilo conductor de todas sus propuestas de reforma. No se trata de poner
remiendos y mejores repuestos técnicos a la carreta tirada por caballos con la
cual pensábamos llegar a la luna. No, la reforma debe ser de fondo, hay que
cambiar el modelo.
Por eso la tendencia al inmovilismo:
“…En consecuencia, cada vez que se habla de
transformaciones de los sistemas educativos, el pensamiento de quienes formulan
las proposiciones transformadoras y de quienes las escuchan queda encerrado en
el marco de esa figura profesional y no aparecen verdaderas propuestas de
renovación, sino de perfeccionamiento de las estructuras existentes”.
Sin embargo, había en su época algunos intentos. Mi padre destaca en su momento las técnicas
de instrucción programada[5],
y la escuela sin grados, de la cual fue un defensor toda su vida:
“…Lentamente se abre camino, sin embargo, la idea de una
organización escolar sin grados o, al menos, como esquema de transacción, sin
un régimen gradual absoluto, es decir para todos los contenidos y actividades
del curriculum.
Apenas se piensa en un modelo de escuela “no
graduada”, se advierte inmediatamente cómo surgen clara y fácilmente nuevas
funciones profesionales docentes”. “… En este modelo de organización
escolar no habrá “grados” o “años” a cada uno de los cuales corresponda un
docente único por todo el período lectivo. Habrá
agrupamientos de estudiantes que variarán en su composición interna según el
contenido o la actividad curricular de que se trate; y al frente de cada uno de ellos actuará un profesional especializado
en una labor”. (Los destacados son nuestros).
¿Cuál es, sin embargo, la gran novedad de nuestro
tiempo, esa que genera la tercera etapa de la política educativa?
“…La novedad radical de nuestro tiempo, sin
embargo, en materia de sistemas educativos, es la presencia de nuevos recursos
de acción educativa, de carácter extraescolar. Me refiero, como es obvio, a los
llamados nuevos medios de comunicación: desde la prensa –no tan nuevo por
cierto, pero cuya penetración profunda en las masas ya sea en forma de diario o
revistas sí es más reciente– hasta la cinematografía, la radiofonía, la
industria de discos y cassettes y la televisión”.
Allí está la base del conflicto que aún agobia a
la escolaridad formal tradicional. A esa escolaridad, estos nuevos medios
–transformados ahora en internet- la atraviesan por arriba, por abajo, por el
medio y por los costados, la dejan herida de muerte[6]. Pero sus docentes, preparados sólo para esa
escolaridad, se resisten:
“…Con los restantes medios citados, la situación
fue diferente. Los docentes comprobaron la fuerza tremenda que adquirían sobre
sus alumnos, cómo actuaban al margen del sistema educativo y se sintieron
–quizá subconscientemente– celosos y resentidos. No comprendieron que se trataba nada más que de nuevas armas puestas a
disposición de la tarea educativa que les había sido encomendada y en
cambio de disponerse a utilizarlas inteligentemente les dieron la espalda,
desdeñosos, altivos y encastillados en su tradicional metodología. La situación
no ha variado hasta hoy. Los docentes
siguen entendiendo su profesión sólo dentro de los ámbitos escolares y en forma
de relación directa de un maestro o profesor ante un grupo de alumnos.
Diarios, revistas, discos, cinematografía, radiofonía, televisión, continúan
constituyendo un mundo externo al sistema educativo formal, contra el cual la
escuela debe –según parece– luchar implacablemente para reconstruir cada día lo
que esos enemigos destruyen sin prisa y sin pausa” (Las itálicas son nuestras).
Su conclusión fue lapidaria:
“…En esta batalla
absurda, el docente está condenado a la derrota. La lucha es desigual, las
armas incomparables y la pugna carece de razón.”
Pero en esa lucha desigual, mi padre trata de
adelantarse a su tiempo. Con la advertencia que hemos hecho, propone
innovaciones que implicarían un cambio sustancial. Obviamente no pudo imaginar,
en 1978, la computadora hogareña, la netbook, la tablet y el celular de hoy,
donde todos esas grandes novedades epocales (diarios, revistas, discos, cinematografía, radiofonía,
televisión) estarían accesibles, de manera fácil y veloz, en un
solo dispositivo. Entonces imaginó al docente trabajando directamente con esos
nuevos medios de su época (del 50 al 80 aprox). Lo concibió como un productor
de contenidos de los nuevos medios. Su ejemplo fue:
“…Por
“profesor de historia” entendemos, corrientemente, a un profesional que dicta
clases de historia a grupos de alumnos de diferentes edades, o, en todo caso,
guía por los caminos del aprendizaje a la historia o de la investigación
histórica a estudiantes en forma individual o colectiva. En adelante, bajo esa
misma denominación, será necesario entender, además, a los “programadores” que
desarrollen unidades temáticas bajo la forma de instrucción programada; a los
“redactores” y “argumentistas” de asuntos históricos para ser volcados en
material periodístico, cinematográfico o televisivo de carácter educativo, a
los “productores” de estos materiales especializados en historia, etc., etc”.
Aquí necesita el lector
un esfuerzo hermenéutico. Imagínese leyendo esto en 1978, cuando internet no
existía. Seguramente le hubiera resultado muy extraño. Mi padre se adelantaba
al problema:
“…Hay una barrera mental para entender estas proposiciones. Deriva de
habernos quedado en una circunstancia histórica anterior. Todos entendemos como
natural y conveniente que un profesor o un maestro escriba textos, manuales o apuntes, bajo cualquier procedimiento.
¿Por qué esto nos parece natural? Porque desde hace largos siglos conocemos la existencia de la letra escrita, del alfabeto y
de los libros o formas parecidas de compilación material de esa letra escrita,
como otro medio de comunicación además de la palabra oral. En cambio, la aparición de estos otros medios de comunicación
–discos, radiofonía, cassettes, televisión, cinematografía, etc.– es tan reciente, que aún no se nos ha
ocurrido pensar que constituyen simplemente eso: otros medios de comunicación.
