En un artículo de hace unos años, decíamos:
(http://www.institutoacton.com.ar/oldsite/articulos/gzanotti/artzanotti57.pdf)
“El pesimismo de Horkheimer y Adorno se ve muy bien
reflejado en la analogía tomada de la Odisea sobre el canto de las
sirenas. “...Quien quiera subsistir no
debe prestar oídos a la seducción de lo irrevocable, y puede hacerlo sólo en la
medida en que no sea capaz de escucharla. De ello se ha encargado siempre la
sociedad. Frescos y concentrados, los trabajadores deben mirar hacia delante y
despreocuparse de lo que está a los costados. El impulso que los empuja a
desviarse deben sublimarlo obstinadamente en esfuerzo adicional. De este modo
se hacen prácticos. La otra posibilidad es la que elige el mismo Odiseo, el
señor terrateniente, que hace trabajar a los demás para sí. El oye, pero
impotente, atado al mástil de la nave, y cuanto más fuerte resulta la seducción
más fuertemente se hace atar, lo mismo que más tarde también los burgueses se
negarán la felicidad con tanta mayor tenacidad cuanto más se les acerca al
incrementarse su poder. Lo que ha oído no tiene consecuencias para él, sólo
puede hacer señas con la cabeza para que lo desaten, pero ya es demasiado tarde:
sus compañeros, que no oyen nada, conocen sólo el peligro del canto y no su
belleza, y lo dejan atado al mástil para salvarlo y salvarse con él.. Reproducen
con su propia vida la vida del opresor, que ya no puede salir de su papel
social. Los lazos con los que se ha ligado irrevocablemente a la praxis
mantienen, a la vez, a las sirenas lejos de la praxis: su seducción es
convertida y neutralizada en mero objeto de contemplación, de arte”[1].
Hemos citado este párrafo in extenso porque su esquema se
adapta a todo pensamiento emancipatorio, y también, por ende, a Feyerabend. Por
supuesto, para este neomarxismo, la praxis opresora, la “Matrix” de la que no
se puede salir, es el capitalismo, culmen de la racionalidad instrumental,
capitalismo donde explotador y explotado están encerrados en la misma
dialéctica. Por supuesto, nosotros no adherimos a esta dialéctica marxista[2], pero sí adherimos a
la profundidad de la analogía cuando se la aplica en general a todo pensamiento
que pretenda, de algún modo[3], un cambio de sistema.
Las sirenas representan el anuncio de cambio de sistema, pero ese cambio
nunca llega porque el sistema, de modo inteligentísimo, absorbe al canto
revolucionario en una apacible estética que nada modifica. Son bellos
libros que forman parte del entretenimiento, son los locos que anuncian la
revolución en un bar, a la noche, con sus amigos, son los profesores que
“enseñan” la teoría revolucionaria y luego exigen la repetición del paradigma y
ponen un 10 como premio, son las películas con “mensaje” que luego son sólo
entretenimiento para días aburridos. Veremos
que Feyerabend es una sirena cuyo canto tiene un contenido importantísimo,
pero el modo de interpretarlo lo ha convertido en el entretenimiento de lujo de
la filosofía de la ciencia.”
Esto es, ante Horkheimer y Adorno, Feyerabend tiene la
ventaja de que su diagnóstico de la Ilustración autoritaria es más límpida y
acertada. Carece de los problemas de la teoría de la explotación de Marx y de la
delirante dialéctica hegeliana, y destaca limpiamente el eje central del
problema de la Ilustración: NO se pudo liberar de la ecuación “importante = coactivo”.
Pero cuidado, porque esa ecuación se cumple -no lo aclaré entonces- en todo
pacto político originario. La diferencia es que en el pacto norteamericano, lo “importante”
era precisamente el respeto mutuo de cosmovisiones diferentes del mundo, mientras
se aceptara la Constitución que garantizara la libertad religiosa y el free
speech, cosa que ahora se perdió casi totalmente.
