lunes, 9 de octubre de 2023

SOBRE LAS DUBIA DE LOS CINCO CARDENALES. Ahora sí que si dudo pienso, y si pienso soy el malo.....

 En medio de todos los comentarios que han generado las dubia de los cinco cardenales, yo quisiera comentar algunas cosas, que seguramente serán un aporte más a la confusión general.

La primera dice así:

“..A raíz de las declaraciones de algunos obispos, que no han sido corregidas ni retractadas, se plantea la cuestión de si la Revelación Divina en la Iglesia debe ser reinterpretada según los cambios culturales de nuestro tiempo y según la nueva visión antropológica que estos cambios promueven; o si la Revelación Divina es vinculante para siempre, inmutable y por tanto no puede ser contradicha, según el dictado del Concilio Vaticano II, de que a Dios que revela se le debe «la obediencia de la fe» (Dei Verbum 5); que lo revelado para la salvación de todos debe permanecer «para siempre intacto» y vivo, y ser «transmitido a todas las generaciones» (7) y que el progreso del entendimiento no implica cambio alguno en la verdad de las cosas y de las palabras, porque la fe ha sido «transmitida de una vez para siempre» (8), y el Magisterio no es superior a la Palabra de Dios, sino que enseña sólo lo que ha sido transmitido (10)”.

Obviamente no. Los cambios culturales o visiones antropológicas incompatibles con la Fe, enseñada en el Catecismo de la Iglesia Católica, no pueden hacer cambiar a la Revelación Divina ni al Magisterio de la Iglesia que la ha enseñado en sus concilios dogmáticos. De lo contrario, no sería Fe Católica, sino otra interesante posición humana sometida a los avatares de la Historia y las contingencias de las cosas solamente humanas.

La segunda es la siguiente:

“…Según la Revelación divina, atestiguada en la Sagrada Escritura, que la Iglesia «por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad” (Dei Verbum 10): «En el principio» Dios creó al hombre a su imagen, varón y hembra los creó y los bendijo para que fuesen fecundos (cf. Gn 1, 27-28), por lo que el apóstol Pablo enseña que negar la diferencia sexual es consecuencia de negar al Creador (Rm 1, 24-32). Surge la pregunta: ¿puede la Iglesia derogar este «principio», considerándolo, en contra de lo que enseña Veritatis splendor 103, como un mero ideal, y aceptando como «bien posible» situaciones objetivamente pecaminosas, como las uniones entre personas del mismo sexo, sin faltar a la doctrina revelada?”

Por supuesto que no. Jesucristo dijo “…pero en el principio no era así”, restaurando para la sexualidad humana, para protegerla del pecado original, la dignidad que tenía antes de ese pecado original. Obvio que después de la caída, cuesta mucho, pero para eso está la misericordia y el sacramento de la Reconciliación. Claro que toda sexualidad fuera del matrimonio, como lo entiende el Catolicismo (heterosexual, monogámico e indisoluble) es pecado, pero ello no implica condenar la conciencia subjetiva del pecador, sino al contrario, abrirlo a la misericordia, al perdón, a la recuperación de la Gracia de Dios, con todos los medios sobrenaturales que Dios nos ha dado gratuitamente por medio de la Redención, y los naturales también, claro, que no sean contradictorios con los primeros. La conciencia subjetiva está reservada al juicio de Dios, pero el Magisterio de la Iglesia puede establecer lo que es malo considerado en sí mismo. No es una distinción tan difícil.

La tercera es la siguiente:

“…Dado que el Sínodo de los Obispos no representa al Colegio Episcopal, sino que es un órgano meramente consultivo del Papa, ya que los obispos, como testigos de la fe, no pueden delegar su confesión de la verdad, se plantea la cuestión de si la sinodalidad puede ser el supremo criterio regulador del gobierno permanente de la Iglesia sin desvirtuar su ordenamiento constitutivo, tal como lo quiso su Fundador, según el cual la suprema y plena autoridad de la Iglesia es ejercida tanto por el Papa en virtud de su oficio como por el colegio de los obispos junto con su cabeza el Romano Pontífice (Lumen Gentium 22)”.

Obvio que no. Los sínodos de los obispos no son lo mismo que los concilios universales dogmáticos con el primado de Pedro. Por ende, no pueden definir en la Fe y Costumbres de manera vinculante. Nada del otro mundo.

La cuarta, la siguiente:

“…A raíz de las declaraciones de algunos prelados, que no han sido corregidas ni retractadas, de que con el Vaticano II había cambiado la teología de la Iglesia y el sentido de la Misa, se plantea la cuestión de si sigue siendo válido el dictado del Concilio Vaticano II, que «El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque diferentes esencialmente y no sólo en grado” (Lumen Gentium 10) y que los presbíteros, en virtud del «poder sagrado del Orden, para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados” (Presbyterorum Ordinis 2), actúan en nombre y persona de Cristo Mediador, por quien se perfecciona el sacrificio espiritual de los fieles? También se plantea la cuestión de si sigue siendo válida el magisterio de la carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis de San Juan Pablo II, que enseña como una verdad que hay que sostener definitivamente que es imposible conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, de modo que esta enseñanza ya no está sujeta a cambios ni a la libre discusión de los pastores o teólogos”.