En 1874, cuando se fundó la Escuela Normal de Profesores “Mariano Acosta”,
había dos recursos para transmitir al prójimo nuestro pensamiento: la palabra
oral (la clase) y la palabra escrita (el libro, el texto, el apunte). Ahora hay
esos dos y otros muchos. ¿Por qué razón
los docentes profesionales habrían de resignarse a seguir usando solamente
aquellos dos?” (Los destacados son nuestros).
Si observamos con
cuidado, hay allí algo universal que supera sus límites y, por ende, se aplica
a nuestro tiempo. Aparece la
palabra usar. O sea, usar las nuevas
tecnologías. Mi padre imagina ese “uso” como productor de contenidos. Sin
embargo, él ya había visto otro modo de usar
esos medios:
“… En la Argentina,
en las escuelas se seguía enseñando historia argentina desde primero a último
grado. Los chicos de todo el país, entre tanto, aprendieron magníficamente otra lección: la conquista del Oeste
norteamericano, la gesta del Far West, la lucha del blanco contra los pieles
rojas”[7]
(El subrayado es nuestro).
Con este ejemplo, mi padre vislumbra que hay otro modo educativo de usar esos medios: no producir sus contenidos, sino aprovechar
contenidos ya producidos y distribuidos. El libro tradicional no se descarta,
pero el disco, el cine, la televisión y el casset de entonces tenían ya
contenidos que las personas utilizaban espontáneamente con obvios resultados
pedagógicos, pero fuera, por supuesto, del sistema formal, y fuera, por ende,
del docente tradicional. Hoy todo ello viene por una señal de wi fi a un celular
que se ve en todos lados.
Pero volvamos a 1978. Sé
que estamos haciendo el esfuerzo hermenéutico de leer hoy algo escrito ayer que
preveía el hoy.
1.2.Funciones profesionales docentes y las nuevas tecnologías
de conservación de la experiencia.
Entonces mi padre hace un alto en el camino y
explica al lector, otra vez, las ideas de Giovanni Gozzer. Ya hemos visto la
importancia de Gozzer en su pensamiento. No de casualidad, en el Nro. 1 de la
Revista del IIE, que sale en Octubre de 1974, el primer artículo en un clásico
de Gozzer, “La educación intelectual y las nuevas tecnologías”. Vamos a tener
que detenernos en ese artículo.
1.2.1. El
artículo de Gozzer.
-
Una noción más amplia de
“tecnología”.
Comienza Gozzer cambiando la
noción habitual que tenemos de tecnología, como “máquinas”. No, eso es sólo una
de sus dimensiones.
“Debemos partir -dice- de una
definición de tecnología más amplia y comprensiva… ( )”…según esta definición
ampliada, las tecnologías se pueden definir como sistemas complejos de signos,
de caracteres constantes, fundados sobre un código que permite la
interpretación, y destinados hacia fines de carácter comunicativo y operativo”.
Como vemos, para Gozzer el
lenguaje es una tecnología.
Sigue: “En este sentido la
actividad de las tecnologías comprende tres grandes sectores: (a) el sector de
las tecnologías de la comunicación, que abarca ya sea los sistemas de
comunicación lingüística (o verbal), o los medios o los instrumentos que
permiten la fijación, la utilización y la difusión del “producto” de dicha
comunicación”. Gozzer enumera una larga lista: lenguas orales o escritas,
libros, radios, grabadores, cinematografía, televisión, teléfonos y todos los
“media” (recuerde el lector que esto está escrito en la década del 70). E
insiste:
“Parece oportuno realzar que
la tecnología no es solamente el medio (por ejemplo un radiogramófono)
comúnmente definido como “máquina”, sino también el elemento originario de la
comunicación: el lenguaje en sí mismo es una tecnología fundada sobre una instrumentación
que usa el organismo humano y sus funciones. Es un principio que no debe
perderse de vista” (las itálicas son nuestras).
(b), Las tecnologías de la
acción, habitualmente llamadas máquinas,
(c) “Por último, el tercer
campo de aplicación de las tecnologías es el de la conservación de la
experiencia adquirida, mediante instrumentos que permiten su depósito y
utilización”.
Nuevamente, esto no es
necesariamente una máquina:
“La función tecnológica de conservación es
esencialmente función de la memoria…”.
Pero esa memoria
“exteriorizada” tiene sus pasos y sus grados: los relatos orales, la escritura,
y con esta, el papiro, el pergamino, el tejido, el libro, el libro con tipos de
imprenta y….
“Por último, en la fase en
la cual nosotros vivimos, la memoria de las calculadoras y los ordenadores
electrónicos” (las itálicas son nuestras).
-
Entra la educación.
Gozzer la define como
“relación inter-generacional de comunicación de las experiencias, por medio de
tecnologías de transmisión y de condicionamiento”. Esto es, el proceso
educativo “tiene por objetivo asegurar al individuo el acceso a los
resultados de la experiencia “histórica”….(…) “…acumulada por las
generaciones precedentes, mediante el adiestramiento para el uso de los
sistemas de comunicación que permiten transferir los contenidos de tal
experiencia” (las itálicas en el original). Esto le permite a Gozzer explicar
el surgimiento de la escolaridad considerada en sí misma. Porque ese acceso a
la experiencia histórica tiene fuertes condicionamientos. El lenguaje es uno,
la pobreza cultural es otro. Entonces, “…la creación de “sistemas escolares”
tenía históricamente como objetivo fundamental el de vencer los límites de
estos condicionamientos operativos”, y eso, por varias vías: docentes, en todo
su arco histórico, inmersión espontánea en el marco cultural; aprendizaje de
lenguas vivas o muertas. Y todo ello con costos altísimos.
Ahora bien, las modernas
tecnologías producen un cambio. Modifican el concepto tradicional de educación
y eliminan en gran medida los efectos de los condicionamientos aludidos.
