Este artículo fue publicado en el 2009 y luego incorporado al libro "Conocimiento vs. información", Unión Editorial, 2011.
----------------------------------
- MISES Y POPPER*
- Introducción y metodología que usar
Últimamente se
han escrito interesantes propuestas de acercamiento entre el pensamiento de dos
grandes pensadores que, a priori, no parecerían tener nada que ver: Mises y
Popper. Al menos, de lo que he podido ver recientemente, así lo testimonian las
reflexiones de Ivo Sarjanovic, Francesco Di Iorio y Rafe Champion. Dado que
Mises y Popper son dos autores a los cuales he dedicado gran parte de mis
estudios epistemológicos, quisiera, como intentio
auctoris, poner mi granito de arena en la cuestión, que espero que no sea,
en la intentio lectoris, un granito
de confusión.
Pero
precisamente, de intentio auctoris
(lo que el autor quiso decir) y de intentio
lectoris (lo que el lector lee) se trata la metodología que vamos a
utilizar en este breve artículo. Muy influenciados por gran parte de la
hermenéutica actual (Eco, Gadamer), confesamos nuestro gran escepticismo sobre
lograr la certeza de lo que un autor quiso decir, o al menos como habitualmente
se intenta (no nos estamos refiriendo a ninguno de los autores citados), esto
es, con citas textuales que estarían ellas mismas libres de interpretación,
como si la historia del pensamiento lograra aquella “base empírica” que el
primer inductivismo pretendía, libre de teoría. Imposible. Pero ello no es una
mala noticia: conduce simplemente a otro tipo de intentio, la intentio
lectoris, donde el lector es, por un lado, conciente de que nunca sale de
conjeturas interpretativas, y, por el otro, la lectura de un autor se realiza
para solucionar algún problema real más que cuestiones nominales. Y que si
podemos inclinarnos de la conjetura a la certeza, en algún autor, es porque
hemos habitado su casa (Heidegger),
cosa que poco tiene que ver, otra vez, con un positivismo de textos de su
pensamiento. Si con esto estamos rompiendo normas habitualmente practicadas
(Feyerabend) es porque pensamos que ello es clave para el progreso; asumimos el
riesgo de un programa de investigación regresivo (Lakatos) y agradecemos a las
autoridades de NOMOI que nos permitan tan insólito procedimiento. Por lo tanto,
de aquí al final el lector no verá ninguna cita textual ni de ningún otro tipo.
- Situación histórica de ambos autores
Si los que intentan reconciliar las diferencias entre ambos autores
tienen que trabajar tanto es porque son, efectivamente, muy diferentes.
Mises no salió nunca de su formación básica en las “ciencias del espíritu”
al estilo Weber –autor clave para entender históricamente a Mises–. Su paso por
Menger no solo enfatizó su metodología de trabajar los conceptos básicos de la
teoría como eje central de cualquier ciencia social, sino que además corroboró
para siempre sus dos “enemigos” básicos: el positivismo, por un lado, y el
historicismo, por el otro, contra el cual siguió luchando hasta su penúltimo
libro en 1957, cuando ya la batalla contra el historicismo alemán formaba parte
de la historia del pensamiento. Siempre consideró que el inductivismo era
posible en el ámbito de las ciencias naturales y heredó del neokantismo
weberiano el rechazo a toda metafísica.
Popper, nacido 21 años después en Viena, habitaba otro mundo (“mundo” en
el sentido Husserl/Gadamer). Su marco de referencia, en sus primeros 40 años
más o menos, fueron las ciencias naturales, la matemática, el positivismo del
Círculo de Viena, y sus primeros enfrentamientos con una de sus tesis
centrales, a saber, la inducción. Los temas sociales aparecen en su horizonte,
al menos en cuanto a lo académico (no en cuanto a lo vital) entre 1942 y 1944,
cuando escribe
Es relativamente obvio, al menos a primera vista, que los horizontes de
ambos autores no se cruzan y que una mínima noticia que tuvieran el uno del
otro iba a generar obvios malentendidos.