Obvio que “…El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque diferentes esencialmente y no sólo en grado”. Es Catecismo elemental. Y obvio que el sacerdote “…actúa en nombre y persona de Cristo Mediador”. Por eso no es lo mismo, con diferencia esencial, el sacerdocio común que el sacramento del orden. Nada difícil. Obvio también que la declaración magisterial de Juan Pablo II sobre el sacerdocio femenino es clara y distinta. Puede decirse (esto está discutido) que no ha sido ex cátedra, ok, pero tampoco lo sería la maldad en sí misma del aborto voluntario en todos los casos, por ejemplo. Esto ya es más complejo. Nos introduce en el tema de la autoridad del Magisterio ordinario. Pero habría que ver qué autoridad moral tiene para poner en duda lo que no es ex cátedra quien afirma como si fuera ex cátedra cuestiones de física y química en la Laudate Deum, manifestando su preocupación de que “incluso en la Iglesia” algunos piensen diferente de su ilustre opinión, con lo cual muestra cuán dispuesto está a condenar en temas opinables y a dudar del Magisterio Universal de la Iglesia con continuidad doctrinal. Lo que estoy diciendo es: quien pontifica en lo opinable no tiene autoridad moral para poner en duda lo que no lo es, según el sensus fidei, precisamente, ese mismo sensus fidei que ahora se quiere manipular para la sinodalidad.

La cuarta es la siguiente:

“…Se plantea la cuestión de si sigue vigente la doctrina del Concilio de Trento, según la cual, para que la confesión sacramental sea válida, es necesaria la contrición del penitente, que consiste en detestar el pecado cometido con la intención de no pecar más (Sesión XIV, Capítulo IV: DH 1676), de modo que el sacerdote debe posponer la absolución cuando es evidente que no se cumple esta condición.”

¡Obvio que sí! ¿Qué sentido tiene el acto de contrición, de lo contrario? Yo lo rezo todos los días, y me lo tomo en serio. ¿Es tan difícil? “Pésame Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; pésame por el cielo que perdí y por infierno que merecí, pero mucho más me pesa porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan sabio como vos. Antes querría haber muerto que haberos ofendido, y propongo firmemente no pecar más, y evitar ocasiones próximas de pecado, Amén”. Esto es de Catecismo elemental. Claro que luego, lamentablemente, podemos volver a pecar, y hay que recurrir nuevamente al sacramento de la Reconciliación, pero el pecado más grave sería no tener el propósito de enmienda. No sólo un pecado gravísimo, un sin sentido del que cree que puede jugar al ajedrez con Dios y ganarle: “Dios, he pecado, pero “te aviso” que voy a seguir pecado; eso sí, decile a tu sacerdote que me de la absolución”. ¿Alguien puede ser tan…………… Tan…………………………….???? Y esto no lo dice un sacerdote, lo dice un laico, penitente.

La verdad que es terrible ver que estas cinco preguntas hayan tenido que ser formuladas al Romano Pontífice. Sus respuestas son un no elemental, un no obvio para el cual se necesita sólo la Fe más sencilla en el Catecismo. ¿Qué grave confusión mental puede hacer que se responda de modo ambiguo? Si pero no, no pero sí, en este caso, en aquél caso, etc. Para los casos pastorales está la misericordia. Pero la misericordia presupone aquello que hay que perdonar. Lo mostró Cristo en el Evangelio, con su infinita misericordia con los pecadores, pero con su santo enojo con los hipócritas.

Es increíble que se esté discutiendo todo esto.

No pertenecemos a una inexistente iglesia cuyas autoridades dudan de todo esto. 

5 comentarios:

  1. Todo lo que decís es perfectamente ortodoxo y a la vez eclesiásticamente incorrecto. Lo importante es lo primero. Entiendo que lo de Juan Pablo II sobre el sacerdocio femenino es infalible en tanto ejercicio del Magisterio Ordinario y Universal, que se advierte con más claridad por la solemnidad con que lo expuso. El error de cierto Magisterio ordinario y no definitivo actual es el propio de la casuística laxa. De allí que no todos lo adviertan con claridad

    Fernando

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  2. Fer, ¿por qué "eclesiásticamente incorrecto"?

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  3. Profesor, ud se esta volviendo "indierista" :-) jaja, eso no gusta a las altas esferas...
    "Llegará el día en que será preciso desenvainar una espada para afirmar que el pasto es verde." G. K. Chesterton.

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  4. Muy buen texto que ayuda a clarificar lo que ya debería ser muy claro para todos pero lamentablemente no es o no quieren que sea... Gracias por tomarte el tiempo de escribir sobre todo esto con valentía y transparencia, como siempre.

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