La educación tradicional, en
cambio, se caracterizaba por “tres modos operativos”: (a) los procesos
intelectuales espontáneos; (b) instrumentos de soporte didáctico extremadamente
pobres, (c), altos costos.
Pero la situación actual ha
transformado esos condicionamientos:
(a) Hemos
avanzado en la psicología del aprendizaje;
(b) Los medios
de comunicación de la experiencia (educación) se están independizando del
docente y de los libros (observemos qué interesante: los dos elementos básicos
y endiosados de la escuela redentora descripta por mi padre), debido a la
radio, la televisión, el video-casset y las calculadoras electrónicas. Esos
nuevos medios rompen el esquema tradicional y permiten una posibilidad de
acceso casi ilimitada. Y todo ello con menores costos.
Por lo
tanto, el proceso de inmersión cultural del individuo se ha transformado.
Primero fue el paso de la comunicación oral (foné) a la narrativa-inventiva
(mitos), y luego al sistema racional del logos. Pero las nuevas
tecnologías implican, (a) una realidad reproducida y reproducible de imágenes y
sonidos con sistemas electrónicos, (b) una nueva comunicación basada en
lenguajes simbólicos lógico-matemáticos[8].
-
Escuela y nuevas tecnologías.
Gozzer sintetiza “el” efecto
de todo esto en un párrafo que luego despliega: “…El efecto de esta situación en el proceso
formativo es, por una parte la explosión de “modelos simples” de comunicación,
y por otra la multiplicación de lo “cognoscible” en proporciones casi
desmesuradas”[9].
Dos cosas hay allí.
“Explosión de modelos simples” quiere decir más bien la crisis de los procesos
de aprendizaje en la familia, la sociedad y la escuela. La escuela es
especialmente golpeada, en sus dos ejes centrales: la enseñanza de un contenido
específico, y la división por materias. Lo primero se debe a una desconexión
cada vez más profunda entre el proceso formativo y la “salida al mundo”, porque
el primero no termina de incorporar las nuevas tecnologías que el mundo social
sí. Lo segundo se debe a que en las materias llamadas humanísticas, las nuevas
tecnologías introducen lenguajes atravesados mucho más por un aire científico
matemático. Para Gozzer ello “conmueve el cuatro tradicional del sistema
escolar-docente”.
Esto es importantísimo. Se
sigue sin ver, agregamos nosotros, porque las llamadas “materias”, subjetcs, de
los tres niveles clásicos siguen estructuradas conforme a una división entre
humanidades, ciencia y técnica que es fruto del positivismo de fines del s.
XIX. Como vimos, mi padre luchó siempre contra esa división, y vemos ahora la
influencia posterior de Gozzer en ello, aunque primero fue de la mano de T.
Litt. La transformación, sin embargo, corre por debajo de las clasificaciones
tradicionales. Cualquiera formado en filosofía de las ciencias sabe que los
“programas científicos de investigación” de Lakatos[10],
basados en lo que Popper llamó antes “programas metafísicos de investigación”[11],
van más allá de la división tradicional entre Física, Química, Matemática,
Biología, Filosofía, Historia, etc,; cualquier formado mínimamente en Kuhn y
Koyré[12]
sabe que estudiar ciencia sin Historia de la Ciencia, que incluye desde luego
Historia de la Filosofía, carece de sentido. Pero en esa carencia de sentido
seguimos siendo formados inicialmente porque los sistemas educativos formales
de fines del s. XIX se basaron precisamente en ese positivismo. Claro, al
principio sus exponentes fueron grandes pensadores: nadie puede decir que
Comte, J. S. Mill, Carnap o Hempel no lo fueran, pero luego todo ello deriva en
la barbarie del especialismo (Ortega) similar a la diferencia señalada por mi
padre entre los grandes pedagogos formados en el positivismo y sus repetidores,
cuando analizaba la crisis del normalismo.
Pero volvamos a Gozzer.
Todo esto no está aceptado por los docentes tradicionales, son resistentes al
cambio porque, en el elaborado lenguaje de Gozzer, “…la escuela es sin duda la
más formalizada y “constrictiva” respecto al contexto más abierto de otras
instituciones sociales”. “Existen sí los recursos externos (el arsenal
tecnológico de la comunicación) pero son muy incompatibles con las situaciones
internas de la comunicación escolar. No basta poner un motor en el lugar del
caballo; la vieja carroza era compatible sólo con un transporte de caballo; un
transporte de motor no comporta sólo la sustitución del vector sino una
estructura diferente de todo vehículo transportador”. (El subrayado es
nuestro).
Este último párrafo, y
este último ejemplo (sí, el mismo de la carreta y la nave espacial) es
importantísimo, porque ataja desde ya un grave malentendido. Los
lectores del 2021 deben estar pensando que la escolaridad tradicional ya
incorporó la tecnología, porque ya se usa la computadora en el aula. No, no
es eso a lo que Gozzer y mi padre apuntaban. Veamos el ejemplo: “…No basta
poner un motor en el lugar del caballo; la vieja carroza era compatible sólo
con un transporte de caballo”. Esto es, si tengo una carreta tirada por
caballos, el cambio sustancial no consiste en colocar, delante de la carreta,
un motor. El cambio sustancial tiene que transformar sustancialmente el
diseño. Por ende, introducir computadoras dentro del aula tradicional es
lo mismo que colocar un motor en el lugar del caballo y dejar la carreta como
está. Si esto no se entiende, no se comprenderá qué es lo que Gozzer y mi
padre estaban diciendo: que las nuevas tecnologías dejaron perimido al diseño
de la escuela redentora y su aula tradicional. Aunque se sigan utilizando, sus
usuarios se educan de otro modo, otros modos vía las nuevas tecnologías que
ellos no pueden controlar por más que intenten colocarlas en clase. Claro,
siempre será bueno que haya una computadora en el aula, es un instrumento
didáctico más para el sistema antiguo y puede implicar, como ya sucedía antes
de la pandemia, clases sincrónicas con alumnos en diversos lugares. Siempre
será mejor un motor que los cansados caballos. Pero hay que cambiar el modelo.