- La interpretación habitual de ambos
Pero, para colmo, ambos autores han generado discípulos que enfatizan
aspectos de sus pensamientos que son demasiado contrapuestos. De Popper es
habitual enfatizar la conjeturalidad del conocimiento humano, por un lado (como
base tanto de su epistemología como de su filosofía política) como la
importancia del testeo empírico, no como inducción pero sí como falsación. El
Popper de la ética del diálogo casi no se menciona (Artigas y Boland podrían
ser excepciones) y varios de sus discípulos consideran a Kuhn, Lakatos y
Feyerabend más o menos como símbolos de la degeneración epistemológica. En el
caso de Mises, creo que la “interpretación Rothbard” es lo habitual. La certeza
del conocimiento humano, tanto en su punto de partida como en su punto de
llegada, no admite ninguna hipótesis auxiliar en el medio; el testeo empírico
no tiene nada que hacer en ciencias sociales y, si de ciencias naturales se
trata, la inducción logra la certeza dado que hay constantes. Método
axiomático-deductivo en ciencias sociales, método inductivo en ciencias
naturales, certeza en ambos. Por el lado de Popper, método hipotético-deductivo
en todas las ciencias, conjeturas en ambos. Obviamente, ambos grupos de
discípulos han formado dos iglesias, como diría Feyerabend (la iglesia
popperiana y la iglesia misiana), donde la excomunión mutua es obvia y donde
varios discípulos claman por el legítimo derecho al pontificado y las
auténticas interpretaciones de las auténticas enseñanzas del mesías.
- La ambivalencia de sus escritos
Pero, para colmo de problemas, los “extremistas” de ambos autores pueden
encontrar en ambos citas textuales que aparentemente corroboran su
interpretación. Sería muy interesante, y digno del método que no estamos
siguiendo, la lista completa de citas donde Mises entroniza la certeza de los
puntos de partida, de la deducción y de las conclusiones en economía, y la
compara con las matemáticas. Y los textos más fuertes al respecto no están en
obras marginales; están en
Por supuesto, lo interesante es que al lado de esos textos tenemos otros
textos que parecen o moderar, o poner en tensión, o enriquecer, o hacer
inconsistente (allí cada lector dirá…) el pensamiento del autor. En el caso
de Mises, sus referencias a las “condiciones del mundo real” han sido la cruz
de sus intérpretes, sobre todo porque él mismo las coloca como condición para
seguir deduciendo… Su referencia a las tendencias (no necesarias) de los
empresarios para explicar el proceso de mercado, a los factores psicológicos
(no praxeológicos) en el caso de los sistemas bancarios; al manejo de las
expectativas para la teoría del ciclo… Y eso para hablar de la parte teórica:
en sus escritos de coyuntura, los lost
papers, como asesor de
En el caso de Popper, ídem. Sus referencias a sus propios programas
metafísicos de investigación, la no falsabilidad empírica y la certeza de ellos
(me refiero a la certeza y no falsabilidad empírica del realismo, del libre
albedrío, del mundo 3, del indeterminismo, de la lógica…); su famoso principio
de racionalidad en ciencias sociales; su ética del diálogo, su actitud racional
como mandamiento moral, su importantísima referencia a la interpretación como
carga de teoría de toda base empírica (tema al cual volveremos)… Son todos
temas que parecen alejarse del Popper unívoco de conjeturas y refutaciones, que
parecía casi solo a Hempel excepto en la falsabilidad. De vuelta: ¿riqueza de
pensamiento o mera inconsistencia? ¿Qué “texto” puede responder la pregunta?
5. Motivos de la ambivalencia
¿Pero por qué, en ambos casos, esa “doble personalidad”, que tanto
desconcierto puede llegar a causar? Creemos que, en ambos casos, los autores
visualizaron una interacción entre “teoría y mundo” mucho más profunda que lo
que sus herramientas linguísticas (heredadas a su vez de sus horizontes
históricos, punto 2) les permitían explicar y expresar. En el caso de Mises,
había un manejo de la realidad concreta al estilo Menger, donde la definición
del concepto en cuestión era condición necesaria para poder manejarse en el
mundo real de fenómenos complejos (“fenómenos complejos” es expresión de Mises,
en
- El salto hermenéutico en ambos autores.
Comencemos por lo más sencillo. Mises dice que el testeo empírico es
imposible en ciencias sociales. Obvio,
porque se estaba refiriendo al testeo empírico tal cual el inductivismo lo
entiende, que es imposible comenzando por las ciencias naturales. Boettke y
Ebeling habían visto esto con claridad, cuando tiempo atrás se dedicaron a
estas cosas llevados de la mano hermenéutica por Lachmann y Don Lavoie. Y
Popper, desde luego, hubiera coincidido. Si por testeo empírico se entiende que
una inducción hará posible la “prueba” de la hipótesis, ello es imposible en
todas las ciencias. Hayek recoge explícitamente esta enseñanza en su prefacio a
Studies de 1967.
