domingo, 17 de octubre de 2021

NO IMPORTA QUIÉN SEA EL PRÓXIMO PAPA.



Si se tratara de una mamá soltera, sí importaría. Pero se trata de otra madre. La Santa Madre Iglesia, que atraviesa un largo período de silencio del Espíritu Santo. Un silencio atronador: cuando el Espíritu Santo te deja de hablar……. Es lo mismo que el silencio de Cristo ante Herodes.

El pontificado de Francisco ha servido para que algunos repasen la distinción entre Catolicismo y papolatría, sobre todo aquellos que se confundieron ambas cosas en el pontificado de Pío IX, cuyos bisnietos están ahora tan enojados como el Lutero que odian con todas sus fuerzas. Creo que firmarían varios de sus escritos….

Pero hay otras cosas que revisar.

Sea quien fuere el próximo Papa, estoy seguro de que va a hacer ciertas cosas que se han instalado en los Pontífices como si fueran los mandamientos 11, 12, 13, 14, 15 y 16.

Primero, aunque no esté de acuerdo con todo lo que haya hecho o dicho Francisco, va a hacer equilibrio hermenéutico y lo cubrirá todo con un manto de interpretación benevolente, con lo cual toooooooooooooooodo disparate absoluto que haya dicho un pontífice quedará con un manto de impunidad, por supuesto.

Segundo, va a tratar de imponer su línea teológica con la autoridad del Magisterio Ordinario, que ha quedado tan devaluado (y no sólo por Francisco)[1], que ha quedado totalmente desautorizado. Los que no estén de acuerdo seguirán con lo suyo y las profundas divisiones en la Iglesia seguirán.

Tercero, va a escribir, seguro, su gran encíclica social. Ah, el paraíso de los Papas. En ella dirá como siempre millones de cosas opinables que quedarán nuevamente como “Doctrina de la Iglesia”, con el caos correspondiente de siempre. Habrá, como siempre, un equipo de buenos teólogos, muy pocos, que harán las distinciones correspondientes y ubicarán todo en su contexto, pero ese trabajo ya no le interesa a nadie, y en primer lugar a los pontífices, nada afectos a distinguir lo doctrinal de lo prudencial cuando pontifican sobre lo terrenal.

Cuarto, va a seguir siendo el Jefe de Estado del Vaticano. Si alguien me puede mostrar dónde Jesucristo instituyó semejante cosa, gracias. Mientras tanto, como todo jefe de Estado, tendrá que hacer diplomacia, recibir embajadores, conceder audiencias a la Asociación de Familias en Marte, al jefe de Estado de los Klingon, y, por supuesto, se equivocará, cometerá imprudencias como todo jefe de Estado pero, por supuesto, de vuelta, quedarán como “doctrina de la Iglesia”, o “los signos de los tiempos”, y el pobre fiel que ose estar en desacuerdo con este Estado será porque no sabe comprender la gran misericordia y sabiduría del nuevo gran pontífice.

Quinto, seguirá estando a cargo del Banco del Vaticano, otro importante sacramento instituido por Cristo, y tendrá que decidir sobre cosas que no entiende nada pero ¡oh!!!!!!, me olvidé que “el dulce Cristo en La Tierra”, sabe de todo, desde Física Cuántica hasta las recetas de pastafrola de mi abuela.

Sexto, seguirá a cargo de toooooooooooodos los dicasterios del Vaticano, con tooooooooooooooooooodas sus internas y dimes y diretes, o sea el mismo nido de víboras de siempre, los mismos sepulcros blanqueados de siempre, la gran productora de anticatólicos del mundo. Que tendrían que ser todos enviados a una parroquia a cumplir con el sacerdocio que una vez prometieron ejercer.

Y en medio de todas esas linduras, el caos de la Iglesia seguirá como siempre.

El Estado del Vaticano debe eliminarse. El pontífice debería vivir en un convento y dedicarse a proclamar el Evangelio, la Palabra de Dios, como lo hizo, por ejemplo, la madre Angélica toda la vida, con una Biblia en la mano y nada más. Si lo hizo una monja no veo por qué no lo pueda hacer un varón. Ah, es que ellos deben ser “Jefes de Estado”; me había olvidado.

Pero para todo eso se necesita Fe, esa Fe que no sabemos si encontrará el Hijo del Hombre cuando vuelva (Lucas 18, 8).

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