-
Relación con
la pedagogía.
Todo esto tiene para
Gozzer otro giro: la pedagogía se centra ahora en el instruirse, en el
aprender, más que en “enseñar” en un sentido de “educede”. No es
esculpir la figura que estaba adentro, sino adentrarse en un proceso más
creativo. “Se trata -explica- de un proceso abierto, no rigurosamente definible
ni por el condicionamiento mediante la exposición a la influencia de uno o más
docentes, ni por el esquema fijo establecido por un cierto tipo de curriculum”.
Para Gozzer el
aprendizaje debe ser concebido como procesamiento de información. Ello puede
ser entendido de modo robótico, pero para Gozzer es lo contrario. La pedagogía
ha derivado en tecnemética, que viene de su neologismo “tecnema”: unidad mínima
individualizable de aprendizaje. “La tecnemática, por lo tanto, es un conjunto
de procedimientos propios de la situación de aprendizaje cada vez menos
necesitados de la relación directa y personal (de padre a hijo, de preceptor a
alumno) y siempre más abierto a las informaciones brindadas por otras
“sugerentes preconstituidas”. El objetivo del proceso de formación se
convierte, por ello, en poner gradualmente al individuo en condiciones de poder
controlar las propias situaciones de aprendizaje, proporcionándole ya sea el
equipamiento intelectual necesario, la asistencia técnica o el selling
necesacio. El proceso formativo exige una asistencia técnica que acompañe
al proceso de aprendizaje; ella se expresa, ni más ni menos, en el término tecnemática
(aprender las tecnologías y, al mismo tiempo, aprender con las
tecnologías) (Las itálicas en el original).
El lector pensará que
Gozzer está hablando de un asistente de computación. No, está hablando nada más
ni nada menos que de una nueva misión del docente. Veamos de vuelta el párrafo
con negritas incorporadas por nosotros: “…“La tecnemática, por lo tanto, es un
conjunto de procedimientos propios de la situación de aprendizaje cada vez
menos necesitados de la relación directa y personal (de padre a hijo, de
preceptor a alumno) y siempre más abierto a las informaciones brindadas por
otras “sugerentes preconstituidas”. El objetivo del proceso de formación se
convierte, por ello, en poner gradualmente al individuo en condiciones de poder
controlar las propias situaciones de aprendizaje, proporcionándole ya sea el
equipamiento intelectual necesario, la asistencia técnica o el selling
necesacio. El proceso formativo exige una asistencia técnica que acompañe
al proceso de aprendizaje; ella se expresa, ni más ni menos, en el término tecnemática
(aprender las tecnologías y, al mismo tiempo, aprender con las
tecnologías)”.
Para entender esto hay
que volver al principio, cuando Gozzer amplía el sentido del término técnica:
“…Comienza
Gozzer cambiando la noción habitual que tenemos de tecnología, como “máquinas”.
No, eso es sólo una de sus dimensiones. “Debemos partir -dice- de una
definición de tecnología más amplia y comprensiva… ( )”…según esta definición
ampliada, las tecnologías se pueden definir como sistemas complejos de signos,
de caracteres constantes, fundados sobre un código que permite la
interpretación, y destinados hacia fines de carácter comunicativo y operativo”.Como vemos, para Gozzer el lenguaje es una
tecnología. Sigue: “En este
sentido la actividad de las tecnologías comprende tres grandes sectores: (a) el
sector de las tecnologías de la comunicación, que abarca ya sea los
sistemas de comunicación lingüística (o verbal), o los medios o los
instrumentos que permiten la fijación, la utilización y la difusión del
“producto” de dicha comunicación”.
Gozzer enumera una larga lista: lenguas orales o escritas, libros,
radios, grabadores, cinematografía, televisión, teléfonos y todos los “media” (recuerde el lector que esto está escrito en la
década del 70). E insiste: “Parece oportuno realzar que la tecnología no es
solamente el medio (por ejemplo un radiogramófono) comúnmente definido como
“máquina”, sino también el elemento originario de la comunicación: el
lenguaje en sí mismo es una tecnología fundada sobre una instrumentación que usa el organismo humano y sus
funciones. Es un principio que no debe perderse de vista” (las itálicas
son nuestras). (Las negritas son nuestras).
El asistente técnico, por ende, es el docente, que más que
“educere”, “inducere” al educando a utilizar todas sus tecnologías disponibles
de comunicación de la experiencia, desde el lenguaje hasta los media.
Dicho esto, Gozzer adelanta la noción de nativo digital:
“…El doble concepto de aprender con y de aprender la, es relevante: en cuanto
al acceso a la utilización de las tecnologías con fines de aprendizaje se
efectúa por medio de la inserción directa de las tecnologías mismas, del mismo
modo como la inserción lingüística sucede por inmersión directa en el lenguaje
antes que por reflexión sobre el lenguaje”.
Esto es importantísimo. Pocas veces nos damos cuenta de que
los padres hablan y con ello generan la inmersión directa de sus hijos en el
lenguaje. No lo colocan en un aula, le enseñan vocabulario, gramática, sintaxis
y luego después el niño habla. No hemos sacado las conclusiones educativas de
este ejemplo. Por un lado explica los nativos digitales. Los niños usan las
nuevas tecnologías porque no son ellas su objeto de curiosidad, sino a lo que
acceden a través de ellas. De igual modo, una familia que además de hablar,
habla y tiene actitudes ABC, implica que el niño tenga una inmersión directa en
ABC. Los padres acompañarán, estimularán, pero no hay una tercer fase entre A
(los padres) y C (lo que el niño internaliza). Esa tercer fase es el docente
tradicional. Esta nueva visión del docente como el que habla una lengua materna
es la nueva función del docente.