En el progresivo declive que ha llevado a Occidente a casi
perder toda noción de libertad individual -producto de ese estado nación
iluminista- siempre ha habido los Odiseos, las sirenas y los compañeros. Las sirenas
son los cada vez menos libertarios que predican la importancia y la belleza de
la libertad. Los odiseos son esas buenas personas que, al frente de todo tipo
de instituciones indigestadas de la sola racionalidad instrumental, con la
consiguiente des-humanización (o sea, autoridades de empresas, de instituciones
educativas, de iglesias, etc), perciben en el fondo que algo no está bien, pero
anestesian esa voz interna con racionalizaciones de sus funciones de control y
vigilancia: “me tocó la carga de ser autoridad”. Los compañeros son (y no hablo
de Argentina 😊) los que directamente
no se dan cuenta de nada, los millones de empleados, subordinados, colegas y
etc. que, exactamente que Eichmann (y da lástima hacerlos tomar conciencia de
ello) repiten órdenes con juicio acrítico, protegidos habitualmente por la
barbarie de su especialización. (De allí los médicos dictadores). Contrariamente a algunos odiseos, no pueden
percibir, ni vagamente, la belleza de los cantos libertarios: los perciben como
peligro y como horrible amenaza. La libertad para ellos es LA amenaza. Para
Odiseo, una tentación resistida. Los libertarios, las sirenas, son perseguidas,
excepto sean incorporadas al sistema como entretenimiento estético (por
eso se imprimen bellos ejemplares de los libros de Feyerabend, Habermas o
Foulcault, y de Mises, Popper y Hayek, a los que la izquierda ilustrada
los considera “secuaces del sistema” y que leídos en serio son todo lo
contrario).
Esto fue sucediendo, en muchas áreas, hace décadas. En economía,
educación, medios de comunicación, salud, etc etc etc, las sirenas, esto es los
libertarios o liberales clásicos, vienen predicando, cual profetas en un eterno desiero, la belleza (o sea el sentido moral) de la libertad. Los estados
y los “privados adscriptos al sistema estatal” han sido los compañeros de viaje.
Con los odiseos, directivos de esos sistemas, se puede conversar, al menos, sin
que te maten. Pero luego vuelven a su escritorio, se anestesian ante las tentadoras
sirenas y cumplen su función cual eficaz cocodrilo que controla a su presa sin
sentirlo. Y la mata. Pero los que son matados, felices. La existencia realmente
humana que podrían haber tenido murió, pero ellos felices en la existencia inauténtica
de su diario transitar.
Pero ahora, finalmente, con esta locura totalitaria global,
los odiseos y sus compañeros de viaje parecen haber encontrado unas muy eficaces
cadenas para anclarse al mástil para siempre: el terror a la muerte y la
dictadura de la ciencia, impuestos culturalmente desde el estado nación científico
y ultra-secularizado. Millones y millones de alienados que no tienen otra
tranquilidad que su salud física, obedecen cual lastimosos borregos a una
engañosa ciencia supuestamente redentora. “Follow the science”. Los
pocos odiseos que se dan cuenta de que algo no encaja, quedan bien calladitos y
nunca como ahora los libertarios son las sirenas más peligrosas; nunca como ahora
la libertad, la espontaneidad, el vivir como humanos se ha vuelto tan
peligroso. ¡Cuidado habitantes de la Matrix!!! ¡Denuncien a
Morpheus, Neo y Trinity!!!!!!!!!!! ¡Llamen a los
Smiths!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Por supuesto, cada vez que escribo estas cosas los odiseos y los compañeros me quieren matar, pero los sirenitos me preguntan
cuál es la solución. Nada fácil ni rápido. Las masas son ejércitos
inconscientes e implacables, y los individuos son impotentes. Sólo queda que
algunos clérigos de Equilibrium dejen de tomar el prezium y comiencen a
sentir, luego de que miles y miles miembros de la resistencia sean asesinados.
Pero…Eso, así, en sí mismo, no sucederá. La Historia Humana es la historia de
Caín y el EEUU de 1776 fue sólo el esbozo de un pequeño e imperfecto milagrillo temporal. Ahora
sólo queda como ideal regulativo predicado por sirenas (lindas o feas) que
hablan hasta que son sacadas del agua y ahogadas en la cultura de la cancelación.
[1]
[2] Ver la clásica crítica de
E. Von Bohm-Bawerk a la teoría marxista de la explotación en Capital and
Interest (1884-1889-1909), Libertarian Press, 1959.
[3] Decimos “de algún modo”
porque el cambio de sistema puede ser revolucionario o evolutivo.
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