Pero, se me dirá, Popper sostiene el testeo empírico como falsación. Sí,
claro, pero ese testeo empírico: a) tiene una base empírica que ya está
interpretada por la teoría que se quiere falsar (círculo vicioso o… Círculo hermenéutico?), b) no es
necesario desde un punto de vista lógico. Cuando Popper se defiende de las
acusaciones de falsacionismo ingenuo (lanzadas sobre todo por los niñitos malos
Kuhn, Lakatos y Feyerabend) afirma la misma tesis Duhem, que nada simpática le
resultaba en sus primeros tiempos. La falsación no es necesaria porque es la
negación de un conjunto n de n conjeturas + n condiciones iniciales. Entonces,
¿qué pasa con el testeo empírico? Popper no pudo llegar más allá. Lakatos
intentó distinguir un programa empíricamente progresivo de otro regresivo, pero
ante las incisivas críticas de su amigo Feyerabend tuvo que reconocer que uno
podía permanecer en un programa de investigación regresivo “siempre que
reconociera el riesgo”, con lo cual Feyerabend tuvo más argumentos para lo
suyo: no se trata de testeo empírico, sino de proceder contra-inductivamente,
de re-interpretar el mundo según una teoría que “nos parece” correcta. Pero
ello no es muy diferente de la hermenéutica continental: el horizonte de
precomprensión constituye al mundo; no podría ser “refutado” por él. Que toda
teoría es a priori es, en ese sentido, como decir que no hay hechos desnudos de
interpretación. Siempre “vemos” a través de una teoría (Husserl); “mundo” (Husserl);
“horizonte” (Gadamer), que Popper llamó “conjetura”, Kuhn “paradigma”, Lakatos
“programa” y Feyerabend “proceder contrainductivo”. Si no, estamos ciegos. Toda
teoría, claro, se puede “criticar”, “contradecir”, desde otra teoría. Pero, ¿no es acaso ello algo que Mises hubiera
aceptado respecto de los axiomas y/o de la cadena deductiva? ¿No fue acaso esa
la defensa que Machlup hace de Mises cuando Hutchison acusa al apriorismo de dogmático e ideológico? ¿Y no es acaso lo que el último Popper afirmó
permanentemente de la racionalidad crítica y de la actitud dialógica?
Esto último es importante, porque toda visión del mundo puede ser
criticada pero no necesariamente. Los horizontes, los mundos, los paradigmas,
las creencias (Ortega) no se critican a sí mismos. Ello no es mala noticia
desde el punto de vista de que por eso
entran en crisis (Kuhn). Pero desde un punto de vista ético, entonces sí son
importantes estas distinciones: actitud natural y actitud teorética (Husserl);
comunicación, comprensión, de horizontes (Gadamer), actitud dialógica (Popper).
Ese es el legado perenne de Popper: incorporar la crítica en nuestras
concepciones del mundo. Y en ese sentido tiene razón Boland: es más importante
el Popper socrático que el Popper metodólogo.
Pero, retomando, no hay testeo empírico como hechos versus teorías, incluso en el sentido de aquella falsabilidad
empírica del primer Popper, ya afortunadamente “advertida” por el mismo Popper
de ser theory-laden. Lo que hay es
teoría y crítica de la teoría desde la propia teoría o desde otra. Eso es lo
que hizo Copérnico con Ptolomeo. No hay “hechos” que verifiquen o refuten
teorías. La ilusión óptica de lo
contrario se produce porque no advertimos la interpretación del mundo social y
físico que permanentemente hacemos a partir de nuestros horizontes teoréticos. Pero ello era obvio para la hermenéutica
continental, con la cual Mises y Popper estaban lamentablemente incomunicados
(y viceversa), y es lo que Koyré y Kuhn se pasaron explicando toda su vida para
las ciencias naturales.
Por lo tanto, lo que une totalmente a ambos autores es que ambos vieron,
con las limitaciones de su propio paradigma, un tema hermenéutico central, y no
tuvieron ningún problema en dar ese “salto hermenéutico” que los colocó a ambos
muy por afuera y por delante de su propio tiempo. Lo mejor que podrían hacer
sus seguidores es continuar ese camino, más que convertirse en pontífices de
nuevas religiones académicas.
Excelente ensayo. Me dejó pensando. No lo había leído y agradezco que llegara a través de un tuit.
ResponderEliminar