-
Educación como tecnología.
Para mostrar que no está hablando del Planeta Marte, Gozzer
hace una audaz analogía con la sociedad medieval. En ellas también el
aprendizaje era el uso de tecnologías, no por sí mismas sino para ensanchar
horizontes y creatividad. Pero esas tecnologías eran el trivium y el cuadrivium
(Gramática, Dialéctica, Retórica, Aritmética,
Geometría, Astronomía y Música), que eran “artes liberales” porque liberaban a
la persona, la excluían de la esclavitud de mayores condicionamientos. Ahora
esas artes liberales son las tecnologías modernas: “…“Con el acercamiento
tecnemático, prescindiendo de este abuso de neologismos, de los cuales pedimos
perdón (pero en realidad son las innovaciones que irrumpen y deben encontrar en
algún modo ciudadanía lexical) no se
hace, en el fondo, sino recuperar aquel concepto de educación como “tecnología”
que estaba ya presente en el medioevo cuando se entendía por educación la
inserción de las “artes liberales” del Trivio y del Cuadrivio, y el
adiestramiento para su “uso”. Las artes “liberales” representaban el nivel
tecnológico de la sociedad medieval, que era un nivel esencialmente
lógico-verbal y numérico-representativo. Las
tecnologías modernas no son sino las artes liberales de la sociedad industrial
y post-industrial, fundadas sobre la utilización de los instrumentos de
comunicación electrónica” (las negritas son nuestras).
-
Una humilde conclusión.
Gozzer no concluye en los detalles de este nuevo mundo.
Advierte que es aún inexplorado (el lector dirá: ahora ya lo sabemos. No creo,
porque de lo contrario la tercera etapa de la política educativa ya estaría en
marcha).
“Cuál es la posición de los educadores, cuál es su nivel de
adaptabilidad, cuál su posibilidad de adecuarse a las nuevas situaciones”,
pregunta. “Frente a este problema -prosigue- no tenemos ninguna hipótesis,
ninguna estrategia. Sólo experiencias limitadísimas y que confirman escasamente
lo que querían probar. El “salto en el futuro” que el acercamiento tecnológico
requiere encuentra poco preparada a la categoría de los docentes y los
administradores escolares: frente a la situación opositora y conflictual y
a la intolerancia juvenil, ellos tienden a cerrarse cada vez más en su
desconfianza hacia la innovación, que es confundida con el decaimiento de
los valores tradicionales y muchas veces considerada como hasta peligrosa para
el mantenimiento y la defensa de ciertos valores humanos. Tal vez exista una
sola respuesta: la de permitir a los docentes una real experiencia con las
tecnologías, pero es una empresa difícil y estamos todavía escasamente
“preparados” para afrontarla en formas no traumatizantes” (las itálicas son
nuestras).
1.2.2.
La interpretación de mi padre.
La gran segunda parte
de este ensayo de mi padre es un acercamiento al lector del artículo de Gozzer,
acercamiento que titula “…Funciones profesionales docentes y las nuevas
tecnologías de conservación de la experiencia”. “…Debemos entrar, -dice- ahora, en un complicado terreno. Se
trata del novísimo ámbito de la tecnología electrónica, es decir, es ese mundo
fascinante –con tanto de fantasioso para los legos– de las computadoras y sus
innumerables aplicaciones. Permítasenos seguir, para explicitar este punto, el
hilo del pensamiento del conocido pedagogo italiano Giovanni Gozzer, según un
trabajo presentado hace alrededor de dos años y aún no difundido entre
nosotros, al menos según las referencias que poseemos. Se titula “La educación
intelectual y las nuevas tecnologías”.
Luego de explicar detenidamente la nueva noción de
tecnología que maneja Gozzer, mi padre saca su conclusión:
“...el docente del mañana deberá incluir, en su espectro
profesional docente, también la inserción en el campo de la electrónica y del
manejo corriente de las computadoras”.
Como ya dijimos, en ese momento tanto Gozzer como mi padre
no distinguían entre el usuario de la computadora personal y el programador.
Ese fue un límite de su época. Pero, volvemos a reiterar, no estaban diciendo
la obviedad de que docentes y alumnos deberán manejar computadoras, sino que
las nuevas tecnologías implicaban un cambio en el modelo básico de la “escuela
redentora”.
Ello se advierte en este párrafo: “…Si las casas formadoras
de docentes según los caracteres propios de esa profesión en el siglo pasado
no actúan en esta dirección, ellas y sus egresados se verán suplantados
en breve lapso por las instituciones que, necesariamente, habrán de tomar a su
cargo esa labor” (las itálicas son nuestras). Sí, han sido suplantados: los
alumnos aprenden directamente todo un ámbito de valores y contenidos con las
nuevas tecnologías y el sistema escolar corre y compite detrás de esos valores
y pierde la carrera. Digámoslo con mi ejemplo favorito: las chicas de
los colegios católicos no aprenden ética sexual con el profesor de Teología
Moral, sino con la serie Gray´s Anatomy. La serie gana, la escuela pierde. Eso
pasa HOY, por más computadoras que haya en el aula[13].
1.3.La escuela normal como
un centro formativo de docentes capacitados para sus nuevas funciones
profesionales.
Mi padre aprovecha la
oportunidad para referirse a la reforma de la escuela Normal de 1970. Dado todo
lo que está diciendo, considera que no va al fondo de la cuestión: “… la reforma aunque aparentemente
profunda, no ha pretendido sino mejorar, perfeccionar, la formación del mismo profesional docente. Todos los
sectores que siguen discutiendo sobre los regímenes de formación del maestro
primario parten del idéntico error inicial: suponer que el futuro continuará
requiriendo a este profesional. No interesa si a partir de 1970 en la Argentina
formamos maestros mejores o peores que antes –y yo personalmente creo que no se
puede afirmar que resulten peores– pues el problema consiste en que seguimos
formando algo que ya no hace falta, es decir, un profesional que apenas si está
capacitado para cumplir una minúscula parte de su función.” (Las itálicas son
nuestras).
En la enseñanza media, lo mismo:
“…Obsérvese, asimismo, que nada se ha innovado por cuanto se refiere a los
regímenes de formación del profesional docente destinado a la enseñanza media”.
Incluso hace una singular predicción: los
profesionales formados entonces seguirán con su misma mentalidad casi hasta
nuestros días. Su cálculo llegó al 2015: “…Actualmente, en sus aulas se
preparan docentes que actuarán profesionalmente a partir de 1975 o 1980 y hasta
los años 2000 al 2015, calculando aproximadamente 25 a 35 años de servicios. Se
procede, sin embargo, como si se estuviera seguro de que hasta ese entonces
tendremos exactamente la misma escuela
media que en la actualidad y como si los profesionales docentes tuvieran
que limitarse, hasta esa fecha, a hacer lo mismo que vienen haciendo desde
principios de siglo”.
El lector dirá: no, ya tenemos otra
escuela media. ¿Seguro? Cuando mi padre escribía esto ya había escrito las
propuestas de reforma, en los años 76 y 77, que serían luego publicadas en
1980. Que el lector ya leyó. Pero por lo demás, como veremos luego, no se trata
de que los docentes actuales sepan computación y usen computadoras en las
aulas.
La peor consecuencia de este inmovilismo
es que esos docentes, así formados, serán los primeros en oponerse a las
reformas:
“…Un profesor de historia, de geografía, o
de idioma extranjero capacitado y entrenado exclusivamente para desempeñarse en el proceso tradicional de
“enseñar-aprender, evaluar-certificar”, ante grupos de estudiantes reunidos en
un aula por lapsos fijos y periódicos, según un curriculum y unos contenidos
debidamente ordenados desde instancias superiores, será, necesariamente,
una personalidad que luchará a brazo partido porque ese proceso operativo y esa
estructura no sean alterados jamás. El conjunto de profesionales docentes
enmarcado en esa misma situación constituye por lo tanto el más formidable
obstáculo alzado ante cualquier intento de transformación auténtica del sistema
educativo contemporáneo”. (Las itálicas son
nuestras).
Y concluye: “…Consciente o
inconscientemente los docentes, preparados y formados para una función, no
saben ni quieren cumplir otras y no dejan tampoco que surjan profesionales
docentes capaces de suplantarlos”.
Por lo tanto, mi padre hace una propuesta
de reforma:
“…En tal sentido, y como una manera de
rendir mi homenaje personal de docente y ex-alumno a la Escuela Normal de
Profesores “Mariano Acosta” en su centenario, me permito proponer –también a
modo de ejemplificación concreta de algunas de las ideas sostenidas a lo largo
de estas páginas– que esta escuela, sin necesidad de alterar su vieja
denominación, se transforme en un centro nacional piloto de formación docente”.
Aquí el lector necesita distinguir es
espíritu de la letra. La propuesta está hecha en 1978 con una tecnología que,
aún (esta aclaración ya la he hecho pero verán por qué es muy importante) no
distinguía entre programador, productor de contenidos y usuarios. Con esas
limitaciones epocales (que todos tenemos, sin advertirlo, en nuestras
respectivas épocas) mi padre propone:
“…Las clases de Teoría de la Educación, de
Teoría del Aprendizaje, de Psicología, de Didácticas tradicionales y las
prácticas también tradicionales de la enseñanza, alternaría de tal forma con
las actividades prácticas y los estudios e investigaciones teóricas en los
laboratorios de material cinematográfico o “sets” de filmación, en los estudios
donde se produjera material educativo televisivo o fílmico. Se cruzarían las
cámaras con los pizarrones, los aparatos grabadores con las cajas de tizas y al
lado de un estudiante dando una clase práctica al estilo tradicional se vería a
un joven armando o diagramando las páginas de diarios y revistas destinados a
perfeccionar una obra educativa común. Los laboratorios de lengua y las salas
de computadoras se apoyarían en los cursos de psicología y de teoría del
aprendizaje y en las clases avanzadas de matemática, gracias a las cuales los
futuros docentes podrían manejarse con los procedimientos algorítmicos del
aprendizaje y con los lenguajes simbólicos lógico-matemáticos de los cuales nos
hablaba Gozzer según el resumen que hemos hecho de su pensamiento”.
¿Se ve el espíritu de la cuestión? El aula
tradicional, el docente que habla, los alumnos que escuchan, van
desapareciendo.
Consciente de lo insólito de su propuesta,
concluye: “…Existe otra posibilidad: dejar a estos establecimientos, entre los
cuales se cuentan los institutos de profesorado, con su actual estructura y
metodología, formando el mismo
profesional docente que preparaba un siglo atrás. Entonces,
inexorablemente, ese profesional docente –aunque durante mucho tiempo
obstaculice la renovación indispensable de los sistemas educativos formales– terminará desplazado por quienes, al margen
de estas instituciones, desempeñen de hecho las nuevas funciones profesionales
docentes que la sociedad contemporánea demanda” (la itálicas son nuestras).
Eso es lo que hoy está sucediendo. En los
niveles primarios, secundario y terciario, dada la estructura del dictado de
clase tradicional, los alumnos se auto-educan libremente con internet. Youtube
y series on line es lo que fundamentalmente va configurando su visión del
mundo. Compus, tablets y celulares circulan en el aula compitiendo con el
docente que está “al frente” del aula. Por eso, por un lado, hay nuevos
contenidos al margen del sistema formal. Manuales, apuntes, lecturas
obligatorias, corren detrás, en una lucha desigual, de series, películas,
noticieros, influencers y canales de youtube. Por el otro, el docente se transforma en acompañante de todo eso, o es
superado por todo ello.
La situación sanitaria a partir del 2020
empeoró la situación. Los docentes hemos tenido que trasladar nuestro esquema
de aula tradicional a clases por el famoso zoom, trasladando allí todos
nuestros vicios originarios, Con el agravante de que el único alivio al esquema
positivista del aula tradicional, esto es, el contacto humano, la empatía de
las miradas y los gestos, ha desaparecido. Pena me dan mis colegas luchando con
3 cámaras para que los alumnos “no se copien”. Pena me dan su conciencia, en el
fondo, de que la mayoría prende la computadora y apaga el micrófono y la
cámara. Y si obligamos a la cámara prendida so pena de un castigo, es lo mismo
que el aula tradicional. El alumno está allí con su cuerpo. Su mente, su
espíritu, su corazón, está a miles de infinitas distancias.
Pero para todo esto hemos destinado una
segunda parte.
2. Segunda
parte: las nuevas funciones docentes en el
mundo actual.
1.1.Vamos
a hacer ahora un delicado ejercicio hermenéutico: ¿qué significarían HOY estas
propuestas?
Obviamente no tengo la única respuesta. La mía será una más
y puedo equivocarme. El pensamiento de mi padre, por lo demás, no es un
recetario para repetir. Ojalá sea un semillero de ideas nuevas desde ahora en
adelante.
Vamos a partir de dos premisas.
Uno, en su tiempo mi padre no pudo distinguir entre
programador y usuario de las nuevas tecnologías.
Por eso en sus nuevas funciones docentes ambas cosas se
mezclaban (incluso, la producción de contenidos).
Hoy ambas cosas están claramente diferenciadas. Para usar
internet no es necesario ser programador. El acceso a las redes sociales y a
contenidos audiovisuales por internet es inmediato a todos. Los programadores y
los especialistas en software y hardware van por otro lado.
Dos. En todo lo que hemos visto, hay una crítica de mi
padre al sistema formal positivista. Desde sus críticas al positivismo
normalista, desde su crítica a la des-vinculación entre la escuela y la
sociedad, desde sus críticas a la escuela redentora y la necesidad de una
tercera etapa de la política educativa, que pasaba por las nuevas tecnologías
de la comunicación, pasando por sus críticas a la escuela media tradicional, y
llegando a sus planteos sobre las nuevas funciones docentes, hay un permanente
reclamo de que el modelo tiene que cambiar. El ejemplo de Gozzer y de mi
padre, la diferencia entre una carreta y un motor, y que la cuestión no
consiste en mejorar la carreta sino en cambiar el modelo, es suficientemente
claro.
El modelo, el diseño, tiene que cambiar. Lo que no puede
seguir más es el modelo de escuela redentora, cuyo positivismo impulsa un tipo
de docencia basada en alguien que explica un contenido a alumnos situados en
posición pasiva y repetitiva. El maestro/profesor habla. Los alumnos copian.
Esos apuntes[14] se
memorizan sin comprensión y se repiten. Las preguntas y desacuerdos no son
alentados. El que repite saca 10[15]. El
que no se adapta es de algún modo expulsado del sistema[16], de
derecho o de hecho[17].
No me nieguen que eso sigue siendo así, desde la primaria
hasta el post-grado. Sí, hay innovaciones, hay docentes heroicos, que ya dije
que no son la solución sistémica, hay utilización de new media en las aulas y
fuera de ellas, pero el esquema del monólogo (que NO es lo mismo que clase
expositiva), la toma de apuntes, la repetición de apuntes y la nota que premia
la repetición siguen siendo el sistema, aquí y en los mejores cursos de
doctorado del mundo.
Lo que tiene que cambiar, por ende, no es la escolaridad en
sí misma, pero sí la escuela que ha emergido del positivismo y, por ende, el
aula que la acompaña. Y no nos hagamos problemas de términos. Me refiero al
sacrosanto recinto donde alguien habla y personas que están en otro mundo
copian. El esquema de receptor pasivo al que me acabo de referir.
Las personas, desde el jardín hasta el post grado, si
estamos de acuerdo con lo que mi padre llama la ciudad educativa, ya vienen con
un horizonte del mundo y habilidades específicas que han adquirido con las
nuevas tecnologías de la comunicación. Al ser masivas, ello se produce de
manera masiva. El docente que no lo ve, pierde, como el que renunció porque no
lo podía ganar al celular.
Por lo tanto, nuestra nueva función es ser acompañantes de
ese horizonte de mundo. Ahora nuestra función es menos que nunca “dictar”.
Ahora, más que nunca, somos padres, somos los que dialogamos y los que
fomentamos el pensamiento crítico. Somos el profesor tutor. Somos la consulta.
Y si un día un grupo de alumnos está tomando un café con nosotros en nuestra
casa, haciéndonos preguntas, comentarios, desacuerdos y etc., sobre la base de
lo que ya adquirieron en esa sociedad que había quedado des-vinculada de la
escuela, sobre la base de habilidades que el sistema formal de antaño no
reconocía, esa será la nueva “aula”. ¿El método? El diálogo[18].
Cómo generar ese espacio, lo dejo a la creatividad del
lector. Yo tengo mis ideas[19], pero
este es un libro sobre las ideas de mi padre, no las mías, que ya bastante
están presentes como horizonte hermenéutico. Pero lejos está del espíritu de mi
padre proponer algo que deba ser impuesto a todos. Como hemos visto, su ensayo
sobre la des-institucionalización del sistema deja abiertas infinitas puertas,
que sólo tendrán como límite la inadecuación que puedan tener ante instancias
superiores. Por ende si alguien quiere retomar la idea de un esquema
tradicional, como en Dead Poet Society, donde los alumnos tengan que
copiar, repetir y recibir palmetas si osan estar con un celular o tablet en el
aula, avanti. Fracasará inexorablemente. No porque un inspector estatal se lo
diga, sino porque las demás ofertas, más adecuadas a las nuevas circunstancias
culturales, lo pasarán por encima.
Pero queda una promesa
incumplida. Cuando comenzamos este punto dos, dijimos que estábamos explicando
“…Dos
artículos esenciales para la tercera etapa de la política educativa y la
libertad de enseñanza”.
1.2.La tercera etapa de la política
educativa, hoy.
¿Por qué? Porque si la tercera
etapa significaba, uno, dejar atrás los fracasos de la escuela redentora y la
escuela nueva, y, dos, abrir el sistema a las nuevas tecnologías de la
comunicación, con ambos artículos tenemos el modo de hacerlo. Las nuevas tecnologías
quedan incorporadas ipso facto a lo que diversas instituciones pueden reconocer
como habilidades concretas y fines pedagógicos logrados, por la
des-institucuonalización, esto es, la des-monopolización, esto es la real
libertad de enseñanza. Y las nuevas funciones profesionales docentes,
concretadas en el docente-acompañante, se irán abriendo paso de igual modo.
Nada de ello se logra hoy por la
mentalidad estatista que impide la libertad de enseñanza y permite a los
sindicatos docentes ser el principal factor de oposición a las nuevas funciones
profesionales.
Mientras tanto, los verdaderos
docentes, aquellos a quienes casi todos escuchan, aprendiendo valores y
disvalores, son youtube, netflix, la CNN, influencers diversos, series
televisivas diversas, etc.
Y nosotros, afuera.
[1] Noviembre de 1974.
[2] Aclara mi padre que “…Junto con otros trabajo presentados en la
ocasión debió integrar un volumen cuya publicación estaría a cargo del
Ministerio de Cultura y Educación. Dado que esa tarea no se ha concretado aún,
y con el objeto de rescatar para los estudios un material que juzgamos
interesante, hemos solicitado a los autores y a las autoridades de la Comisión
la autorización para publicarlos en nuestra Revista”.
[3] En otra de
esas conversaciones con él, equivalentes a una privilegiada carrera de
pedagogía en casa, me explicó que la evaluación era un modo de ver si se
estaban logrando los objetivos de la enseñanza. Por ende, la evaluación era una
advertencia para el profesor, más que para el alumno. La evaluación no era un
castigo para el alumno “que no había aprendido”, era un aviso para el docente
que no había enseñado. Ese día me quedó clara la insuficiencia del sistema de
notas tradicional.
[4] Más tarde
me di cuenta, pero aquí estaban las premisas, de los límites del aula. O sea
que el problema era el aula tradicional salida del esquema positivista de la
escuela redentora. (Sobre es, ver mi ensayo “El problema es el aula”, en https://puntodevistaeconomico.com/2016/09/21/el-problema-es-el-aula/
)
[5] En efecto: la instrucción programada podría definirse, en
última instancia, como un “plan de clase” tradicional pero llevado hasta sus
últimas posibilidades de desarrollo analítico. El “programador” es entonces una
nueva figura de la profesión docente, pero no como un complemento o auxiliar de
quien está en contacto directo con los alumnos, sino como otra figura dentro de
un esquema profesional más amplio”.
[6] Volvemos a
reiterar que esto no tiene nada que ver con la pandemia del 2020, menos aún
cuando mi padre comenzó a diagnosticar esta situación desde la década del 60,
previendo, con la telemática de su época, lo que venía.
[7] Etapas históricas…., op.cit.
[8] En esa
época, tanto Gozzer como mi padre suponían que el usuario de las
computadoras necesitaría conocer el lenguaje del programador.
[9] Como vemos, el lenguaje de Gozzer
no era sencillo. Mi padre intentó ser su traductor en Argentina. Y no
estamos hablando precisamente de traducir del Italiano al Español.
[10] Lakatos, op.cit.
[11] Popper, Teoría cuántica y cisma
en Física, op.cit.
[12] Op.cit.
[13] El
profesor, a su vez, podrá ser un genio
de la didáctica, un santo como persona, pero esa no es la solución del
problema. El sistema es defectuoso. Los
héroes que salvan la situación “a pasar” del sistema, no son “la solución” del
sistema. Los sistemas bien hechos funcionan con personas normales que
responden a incentivos normales. Al respecto, ver mi entrada “…THE JOHN KEATING´S PROBLEM, O EL
PROBLEMA DEL PROFE REVOLUCIONARIO” en http://gzanotti.blogspot.com/2017/02/the-john-keatings-problem-o-el-problema.html
[14] Apuntes que, hace 35 años, veo
tirados, todos los años, luego de dar el “final”. Tirados por el piso. O
borrados con un delete. Y tirados a la basura. O vendidos por su buena letra.
¿Recuerdan el “hacer suyo” del que hablaba mi padre?
[15] Hace 35 años que soy acusado de
displicencia, locura o demagogia por no llevarle el apunte al sistema de notas.
[16] Y esto en las épocas de
“inclusión”………… Me he pasado 35 años defendiendo a personas brillantes que no
se adaptan a ser el repetidor pasivo…..
[17] Lo que
estamos haciendo, con esto, es destruir la creatividad, el pensamiento crítico,
y “creando” el empleado pasivo perfecto, a los Eichmann que abundan por todos
lados. Yo repito el apunte. Yo cumplo las órdenes. Yo no fui………..(Ver, al
respecto, Landolfi, H.: op.cit).
[18] Sobre filosofía
del diálogo, ver: Buber, M. (1994). Yo y tú. Buenos Aires: Nueva Visión;
Conesa, F. & Nubiola, J. (1999). Filosofía del lenguaje. Barcelona:
Herder; Gadamer, H.-G. (1991). Verdad y método I. op.cit.; Habermas, J.
(1987). Teoría de la acción comunicativa, op.cit, y Fantín, R.: La
comunicación nuclear, un aporte a la teoría del diálogo, Biblios, 2020.
[19] “I have a dream”, http://gzanotti.blogspot.com/2008/11/i-have-dream.html
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